domingo, 20 de octubre de 2013

Hacen jugo orgánico para todo el país

Emmanuel llegó de Francia, María Jesús de Godoy Cruz. Se casaron y se instalaron en la devaluada finca familiar de ella, en Tunuyán, donde le dieron una nueva vida a los antiguos manzanos. Sin agroquímicos, producen un néctar de frutas modelo para la región.

Gisela Manoni - gmanoni@losandes.com.ar

Hacen jugo orgánico para todo el país
Hace una década la familia Pereyra estuvo a punto de arrancar todos los manzanos. Pero reconvirtieron la producción. (Marcos García / Los Andes)

Siempre apostaron a la agricultura orgánica. Siguiendo esta opción por lo natural, María Jesús y los suyos dejaron su citadina casa de Godoy Cruz y Emmanuel abandonó su chacra al sur de Francia, decidido a husmear nuevas técnicas por América Latina.

La vida los unió en una finca de Tunuyán, en tiempos de crisis y cuando parecía que no quedaba más remedio que arrancar los manzanares. Como última alternativa, armaron una fábrica de jugo orgánico y hoy comercializan su producción en distintos rincones del país.

"Con el tiempo la gente va tomando conciencia sobre la importancia de la buena alimentación. Hay muchos que compran botellas para sus hijos pequeños o para quienes transitan un tratamiento médico", apunta la joven devenida en empresaria industrial.

Los cerca de cinco mil litros que su pequeña fábrica elabora por año desaparecen cada vez más de prisa. Y la pareja ya tiene clientes aficionados a sus néctares en todo el territorio nacional.

El pequeño fundio de los Pereyra sobre la ruta 92, camino al Manzano Histórico, "desentona" con las ampulosas, extensas y prolijas propiedades que lo rodean, en gran parte pertenecientes a capitales extranjeros.

Allí los surcos se desdibujan, los yuyos crecen formando un colchón en el suelo, la poda es mínima para no uniformalizar a los frutales y, en lugar de suntuosas bodegas, se alza una casa bioecológica -construida con materiales de la zona- y una despensa adaptada para la producción de jugo a pequeña escala.

Era una finca como tantas del Valle de Uco cuando 18 años atrás la adquirió el matrimonio Pereyra y sus hijos María Jesús y Rodrigo. Mucho antes de que el cultivo orgánico se constituyera en la "moda" actual, ellos llevaban años de experimentar con estas prácticas en su huerta familiar de Godoy Cruz.

Cuando decidieron que querían apostar todas sus fichas a este modo de vida, vendieron lo que tenían y reunieron con sacrificio el dinero que necesitaban para desembarcar en este paraje mágico de Tunuyán.

Poco a poco, fueron ajustando la propiedad a la medida de sus objetivos ecológicos. El destino colaboró. Evitar el mínimo contacto con agroquímicos es una de sus obsesiones y ese punto fue facilitado por los vecinos que le tocaron en suerte. "Tenemos una casa de yoga al este, atrás hay campos incultos y al oeste un zanjón grande nos separa de la próxima finca", apuntó María.

Además de estar resguardadas de procesos artificiales, estas plantas son "reforzadas" con guano de animales. "Es materia limpia, no proviene de criaderos intensivos sino de corrales de la zona", aclararon los agricultores. Además, utilizan restos de leguminosas como fertilizante natural ("fija el nitrógeno del aire en el suelo", explicaron).

Muchas de estas prácticas las aprendieron de Emmanuel Peyroux, un técnico agrícola francés que llegó a la finca a realizar una pasantía sobre agricultura orgánica y se enamoró de María. Aunque ya formó familia con ella por estos lares (son papás de Hada Luna), vuelve periódicamente a su pueblito al sur de Francia para hacer un seguimiento a su pequeña chacra y, de paso, llevar y traer las experiencias recogidas en ambos continentes.

Reconversión

La debacle nacional de 2001 dejó sus huellas también en el campo y los Pereyra llevaban varias temporadas viendo morir su cuidada producción a los pies de las plantas.

"No había precio. No valía la pena ni cosecharla para entregarla a la sidrera. Teníamos que reconvertirnos o arrancar, como hacía el resto", comentó la mujer.

Fue entonces que abrazaron el proyecto de la elaboración propia de jugo, como si se tratase del último salvavidas. Emmanuel fue el gran asesor, porque en su país es muy común que los pequeños productores orgánicos se reúnan en pequeñas cooperativas para elaborar néctares de diferentes frutas.

"Elaboramos una pequeña cantidad en 2005. La dimos a probar a un precio muy accesible y la repercusión fue mejor de la que esperábamos", recordó Emmanuel.

La demanda creció año a año y hoy envían partidas a todo el país. Incluso la empresa El Peregrino está innovando con algunas "mezclas". Hasta el momento, han realizado jugo de manzana con pera y con membrillo y quieren probar con variedades más perfumadas y con durazno.

Como no existe en el mercado equipamiento para una escala artesanal, los Pereyra tuvieron que confeccionarlo a base de acero inoxidable y a su medida. "Felizmente había buenos mecánicos en la familia", acotó Emmanuel mitad en español, mitad en francés.

No les fue fácil encuadrarse en las exigencias del Código Alimentario Nacional, ajustar los procesos de pasteurización ni abrirse a un mercado que desconocían, pero no se arrepienten de la decisión tomada. Tanto que ahora quieren innovar en otros mercados e incluso han recibido propuestas de muchos finqueros del Valle de Uco para que procesen su producción allí. 
 
Fuente: Los Andes Online

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