lunes, 28 de marzo de 2016

Los argentinos en la era dorada del espacio
Más de cinco mil trabajan en el exterior y muchos son parte de la primera línea de investigación mundial. Lideran misiones robóticas a Marte y se destacan en el estudio del origen del Universo. Los desafíos de la industria aeroespacial local.

por Marcelo Larraquy



Los especialistas hablan de una “era espacial dorada”, atravesada por la velocidad de los avances tecnológicos. En medio de la búsqueda de nuevos conocimientos que intentan explicar el origen de nuestro Universo, o si hubo alguna forma de vida en otros planetas de nuestro sistema solar, o fuera de él, hay alrededor de cinco mil científicos argentinos que trabajan en el exterior. Para este informe se entrevistó a tres de ellos, además de un astrónomo que dio cuenta de los desafíos de la industria aeroespacial del país.

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Jorge Vago llegó a Holanda en 1992 a pedir trabajo en la Agencia Espacial Europea (ESA). Tenía 30 años y 50 dólares en el banco. Se había graduado de ingeniero electrónico en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y tenía un doctorado en Física Planetaria en la Universidad de Cornell, Estados Unidos, donde tuvo como profesor a Carl Sagan. Podía trabajar como científico o ingeniero. Al principio desarrolló el sistema que recibía datos de una cápsula rusa. Los procesaba, comprimía y pasaba el sistema de comunicaciones en una serie de “cajas electrónicas”. Muchos años más tarde, en 2002 lo convocaron para trabajar en la primera misión europea a Marte, Con el antecedente del Pathfinder -la misión norteamericana que llegó a Marte en 1997-, comenzaron a estudiar la creación de una nave que amartizara y transportara a un vehículo Rover que pudiera perforar, con un taladro, al menos dos metros. De ese modo se podría conocer formaciones geológicas más antiguas de Marte. 


Vago es el director científico del Exomars, un proyecto de 14 años de trabajo que, luego de vaivenes en el financiamiento -la NASA dejó de participar en 2011 y Rusia ofreció la base de lanzamiento y el cohete-, se lanzó hace 15 días para recorrer los 496 millones de kms que lo separan de Marte. Llegará en octubre.

“Mandamos un satélite para estudiar gases de la atmósfera y un módulo de aterrizaje, que denominamos “Schiaparelli”, en homenaje a un astrónomo italiano. Parte del programa era cómo aprender a aterrizar en Marte. En 2019, en una segunda etapa, enviaremos un Rover, que excavará la superficie”, explica Vago a Clarín.

¿Ya está construido el Rover?

No. En los programas espaciales los aparatos que vuelan se construyen a último momento, un año antes del lanzamiento. Construimos un modelo de Rover, al que congelamos, lo metemos en el horno, lo hicemos vibrar, lo ‘reventamos’ para ver cuánto aguanta los rigores de la misión. Y luego lo construimos. El tiempo de la comunicación entre Marte y la Tierra, entre las ondas de radio y el procesamiento de la información, tiene media hora de retraso. Y como es una superficie de piedras y cráteres, el Rover puede quedar empantanado. Hay que tener cuidado cuando se lo programa para dónde desplazarse.

Se sabe que la Tierra y Marte, en un momento, tenían condiciones similares. ¿Qué pasó en Marte?

Pensemos que el sistema solar tiene, digamos, 4500 millones de años de edad. Los primeros 500 millones de años de la historia de Marte tenía una atmósfera densa. Había lagos y ríos y agua en la superficie. Pero fue perdiendo la atmósfera, y además no tiene campo magnético. Se volvió más susceptible a la erosión del viento solar.

¿Cómo será el descenso del módulo “Schiaparelli”?

Tomará contacto con la atmósfera de Marte a 21 mil kilómetros por hora. La desaceleración será por un escudo térmico y luego un paracaídas. Tenemos un radar que va midiendo la distancia al suelo y la velocidad. En Malargüe, Mendoza, hay una antena de 35 metros que nos permite seguir su desplazamiento.

¿Qué permitirá observar la excavación en Marte, en la segunda etapa de la misión?

Queremos estudiar las moléculas orgánicas más viejas, que están depositadas quizá hace 4 mil millones de años. Luego las analizaremos con un pequeño laboratorio de química analítica. Esperemos que los compuestos estén mejor preservados que los que analizó el Curiosity, que estaban casi sobre la superficie, donde las condiciones se volvieron inclementes. Por la sutilidad de su atmósfera hace que de día haya 10 ó 20° y a la noche baje a menos 120°. O que a la altura de la cabeza pueda hacer 40° menos que en los pies.

¿Qué podría hacer el hombre en una futura misión a Marte?

Haría en diez segundos lo que hace una misión robótica en un mes. Un astronauta enseguida encuentra la roca más interesante para estudiar. Hace una investigación científica que no está en condiciones de hacer la robótica. Pero el costo de una misión tripulada es cien veces superior. No creo que pueda hacerse hasta 2040 y tampoco que puedan quedarse mucho tiempo. Nosotros, en ESA, lo estamos estudiando, construyendo pequeños prototipos. La solución sería mandar primero a un equipo que logre sintetizar agua y combustible en la atmósfera marciana y luego enviar astronautas, que desciendan cerca y puedan abastecerse. Pero caminar en Marte no es tan fácil. 



Fuente: Clarín

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