Nacionalidades minoritarias en China: ¿cambio de paradigma?
La situación en Xinjiang, en el oeste de China, no parece mejorar. Los Han y los uigures viven sus vidas cada vez más separados. Un gran foso les separa desde los graves sucesos de julio de 2009. Y conforme pasa el tiempo, no deja de crecer. Los Han están descontentos con el gobierno central porque consideran que no actúa con la suficiente firmeza. Los uigures se reafirman en su identidad nacional y se alejan del proyecto liderado por los Han. Mientras en Tibet, a la espera de conocer como se desarrollará la bicefalia recién estrenada en la oposición, la sucesión de inmolaciones nos recuerda que la normalidad está lejos de producirse.
El
reaparecido Jiang Zemin, al frente del PCCh entre 1989 y 2002, decía
que en el tratamiento de los problemas relativos a las nacionalidades
minoritarias nada es de poca importancia. El enfoque del tratamiento de
las “minorías étnicas” se ha basado, desde 1949 en la habilitación de
una autonomía territorial, más formal que real, y en la disposición de
una serie de ventajas individuales a favor de las minorías, ya sea en
cuanto al número de hijos, el acceso a la universidad, a la vivienda, la
promoción profesional, etcétera. Estos “privilegios”, que tanto irritan
a buena parte de los Han, obedecían al interés por establecer medidas
de discriminación positiva que ayudaran a corregir el “atraso” en que se
encontraban las minorías y, en paralelo, fortalecer su adhesión al
nuevo poder (estos beneficios o similares no existieron ni en la China
imperial ni en la China del KMT).
Con el paso del tiempo, algunas
de estas prebendas se han extinguido, sobre todo con las
transformaciones registradas en el periodo de reforma iniciado a partir
de 1978 y que han derivado en la liberalización de aspectos importantes
como la vivienda o el empleo. No obstante, el hecho de que un ciudadano
de una nacionalidad minoritaria tenga más fácil acceso a la universidad,
por ejemplo, explica que si un matrimonio mixto tiene un hijo opte por
registrarle como perteneciente a una minoría. Falsificaciones y
corrupción son frecuentes en este aspecto, aunque conviene tener
presente que los Han prevalecen en los escenarios básicos de la vida
social, política, económica y cultural.
Esta política ha ido
conformando con el paso del tiempo una división fáctica entre los
ciudadanos en función de su nacionalidad y ha alimentado un pensamiento
que llega incluso a justificar la segmentación de los beneficios de un
determinado proyecto económico entre los pertenecientes o no
pertenecientes a nacionalidades minoritarias.
Quizás ha llegado
la hora de que China abandone estas muestras de paternalismo y asuma el
concepto de ciudadanía como regla universal. Ello sin perjuicio de
reconocer la identidad nacional respectiva, pero igualando a todos los
ciudadanos ante la ley con independencia de su origen étnico. En
paralelo, esa revisión debería acompañarse de la afirmación de procesos
de autonomía real y efectiva con base en el territorio, promoviendo el
autogobierno y el cogobierno y descentralizando el poder. Así también
podrían derogarse las viejas reglas, escritas y no escritas, que
preceptúan la distribución de cargos en función de la nacionalidad,
reservando para las minorías la dimensión más representativa y para los
Han la fuerza ejecutiva.
Esa igualación por la vía de una
ciudadanía con derechos iguales contribuiría a sentar las bases de la
superación de esa división que hoy parece acentuar la política
gubernamental en materia de nacionalidades. Tras décadas de aplicación,
la actual situación (con sus secuelas de sinización y rebeldía) revela
su inutilidad y alerta de los peligros de su permanencia.
Se
trata de dar el salto desde la protección individualizada (con derechos
adicionales subjetivos ejercidos al margen del territorio) al ejercicio
de los derechos colectivos, en cuya implementación podrían participar
tanto los Han como las nacionalidades minoritarias. Eliminar o reducir
“privilegios” no es fácil ni puede hacerse de buenas a primeras, pero si
la compensación es el ejercicio efectivo del autogobierno,
profundizando la dimensión político-territorial del hecho nacional se
habrá dado paso a la plasmación de opciones facilitadoras de una plena
normalización del existir y actuar de las nacionalidades minoritarias.
El actual modelo bloquea ese desarrollo, dificulta no solo la cohesión
sino el empoderamiento de las propias minorías y alienta el descontento
de los Han.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (www.politica-china.org)
Fuente: Rebelion.org


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