martes, 24 de junio de 2014

Remedio público para el negocio farmacéutico
En un contexto de alta concentración de los laboratorios, el financiamiento de un consorcio público para la producción de medicamentos y vacunas abre un nuevo horizonte para enfrentar los desafíos del sector.
por Federico Rey



Las ciencias biomédicas conforman una de las áreas que más conocimiento ha producido en la Argentina. Además, cuentan con una vasta tradición de pioneros como Houssay, Leloir y Malbrán, entre otros, que han hecho escuela entre los investigadores que los sucedieron. Sin embargo, la conformación de un mercado de la salud concentrado, sumado a políticas públicas indefinidas, conspiraron en contra de un desarrollo independiente del sector.

Dos ejemplos concretos de este presente son el déficit comercial en la producción de medicamentos, que asciende a 1.700 millones de dólares al año (que se suma al problema de la restricción externa que afronta la economía doméstica) y, por otro lado, el poderoso lobby de un mercado concentrado y extranjerizado, que puede explicar los tres años que han pasado desde la promulgación de la Ley 26.688 (de producción pública de medicamentos) sin que haya sido reglamentada.

Así lo entiende el director de Producción del Instituto Biológico Tomás Perón, Aníbal Mombiela: “La realidad es que cuando a los laboratorios, por cualquier decisión, generalmente económica, no les cierra la ecuación productiva, discontinúan la producción del medicamento, y es el Estado el que debe salir a enfrentar la situación sanitaria. Todos aquellos que estamos comprometidos con la producción pública tenemos cifradas expectativas en la reglamentación de la Ley y en que pueda ser un instrumento válido para dar el apoyo necesario a los laboratorios del sector público”.

Para consolidar políticas que permitan mejorar la calidad de vida es fundamental fortalecer la capacidad de producción.

Dejar atrás la pasividad de las décadas anteriores y revertir la situación de dependencia para apropiarse del conocimiento disponible no es sólo una apuesta tecnológica y de innovación. El reconocimiento de derechos básicos ha sido una fuerte apuesta de la política de la última década y, en el caso de la salud, la ampliación del calendario de vacunas es un ejemplo de ello. Sin embargo, para consolidar políticas que permitan mejorar la calidad de vida de las personas resulta fundamental fortalecer la capacidad de maniobra del país frente al mundo.

Un ejemplo en este sentido, aunque también síntoma de las dificultades propias de un país en vías de desarrollo, lo representa el consorcio público conformado por el Instituto Biológico de La Plata Tomás Perón, la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de La Plata (UNLP) y la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), que se propone la producción de vacunas y medicamentos antiparasitarios, polivitamínicos y antituberculosos.

El proyecto, que contará con una inversión del Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec) de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica por 30 millones de pesos y otros 20 millones de pesos por la contraparte, fortalecerá las capacidades tecnológicas del Instituto Biológico de La Plata, a partir de la incorporación de tecnología –la producción de células animales en biorreactores– que modificará el sistema productivo actual. Si bien el proyecto financia solamente hasta la concreción de lotes pilotos, la idea es alcanzar en un primer momento las necesidades de la provincia de Buenos Aires.

El Instituto Biológico Tomás Perón forma parte del consorcio público para la producción de vacunas y medicamentos.

“En el caso del proyecto de producción de células por biofermentación, el objetivo es el desarrollo de una vacuna antirrábica de uso humano. Y para el caso de tratamiento de principios activos sólidos, el propósito es la producción de antituberculosos y antiparasitarios”, explica Mombiela, quien también agrega que ambas iniciativas “conllevan una innovación tecnológica, no por tratarse de tecnologías que no se conozcan en el mundo, pero sí por no estar desarrolladas localmente, principalmente la producción de células animales en biofermentadores para la producción de vacunas de uso humano”. Los equipos más complejos serán adquiridos en Europa: biofermentadores, extrusores, esferonizadores, equipos de apoyo y analítico, y estufas de esterilización, entre otros.

Otro aspecto relevante en la cadena de valor de la producción de medicamentos son los principios activos, que en su gran mayoría son importados. Según el director de Producción del Instituto Biológico Tomás Perón, el proyecto, en el caso de los antituberculosos y antiparasitarios, no contempla la generación local de esos insumos básicos, mientras que en el caso de la vacuna antirrábica, actualmente la Argentina importa la vacuna elaborada en cultivo de células.

“En el caso de los antituberculosos hay ciertas asociaciones de principios activos que sólo existen en el extranjero, pero el problema más grande es la disponibilidad de los mismos en tiempo y forma. Lo importante es poder contar con ellos en los plazos y cantidades suficientes para poder sustentar los programas y sus necesidades”, cierra Mombiela. 

Fuente: unsam.edu.ar/tss

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