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Telegrama británico informa del ataque argentino a Puerto Stanley el 2 de abril de 1982.
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Una serie de telegramas recién
desclasificados de los tiempos del ataque de Argentina a las islas
Malvinas/Falklands revelan las dificultades de Reino Unido para
conseguir un barco lo suficientemente grande como para enviar tropas al
Atántico Sur, la quema de documentos delicados y los intensos esfuerzos
diplomáticos para detener el envío de misiles franceses a Buenos Aires.
Un registro de las comunicaciones está en los
papeles del gobierno británico dados a conocer por los Archivos Naciones
en Londres, treinta años después de los eventos.
Las fuerzas argentinas desembarcaron
en las Malvinas/Falklands la mañana del 2 de abril de 1982. A las 10:30
GMT, el ministro de Relaciones Exteriores británico, Lord Carrington
envió un telegrama urgente al gobernador del archipiélago.
"Tiene la autorización mía y del ministro de
Defensa de hacer estallar la pista de aterrizaje, si puede hacerlo, para
evitar que sea usado después de la invasión para enviar suministros a
una fuerza invasora".
Sin embargo, las comunicaciones entre Londres y
la capital de las islas, Puerto Stanley (llamada Puerto Argentino por
Buenos Aires), se habían hecho intermitentes y en un apunte manuscrito
en el registro del telegrama se lee: "Este mensaje nunca fue recibido".
Papeles destruídos
Para el día siguiente, 3 de abril, el gobernador
británico, Rex Hunt, había sido evacuado a la fuerza por los argentinos
a Montevideo, capital de Uruguay.
Desde allí ofreció a la cancillería británica un
resumen de sus últimas horas en la Casa de Gobierno en Puerto
Stanley/Puerto Argentino.
"Destruimos todos los papeles secretos y los
equipos de codificación, excepto por dos Mark Vs, sobre los que
esperábamos instrucciones cuando las comunicaciones se cortaron y se nos
acabó el tiempo. Los Mark V fueron dejados en una bóveda y espero que
queden inutilizados cuando los argentinos tengan que volar la puerta
para entrar".
Mientras tanto, el embajador británico en Buenos
Aires, Anthony Williams, había estado tomando sus propias "medidas de
precaución".
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Los Exocet generaron roces entre Londres y París.
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Un telegrama del 1 de abril dice: "Hemos
empezado ya la destrucción de todo el material delicado anterior a 1981
y, más recientemente, los de mayor sensibilidad".
"Esperamos completar esta operación
discretamente en unas 18 horas, o en menor tiempo, si fuera apropiado
usar el incinerador en esta zona libre de humo".
Problemas de transporte
Mientras Reino Unido reunía la fuerza de tarea
que zarparía para el Atlántico Sur, se hizo evidente que no había
suficientes barcos. La solicitud principal era de un crucero que
transportara 1.700 hombres.
Con el permiso de la Reina, fue invocada la
Prerrogativa Real para requisar un buque de la empresa PO, el Canberra, y
un carguero, el Norsea, el que llevaría vehículos y equipos.
Una carta dirigida a la oficina de la primera
ministra de ese entonces, Margaret Thatcher, reza: "Sin estos barcos, la
evaluación de los jefes del Estado Mayor es que las capacidades
militares de la fuerza se verían severamente degradadas".
Gregory Freemont-Barnes, especialista en
estudios de guerra en la academia militar británica de Sandhurst,
sugiere que el plan de Reino Unido fue bastante "ad hoc".
"No había planes de contingencia para retomar las Malvinas/Falklands", asegura.
"Los documentos de los Archivos Nacionales
muestran que el gobierno se vio en cierta manera tomado por sorpresa.
Sin embargo, una vez que llegó la noticia de la invasión, operaron
extremadamente rápido y la fuerza de tarea salió el 9 de abril, una
semana después de la invasión".
Entre Francia y Perú
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Thatcher tuvo el apoyo de Ronald Reagan durante la crisis.
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En el frente diplomático, Thatcher recibió una
muy bienvenida oferta de asistencia de parte del presidente de Francia,
Francois Mitterrand, el 3 de abril.
Mitterrand telefoneó a Thatcher para decirle: "Si hay algo que podamos hacer para ayudar, nos gustaría hacerlo".
Pero unas pocas semanas después, cuando la
guerra de las Malvinas/Falklands entraba en una fase crítica, las
relaciones entre París y Londres se agriaron.
Los documentos gubernamentales revelan los
intensos esfuerzos diplomáticos hechos por Reino Unido para evitar la
venta de misiles franceses Exocet a Perú.
En un telegrama confidencial dirigido al
presidente Mitterrand, fechado el 30 de mayo, Margaret Thatcher hablaba
de la consternación en Londres ante la perspectiva de que los misiles
franceses terminen en Argentina.
"Debo pedirle, con todo el énfasis y la urgencia
a mi alcance, que encuentre maneras de postergar el envió de esos
misiles desde Francia por al menor un mes más. Naturalmente nosotros
preferiríamos que no fueran suministrados en lo absoluto pero las
próximas semanas van a ser particularmente cruciales":
Thatcher escribió que un barco peruano había
sido devuelto de Francia vacío, pero que otro navío estaba en ruta a
Francia para recibir el armamento. Perú estaba reclamando a Francia por
rompimiento de contrato.
El mensaje de Thatcher al presidente Mitterrand
llevaba una advertencia implícita: "Si se hiciera conocido, como
ciertamente lo sería, que Francia estaba entregando armas a Perú que con
toda seguridad serían pasadas a Argentina para ser usadas contra
nosotros, un aliado de Francia, esto tendría efectos devastadores en las
relaciones entre nuestros dos países".
Esas diferencias no existían en cambio entre
Reino Unido y Estados Unidos. Un telegrama de la embajada británica en
Washington, fechado el 3 de mayo, muestra que el Secretario de Defensa,
Caspar Weinberger, había expresado su "deseo a darnos (a los británicos)
el máximo apoyo". EE.UU incluso ofreció el uso de un portaviones, el
Eisenhower.
Victoria con problemas
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Para los británicos el gran número de argentinos capturados fue un problema logísitico.
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La guerra terminó en sólo 10 semanas, pero el
diario de la Tercera Brigada de Comando británica presenta un sombrío
panorama de las condiciones en las islas cuando unos 15.000 militares
argentinos se rindieron el 14 de junio.
Los argentinos habían estado atrincherados
durante semanas y muchos de ellos sufrían de malnutrición y
enfermedades. Eso fue un problema para las victoriosas tropas británicas
que entraban en Puerto Stanley/Puerto Argentino.
"Cuasi motín como resultado de demasiados
prisioneros de guerra movilizados desde el aeródromo", fue un comentario
escrito en el diario de la brigada.
El clima se deterioraba. Los helicópteros no
podían volar. Las fuerzas británicas no disponían de suficiente munición
de artillería y el fin de las hostilidades no fue confirmado
inmediatamente desde Buenos Aires.
"El impulso del ataque británico había perdido
fuelle en términos de logística. No en términos de moral o del brillante
liderazgo de sus comandantes, pero sí en términos de suministro",
asegura el historiador Gregory Fremont-Barnes.
Me atrevo a decir que si los argentinos hubieran
presentado una dura resistencia en Puerto Stanley y en sus alrededores,
las fuerzas británicas podrían haberse encontrado en grandes
dificultades".
Sin embargo, el diario de la Tercera Brigada de
Comando capta el ánimo a medida que se hace evidente que la guerra ha
terminado: "Consolidar, reorganizar, ordenar y dar un respiro de
alivio".