lunes, 29 de febrero de 2016

OVNIs y mundo subterráneo: Cartas a Perón, los inventos del pueblo
Entre 1946 y 1955, llegaron a la Secretaría Técnica de la Presidencia unas 500 cartas con propuestas científicas que iban desde armas atómicas hasta expediciones subterráneas. El historiador Hernán Comastri las analizó para conocer el imaginario científico de la época.
por Nadia Luna




Era el año 1946 y, desde Chile, Pedro Covarrubias Carrillo le escribió una carta al presidente Perón para pedirle financiamiento por un millón de dólares para su proyecto “Expedición al Sub Suelo”, en la zona de la Cordillera de los Andes. En su carta, explicaba que la iniciativa tendría beneficios económicos por la explotación minera y turística, y estratégicos, a través de la construcción de un refugio subterráneo que podría ser usado en caso de guerra nuclear.

No conforme con esas justificaciones, Covarrubias Carrillo agregaba una serie de “fines científicos”. Algunos de ellos eran “comprobar o destruir la doctrina de Julio Verne de la existencia de seres orgánicos en el sub-suelo, que habitan en ríos, mares subterráneos o en grandes concavidades”, “precisar exactamente el lugar del fuego milenario, para tomar las debidas precauciones”, “comprobar o destruir la doctrina de Newton tendiente a establecer que existe una fuerza que atrae los cuerpos a un centro imaginario de la Tierra”, y “proveer a los zoológicos de las especies vivas que pudieran existir y a los museos de los fósiles” y de “restos arqueológicos de civilizaciones perdidas”.

La carta es apenas un ejemplo de las alrededor de 500 que llegaron a la Secretaría Técnica de la Presidencia entre 1946 y 1955 con propuestas de inventos e iniciativas de lo más diversas relacionadas con el ámbito de la ciencia y la tecnología. Si bien este tipo de correspondencia con el Estado comenzó de manera espontánea antes del primer gobierno peronista, la cantidad de misivas se multiplicó a partir de que Perón oficializara el pedido de este tipo de aportes, del cual se hicieron eco especialmente las clases populares. 

Entre las cartas también había fotos de inventos, como el de esta máquina para hacer ladrillos.

Así, estas cartas exhiben la inventiva popular sobre diversos temas, muchos de los cuales están muy influenciados por el contexto histórico del peronismo y de sucesos mundiales, como el protagonismo de la energía nuclear, el boom del automóvil y la aeronáutica, la exploración de territorios aún ignotos, como la Antártida, y la búsqueda de OVNIs. Pero también hay inventos que parecen fuera de contexto, como la gran cantidad de cartas en las que los remitentes aseguraban haber encontrado la fórmula para hacer la máquinas de movimiento perpetuo, un anhelo perseguido por aficionados desde tiempos remotos y que seguía interpelando la mente de los más creativos.

En esas cartas se centró la tesis doctoral de Hernán Comastri, doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que analiza la imaginación técnica popular expresada en la correspondencia y constituida en el diálogo con el Estado peronista. Según Comastri, es a través de estas cartas que la cultura popular se dio a sí misma un discurso y un imaginario específico sobre la modernidad, ensayando respuestas a los grandes y pequeños problemas de su tiempo, y valiéndose de un saber práctico que, bajo el primer peronismo, contaba con un nuevo tipo de legitimidad.

“Lo más interesante de este archivo de cartas es que hay un diálogo real entre las clases populares y el Estado, porque todas eran respondidas y evaluadas por expertos, por más disparatadas que fuesen. Por ejemplo, si alguien proponía hacer una pistola atómica, se le mandaba la carta a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)”, indica Comastri en diálogo con TSS. “Y había cartas que eran solo dibujos. Un hombre mandó una carta detrás de una hoja de cuaderno con un dibujo de una persona con alas y aseguraba que ese invento sería útil para la guerra. Esa carta, al igual que el resto, se guardó por triplicado y se le pidieron más detalles a quien la había enviado. Esto muestra que había una intención política clara de dialogar y de reconocer al sector popular como interlocutor”.

La carta que Pedro Covarrubias Carrillo le escribió a Perón para proponerle su proyecto “Expedición al Sub Suelo”, en la Cordillera de los Andes.
 
Otra característica particular que hace al período peronista es, según el historiador, la manera en que se presentan los inventos para conseguir el interés del Estado.“A diferencia de la concepción liberal que había en las décadas de los 20 y de los 30, el invento no representa un boleto para conseguir una patente exitosa y ascender socialmente. En este período, si bien puede haber un deseo de obtener riqueza, la manera de presentarlo es otra y tiene que ver con cuál es la utilidad del invento para la Patria”, explica.“Esto sucedió porque, ideológicamente, el peronismo irrumpió de manera muy fuerte y no era posible mantener otro tipo de discurso. Incluso, algunos iban más lejos y cedían los derechos de su invento al Estado. El cliente final no era el industrial, sino la resolución de un problema social”.

En cuanto a la identidad de los remitentes, Comastri cuenta que es difícil hacer un abordaje estadístico porque muchos no daban información personal. Pero, entre los que sí se daban a conocer, la mayoría provenía de las clases populares (eran obreros, mecánicos, jubilados y estudiantes). Hay algunas cartas escritas por especialistas, pero “están vinculadas con situaciones particulares, como militancia (un rector que manda una carta porque Perón lo pidió) o como mecanismo para saltear la burocracia (técnicos de una repartición estatal que aprovechan esa vía porque sus jefes no dan respuesta a sus ideas)”. En cuanto al género, apenas el 1 % del corpus analizado estaba escrito por mujeres.

De pistolas y OVNIs

¿En qué se inspiraban las clases populares para sus propuestas? Comastri agrupa las ideas en dos grandes conjuntos: aquellas que estaban influenciadas por el contexto histórico y aquellas que parecían estar escindidas del mismo. Dentro del primer grupo, a su vez, se podían encontrar inventos inspirados en las historias que cubría la prensa y en la literatura de la época, e inventos que surgían a partir de la experiencia cotidiana en talleres, fábricas y en los propios hogares de los remitentes, con el objetivo de solucionar problemas con los que se topaban a diario.

Otra influencia importante venía de las políticas que impulsaba el peronismo en ciencia y tecnología. En este período, el aumento significativo de la inversión pública en el área y la creación de nuevas instituciones, como la CNEA, ubicaron al Estado en el centro del proceso de modernización vinculado a la ciencia y la tecnología.

Carta que proponía el desarrollo de una pistola electrónica (izq.) y la respuesta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (der.).

Una protagonista indiscutible de esa época era la energía nuclear. Su fama era ambigua, ya que estaba asociada al poder destructivo de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pero también fascinaba a las mentes creativas por las nuevas posibilidades que representaba. “Había una promesa de la energía nuclear como panacea universal. Iba a curar todas las enfermedades, a resolver todos los problemas energéticos y a permitir viajes interestelares. Incluso en ámbitos científicos se pensaba eso”, señala Comastri.

De esta manera, a pesar de que no se podía experimentar con energía nuclear en un taller casero, no faltaron cartas relacionadas con el tema. Algunos, incluso, denunciaban oscuros complots para sabotear sus proyectos. Este es el caso de un hombre que se presentaba como poseedor de “teorías, ideas y conocimientos en el campo de la energía atómica”, que escribió: “Desde que presenté mis proyectos ante el Sr. Gobernador Militar he podido observar que estoy vigilado como si fuera un vulgar delincuente, cosa que ha llegado a herirme en mis sentimientos de argentino y de cristiano y por eso ahora soy desconfiado”.

Otras iniciativas referidas a la energía nuclear incluyen el desarrollo de una teoría de la “relatividad atómica argentina”, la propuesta de crear “La Universidad de la Era Atómica” y hasta el relato de un hombre que aseguraba que Eva Perón, después de su muerte, se le apareció en sueños y le dio la idea de hacer una pistola electrónica.

Otro tema que daba que hablar en la época era el supuesto hallazgo de un ovni en Estados Unidos (en 1947), conocido como el Caso Roswell. Sobre este punto,Comastri dice que la gente no solo empezó a mandar cartas sobre avistajes de OVNIs, sino que empezó a construirlos y llegó a recomendarle a Perón que sería útil para el país tener una fábrica de OVNIs.

Cuando los triciclos vuelan y no todo lo que brilla es oro

Desde la modernización del sistema ferroviario hasta la presentación oficial del avión a reacción Pulqui II, la vinculación entre modernidad e industria era una imagen reproducida de forma incansable en el discurso político del peronismo y en los medios masivos de comunicación.

Algunas cartas incluían dibujos, como esta propuesta de triciclo impulsado con energía eólica, que sería capaz de transformarse en un avión.

Muchos inventos surgían a partir de la experiencia concreta del ámbito del trabajo. Entonces, a veces sucedía que las máquinas funcionaban, pero no eran redituables. Por ejemplo, había jubilados del sector ferroviario que tenían muy buenas ideas, pero con tecnología obsoleta. Siete de las cartas analizadas abordaban proyectos de tecnología aeronáutica. Entre ellos, estaba el de una mujer que envió el dibujo a mano alzada de una especie de triciclo impulsado con energía eólica, que era capaz de transformarse en un avión.

Las maquinarias y desarrollos para el agro también interpelaban la creatividad de las clases populares. Nuevos hornos de fundición, motores eléctricos y máquinas envasadoras remitían a la experiencia de la fábrica y al objetivo de aumentar la producción en un contexto de importaciones limitadas. Para Comastri, el interés del Estado peronista por este tipo de iniciativas se reflejaba en respuestas como la siguiente: “Esta Dirección Nacional aplaude la iniciativa del industrial recurrente, por cuanto sus esfuerzos significan un paso más en el afianzamiento de nuestra industria”.

Otro tema central del discurso peronista es la exploración de la geografía nacional y la explotación de sus recursos naturales como un acto de soberanía. Así, llovían pedidos de personas que querían ser consideradas para una expedición a la Antártida. O está el caso de dos peones de un obraje maderero de Jujuy, que enviaron, junto con su carta, muestras de suelo y de un mineral que ellos creían que podía ser oro. Decían en la carta que, al ser ambos analfabetos, habían mantenido su descubrimiento en secreto por temor a ser engañados, pero confiaban “ciegamente en la Justicia de Perón y Evita” y contaban que habían recurrido a un empleado público para la escritura de la carta. En respuesta, la Dirección Nacional de Minería del Ministerio de Industria y Comercio de la Nación envió a un oficial para asesorarlos en futuras exploraciones, ya que habían tomado por oro una veta de pirita, mineral de escaso valor y muy común en la zona.

“El conjunto de inventos que más me fascinó es el que proponía máquinas de móvil perpetuo”, dice Comastri.

“Debido al contexto de posguerra, esperaba encontrar muchas propuestas relacionadas con armamento, pero solo había dos o tres. Esto tiene que ver con el discurso que construyó el peronismo de que era un gobierno de paz, enfocado en la idea de producir”, explica. Y agrega: “Hay una carta de un hombre que decía tener el plano de un arma secreta alemana que se iba a usar en la Segunda Guerra. Pero decía que podía servir para matar langostas en el campo”.

La búsqueda de la máquina imposible

“El conjunto de inventos que más me fascinó es el que proponía máquinas de móvil perpetuo”, comenta el historiador. “Esto es todo lo contrario del otro grupo de inventos y rompe un poco con la idea de que el obrero, lo popular, responde a su contexto. También, rompe con la idea de que la ciencia se produce en un centro académico y luego baja a las clases populares. Acá sucede al revés: completamente en contra de lo que dicen los centros académicos (sobre que es imposible de construir), las clases populares siguen experimentando con inventar esa máquina”.

Sin embargo, incluso en el caso de las propuestas más factibles de concretar, no existen registros de que alguna de esas iniciativas haya sido impulsada desde el Estado. “Lo máximo que hacía la Secretaría era felicitar al inventor y recomendarle que pidiera un préstamo en el Banco de Crédito Industrial”, dice Comastri. De todos modos, “muchos quedaban fascinados por el hecho de que un ingeniero o un funcionario hubiese mirado su proyecto y, por más que le dijeran que no era realizable, volvían a escribir para agradecer. Porque, después de todo, no cualquiera tenía el privilegio de recibir una carta firmada por un científico o un ministro”, concluye. 



Fuente: Agencia TSS 

No hay comentarios:

Publicar un comentario