Algunas claves para entender el claro avance militar del régimen sirio
El anuncio de Washington de que rearmará a los rebeldes llega justo en el momento en el que la alianza formada por el régimen e Hizbulah están ganando terreno a la oposición. La superioridad militar que le confiere su fuerza aérea, el cese del goteo de deserciones y la fragmentación de la oposición son algunas de las claves de este avance.
La toma de
Al-Qusseir, ciudad del sur de la provincia de Homs fronteriza con
Líbano, ha supuesto una inyección de moral para un Ejército sirio que
sitúa a Alepo en su punto de mira. El primer factor que explica esta
contraofensiva del régimen es la total implicación de Hizbulah.
Consciente de que la lucha por la hegemonía de Oriente Medio entre Irán y
Arabia Saudí se libra en territorio sirio, Hassan Nasrallah, líder del
partido-milicia chií libanés, ha puesto todos sus efectivos al servicio
de Bashar al-Assad y evitar así el colapso del régimen.
La férrea
resistencia contra Israel en 2006 evidenció el poderío militar del
«Partido de Dios» y su gran desenvoltura en la guerra de guerrillas.
Este rodaje en el campo de batalla ha sido clave para la reconquista de
Al-Qusseir y, de este modo, asegurar la conexión del valle chií de la
Bekaa en Líbano con Damasco y la región mediterránea siria de mayoría
alauita donde se encuentra el puerto de Tartus, vía de entrada de
armamento ruso e iraní. El control de este territorio también impide que
los rebeldes reciban refuerzos y suministros de los suníes libaneses
partidarios de la oposición siria.
Superioridad militar y deserciones
El
uso de la fuerza aérea y de artillería pesada por parte del Ejército de
Damasco está siendo clave para devastar las zonas donde se encuentran
los rebeldes y preparar así el terreno para la entrada de las tropas
terrestres. Pese a haber perdido varios aeropuertos militares en las
provincias norteñas de Idlib, Alepo y Deir al-Zor, el régimen conserva
aún gran parte de su flota de MIG y helicópteros de fabricación rusa.
Tras meses de asedio por parte de los rebeldes, el régimen está a punto
de perder la base de Mennegh, el último bastión que le queda al norte de
la provincia de Alepo.
Mientras Al-Assad afirma haber recibido
ya las primeras partidas de misiles S-300 procedentes de Rusia, EEUU y
la Unión Euroea (UE) se muestran reticentes a entregar armas a la
oposición por miedo a que caigan en manos de grupos islamistas. Los
recortes en las partidas presupuestarias de la mayoría de ministerios de
Defensa de los miembros de la UE también suponen un escollo. El
reciente viaje del senador republicano John McCain a Siria para reunirse
su con los grupos del Ejército Sirio Libre (ESL) bajo el mando de Salim
Idris deja claro que Washington quiere asegurarse que sus arsenales no
irán a Jabhat-al Nusra, grupo armado vinculado a Al Qaeda.
Mientras
la zona de exclusión aérea que siempre han demandado los rebeldes no
llega, las baterías antiaéreas financiadas por Arabia Saudí y Qatar y
los arsenales capturados al régimen son insuficientes para hacer
decantar la balanza militar.
En los primeros compases del
conflicto se produjo un gran número de deserciones del Ejército sirio a
filas opositoras. Los soldados desertores eran en su gran mayoría suníes
o miembros de otras confesiones que creían en los motivos del
levantamiento contra Bashar al-Assad. Con ellos se llevaban las armas y
su experiencia militar ha sido clave para hacerse con el control de
vastas zonas en el norte del país y en la sureña provincia de Deraa.
Casi dos años y medio después del inicio de la guerra, el goteo de
deserciones se ha estancado. A pesar de la deriva sectaria del
conflicto, y del apoyo de alauitas y cristianos al régimen, en el
Ejército sigue habiendo un grueso importante de soldados suníes que
defiende a ultranza la ideología del Partido Baaz.
Fragmentación de la oposición
Las
tensiones crecientes entre el ELS y Jabhat al-Nusra, ambos grupos
opositores al régimen pero con una concepción religiosa y una visión
sobre un hipotético escenario post Al-Assad muy alejadas, están
dificultando una acción unitaria contra Damasco. Otros grupos armados de
orientación salafista como, Liwa al-Tawhid, Ahrar al-Sham y
Suqoor-al-Sham están financiados por clérigos de Qatar, Kuwait y Arabia
Saudí, respectivamente. El hecho que cada padrino quiera imponer su
agenda a nivel militar y político está provocando desavenencias y dando
oxígeno al régimen.
Con numerosos combatientes extranjeros en sus
filas y mejor armados que el ESL, estas facciones islamistas-yihadistas
son la punta de lanza de las tropas opositoras en los enfrentamientos
contra las fuerzas del régimen y recurren frecuentemente a ataques
suicidas para atacar puntos estratégicos de la capital. La indignación
por la pasividad de la comunidad internacional, la desesperación y la
falta de armas del ESL ha llevado a mucho sirios a unirse a estos grupos
islamistas, aunque ideológicamente no se identifiquen con ellos. La
presencia de combatientes extranjeros está siendo utilizada por el
Gobierno de Bashar al-Assad para encasillar a toda la oposición armada
bajo el paraguas del «terrorismo yihadista» y de este modo legitimar su
lucha a ojos de la comunidad internacional.
Por último, cabe
destacar que los choques entre grupos islamistas y las Unidades de
Protección kurdas (YPG) en la región de Afrin están favoreciendo el
avance del régimen en la provincia de Alepo. Tras el anuncio del diálogo
de paz liderado por el líder kurdo Abdullah Öcalan parecía que las YPG y
el ESL -apoyado por el Estado turco- entraban en una nueva fase de
colaboración. Durante el mes de abril ambos grupos combatieron
conjuntamente en Sheikh Maqsoud y Al-Ashrafiyeh, barrios de mayoría
kurda de Alepo, contra el Ejército sirio. Ahora con los choques en Afrin
y la ofensiva «Tormenta del Norte» del régimen para recuperar Alepo,
habrá que ver qué postura adopta la milicia kurda.
Fuente: Rebelion.org
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