lunes, 10 de octubre de 2011

Los neoconservadores estadounidenses consideran la división de Arabia Saudí
Problemas en el Reino


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Si amenazas la estabilidad de Arabia Saudí, como lo hacen ahora los levantamientos chiíes en Qatif y en al-Awamiyah, en la Provincia Oriental del país rica en petróleo, estás blandiendo una daga que apunta al corazón de la prolongada política de EE.UU. en Medio Oriente desde hace medio siglo. 

En 1945, el jefe de la División de Asuntos de Medio Oriente del Departamento de Estado, escribió en un memorando que las fuentes de petróleo de Arabia Saudí son “una estupenda fuente de poder estratégico y una de las mayores preseas materiales de la historia del mundo”. El hombre que orientó a los jeques saudíes hacia EE.UU. y lejos de Gran Bretaña fue St.John Philby, padre de Kim, y con ese gran golpe Philby senior causó mucha más devastación en el Imperio Británico que su hijo. La caída del aliado de EE.UU., el Shah de Irán en 1979, solo aumentó la importancia estratégica de Arabia Saudí.

EE.UU. consume actualmente unos 19 millones de barriles de petróleo cada 24 horas, casi la mitad importados. Con el 25% Canadá es el principal proveedor. En segundo lugar está Arabia Saudí con un 12%. Pero el suministro de petróleo crudo a EE.UU. sólo es la mitad de la historia. Arabia Saudí controla el precio del petróleo de la OPEC y lo ajusta cuidadosamente a las prioridades de EE.UU.

El tráfico no va en una sola dirección. En el medio siglo desde 1945, EE.UU. vendió a los saudíes más de 100.000 millones de dólares en bienes y servicios militares. Hace un año el gobierno de Obama anunció el mayor negocio de armas de la historia de EE.UU., un programa de 60.000 millones de dólares con Arabia Saudí para venderle equipamiento militar durante los próximos 20 a 30 años.

EE.UU. entrena y abastece a todas las fuerzas de seguridad de Arabia Saudí. Las corporaciones estadounidenses tienen inmensas inversiones en el Reino.

Al decir las palabras “Arabia Saudí” al presidente Obama o a la secretaria de Estado Hillary Clinton, se detiene abruptamente todo el altruista charloteo sobre la “Primavera Árabe”. Cuando los saudíes se apresuraron a enviar fuerzas de seguridad a través de la Causeway [Carretera elevada] hacia Bahréin, y aconsejaron a la dinastía Khalifa que aplastara con dureza a los manifestantes chiíes en el puerto base de la Quinta Flota de EE.UU., las expresiones públicas de reprobación de Washington fueron casi imperceptibles por su reticencia y modestia.

¿Podrían salirse de control los levantamientos en Arabia Saudí? Hablamos de dos desafíos diferentes. El primero es de los chiíes, oprimidos desde hace tiempo, que componen un 10% de la población. En segundo lugar proviene de la joven generación –los jóvenes bajo 30 años representan dos tercios de la población saudí– en la mayoría suní, que vive en una de las tiranías más acuciosas del mundo.

En febrero de este año, perturbado por la tendencia de los eventos de Egipto y otros países, el rey Abdullah, de 87 años, anunció su plan de gastar unos 36.000 millones de dólares en dádivas de asistencia pública, unos 2.000 dólares por cada saudí. Identificó correctamente uno de los grandes problemas del Reino, que casi la mitad de las personas entre 18 y 40 años carecen de trabajo.

Hace unos pocos días, Abdullah ofreció a las mujeres saudíes un privilegio, que participen en ciertas elecciones municipales totalmente carentes de significado (si lo aprueban sus esposos). ¿Qué elecciones municipales pueden significar algo en medio de una constante represión bajo una monarquía absolutista?

Como señaló el abogado de derechos internacionales Paul Wolf en PressTV: “En Arabia Saudí, los teléfonos móviles con cámaras fotográficas son ilegales. Todas las conversaciones telefónicas se vigilan. El gobierno controla la televisión y los medios impresos. En 2009 se cancelaron una elecciones… Por lo tanto quiero decir que es excelente si emprenden una acción para incluir a las mujeres en el proceso político, pero en realidad nadie está incluido en el proceso político.”

El Imperio Estadounidense ha perdido Irán e Iraq. ¿Y Arabia Saudí? Supongamos que se sigan abriendo fisuras en el propio Reino. Dudo que ante una coyuntura semejante oigamos mucho palabreo en Washington sobre “democracia” o transiciones ordenadas. Aparte de cualquier otra cosa, la caída del régimen saudí tendría terribles consecuencias para Washington, ya que cientos de mandamases están en la nómina saudí, comenzando por virtualmente todos los ex embajadores, con la excepción de James Akins, quien dijo una vez a un amigo mío que era el único que no está. Washington no permitirá de ninguna manera que el flujo de dinero de Riad a la Calle K se ponga en peligro. ¡Enviad a la 101 Aerotransportada!

Una regla muy apreciada del Imperio Británico, legada al Imperio que lo desplazó es: Cuando dudes, divídelo. Ha habido propugnadores occidentales recientes de la división de Arabia Saudí. Dos conocidos neoconservadores, Richard Perle y David Frum escribieron en su libro de 2005: An End to Evil: How to Win the War on Terror [Un fin del mal: cómo ganar la guerra contra el terror] que EE.UU. debería movilizar a los chiíes que viven en Arabia Saudí oriental, donde se encuentra la mayor parte del petróleo saudí: “La independencia de la Provincia Oriental sería obviamente un resultado catastrófico para el Estado saudí. Pero sería un excelente resultado para EE.UU. Ciertamente es un resultado que hay que considerar. Incluso más seguro es que querríamos que los saudíes sepan que lo estamos considerando.”

Perle fue otrora jefe del Consejo de Política de la Defensa, que asesoraba al Departamento de Defensa. Como informa Robert Dreyfus en Devil’s Game, una información del Consejo de Política de la Defensa argumentó en 2002 que EE.UU. debería trabajar para dividir Arabia Saudí a fin de que EE.UU. pueda controlar efectivamente su petróleo. Otros neoconservadores como Michael Ledeen expresaron puntos de vista semejantes. A principios de 2003, Akins, ex embajador en Arabia Saudí, mencionó la posibilidad de que Osama bin Laden podría apoderarse de Arabia Saudí si EE.UU. invadía Iraq. “Ahora estoy convencido de que es exactamente lo que [los neoconservadores] quieren que suceda. Y entonces nosotros nos haremos cargo.”

Supongo que el modelo actual es el sector kurdo de Iraq.

Andrew Cockburn escribe sobre temas de seguridad nacional y otros relacionados. Su libro más reciente es: “Rumsfeld: His Rise, Fall and Catastrophic Legacy” Es coproductor de “American Casino”, el largometraje documental sobre el actual colapso financiero. Para contactos, diríjase a amcockburn@gmail.com.


Fuente: Rebelion.org

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