viernes, 1 de julio de 2016

El estado de la defensa planetaria contra los asteroides cercanos
por Daniel Marín


Como reza el dicho, los asteroides son la manera que tiene la naturaleza de preguntarnos qué tal va nuestro programa espacial. Los asteroides cercanos a la Tierra (NEAs) son un riesgo evidente para el futuro de nuestra civilización. Puede que no sean la mayor amenaza a la que tengamos que hacer frente, pero sí son un riesgo casi totalmente evitable siempre y cuando dediquemos los suficientes recursos. Los investigadores estiman que solo conocemos un 1% de todos los asteroides cercanos, pero las buenas noticias es que la inmensa mayoría son relativamente pequeños. Los asteroides realmente peligrosos son aquellos de más de un kilómetro. Estos objetos son capaces de causar un evento de extinción que, si bien en términos biológicos no sería muy grave, podría causar el fin de nuestra civilización. Las malas noticias son que todavía no conocemos un 10% de los asteroides con un diámetro de un kilómetro que podrían chocar contra la Tierra.

Recreación artística de la sonda AIM mientras observa el impacto de la sonda DART contra el asteroide Didymos (ESA).

No obstante, la probabilidad de que un asteroide de este tipo colisione con nuestro planeta durante las próximas décadas es muy baja. Se calcula que un asteroide de este tamaño choca con la Tierra cada cien mil años aproximadamente, así que ya tendríamos que tener muy mala suerte para que nos toque un impacto así a lo largo de nuestras vidas. El mayor peligro son los asteroides cercanos de unos cientos de metros, un grupo muy numeroso capaz de arrasar ciudades y regiones enteras. Se cree que existen unos cien mil asteroides en este grupo, de los cuales solamente hemos descubierto unos tres mil. Recordemos que el Suceso de Chelyábinsk de 2013 y que hirió a 1500 personas fue causado por un pequeño asteroide de tan solo 17 metros. 


Asteroides cercanos conocidos (en rojo los asteroides más grandes) (JPL).

Descubrimiento de asteroides cercanos durante los últimos años (JPL).
 
Potencia de un impacto de asteroide en relación con su frecuencia de impacto (JPL).

Ahora bien, ¿cómo evitar que un asteroide choque contra la Tierra? En este blog hemos comentado en repetidas ocasiones los diferentes métodos para conjurar la amenaza. Para asteroides de pequeño tamaño y que sean descubiertos con poco tiempo de antelación antes del impacto con la Tierra la opción ideal son los interceptores cinéticos. El objetivo en este caso no es tanto la destrucción del objetivo como provocar un ligero cambio en la órbita que evite la catástrofe. Se trata de una técnica sólida y madura, pero su eficacia disminuye a medida que aumenta el tamaño de los asteroides y no es efectiva contra los asteroides que no sean rígidos y estén formados por acumulación de materiales sueltos (como el asteroide Itokawa, por ejemplo).

¿Y las armas nucleares? Su uso sería muy recomendable porque podría destruir por completo los asteroides con un tamaño inferior a cien metros y no solo cambiar su órbita. Lamentablemente, y contra lo que uno pudiera pensar viendo películas de Hollywood, no es posible usar un interceptor nuclear en la mayoría de casos (aquellos con velocidades de intercepción superiores a 1 km/s) puesto que el mecanismo de ignición se destruiría antes de activar la bomba. Para asteroides de mayor tamaño lo ideal es hacer explotar el artefacto nuclear cerca de la superficie, provocando así un empujón que pueda moverlo. El problema es que la explosión podría fragmentar el objetivo, algo que no parece muy buena idea.

Asteroides visitados por sondas espaciales (ESA).

Impactos de asteroides de pequeño tamaño en la atmósfera que no llegan a la superficie (ESA).

Si disponemos de más tiempo para actuar antes del choque —décadas o siglos— lo recomendable es optar por las técnicas del remolcador espacial o el tractor gravitatorio. Este último método consiste en que una nave espacial se mantenga siempre a una distancia constante del asteroide usando su sistema de propulsión mientras la fuerza de gravedad ejercida entre la sonda y el asteroide se encarga de cambiar la órbita de este último. Otras técnicas más exóticas pasan por el uso de láseres —misiones DE-STAR y DE-STARLITE—, espejos o pintura para cambiar la órbita de los asteroides (o una combinación de varios métodos). En los últimos años el método de ablación por láser, en el cual un rayo láser (o de partículas) se utiliza para producir un chorro que mueva el asteroide, ha subido muchos enteros y actualmente se codea casi de tú a tú con el interceptador cinético y el tractor gravitatorio.

Dos misiones que prometen revolucionar las técnicas de desvío de asteroides son la sonda europea AIM (Asteroid Impact Mission) y la estadounidense DART (Double Asteroid Redirection Test), conocidas conjuntamente como misión AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment). AIM estudiará el asteroide cercano 65803 Didymos, un asteroide doble formado por un asteroide de 775 metros denominado Didymain y una luna de 163 metros conocida como Didymoon. AIM será testigo en 2022 del choque de la sonda DART de la NASA, de 300 kg, a una velocidad de 7 km/s contra la luna Didymoon. El pequeño tamaño de Didymoon permitirá estudiar hasta qué punto los interceptores cinéticos son la mejor opción para desviar la órbita de asteroides pequeños (el choque debería cambiar el periodo orbital de Didymoon alrededor de Didymain en cuatro minutos y medio aproximadamente), algo que depende de su estructura interna.

Esquema de la misión AIM (ESA).

También a principios de la próxima década la sonda ARM (Asteroid Redirect Mission) de la NASA, cuyo objetivo principal es traer rocas de la superficie de un asteroide cercano —probablemente 2008 EV5— hasta las cercanías de la Luna. Las rocas serían luego recogidas por dos astronautas a bordo de una nave Orión, que las traerían a la Tierra. Pero otro objetivo es probar la técnica del tractor gravitatorio y para ello la sonda permanecerá trescientos días cerca de su objetivo intentando desviar su órbita (en este caso el cambio será mínimo, pero suficiente para probar la bondad de la técnica).

Sonda ARM para traer a las cercanías de la Tierra una roca de un asteroide (NASA).

Las misiones AIDA y ARM demuestran que las agencias espaciales se están tomando muy en serio el riesgo que representan los asteroides cercanos. Y hacen bien, porque más tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a esta amenaza. Sin embargo, a día de hoy no existe ningún sistema operativo que pueda desviar la órbita de un asteroide que vaya a chocar contra nuestro planeta. Y eso sí debería hacernos reflexionar.




Fuente: danielmarin.naukas.com

1 comentario:

  1. cuando el asteroide es muy pequeño, por su "baja masa y fuerza de gravedad" estos son atraídos por la tierra, cuando son mas grandes, por su masa y campo gravitatorio (0.000000000066742 constante gravitacional), ambos se atraen, formando un sistema gravitacional mutuo, (orbitando el mas pequeño alrededor del mas grande, como pasa con el sistema Tierra - Luna, o el sistema solar, estas son leyes físicas, que la mayoría ya conocemos, gracias a Copernico, Newton, y los libros de física, los libros de astronomía,mecánica celeste, al igual que cualquier satélite artificial etc. etc.

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