¿Y si hubiéramos descubierto los géiseres de Encélado en 1980?
por Daniel Marín
por Daniel Marín
Encélado es uno de los mundos más fascinantes del sistema solar y eso se debe principalmente a sus famosos géiseres, un centenar de surtidores que expulsan hielo y partículas procedentes del océano interno global que se supone tiene esta pequeña luna. Los chorros de Encélado nos ofrecen la oportunidad de estudiar directamente ese océano sin necesidad de aterrizar sobre la luna o perforar la corteza helada. Su existencia ha cambiado el paradigma actual de la exploración planetaria y ha hecho que Encélado sea uno de los objetivos más importantes del sistema solar desde el punto de vista astrobiológico. Y todo eso en apenas diez años, pues no olvidemos que los géiseres fueron detectados por la sonda Cassini en 2005. Pero, ¿y si hubieran sido descubiertos un cuarto de siglo antes por la Voyager 1? Pues el caso es que, efectivamente, así fue, pero nadie se dio cuenta.
Encélado visto por la Voyager 1 en 1980. A la derecha, el creciente iluminado por el Sol. A la izquierda, el resto del disco iluminado por la luz de Saturno. Debajo, los géiseres del hemisferio sur (NASA/Ted Stryk). |
Las míticas sondas Voyager 1 y 2 pasaron por el sistema de Saturno en noviembre de 1980 y agosto de 1981, respectivamente. La Voyager 1 no se acercó a Encélado, mientras que la Voyager 2 sí lo hizo y pudo sacar imágenes de alta resolución —para la época—. Los investigadores se quedaron sorprendidos por la complejidad que presentaba esta pequeña luna de 500 kilómetros de diámetro. Mientras que había zonas prácticamente sin cráteres, otras estaban densamente craterizadas y, por lo tanto, eran mucho más viejas. Además se apreciaban varios sistemas de fallas y grietas que recorrían la superficie. Algún mecanismo, probablemente criovolcanes —o sea, volcanes que expulsan al exterior agua— estaba rejuveneciendo la superficie de Encélado. Y fuese cual fuese ese mecanismo estaba activo en la actualidad. Para explicar este misterio se sugirió que las partículas del hielo del anillo E podían caer sobre Encélado, provocando que ciertas zonas apareciesen sin cráteres.
Encélado visto por la Voyager 2 en 1981 (NASA/JPL). |
Encélado visto por la Cassini en octubre de 2015 (NASA/JPL-Caltech). |
Hoy sabemos que, efectivamente, Encélado es una luna activa. Sus géiseres de hielo del hemisferio sur son los causantes de la extrema juventud de algunas zonas y, de hecho, las partículas de los chorros forman el anillo E. Es decir, el mecanismo inverso al propuesto por muchos investigadores de la misión Voyager. Pero nadie conocía estos hechos cuando la sonda Cassini llegó a Saturno. Sin embargo, los investigadores de la misión sí tenían presente la búsqueda de algún signo de criovulcanismo en Encélado y, sobre todo, alguna conexión entre la luna y el anillo E. Básicamente, sabían dónde buscar, por lo que muy pronto fueron capaces de descubrir los géiseres.
Imagen de Encélado de diciembre de 2005 de la Cassini donde se aprecian los géiseres (NASA/JPL). |
Encélado, sus géiseres y el anillo E vistos por la Cassini (NASA/JPL). |
Los chorros del hemisferio sur de Encélado vistos por Cassini (NASA/JPL). |
Por contra, los investigadores de las Voyager no tenían ni idea de que Encélado iba a ser tan sorprendente, así que no se molestaron en realizar un seguimiento exhaustivo de la posible actividad de este satélite a distancia. Sin embargo, Ted Stryk, aficionado a procesar imágenes de misiones espaciales, ha decidido buscar en los archivos imágenes de las Voyager en las que apareciera Encélado de lejos para ver si había algún rastro de los géiseres. Aunque en todas las imágenes conocidas de las Voyager en las que Encélado se ve con suficiente resolución no se aprecian los chorros, Stryk optó por buscar imágenes del satélite que hubieran pasado desapercibidas. Esto es posible porque la pequeña luna gira lo suficientemente cerca de Saturno como para aparecer ‘sin querer’ en imágenes del planeta o de los anillos. Stryk revisó los archivos y, ¡eureka!, encontró ocho imágenes de la cámara de gran angular (WAC) de la Voyager 1 en las que aparecía Encélado el 13 de noviembre de 1980, un día después del máximo acercamiento de la sonda a Saturno, en las proximidades de Saturno.
Imagen de Encélado cerca de Saturno tomada por la Voyager 1 a partir de la cual se puede comprobar la presencia de los géiseres (NASA/Ted Stryk). |
En las imágenes se aprecia el creciente de Encélado iluminado por el Sol, el lado nocturno iluminado por la luz reflejada de Saturno y… algo más. Tras procesar las imágenes Stryk comprobó que se veía un apéndice difuso, justo donde se supone que se encuentran los géiseres del hemisferio sur. Son unos pocos píxeles, pero no cabe ninguna duda:, ¡la Voyager 1 vio los géiseres de Encélado en 1980 y nadie se enteró!
El ‘descubrimiento en diferido’ de Stryk es importantísimo porque demuestra que los chorros han estado activos como mínimo desde 1980. Esto puede parecer una perogrullada, pero cuando Cassini descubrió los géiseres la comunidad científica no pudo explicar satisfactoriamente cómo una luna tan pequeña es capaz de mantener semejante actividad, así que muchos investigadores creyeron —y algunos todavía lo hacen— que se trataba de un fenómeno transitorio. No sabemos si es así, pero lo que ahora está claro es que como mínimo llevan más de 35 años en activo.
La segunda implicación es más sutil. ¿Qué hubiera pasado si hace un cuarto de siglo el equipo de las Voyager hubiera descubierto los géiseres de Encélado? Es cierto que las técnicas de procesado de imágenes han avanzado muchísimo y que, a diferencia de Stryk, los investigadores de la época no sabían a priori que es lo que debían buscar. Pero, como hemos visto, tras el paso de la Voyager 2 un año más tarde quedó claro que Encélado podía presentar algún tipo de actividad criovolcánica.
Si los investigadores hubiesen sido más imaginativos podrían haber analizado las imágenes y, tras atar cabos, quizás hubieran relacionado la extraña estructura que se ve en las mismas con la existencia de géiseres en el polo sur. En este caso la sonda Cassini podría haber sido equipada con un espectrómetro más capaz con el fin de estudiar la composición de los chorros o incluso con un instrumento específico para esta tarea, un avance significativo si tenemos en cuenta que pasarán lustros o décadas antes de que otra sonda investigue Encélado en detalle. Evidentemente, nunca sabremos qué pudo pasar, pero sirva esta anécdota como ejemplo de que en ocasiones tenemos un gran descubrimiento delante de las narices y somos incapaces de verlo.
Encélado con sus géiseres visto por la Voyager 1 en 1980 (NASA/Ted Stryk). |
PD: gracias a Ted Stryk por permitirme publicar sus imágenes en Eureka.
Fuente: danielmarin.naukas.com
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