lunes, 26 de mayo de 2014

La fábrica de los satélites argentinos, por dentro

Invap es una empresa estatal nacida en los 70 pero que tuvo su “década ganada” en los últimos años. Los Andes visitó sus “salas limpias”, donde nace la tecnología espacial líder en América Latina.

Textos: Leonardo Oliva - Enviado especial a Bariloche

La fábrica de los satélites argentinos, por dentro
La “sala limpia” en plena construcción del SAC-D Aquarius, que lanzó la NASA en 2011 y que estudia los océanos y el clima del planeta. (Gentileza / Invap)

Ni bien uno atraviesa la puerta de ingreso al área de tecnología aeroespacial de Invap hay una posta obligada para empleados y visitantes: limpiarse los zapatos (o zapatillas). Para ello hay una pequeña máquina (similar a un secarropas) en la que uno ingresa cada pie y, al presionar un pedal, recibe un cepillado en la suela.

Lejos de ser una excentricidad, esto responde a una política de seguridad del lugar: allí están las “salas limpias” donde se construyen satélites y cualquier partícula sucia que flote en el ambiente -cuyo aire se renueva constantemente por medio de tuberías- puede terminar afectando la precisión y calidad de estos complejos aparatos que deben orbitar en el espacio.

Por eso también las modernas instalaciones de la primera y única fábrica de satélites del país están rodeadas de jardines de inmaculado verde césped. Todo sea para evitar el polvo en suspensión que genera el omnipresente viento patagónico de Bariloche.

El otro aspecto que sorprende en la recorrida por Invap (que significa Investigación Aplicada y es una empresa estatal nacida a fines de los 70) es la confidencialidad de todo lo que ocurre en su interior. Ya al ingreso al predio que mira al imponente lago Nahuel Huapi hay que registrarse con DNI en la guardia y luego, cuando la réplica de un innovador radar que recibe a los visitantes invita a sacar el celular o la cámara de fotos para inmortalizar el momento, el guía -amablemente- aclara que está prohibido.

Nada de suciedad, nada de fotos son entonces las condiciones que hay que aceptar para conocer Invap. Nos recibe la hospitalidad del joven guía Pablo D’Amato, que con su look informal y cara de genio bien podría ser un personaje de la serie “The Big Bang Theory”. Él es el que explica, a modo de aclaración: Invap es del Estado (nacional y la provincia de Río Negro), pero funciona como una empresa privada. Esto es: se sostiene con sus ingresos, que provienen de los desarrollos tecnológicos (principalmente radares, satélites y reactores nucleares) que realiza para sus clientes, el principal de ellos... el mismo Estado. 

Sobre todo en la última década, cuando el gobierno nacional emprendió un ambicioso plan de desarrollo aeroespacial que -más allá de que sus logros están por verse- multiplicó como nunca los ingresos de esta empresa y la dotó de una infraestructura que es la envidia en toda América Latina. Por eso no extraña ver imágenes de Néstor y Cristina Kirchner por todos lados: en Invap, la tan declamada “década ganada” es una realidad, al menos en lo que a ciencia y tecnología se refiere.

Del OPAL al Aquarius

La primera parada es ante un gran cartel que muestra fotos de los reactores nucleares que ha construido la empresa en su historia. Entre ellos está el RA-6 de allí cerca, en el Centro Atómico Bariloche, que data de 1982. Pero el mayor orgullo es el OPAL, que está en Australia aunque es made in Argentina, a pedido de la Agencia Australiana de Radioprotección y Seguridad Nuclear. Además, la compañía ha exportado reactores a Argelia y Egipto.

En otro rincón del mismo salón que inaugura el recorrido vemos una réplica de un radar primario 3D, que Invap está construyendo para que el Ejército monitoree vuelos no regulares en las fronteras argentinas. Pablo, el guía, no lo dice (tampoco tiene por qué saberlo, ya que el Estado como cliente es el que le dará uso), pero uno infiere sin esfuerzo que el narcotráfico es uno de los objetivos de este nuevo desarrollo.

La parada siguiente, después de atravesar de un edificio a otro por entre los jardines con vista al Nahuel Huapi, es quizá la más interesante. Ya limpios los pies, nos reciben maquetas a escala de los cuatro satélites construidos por Invap que han sido lanzados al espacio desde mediados de los 90: SAC-A, SAC-B, SAC-C y SAC-D/Aquarius. Este último, el más reciente, está valuado en más de 200 millones de dólares y es un satélite de observación climática y oceanográfica que fue lanzado por la NASA en junio de 2011.

Pero no es el proyecto más nuevo. En una de las “salas limpias”, gigantescos quirófanos donde los cirujanos son ingenieros (y técnicos ayudantes) enfundados en inmaculados trajes blancos, nació Arsat 1, el primero de los tres satélites de telecomunicaciones que Argentina mandará al espacio para brindar servicios de telefonía y datos, Internet y TV a usuarios de toda América Latina. Esperan lanzarlo para entrar en órbita en agosto desde la Guayana Francesa.

Pero antes es sometido a una serie de pruebas en otra sala recién estrenada en Invap.

Pertenece a otra empresa estatal, Ceatsa, creada en 2010 para realizar ensayos de la industria espacial y aeronáutica que antes se hacían en Brasil. Así, ahora Argentina supera a su vecino en esta particular carrera espacial siendo líder en América Latina porque logró completar el ciclo de un desarrollo satelital: proyectar, construir y testear productos. Solo le resta tener el lanzador que “independice” al país de la NASA. Es el próximo sueño que quieren cumplir en esta fábrica de satélites: un Cabo Cañaveral argentino, para lanzar cohetes desde la pampa al espacio.

Un mendocino a cargo de los radares


Un mendocino a cargo de los radares
Gustavo Cabrera (57) es uno de los casi mil empleados que tiene Invap. Criado en Maipú, dejó Mendoza a los 17 años para estudiar Oceanografía Física en Bahía Blanca. Luego de recibirse, entró a la empresa para hacer trabajos de relevamiento en energía eólica.

Hoy sigue allí, aunque ahora como director de proyectos de la Gerencia Aeroespacial, liderando la construcción de nuevos radares meteorológicos para el país y de otros que renovarán el sistema nacional de control del tránsito aéreo. También está a su cargo el desarrollo del mencionado radar primario de defensa 3D.

"Mi trabajo involucra mantener los costos y lograr los objetivos en tiempo y forma", contó Cabrera a Los Andes en su oficina, donde explicó la importancia estratégica de la tecnología que desarrollan allí: "Argentina es un país que necesita más radares meteorológicos, por el clima y la extensión. En este momento hay muy pocos operativos. Cada vez se evidencia más la necesidad de tenerlos para medición de tormentas, granizo, control de daños... Hasta para realizar pronósticos a corto plazo de eventos severos".

Luego aflora en él el orgullo que despierta Invap en todos sus empleados: "En América Latina no hay nadie que domine esta tecnología y tenga esta capacidad de producción".

Siendo uno de los más veteranos profesionales de la empresa, dice que no deja de sorprenderse por los desafíos de su trabajo: "Yo vengo hace 30 años todos los días y me sigue impactando. Para nosotros esto es un desafío constante: buscar proyectos nuevos permanentemente y tratar siempre de crecer más". 
Fuente: losandes.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario