Los medios de comunicación estadounidenses ofrecen proyectos para el desmembramiento de la región
La prensa de EE.UU. juega con la cartografía de Medio Oriente
Al Jazeera
| Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
| Crédito: nytimes.com |
Una reciente presentación en la página de Opinión del New York Times es una infografía titulada “Cómo podrían 5 países convertirse en 14”.
Como
parte de un análisis Robin Wright –erudita distinguida en el United
States Institute of Peace y en el Wilson Centre– traza posibles
divisiones de Libia, Siria, Irak, Arabia Saudí y Yemen, en territorios
con nombres predecibles como Sunistán, Chiíestán, Alauitestán y
Wahabiestán.
A pesar de la obsesión por el sufijo "–stán", no hay ninguna forma de gobierno llamada “Palestán”.
En
el artículo que acompaña la infografía, “Imaginando un Medio Oriente
con un nuevo mapa”, Wright declara que el mapa del moderno Medio Oriente
está “destrozado” gracias a la “ruinosa guerra de Siria” así como otros
factores:
“… [Las] fuerzas centrífugas de creencias, tribus y etnias rivales… también desgarran una región definida por potencias coloniales europeas hace un siglo y defendida por autócratas árabes desde entonces”.
Wright
reconoce que las fronteras de Medio Oriente fueron “inicialmente
definidas por gustos imperiales y el comercio en lugar de la lógica” y
que subsiguientes “mapas reconfigurados enfurecieron a los árabes que
sospecharon conspiraciones extranjeras para volver a dividir y
debilitarlos de nuevo”.
Por cierto, cuesta argumentar que el proyecto del Times del desmembramiento de cinco países no suena a especulación imperialista.
“Siria Buena”, “Siria Mala”
Afortunadamente
para los especuladores, las contribuciones del imperialismo al
conflicto en el mundo árabe musulmán son generalmente extirpadas del
discurso de los medios dominantes occidentales mediante un par de trucos
fáciles.
Uno es culpar de todo a una supuesta insistencia musulmana en la prolongación de una pendencia de 1.400 años.
En un artículo ligeramente histérico de septiembre para el New York Times,
por ejemplo, el columnista de asuntos exteriores Thomas Friedman
delineó su queja preferida respecto al debate sobre la intervención de
EE.UU. Siria:
“…Por favor ahórrenme el sermón de que aquí está en juego la credibilidad de EE.UU. ¿Realmente? Los suníes y los chiíes han estado combatiendo desde el Siglo VII por quién es el heredero legítimo del liderazgo espiritual y político del Profeta Muhammad, ¿y nuestra credibilidad está en juego? ¿Realmente? Su civilización se ha perdido cada gran tendencia moderna global –la Reforma religiosa, la democratización, el feminismo y el capitalismo empresarial e innovador– ¿y nuestra credibilidad está en juego? No lo creo”.
Gracias a la continua
publicidad en los medios de un supuesto atraso general musulmán,
cualesquiera intrusiones de Occidente y sus militares en el mapa de
Medio Oriente, se ven de naturaleza civilizadora. Es el caso incluso
cuando dichas intrusiones van acompañadas por instrucciones a los
iraquíes de “¡Chúpense esto!, el culto pronunciamiento de Friedman al
comienzo de la guerra de Irak.
Desde entonces Friedman ha
suavizado su militante vitoreo a favor de sugerencias más calmadas de
trazar un nuevo mapa, “Es probable que tanto Siria como Irak recaerán en
unidades étnicas y religiosas homogéneas, autogobernantes, como el
Kurdistán” e importantes descubrimientos antropológicos como que a los
suizos no les interesa Siria porque el cajero de una tienda de
comestibles de Berna tiene el pelo rojo.
Esto naturalmente
no significa que el “periódico de referencia” se haya retirado del
negocio de un belicismo flagrante. A finales de agosto, publicó el
titular “Bombardead Siria, incluso si es ilegal”, cuyo autor presentó un
argumento similar en un artículo para Al Jazeera.
Mientras tanto, el columnista del Times
Nicholas Kristof –santo patrón de la intervención “humanitaria”– ha
aumentado sus alegatos a favor de ataques de misiles contra Siria,
advirtiendo de que no atacar equivale a “terminar al lado equivocado de
la historia”.
Si Kristof estuviera a cargo de volver a
dibujar Medio Oriente, podríamos vernos antes una República Árabe Siria
dividida en dos regiones autónomas: “Siria Buena” y “Siria Mala”. Como
el académico de la Universidad Columbia, Mahmood Mamdani, escribió en un
ensayo en 2007 para London Review of Books, la anterior ferviente campaña del columnista por la interferencia occidental en Darfur constituía:
“…la reducción de un complejo contexto político a un cuento de moralidad que se desarrolla en un mundo poblado de villanos y víctimas que nunca cambian de lugar y por lo tanto siempre se les puede diferenciar con facilidad. Es un mundo en el cual las atrocidades aumentan geométricamente, los perpetradores tan malignos y las víctimas tan indefensas que la única posibilidad de alivio es una misión de rescate desde afuera, preferiblemente en forma de una intervención militar”.
Documentando
el número de víctimas mortales salvajemente fluctuantes en Darfur,
Mamdani cuestiona su “relativo silencio” sobre la violencia mucho más
letal en el Congo, especialmente en vista de la propia admisión de
Kristof de que “la cantidad de personas muertas en Darfur hasta ahora es
modesta en términos globales”. Según Mamdani, una posible razón de la
discrepancia es que las milicias congolesas “fueron entrenadas por
aliados de EE.UU. en la región, Ruanda y Uganda”.
Siria = Irán
La
cuestión de cómo encarar a amigos y enemigos de EE.UU. en Medio
Oriente, mientras tanto, ha sido prácticamente resuelta por la bloguera
del Washington Post Jennifer Rubin, quien en un despacho de
septiembre titulado “Aquí tenéis una resolución” elaboró una proposición
de reemplazo para una resolución del Congreso de EE.UU. sobre Siria.
Rubin, quien se define en Twitter como “amiga de @Israel”, comienza su resolución con una serie de cláusulas:
“CONSIDERANDO que EE.UU. tiene en juego vitales preocupaciones de seguridad nacional en Medio Oriente;… CONSIDERANDO que EE.UU. no puede proteger esos intereses o los intereses de aliados como Israel al desconectarse de la región;… CONSIDERANDO que el régimen de Asad ha usado armas químicas contra su propio pueblo en múltiples ocasiones;… CONSIDERANDO que EE.UU. no debe permitir que los usuarios de armas de destrucción masiva escapen a las consecuencias de sus acciones o que se desarmen cuando les venga bien”.
Sobra decir que el uso de armas tóxicas por parte EE.UU. y su amigo @Israelí está exento de semejantes ultimatos.
Después de concluir el preludio a su resolución, Rubin procede a enumerar sus prescripciones. Las primeras dos son:
“El presidente de EE.UU. estará autorizado para utilizar toda la fuerza necesaria contra Irán en caso de que no detenga todo enriquecimiento y permita un acceso total a todas las instalaciones para verificar la detención y destrucción de sus instalaciones de armas nucleares…
“Será política de EE.UU. apoyar a los pueblos libres de Irán que busquen el cambio de régimen y obtener derechos humanos esenciales y una relación normalizada con Occidente”.
Ya que Siria e Irán son aparentemente el mismo país en ciertos mapas regionales, existe una razón más para despedazarlos.
Belén
Fernández es autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work,
publicado por Verso en 2011. Pertenece al consejo editorial de Jacobin
Magazine y sus artículos se han publicado en London Review of Books
blog, Salon, The Baffler, Al Akhbar en inglés y muchas otras
publicaciones. Twitter: @MariaBelen_Fdez
Fuente: Rebelion.org


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