domingo, 31 de enero de 2010

31 de Enero de 2010

Auge, caída y misterios del Gran Hotel Villavicencio, la postal de los mendocinos
Su fachada y su entorno se convirtieron en la postal más difundida de Mendoza. Les contamos su historia, esplendores, derrotas y las aventuras de sus fantasmas.


Una típica postal del Gran Hotel Villavicencio. Gerardo Gómez /MDZ

Un hotel es mucho más que un lugar de tránsito. Para algunos es un refugio, un sitio en el que se procura solaz y descanso; para otros, un sueño de efímera grandeza, una especie de altillo social desde donde se puede contemplar con generoso desdén al resto del mundo o un solar donde dar rienda suelta al amor escondido.

Para los mendocinos el Gran Hotel Villavicencio representa todas estas fantasías. Tanto para los que alguna vez concurrieron a tomar el té estrenando el último vestido de moda como para quienes trabajaron en sus instalaciones sirviendo a los elegantes pasajeros.

Una de las tantas imágenes publicitarias del hotel.

Pero su fachada y su entorno, la imagen del pequeño paraíso escondido en la montaña que desde principios del siglo XX se convirtió en la postal más difundida de Mendoza, adquirió para los mendocinos múltiples significados.

No hay familia que no se haya tomado una fotografía frente a sus escaleras ni pareja que no haya recorrido sus jardines tomada de la mano.

Con el nombre de un capitán español de la colonia, una vieja mina de oro, una redituable fuente de aguas termales rodeada miles de hectáreas de arisca montaña, Villavicencio fue posta, posada, hostería y hotel de lujo a lo largo de más de doscientos años.

Inaugurado en 1940, cerró sus puertas en 1978 después del Mundial de Fútbol. Desde entonces ha cambiado de dueños, de administraciones y de destino.

Hoy sigue cerrado, con su viejo esplendor un tanto vapuleado por el artero paso del tiempo. Pero su mole de piedra y madera llena de historia sigue atrayendo como un imán a cientos de personas por día.

Les contamos los meandros de su historia, el trabajo de sus hombres y mujeres, y las trapisondas de sus fantasmas.

Joseph Villavicencio, el capitán que buscaba oro

La historia de Villavicencio se remonta a la fundación misma de Mendoza. Al comenzar la ocupación del vasto territorio, se creó la estancia de Canota, que cuenta con el registro de propiedad Número 1 del año 1650, ya que la zona ofrecía la posibilidad de convertirse en un atractivo centro de desarrollo tanto ganadero como minero. Los jesuitas construyeron hornillos de fundición de oro y plata en las Minas de Paramillos, que aún hoy se conservan, y hacían llegar hasta Chile y a lomo de mula, los metales preciosos.

Postal del viejo Hotel Termas de Villavicencio del año 1929.

Toda la zona toma su nombre del capitán canario Joseph Villavicencio cuando en 1680 se instaló en el lugar y descubrió a unos doce kilómetros de donde está hoy el hotel, minas de oro y plata a las cuales bautizó como Los Hornillos, según relata el historiador Fernando Morales en su libro Villavicencio a través de su historia, publicado en 1943 por la editorial Peuser.

“Villavicencio fue uno de los capitanes que acompañó a Pedro del Castillo en la fundación de Mendoza y esas tierras formaron parte de su patrimonio. Villavicencio fue el que comenzó a hacer algunas intervenciones en la zona, como la construcción de estos hornillos, porque era una zona rica en metales preciosos”, explica la arquitecta Graciela Moretti, especialista de la Dirección de Patrimonio de la Provincia.

El Gran Hotel Villavicencio durante su construcción. Fue terminado en apenas seis meses e inaugurado en 1940. Foto: Archivo General de la Provincia.

El hombre del agua: Ángel Velaz

El ganadero y miembro de la Sociedad Rural Argentina, Ángel Velaz fue el fundador de la empresa Termas de Villavicencio y conductor de la misma desde la compra de las tierras, en 1923, hasta su muerte.

“El hotel se inició por iniciativa del propietario de Termas de Villavicencio que ya venía desarrollando una actividad comercial importante en la zona. Y se le ocurrió agregar el tema del ocio y la recreación a través del hotel, pero con el objeto de promocionar aun más el agua mineral, para que la zona fuera conocida a nivel nacional y para que las bondades del agua termal fueran más difundidas”, apostilla Moretti.

Durante su gestión se construyó la planta de fraccionamiento y embotellado de agua mineral en las calles Videla Correa y Perú, de Ciudad, desde donde el agua salía en camiones hacia distintos puntos del país en modernas botellas de vidrio.

La arquitecta puntualiza que “Velaz adquirió las tierras, construyó la infraestructura de las aguas termales y llevó el caño de agua a la ciudad, a la calle Videla Correa donde estaban los surtidores de agua mineral y la embotelladora”.

Ángel Velaz falleció en 1943 en el Gran Hotel de Villavicencio que él mismo había construido; sus sobrinos manejaron la empresa hasta que el grupo empresarial liderado por Héctor Greco la compró en 1979. “Por eso fue que el hotel cerró, cuando Greco quebró y todas sus empresas quedaron a la deriva”, subraya Moretti.

El paso a Chile

Desde 1561 hasta 1891 Villavicencio fue la principal ruta entre Buenos Aires y Santiago de Chile. Esto determinó que los numerosos viajeros que hacían el trayecto pasaran por la “miserable” casa o posta que hacia 1810 ofrecía algo de refugio pese a sus escasas comodidades. Así lo documentaron en sus diarios y memorias numerosos científicos europeos, entre ellos el naturalista inglés Charles Darwin quien pasó dos días en la “choza aislada de Villavicencio” en 1835.

“En enero de 1817 el general San Martín tomó el camino de Villavicencio y en la estancia de Canota dividió el Ejército de los Andes en las dos columnas que cruzarían a Chile. El general Las Heras y el Regimiento Número 11, después de hacer noche en Canota, se dirigió hacia el camino de Uspallata y el grueso de las tropas, al mando de San Martín, cruzó por el Paso de los Patos para tomar por sorpresa a los realistas chilenos”, apunta Silvina Giudici, responsable del predio que actualmente es propiedad de la empresa Aguas Danone de Argentina.

Con una maestría en Desarrollo Sustentable de Turismo, entre sus numerosos títulos académicos, Giudici subraya que “la existencia de este paso no es menor para Villavicencio ni para la vida del hotel. Darwin y otros viajeros destacan la carencia absoluta de un lugar donde descansar. Lo único que había era una posada ruinosa, una choza, con un servicio prácticamente inexistente”.

El Gran Hotel Villavicencio

En las guías turísticas de 1920 ya figura el ofrecimiento de un circuito por Villavicencio, una visita por el día, con almuerzo en la hostería, toma de baño termal y el viaje en autos particulares que ofrecían un servicio semejante al de los taxis de hoy. Esta hostería fue una de las primeras construcciones de la zona y funcionaba como una pequeña posada.

El aluvión de 1934 no sólo afectó gravemente el hotel de Cacheuta sino que inhabilitó el Tren Trasandino durante diez años y afectó el trazado de la ruta hacia Uspallata. Esto animó a Velaz a impulsar nuevamente Villavicencio y a construir un nuevo hotel, grande y lujoso, destinado a las clases altas.

Vista lateral del hotel recién inaugurado.

Simultáneamente, al paralizarse el transporte hacia Chile se reactivó la Ruta 7 y se mejoró el camino a Villavicencio ya que los pasajeros hacia el vecino país debían llegar a Punta de Vacas en automóvil. De ahí que entre 1936 y 1942 se construyeran los Caracoles de Villavicencio con sus 365 curvas.

Graciela Moretti señala que “el hotel que conocemos hoy se terminó de construir a principios de 1940. Fue terminado en apenas seis meses por la empresa del ingeniero Emilio López Frugoni. No se ha encontrado el nombre del arquitecto, del proyectista, ni se nombra en el libro de Morales Guiñazú. López Frugoni tenía una relación laboral con el arquitecto Daniel Ramos Correas, pero no hay un dato preciso de que Ramos Correas haya proyectado el edificio. La capilla sí es su proyecto”.

“La capilla se construyó porque muchas de las damas que venían de Buenos Aires querían tener la celebración de la misa. Entonces, en 1942 se construyó la capilla y Ramos Correas la incluye como una de las obras de su autoría, pero no el hotel”, asevera Moretti.

Silvina Giudici, responsable de la Reserva Natural Villavicencio, apostilla que “la capilla se construyó por la cantidad de puesteros en relaciones conyugales irregulares y con hijos no bautizados. Los puestos de ganado en la zona de Villavicencio eran muy numerosos y la gente se amancebaba. Fue la esposa de Velaz quien, junto a sus amigas, decidió regularizar esta situación creando la capilla para que la gente se casara y bautizara a sus hijos”.

“En las cercanías del hotel estaban las viviendas, el comedor y el dormitorio del personal. Eran tres casitas de entre seis y doce habitaciones cada una, con un baño general. Recordemos que en un momento el hotel tuvo alrededor de cien personas trabajando en él”, relata Giudici.

También hay una serie de pequeños testimonios de principios del siglo XX, como un antiguo telégrafo que da cuenta de la importancia que tenía este destino para los viajeros.

Vista general del hotel y la capilla en una imagen de 1943. Foto Gentileza de Aguas Danone de Argentina.

El hotel: arquitectura de impacto

El Gran Hotel de Villavicencio era pequeño, comparado con otros de su época, ya que sólo tenía treinta pequeñas habitaciones con baño privado y agua termal en cada una de ellas. Poseía muebles rústicos, las arañas de los grandes salones se hicieron con ruedas de carretas y las camas tenían respaldos de hierro. Los pisos eran de tablones de roble americano y las puertas de las habitaciones también fueron construidas con maderas de calidad.

Las paredes lucían acuarelas, óleos y grabados de artistas plásticos argentinos y extranjeros. También contaba con un piano y una orquesta. El clima interior rezumaba calidez sin ostentación, adecuada a la concepción de hotel de montaña.

“Lo destacable es que tenía una gran profusión de ambientes comunes. Esto se debe a que, además de albergar a los turistas, recibía a los mendocinos que iban al hotel a almorzar y a tomar el té. Ofrecía un gran salón comedor, salones de baile, un salón de té y en la parte baja tenía una galería cubierta donde se podía hacer deportes como ping pong y minigolf. También había una sala de juegos infantiles. Esos ambientes especiales tendían a jerarquizar el hotel”, destaca Moretti.

Además, tenía una cancha de tenis y de bochas, a las que en los ´60 se sumó una modesta piscina de natación.

La arquitecta explica que “el estilo era de lenguaje europeo y remitía a la arquitectura alpina, normanda. Se ve en los techos inclinados de gran pendiente, los muros blanqueados a la cal, los muros cruzados por maderas. El uso de la madera, de la teja, de las arquerías, de los balcones era de inspiración alpina. Se buscó darle esa impronta porque como enclave, con los cerros rodeándole y la profusa vegetación, Villavicencio remitía a un escenario alpino”.

La capilla y el estilo de Ramos Correas

“En cambio, en el edificio de la capilla se advierten elementos del lenguaje neocolonial, éste es un estilo que remite a nuestro pasado de los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero en el caso de la capilla de Villavicencio, Ramos Correas le suma al estilo neocolonial el mission style, que era el de las misiones franciscanas de California”, destaca la especialista.

El mission style fue el lenguaje arquitectónico colonial de California, Estados Unidos, puesto que en toda la costa californiana no hubo misiones jesuíticas sino franciscanas. Para refrendar esta influencia, al entrar a la capilla se ven grabados de misioneros franciscanos con el típico atuendo de esta orden religiosa.

Moretti apunta que “el mission style se ve en el uso de las arquerías, de espadañas, de balcones y escalinatas de madera, de la volumetría de muros blancos, de masa fuerte. La capilla tiene una habitación que funciona como terraza y desde allí se divisa todo el paisaje. Ramos Correas eligió este estilo para la capilla de Villavicencio y para la de Chacras de Coria, que es una versión similar sólo que ésta tiene una torre campanario”.

Lo importante en Villavicencio es la relación de los edificios con el paisaje. “Se trata de volúmenes extrovertidos, en los cuales todo el aventanamiento está disfrutando del paisaje, diferente de las arquitecturas introvertidas en las que los edificios rodean espacios cerrados. En este caso se trata de volúmenes que miran el paisaje porque querían darle al turista, luego de tomar el baño termal o de pasear por las terrazas ajardinadas con desniveles y de las canchas de tenis o de las piletas, disfrutar de la relación con el entono natural”, analiza la arquitecta.


Auge y caída

“El hotel estuvo en funcionamiento desde 1940 hasta 1978. En el cierre influyó mucho el trazo de la nueva Ruta 7 y la apertura del Túnel Internacional. Hasta los años ´50 la ruta que pasaba por el hotel era al que se usaba para ir a Chile por Uspallata. Cuando se pavimenta la Ruta 7 y se cambia su trazado haciéndola pasar por Potrerillos, ésta pasa a ser la Ruta 52, con la consiguiente disminución del tránsito”, relata Moretti.

Conserjes, mucamas, maleteros, cocineros, mozos, guías, médicos y profesores de tenis pululaban entre los pasajeros del Gran Hotel Villavicencio. La experta en Patrimonio destaca que “trabajaban alrededor de cien personas. Era un turismo de alto nivel, venía gente de Buenos Aires que a veces ni pasaba por Mendoza. Tomaban el tren en Retiro, paraban en la estación Mendoza y de ahí se los conducía a Villavicencio. Estaban acostumbrados a un turismo estilo europeo. Se trataba de pasajeros que en invierno iban en barco a Europa y en verano venían a Villavicencio a descansar".

“Tenían la pileta de agua normal y los baños termales dentro de las habitaciones. La diferencia con las aguas termales de Cacheuta es que éstas eran muy calientes, mientras que las de Villavicencio lo eran menos. Esto a veces era un desventaja, pero sí era muy efectiva en cuanto a sus poderes curativos. Galileo Vitali señala en su libro las potencialidades de las aguas de Villavicencio", alega la arquitecta

“El nuevo trazado de la ruta 7 y el desarrollo del Ferrocarril Trasandino generó el decaimiento del hotel a nivel económico, puesto que con el tren la gente empezó a irse a veranear al mar. La clase social alta que iba en busca de descanso en vez de quedarse en Cacheuta o en Villavicencio comenzó a viajar a Chile”, argumenta Giudici.

A lo que agrega que “a la larga, la suma de varios factores hizo que el negocio del hotel no fuera rentable desde el punto de vista económico. Sí lo fue como imagen de la empresa de agua termal”, razona la representante de Danone.

Compras y ventas

La sociedad Termas de Villavicencio fue comprada a los herederos de Ángel Velaz por el Grupo Greco en 1979. Con la transacción adquirió tanto la línea de agua mineral como el hotel.

“El Grupo Greco decidió hacer una gran inversión y ampliar el hotel hasta unas 150 habitaciones. Este proyecto fracasó por la demanda del recurso hídrico y del recurso energético para dar servicio a tantas habitaciones. La cantidad de agua es muy grande necesaria y el negocio central nunca dejó de ser el agua. Los directores del Grupo Greco deben haberlo analizado y lo descartaron. Pero si alcanzaron a trabajar en la planta baja donde estaba el área de servicios y demolieron las duchas y baños del personal y la lavandería. También se empezó a trabajar sobre lo que era la recepción del hotel y la cocina”, detalla Giudici.

Estos trabajos se hicieron después del Mundial ´78 y luego se cerró. A propósito del encuentro deportivo y el Gran Hotel Villavicencio, la arquitecta Graciela Moretti señala que “es un mito que la selección de Holanda se haya hospedado en Villavicencio; los jugadores se hospedaron en el Hotel de Potrerillos; de hecho se construyó allí una cancha para que practicaran los deportistas”.

Con la quiebra del Grupo Greco en 1980, el Estado intervino el hotel hasta 1992. "Entonces aparece el Grupo Cartellone que compra la empresa, retoma la actividad, construye la planta de fraccionamiento del agua en Canota y trata de buscar un proyecto nuevo para revivir el hotel. Pero los proyectos con respecto al hotel fracasan por las dificultades combinadas respecto de los costos de energía eléctrica, de los problemas de comunicación –actualmente estamos comunicados a través de radios-, por la seguridad porque se trata de kilómetros y kilómetros de rutas solitarias que hoy son controladas y cuidadas por Danone y por la demanda del recurso hídrico para asistir a tanta gente”, explica Silvina Giudici.

A comienzos del año 2000 se formalizó la compra de Termas de Villavicencio por parte de la firma Aguas Danone de Argentina. Ésta adquirió toda la zona que suma 72.000 hectáreas, incluyendo el patrimonio arquitectónico y el natural, creando la Reserva Natural Provincial de Villavicencio, la cual es zona protegida.

“Actualmente la empresa quiere reabrir el hotel. Para Aguas Danone esto es una convicción y querríamos anunciar pronto la reapertura del hotel. El año pasado anunciamos el plan de manejo del hotel desde el punto de vista de la reserva. A fines de 2008 venció la propuesta que hizo la empresa Hoteles Álvarez Argüelles que avanzó en un convenio para desarrollar el hotel pero esta propuesta no prosperó porque ellos no encontraron el financiamiento necesario para la construcción de un nuevo hotel y la recuperación del Gran Hotel Villavicencio”, desarrolla Silvina Giudici.

Cocineros en acción: el hotel llegó a contar con una plantilla de cien personas. Foto: Gentileza Aguas Danone de Argentina.

Patrimonio Histórico Provincial

Aunque aún no tiene la declaratoria como Patrimonio Histórico Provincial, cuyo texto espera la firma del gobernador, todos los mendocinos consideran al hotel un patrimonio propio, casi familiar.

“Por la envergadura de sus instalaciones, por la historia tangible e intangible merecería inclusive el rango de Monumento Histórico Nacional. Es un bien único, incomparable”, subraya la arquitecta Moretti. “En este caso podría ser declarado monumento histórico no sólo el edificio sino todo lo que contiene y su entorno, es decir, la capilla, los espacios verdes, las casas de los trabajadores, la posada y demás”, enfatiza.

Y agrega que “tanto el hotel con su entorno como la capilla están registrados como un bien del patrimonio de la provincia. El hotel tiene el registro número 156 y la capilla el registro 681. Es decir, son de los primeros inmuebles que se registraron como bienes patrimoniales provinciales. Lo que se está haciendo ahora es el reconocimiento legal a través de la declaratoria provincial primero y nacional después”.

“Esto no inhibe al propietario de hacer uso de su derecho a restaurarlo, venderlo, hacer alguna inversión sino que es un valor agregado que se le incorpora al edificio. Reconociendo siempre legalmente el valor arquitectónico, histórico, ambiental y paisajístico. Lo arquitectónico forma parte del ambiente”, argumenta la arquitecta de la Dirección de Patrimonio.

La reserva comprende 72.000 hectáreas, dentro las cuales se llevan a cabo numerosas investigaciones zoológicas y botánicas.

La Reserva Natural y el turismo responsable

Moretti aduce que “la Reserva Natural de Villavicencio ya tiene una ley provincial de Medio Ambiente que la protege. Entonces cualquier intervención queda amparada por esta ley. La de Patrimonio se va a sumar. Siempre la zona ha estado protegida integralmente como reserva natural donde se destaca el cuidado por la flora y la fauna, hay un centro de interpretación en el cual se cuenta la historia del lugar y un registro de todo el patrimonio ambiental y natural”.

“Danone tomó la decisión de no explotar comercialmente, no vender y no separar las 72.000 hectáreas de la reserva que comprende la zona, tomarlas como un todo”, asevera Silvina Giudici.

La reserva cuenta con cuatro guardaparques, 14 hectáreas de jardines de las que se ocupan tres jardineros y es visitada por 500 a 900 personas por día. Dentro de la Reserva Natural de Villavicencio se llevan a cabo diversas investigaciones científicas que involucran disciplinas diferentes como la arqueología, la zoología, la biología, la botánica y hasta la astronomía y el estudio de rayos cósmicos. Los equipos de científicos llegan desde toda Argentina y de distintos países del mundo.

“Lo importante es que la gente comprenda qué es una reserva natural. Danone tomó la decisión de comprometerse con el medio ambiente desde la preservación, la conservación y la investigación. De ahí, la necesidad de concientizar a las personas que visitan la reserva”, enfatiza Giudici.

La experta subraya las dificultades que enfrenta el equipo a su cargo a la hora de que los visitantes entiendan que no pueden arrojar basura, que no deben hacer fuego porque eso no sólo provoca incendios sino que destruye los vestigios arqueológicos y que no se puede cazar fauna silvestre, entre otros problemas.

“La gente debe comprender que Villavicencio no es un lugar para hacer un asado ni ensuciar el Monumento de Canota. Insistimos en procurar un turismo responsable y que su comportamiento debe ser acorde con lo marca la legislación para las reservas naturales protegidas”, finaliza.

Misteriosos vestigios del pasado: los frascos de perfume y las talqueras, de marca Geneva Graham.

Los fantasmas de Villavicencio

Por Mario Urzúa

Recorrer hoy el interior del hotel, nos remonta ineludiblemente al pasado. Las gruesas paredes, redondeadas en sus cantos; los altos cielorrasos, los pisos de madera en las habitaciones y pasillos; y las baldosas de las escaleras, nos traen una postal de las edificaciones de principios y mediados del siglo pasado.

Ahora bien, sólo esas señales permiten darse cuenta de que nos encontramos en el interior de una construcción antigua, porque el clásico olor a encierro y humedad de cualquier edificio abandonado en este caso no se percibe. Es decir, el mantenimiento ha resultado ser efectivo.

Pero como en todo lugar en desuso y por donde pasó una gran cantidad de gente, las historias de almas perdidas, aparecidos y ánimas que penan son moneda corriente. Tan es así que hay quienes aseguran que muchos empleados de la anterior empresa propietaria del hotel, Cartellone, optaron por renunciar a su trabajo a causa del temor que les originaba convivir con los espectros.

Aún pueden encontrarse pertenencias, útiles y registros de la época de apogeo del Gran Hotel Villavicencio.

Los frascos de perfume y talqueras, de la desaparecida marca Geneva Graham, que a pesar de ser guardados en viejos baúles para su conservación aparecen de repente en las salas de baño; o las fichas de registro de pasajeros que inexplicablemente conservan un impecable estado y se ordenan en sus casilleros tras dejarlas, a propósito, en habitaciones diferentes, son sólo algunos de los fenómenos que habrían espantado al viejo personal.

“Algunos decían que escuchaban conversaciones, que se abrían y cerraban los surtidores de los baños y las puertas de los placares. Pero a mí nunca me pasó nada”, reconoce Antonio Ponce, uno de los cuidadores del predio desde hace más de quince años.

Lo cierto es que hasta la muerte de Ángel Vélaz, que ocurrió en el interior del hotel, estos hechos de los que no hay registro posible han alimentado la imaginación y agregado nuevas páginas a las historias mendocinas de espíritus ambulantes.

Fuente: MDZ Online

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