EEUU-Arabia Saudí: un divorcio religioso
Público.es
Una de las fórmulas de repudia irrevocable a la esposa en el Islam, de forma instantánea y sin recurrir a los tribunales, consiste en que el marido en presencia de unos testigos varones y musulmanes pronuncie tres veces “te repudio”. Lo curioso no es que la mujer no pueda repudiar al marido, sino que en el caso de que él quisiera volver con su ex esposa, ella debe casarse con otro hombre y ser repudiada por él (Corán: 2, 229). Una medida drástica para disuadir al esposo de tomar una decisión drástica.
Una
situación similar (con el cambio de roles) están viviendo la pareja de
hecho formada por EEUU y Arabia Saudí desde 1933, cuando compartieron,
además de pan y cama, petróleo y armas.
Ha sido el príncipe
Bandar (Bush) bin Sultán, jefe de la inteligencia saudí, el encargado de
anunciar el “cese temporal de convivencia” a causa de las infidelidades
de EEUU, insinuando que cuenta, además, con la figura de un tercero que
hará posible la reconciliación conyugal: China, el principal receptor
del petróleo saudí, cuya ventaja reside en que ejerce la injerencia en
los asuntos ajenos.
Él anunció un “gran cambio” en las
relaciones bilaterales que sobre todo afectarían a la cooperación de
inteligencia y a los contratos de armas.
La asociación
estratégica entre la superpotencia militar y la energética, basada en la
“protección a cambio del petróleo seguro y barato”, se tambalea a causa
de las discrepancias surgidas en los últimos años.
Las tres crisis
La reciente y repentina campaña dirigida a estropear la imagen de
Arabia Saudí en los medios occidentales (por hechos como el derecho de
la mujer a conducir –sus derechos más fundamentales no importan-, o el
vídeo de los golpes que asesta un patrón saudí a un trabajador)
justificará el alejamiento de la Administración Obama de la Casa saud,
potenciando a los sectores modernos de la élite del país en el umbral de
la elección del sucesor del enfermo y anciano rey Abduláh. Sus brutales
prácticas medievales molestan a los aliados occidentales que agitan la
bandera de los derechos humanos.
La primera crisis entre la
pareja ocurrió en 1973 cuando los países árabes productores de petróleo
cortaron el suministro a Occidente por su apoyo a Israel en la guerra
del Yom Kippur. Aunque a EEUU le fue de fábula: puso fin a su crisis
monetaria, sustituyendo el patrón oro por el dólar, y así convirtió su
moneda en el principal patrón de intercambio de hidrocarburo en el
mercado mundial.
La segunda fue cuando Washington implicó a los
ciudadanos saudíes en el atentado del 11S, y la última empezó en 2003
con la entrega del poder en Irak a los chiitas próximos al enemigo iraní
(lo que también irritó y mucho a Israel, siendo hoy el motivo de los
atentados infernales que despedazan el país). Luego le cayó a EEUU un
rosario de quejas: contra la retirada de las tropas de Irak, por dejar
caer a Hosni Mubarak, suspender el ataque militar a Siria y negociar con
Irán sobre su programa nuclear en vez de destruirlo. ¿Es EEUU aliado o
es enemigo de Arabia?
Riad ya toma conciencia de su fragilidad:
está rodeada de la inestabilidad y la agitación: Yemen, Bahréin, Irak,
Jordania y Egipto….
Al Saud en la agenda de Obama
Desde
que Obama diera su primera entrevista oficial como presidente a la
televisión Al-Arabiya (financiada por Al Saud), e hiciera una reverencia
sin precedentes al rey Abduláh, ha llovido mucho.
A pesar de
los servicios inestimables de los saudíes a EEUU, como ceder su
territorio para los ataques a Irak, Afganistán y Yemen, y cooperar en
contener a Irán, Obama no responde a las exigencias de Riad, pues ve en
Oriente próximo un lodazal donde la mejor manera de garantizar los
intereses de su propio país es estar discretamente detrás de los actos
de terror y terrorismo, de asesinatos selectivos y colectivos. Las
intervenciones político-militares han ido socavando su influencia y
generando una atmosfera anti estadounidense, al tiempo que ha provocado
la aparición de grupos armados incontrolados.
Quizás piense EEUU
que tampoco hay que apoyar siempre los intereses de Arabia Saudita e
Israel, ya que son perjudiciales para la salud y la imagen de la
política americana. Así revela que no es cómplice de todos los males que
envuelven a esta región.
Mientras, Obama pretende normalizar
sus relaciones con Irán, contener su programa nuclear, utilizar la
influencia de Teherán para estabilizar Irak y Afganistán, desactivar a
Hizbola, alejarle de China, Rusia, Siria y Hizbolá, recuperar el gran
mercado iraní (dominado por China) para sus empresas, y volver a Irán a
la órbita occidental, garantizando así la seguridad de Israel y de
Arabia. Y todo sin tener que destruir el país.
EEUU se acerca al
enemigo iraní y se aleja de los viejos aliados con el fin de
mantenerles en la región y proclamar que “ha ganado algo”, por lo que ha
retrasado la aprobación de nuevas sanciones contra Irán y puede
levantar algunas otras. Las relaciones de Irán también serán utilizadas
para reducir la influencia de Riad y de Tel Aviv sobre las políticas de
Washington en la zona.
Paralelamente está forzando reformas en
el país de los jeques antes de que la “primavera” llegue a la base
militar que EEUU tiene cerca de la Meca o que la lucha por la sucesión
del rey termine en el fortalecimiento del sector anti estadounidense al
qaedista del régimen saudí, que tras la muerte de Bin Laden controla el
grupo. Arabia no podrá esquivar la realización de las reformas sociales y
políticas, ya que su inestabilidad provocaría pánico en los mercados
del petróleo impidiendo la recuperación económica del Occidente. Obama
propone reformas desde arriba y cuanto antes. Algo a lo que se oponen
frontalmente los príncipes cleptócratas salafistas, que viven en la Edad
Media. Para neutralizar posibles rebeliones populares, los jeques han
autorizado la entrada del ejército pakistaní para sofocarlas.
Diplomacia de trastienda
Con el fin de calmar sus ánimos, Washington le ofreció a Riad ser
miembro temporal del Consejo de Seguridad de la ONU, pero lo rechazó. Es
la primera vez en la historia de este organismo que un país desprecia
tal oportunidad. Fue un mensaje a Obama, después de que le llegara otro:
el ataque ilegal de Israel contra Siria, el 31 de octubre. Ambos le
dicen al presidente de EEUU: “usted no debe ignorarnos”.
El
motivo oficial de Riad era la negativa del Consejo a “salvar” a los
sirios, bombardeando el país. Aunque las razones reales podrían ser
otras:
La diplomacia opaca de la Casa Saud. En un foro público
no se atrevería a pedir “la cabeza de la serpiente iraní” a Bush,
mientras apretaba la mano de Ahamdineyad. Tampoco podría votar una
agresión militar a dos naciones musulmanas, Siria e Irán, ni condenar a
Israel (hoy su aliado) por pisotear los derechos de los palestinos. Riad
ya habla menos de palestinos y lo hace más de Siria.
¡Por lo que, lo mejor es actuar por detrás del escenario y seguir con el doble juego!
Tampoco se descarta que los hombres de la línea de Bandar pretendan
fortalecer así su posición como los auténticos defensores de los
intereses de la patria árabe-sunnita.
Su renuncia, además, le
salva de responder ante el Consejo de Derechos Humanos sobre la
discriminación de la mujer y de las minorías religiosas, y de paso priva
a EEUU del voto de un aliado.
La dependencia mutua y una bomba
El país de los desiertos es, después de Canadá, el segundo exportador
de petróleo a EEUU, cubriendo el 16% de sus necesidades. Entre las
grandes inversiones de Arabia se encuentran 690.000 millones de dólares
que incluyen bonos del Tesoro; la mitad de la refinería Motiva en Port
Arthur (Texas), el más grande del país, también le pertenece. Por su
parte, Washington sigue necesitando de su colega árabe para mantener la
dependencia de la OPEP al dólar.
La euforia por la
autosuficiencia de EEUU en materia energética en torno al gas de
esquisto, que cambió la dirección del comercio internacional de petróleo
hacía Asia, puede durar poco. Los americanos soñaron con reducir el
peso económico de Oriente Próximo en su política, y ahorrar, por
ejemplo, unos 80.000 millones de dólares al año en mantener a la V Flota
en Bahréin.
Problemas como la contaminación de aguas
subterráneas por el uso de las sustancias químicas y los seísmos que
provocan las perforaciones, además de la alta inversión que requiere (un
pozo, unos 10 mil millones de euros), entre otros factores, harán que
la batalla por el petróleo siga siendo el principal motor de las guerras
y conflictos, y que EEUU siga impidiendo la entrada de otras potencias
en esta zona y controlar sus riquezas.
Mientras las agencias de
espionaje de la OTAN y las de Israel vigilaban las armas inexistentes de
Irán, se enteraron que el amigo saudí ha entregado millones de dólares a
Pakistán para que le fabrique bombas atómicas. Pregunta: ¿Le impondrán
sanciones, le amenazarán con poner “todas las opciones encima de la
mesa” para quitarle su Arma de Destrucción Masiva?
Alcance del enfado
Con los siguientes objetivos, los saudíes intentarán cambiar la política del presidente de EEUU:
-Evitar cambios en la cúpula del poder, forzados desde EEUU, como sucedió en Bahréin.
-Frenar el proceso de paz en Siria.
-Evitar un acercamiento entre Washington y Teherán.
Y para ello han contratado instructores paquistaníes que entrenarán a
miles de yihadistas wahabitas del “Ejército del Islam”, allanando el
camino del caos perfecto en Siria.
La muerte de Bin Laden
favoreció a la familia real saudí, que así pudo hacerse con el control
de su organización. ¿Terminarán en manos de estos grupos parte de los 10
mil millones de dólares en armas que vendió la Casa Blanca a los saud?
Un desafío que curiosamente no incluye el suministro de energía, ni las
instalaciones militares de EEUU en la principal tierra del Islam. ¿Puede
Obama ganar Irán sin perder a Arabia e Israel? ¡Sí! Los tres países,
antes de la caída del Sha de Irán, fueron aliados durante décadas.
Teherán podrá tener una coexistencia pacífica son Riad y mantener una
Guerra Fría controlada con Israel.
Fuente: Rebelion.org
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