Arqueología
Adiós a Juan Schobinger
Roberto Bárcena y Clara Abal despiden al notable arqueólogo fallecido recientemente. Semblanzas de un hombre talentoso y cordial y el repaso de su trayectoria.
"Alma al cielo, cuerpo a la tierra"
Papiro de Ani.
Versión de la Quinta Dinastía egipcia (2500 -2350 a.C.)
Escribir sobre Juan Schobinger no es fácil. No resulta fácil hablar del maestro, del colega, del amigo. Probablemente transcribir textos acerca de su extensa y brillante actividad profesional sería más sencillo, pero esa no ha sido la finalidad de estas líneas.
Las personas por lo general causan a sus semejantes diversas sensaciones originadas por las vivencias adquiridas a lo largo de una vida de relación. A través de una fortuita mirada identificamos a nuestros congéneres con lugares que frecuentamos, con colores, olores, sensaciones de espacialidad o de estrechez, de empatía o de antipatía.
Algunos seres al acercarse a nosotros, desde una furtiva mirada, nos parecen que irradian frescura y luz. Juan Schobinger -Hans- como lo llamamos cariñosamente quienes nos formamos a su lado y compartimos años de arqueología y amistad, era un ser fresco y luminoso.
Correcto y afable, nadie puede decir que intentó alguna vez menoscabar a sabiendas a otra persona, lucubrar un maligno plan para lastimar a alguien o envidiar el éxito ajeno. En ocasiones el resto de sus colegas sentíamos que el mundo se nos estaba cayendo a pedazos e intentábamos sostenerlo o recomponerlo en base a lo que considerábamos parecían quedar unos pocos fragmentos, pero Hans pasaba por el borde del abismo como si transitase por el medio de un seguro camino, sin darse cuenta de los riesgos. Eso lo mantuvo limpio y a salvo.
Cuando dictaba sus clases o conferencias, por lo general bosquejaba rápidamente un mapa de América casi perfecto y su cordial naturaleza se volvía verborrágica. Sacaba al aire -como mago de un sombrero- mil y un conceptos, autores, citas bibliográficas, grandes procesos culturales y detalles.
Su memoria era extraordinaria. Quienes no estuvieran preparados para asimilar y comprender todo esto rápidamente, debían esforzarse por seguirlo.
Incansable caminador, podía llegar a sacar de quicio a sus pares o dejar exhaustos a sus alumnos, arrastrándolos por kilómetros y kilómetros a pleno sol. Salir con Hans al campo implicaba una contingencia. O lo perdíamos de vista o lo seguíamos. Las dos opciones eran peligrosas.
Mendoza sin él no será la misma. Hans poseyó una amplia trayectoria docente y académica. Fue un referente en el plano patrimonial, un arqueólogo que supo comprender los grandes procesos de esta ciencia y que se dedicó a sintetizarlos con el fin de transmitir conocimiento.
No sólo se especializó en prehistoria americana sino también en arqueología del Oriente Cercano, y eso es mucho decir. Quedan pocas mentes holísticas como la suya dedicadas a comprender y difundir los conceptos del Nuevo Humanismo antropológico y él lo hizo sobre todo a través del estudio del denominado arte rupestre.
Consideraba, por ejemplo, que el mundo andino no podía medirse solamente en base a procesos tecnológicos, sino que por su propia cosmovisión, el panorama era mucho más amplio y rico. Pensaba que América precolombina había surgido en base a "una mentalidad fuertemente opuesta a la nuestra, intuitiva, abierta a la naturaleza y al cosmos (y no encerrada en el ego), comunitarista (y no individualista), en la que todo lo visible es símbolo de una realidad mayor, de la que depende".
Así, la aplicación de una mera tecnología sin alma como opción para intentar comprender estos complejos procesos culturales sólo nos conduce a la especialización de la súper especialización, también necesaria siempre y cuando no dejemos de mirar el horizonte.
Con la sinceridad que cimentaba nuestra amistad, hace poco en el hospital, viendo su dolorosa delgadez, le dije a modo de broma con el objeto de que intentara comer, que se estaba pareciendo a una momia (paráfrasis de uno de los temas que más hemos trabajado juntos).
Con una sonrisa cómplice me acotó: sí, pero a una momia de la costa… y terminamos riéndonos de nuestra propia finitud.
Numerosos investigadores e instituciones de diversas partes del mundo han sentido su muerte y nos han enviado sentidas condolencias, pues la han visto como una real pérdida para el mundo de la ciencia.
Hans nos recuerda a chocolate, a golosa e infantil fruición por los dulces más sabrosos, a un apetitoso plato de sopa de comedor universitario, a docta conversación arqueológica, a innumerables charlas sobre historia comparada de las religiones, a la cita bibliográfica precisa, a texto pulido, a descubrimiento e intercambio de nuevos libros, a maestro, al amigo que siempre intentó mostrarnos su mejor rostro a pesar de su enfermedad de años. Por Dra. Clara Abal - Arqueóloga
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Permanece en nosotros
Tres provincias, Mendoza, San Juan y San Luis, participaron del nacimiento de la Universidad Nacional de Cuyo a partir de fines de la década del treinta del siglo pasado, que las reunió en pos de un mejor futuro para el desarrollo del conocimiento, alentando especialidades en cada ciudad capital de esas provincias.
A Mendoza le correspondió ofrecer, entre otros, el ámbito de los estudios humanísticos y sociales, por lo que este año nos congratulamos de los 70 años de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad, que prácticamente desde sus inicios, con el Prof. Salvador Canals Frau, quien aportó su experiencia europea e implementó los estudios antropológicos, logró importantes avances en lo que hoy llamamos Etnohistoria y en Arqueología.
Luego, la segunda mitad de los años cincuenta pasados fue propicia para que un joven egresado de los estudios históricos de la Universidad de Buenos Aires, el Dr. Juan Schobinger, posgraduado con tesis sobre la Arqueología del Neuquén y la dirección del Dr. Osvaldo Menghin, llegara a Mendoza y obtuviera por concurso la cátedra de Arqueología Prehistórica y por extensión la de Antropología, dirigiendo el que finalmente sería Instituto de Arqueología y Etnología en nuestra Facultad y Universidad.
Sin duda aquella fue una época de cambio que a los intereses por las ciencias antropológicas de Carlos Rusconi, Salvador Canals Frau y Juan Semper, por nombrar algunos pioneros en Mendoza, sumó otros nuevos con Juan Schobinger, incentivándose y consolidándose vocaciones como las de Vicente O. Agüero Blanch, Humberto Lagiglia, Pablo Sacchero y Mariano Gambier, mencionando sólo algunos cultores de Mendoza y San Juan.
Los sesenta a su vez fueron una época de consolidación de los estudios humanísticos y antropológicos cuyanos, por ejemplo con la Facultad de Humanidades de la Universidad Provincial "D.F. Sarmiento" de San Juan y con los resultados de los estudios de Intihuasi en San Luis, del Rincón del Atuel en San Rafael, del Cerro El Toro en San Juan y hacia el final de la década, de los propios de El Peñoncito y de Los Morrillos de Ansilta en San Juan, por sólo nombrar algunos de los más destacados.
Semejante movilización no podía ser ajena al conjunto social y muchas vocaciones e intereses disciplinares que no habían podido materializarse en especializaciones en su momento llevaron a muchas personas del ámbito universitario, a profesionales y aficionados, a encontrar en la Asociación Cuyana de Antropología, fundada a mediados de los sesenta con la participación protagónica de Juan Schobinger, el marco adecuado para nutrirse intelectualmente en los estudios antropológicos, según una labor de la Asociación propia de lo que hoy llamamos extensión universitaria.
Dadas las condiciones antedichas, los tiempos fueron propicios para que el Museo Arqueológico de aquella Universidad Provincial de San Juan y el Instituto de Arqueología de la UNCuyo organizaran en 1965 las Primeras Jornadas Arqueológicas Cuyanas en las ciudades de San Juan y Mendoza, las que también convocaron a investigadores chilenos.
Esas Primeras Jornadas y las Segundas, que fueron organizadas por el Instituto de Arqueología y Etnología en 1971, fueron impulsadas por el Dr. Schobinger, mientras que las Terceras de 1993 las organizamos desde la Asociación Cuyana de Antropología.
Este año de 2009, en mayo, organizamos las IV Jornadas desde el Incihusa-Conicet y su Unidad de Antropología, retomando la iniciativa de las instituciones pioneras y de la ya no vigente Asociación, haciendo propicia la oportunidad para dedicar las Jornadas, ofreciendo nuestro homenaje al Dr. Juan Santiago René Schobinger, que a los méritos esbozados sumaba sus más de cincuenta años al servicio profesional de la Ciencia Prehistórica, al de la Universidad Nacional de Cuyo y la Facultad de Filosofía y Letras, que lo contaba como un distinguido profesor emérito, al Instituto de Arqueología y Etnología, su Museo y su publicación periódica Anales de Arqueología y Etnología, al de sus colegas y alumnos, en fin al servicio de la comunidad cuyana, que lo recibió en Mendoza allá por el año 1956, y al de su familia que formó en nuestra ciudad.
También fue en la segunda mitad de los sesenta que al iniciar mis estudios en la Facultad de Filosofía y Letras cursé Arqueología y Antropología con él, sabiendo antes de esto de su bonhomía y facultades intelectuales sobresalientes, cuando compartimos un almuerzo en el Comedor Universitario de la UNCuyo de la calle Rivadavia, asistiendo un grupo de alumnos y tres queridos profesores que a su modo influirían en la formación de varios de nosotros:
Vicente Cicchiti, Mariano Zamorano y Juan Schobinger. No fue dato menor que en el almuerzo pasara de mano en mano un plato para sumar los huesos del pollo, restos de la comida principal, a quien alguien agregó un papel con el nombre del homínido cuya investigación estaba de moda entonces y que fue a parar a su destinatario, un distraído Schobinger, que con su afable carácter habitual prometió un concienzudo estudio de la cuestión.
Pronto se sumarían para nosotros las salidas de campo, principalmente en Mendoza y San Juan, donde aprendíamos de una disciplina compleja ejercitando nuestra vocación guiados con la humildad del científico conocedor y la amabilidad de Juan Schobinger, en una tarea con la que influyó decisivamente en varios de sus alumnos, aunque su afán de ver cada vez que había más allá de los más lejanos cerros nos llevaran varias veces, preocupados, a perderle de vista por varias horas o bien, en cuanto a cuidar nuestra alimentación de campaña, a restarle cada vez que podíamos la misión del avituallamiento, que si fuera por él sólo iba de chocolatines.
Asimismo y también en lo personal siempre recordamos con mi esposa Puly su afectuoso regalo de bodas, acompañándonos en la Iglesia de San Nicolás con su muy buen hacer al piano, junto con la voz de Daisy, su primera esposa.
Recuerdos éstos que, como los que pueden agolparse en la memoria de muchos de los lectores, reflejan la especial calidad humana del Dr. Schobinger, que deviene en honradez intelectual en todo el desarrollo de su prestigiosa carrera de académico y científico, con relevancia nacional e internacional.
Extenso sería destacar todos sus numerosos avances y logros disciplinares, por lo que bástenos recordar los propios a los conceptos terminológicos de la Arqueología americana, sus esfuerzos por contrarrestar teorías fabulosas sobre el poblamiento americano y a la vez sus aportes para la dilucidación del mismo, sus sobresalientes contribuciones al conocimiento de la Etapa precerámica suramericana y al arte rupestre americano, sus notables contribuciones al estudio de los sitios ceremoniales de los altos cerros andinos, en fin, su tributo y eficiente difusión de la base arqueológica y documental de los estudios de Historia del Oriente Cercano en la antigüedad.
Su ímpetu no cesó ni aún con su enfermedad a cuestas, y a la muy extensa y de envergadura producción de artículos y libros científicos y de divulgación seria, siguió sumando a sus 81 años la puesta al día y reedición en libros de una parte de su producción, como es la reciente publicación de su señera obra sobre la momia del Cº El Toro de San Juan, entre otras.
Estimo que siempre deberíamos tener la oportunidad de darnos en vivo el adiós de amigos y colegas, y esto lo tuvimos con Hans, que llegó puntualmente a su cita de homenaje de las IV Jornadas, que disfrutó y disfrutamos científicos, amigos y familiares, dándonos los días posteriores la oportunidad de la despedida ante lo inevitable, que no por sabido le hizo menguar en su capacidad intelectual, su infinito don de gentes, su afabilidad, su preocupación hasta último momento por el futuro de los colegas en formación.
Por esto mismo nos congratulamos de que permanezca en nosotros y en sus obras como el infatigable curioso del saber, como el hacedor de libros significativos, como el docente preocupado e infatigable, como el afectuoso familiar, colega y amigo, como la buena persona que fue. Dr. J. Roberto Bárcena - Profesor titular efectivo de Arqueología Prehistórica (FFyL, UNCuyo); investigador principal (Incihusa-Conicet); director Incihusa-Conicet
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Itinerario
Juan Schobinger nació en Suiza en febrero de 1928, se radicó en Argentina cuando era muy pequeño. Vivió en Rosario y luego en Buenos Aires, donde se formó en la Carrera de Historia de la UBA. Se doctoró con una tesis que realizó sobre arte rupestre prehistórico de Neuquén.
En 1958 llegó a Mendoza y se hizo cargo de la Cátedra de Arqueología Prehistórica, en la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y luego fue nombrado profesor emérito de dicha institución.
Fue miembro del Consejo de Investigaciones Científicas, Tecnológicas (Conicet) y especialista en arte prehistórico y en arqueología de alta montaña.
Schobinger fue autor de más de un centenar de obras de investigación y divulgación en Arqueología. Realizó numerosos trabajos de síntesis sobre la prehistoria americana y argentina. Entre sus libros más conocidos se destacan Arte Prehistórico de América y el Santuario Incaico del Cerro Aconcagua, del cual fue compilador.
El profesor en Arqueología llevó a cabo gran cantidad de expediciones y estudios sobre la vida indígena entre los que se destaca la investigación realizada sobre la Momia del Nevado Chusca. A principios de la década de 1920 fue hallado el cuerpo momificado de una niña, en la serranía del Cajón, a los pies del Nevado de Chusca, provincia de Salta, en Argentina.
Este hallazgo fue expuesto en el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Mendoza “Juan Cornelio Moyano”, organismo dependiente de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Mendoza.
Fuente: Los Andes Online


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