Referéndum por la independencia en Escocia
Glasgow, en busca de una “nación mejor”
La Vanguardia
Los murales de Alasdair Gray en el techo y paredes
de Oran Mor, una vieja iglesia reconvertida en restaurante y teatro en
el bohemio West End de Glasgow, son una obra en construcción. A los 78
años, el autor de Lanark aprovecha
cualquier descanso entre las bodas y fiestas que se celebran en la sala
superior del edificio para subir los andamios y seguir ampliando su
inconfundible universo gráfico, una fusión de lo medieval, del Arts and
Crafts y la ciencia ficción. Cráneos con embriones en el lugar del
cerebro, una pareja abrazada delante de un transbordador espacial, rosas
y cardos que trepan por la bóveda. Entremezcladas con ellos, las frases
icónicas de la gran novela de Gray (casi desconocida en España aunque
una nueva edicion de Marbot en castellano y una primera edición
catalana, traducidas por Albert Sola, puede ayudar a divulgarlo). Ahora
los aforismas de Gray aparecen en el contexto de la campaña por la
independencia de Escocia, que Gray, ha defendido con pasión y humor. La
más importante se escribe a lo largo de una de las vigas del techo de
Oran Mor, rodeada de figuras astrales: “Work as if you were in the
early days of a better nation” (“Trabajar como si estuvieras en los días
tempranos de una nación mejor”). Otra reflexión escrita en la bóveda es un aforismo que Gauguin escribió en un cuadro actualmente en la
colección del museo de Boston: ¿De donde venimos? ¿Qué somos? ¿A donde
vamos? Son las preguntas que se debaten en Escocia a un año de su
histórica votación sobre la soberanía y el dia que visité Oran Mor el
mes pasado, el escritor estaba sentado en uno de los bares debatiendo con un grupo de amigos a la espera de alguna oportunidad de seguir
pintando.
Gray es el más destacado de un nutrido grupo de escritores que se han
identificado estrechamente con la campaña en favor del SÍ en el
referéndum sobre la independencia aunque todos ellos se distancian del
Partido Nacionalista Escocés (SNP). Incluyen a James Kelman, Irvine
Welsh, Iain Banks (antes de su muerte este año) así como el principal
representante de la novela negra escocesa – la llamada tartan noir-
William McIlvanney. El apoyo al “yes” es mucho más amplio en la
comunidad cultural escocesa, desde teatro y cine a literatura, que en la
calle, donde solo uno de cada tres escoceses dice que votaría en favor
de la independencia. “En general, los artistas están mas dispuestos a
plantar cara al proyecto de miedo que es el mensaje de la campaña NO,
que insiste en que el impacto de la secesión seria desastrosa para un
país que va relativamente bien en el Reino Unido”, escribe Joyce McMillan en The Scotsman.
Aunque también es cierto que la comunidad artística se beneficia más
que nadie del rechazo del gobierno del SNP a los recortes del
presupuesto de cultura impuestos por los tories en Londres.
Lo cierto es que la campaña del SÍ se encuentra en vía muerta, con el
mismo apoyo del 30% con el que contaba cuando se anunció el referéndum
hace un año. Ahora que falta un poco más de un año para celebrar el
plebiscito, se pretende inyectar algo de pasión a la campaña. Por eso,
Alex Salmond, el primer ministro escocés y la cara más visible de la
campaña del Yes, ha dejado entrever que quiere convencer a escritores
–concretamente, McIlvanney, el novelista predilecto del líder del SNP
que admira sus retratos duros y tiernos de Glasgow- para que ayuden a
redactar la legislación sobre el referéndum que se presentará en el
otoño en el parlamento escocés. “Salmond necesita una mayor visión; ha
sido una campaña muy pragmática y tímida hasta la fecha y no está dando
resultados”, me comentó Scott Hames, editor del libro Unstated, una colección de ensayos sobre la independencia de una veintena de escritores,
entre ellos Gray y Kelman. Al igual que el detective humanista Laidlaw
de la serie policiaca de McKilvanny, que patea los duros barrios obreros
de Glasgow donde la campaña del “Sí” apenas despega en comunidades
históricamente laboristas, el novelista quizás puede aportar esta
visión popular a la campaña. Kelman y Welsh, inventores del la novela
vernácula popular escocesa, con su stream of consciousness expresado en el dialecto de Glasgow desde How late it was, how late (Kelman) a Trainspotting
(Welsh), ayudarían también a resucitar la campaña SÍ. “Los políticos no
saben conectar con lenguaje y hace falta una narrativa mucho más
ilusionada; esto es lo que hacen los escritores”, dijo Robin McAlpine,
uno de los organizadores de la nueva campaña Common Weal que pretende
elaborar una visión de socialdemocracia nórdica para la campaña del
“Yes”
Pero hay un problema para Salmond en su apuesta por movilizar al tartan noir
para inyectar vida al discurso del “sí”. Los escritores son mucho más
radicales en su visión de un Escocia independiente que el SNP. Salmond
ha intentado combatir el proyecto del miedo de la campaña del NO
descafeinando las reivindicaciones independistas para hacerlas mas
digeribles. Defiende la permanencia de la monarquía, la libra
esterlina, la OTAN en una Escocia independiente. Pero el puñado de
escritores de renombre que apoyan el “Yes”, son casi todos republicanos
de izquierdas que rechazan el nacionalismo tal y como lo define el SNP.
“McIlvanney pasa a Salmond muy por la izquierda: Salmond estaba
cortejando a Donald Trump y Rupert Murdoch pero McIlvanney y otros
quieren un movimiento de base amplia y socialista”, dijo Hames mientras
comíamos en Oran Mor.
Kelman me explicó su posición en un email: “Estoy totalmente opuesto
al nacionalismo. Abomino el nacionalismo pero defiendo la
independencia”, explica. Esta posición, añade, “es muy difícil de
entender en el Reino Unido pero existe un argumento en favor de una
independencia de izquierdas que no es nacionalista; los republicanos
socialistas, anarquistas apoyamos la independencia pero NO (sic) el
nacionalismo”. Alasdair Gray coincide con esa posición que plantea la
autodeterminación del pueblo escocés como una reivindicación que no es
nacionalista sino un principio de soberanía democrática que permitirá
que Escocia siga su propio camino hacia el socialismo republicano.
Existe, dice Hames “una enorme crisis de legitimidad política en Escocia
que llamamos el Escenario Doomsday ya que tenemos un gobierno en
Londres que carece de cualquier mandato en Escocia”.. No hay diputados
conservadores en Escocia. “Cuando McIlvanney habló ante la conferencia
del SNP en 1987, calificó a Margaret Thatcher como un “gamberra
cultural” lo cual reforzó la idea de que el thatcherismo estaba
fundamentalmente enfrentado a las tradiciones comunitarias escocesas”,
dice Hames. De modo que, existe un argumento que plantea la
independencia como el único escenario en el cual se podrá adoptar
políticas progresistas de clase, al margen de cuestiones relacionadas
con la identidad nacional.
En torno a esas reivindicaciones de derechos democráticos,
republicanos y de defensa de las conquistas sociales, los escritores
escoceses quieren resucitar la campaña del SÍ. El nuevo movimiento del Common Weal creado
por la fundacion Jimmy Reid (por el historico lider sindical) empieza a
esbozar una visión de una Escocia independiente, republicana que
reivindica un modelo nórdico de solidaridad social, sistemas de
bienestar y tributación progresiva que pueden reducir la extrema
desigualdad que caracteriza la sociedad británica de los últimos 30 años
desde la primera revolución neoliberal de Margaret Thatcher. Common
Weal ya cuenta con el apoyo de algunos de los novelistas
independentistas.
Esta visión de una Escocia equitativa puede ganar votos para la
campaña del SÍ. Sondeo tras sondeo ha dejado bastante claro que la
opinión publica escocesa defiende valores sociales en mayor medida que
la inglesa (Aunque cabe añadir que el rechazo al conservadurismo
desregulador en Escocia se comparte en el norte de Inglaterra, donde
los tories tampoco cuentan con una base significativa de apoyo).
Curiosamente, esta nueva configuración del independentismo escocés se
parece bastante al croquis de un nuevo nacionalismo británico planteado
por el joven laborista escocés Gordon Brown en 1975. Brown planteó
entonces una identidad británica liberada de lazos peligrosos de etnía
excluyente, nostalgia imperial, o folclorismo conservador al plantear
que los símbolos del patriotismo británico deberían ser los logros
sociales por los que luchó el movimiento laborista, conquistas como la
National Health Service, el Estado de bienestar, los sindicatos. Como
escribió Neil Ascherson en el London Review of Books en abril del 2007,
esta forma de definir una “nación”, “es admirable porque es
fundamentalmente subversivo; el patriotismo que se construye en torno a
una institución de reforma en el nombre del pueblo es un concepto
republicano”. Pese a
los intentos de Danny Boyle en su celebración del Britishness
progresista de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres el año
pasado, ha resultado imposible forjar una identidad británica
progresista en torno a esas ideas, en parte por la carga de un pasado
imperial, en parte por la concentración de la riqueza y de los valores
conservadores y neoliberales en el sur de Inglaterra. Pero, en Escocia
–donde existe un escepticismo mucho más extendido respecto a la
monarquía y un compromiso mucho mayor con los servicios públicos- puede
ser posible.
Una campaña basada en el Common Weal permitiría también superar la
banalización de la identidad escocesa en torno a símbolos folclóricos,
gaitas, embutido haggis y faldas escocesas de tela tartan (quizás,
incluso de categorías literarias como el Tartan noir). Porque cualquiera
que llega a Glasgow quedará impresionado por la ausencia de esos iconos
tradicionalistas y tópicos en la comunidad imaginada escocesa. Al
llegar a la ciudad el mes pasado a las 10 de la noche, pregunté cual
seria el mejor restaurante para cenar y tres personas me respondieron
con visible orgullo que Glasgow tiene los mejores restaurantes hindúes
del Reino Unido. Hasta vi en la carta de un restaurante indio enfrente
del Parque de Kelvingrove un plato de pacoras de haggis (el
famoso embutido rebozado en harina de garbanzos con cominos y otras
especies indias). Kelman, uno de los impulsores del movimiento de
reivindicación de la cultura escocesa en sus primeras novelas, recoge
algo de esa nueva identidad escocesa multiétnica, más preocupado por los
servicios de salud publica para sus hijos que las hazañas del
valiente Braveheart, en su nueva novela “Mo Said She Was
Quirky” que retrata una madre soltera blanca de Glasgow de clase obrera
que se enamora de un joven paquistaní. Estos son los ciudadanos que
la campaña del SÍ, -quizás dotada de una nueva narrativa de
inspiración literaria-, debe movilizar si puede albergar alguna
esperanza de rebasar el 30% de apoyo actual.
Fuente: Rebelion.org
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