martes, 22 de julio de 2025

¿Por qué es una locura que Argentina quiera ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte?

¿Por qué es una locura que Argentina quiera ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte? 
Nuestro país no debería ingresar a la OTAN por múltiples razones que tienen que ver con historia, doctrina de política exterior, e intereses estratégicos regionales.
por Gonzalo Fiore Viani



Argentina ha mantenido históricamente una política exterior basada en la autonomía relativa, la no alineación permanente y el multilateralismo, buscando equilibrar relaciones entre potencias sin subordinarse a ninguna. Ingresar a la OTAN implicaría, de hecho o simbólicamente, un alineamiento directo con la agenda de seguridad liderada por Estados Unidos, lo que choca con esa tradición.

Un ingreso a la OTAN podría aislar a Argentina dentro de América Latina, una región que históricamente ha rechazado los pactos militares externos y sostiene el principio de la “zona de paz” proclamado en la CELAC y otros foros. Brasil, México y otras potencias regionales nunca han considerado sumarse a la OTAN. Incluso Colombia, que fue designado “socio global” (como lo fue Argentina en 1998), no se convirtió en miembro pleno, en parte por los costos políticos regionales.

La OTAN tiene como miembro clave al Reino Unido, actor central del conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas. Ingresar a la alianza implicaría aceptar una convivencia militar formal con un país que mantiene un conflicto activo con Argentina y que despliega fuerzas en el Atlántico Sur, lo cual es una amenaza para la soberanía nacional. La presencia británica en Malvinas incluye una base militar con proyección estratégica. Ser parte de la OTAN sería contradictorio con la posición histórica de Argentina en foros multilaterales sobre descolonización.

La OTAN, aunque se presenta como una alianza defensiva, ha intervenido fuera de su territorio en múltiples ocasiones (Afganistán, Libia, Kosovo). Ingresar podría obligar a Argentina a involucrarse en conflictos que no responden a sus intereses nacionales, ni a su doctrina de defensa. La participación de miembros no europeos como Canadá o Turquía en intervenciones militares ha generado tensiones internas en esos países. Para Argentina, una democracia con control civil de las FFAA y sin tradición de intervencionismo, sería una ruptura doctrinaria.

América Latina ha buscado avanzar, al menos en el plano discursivo, hacia una arquitectura regional de defensa autónoma. La integración a la OTAN fracturaría esa posibilidad, rompiendo con la idea de una defensa sudamericana coordinada y no subordinada a potencias extrarregionales. Proyectos como el Consejo de Defensa Sudamericano (UNASUR) o el SADC en África reflejan el intento por evitar bloques dependientes de OTAN o Rusia.

La OTAN es producto de la Guerra Fría y hoy actúa como instrumento de contención geopolítica de Estados Unidos y Europa frente a Rusia y China. Sumarse a ella situaría a Argentina dentro de esa lógica binaria, justo cuando el sistema internacional avanza hacia una mayor multipolaridad, en la que el país intenta posicionarse como interlocutor entre bloques.

Argentina no cuenta con una estructura militar interoperable con la OTAN. Ingresar implicaría enormes gastos en modernización de equipos, doctrina y entrenamiento, generalmente provistos por países miembros, generando una nueva forma de dependencia tecnológica y logística. Para que sus fuerzas armadas cumplan con los estándares OTAN, Argentina debería reestructurar buena parte de su aparato de defensa, algo que va a contramano del ajuste presupuestario y la actual situación económica.

Sumarse a la OTAN sería, para Argentina, una decisión profundamente contradictoria con su tradición diplomática, riesgosa en términos regionales y potencialmente peligrosa para su autonomía estratégica. En lugar de garantizar seguridad, podría aumentar la exposición a conflictos globales ajenos, dañar su política de reivindicación soberana sobre Malvinas y limitar su margen de maniobra en un sistema internacional cada vez más fragmentado.



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