Estar en contra de un bombardeo de la OTAN o una invasión estadounidense no significa que se defienda al régimen de Asad
El "déjà vu" sirio
eldiario.es
Todo parece indicar
que EEUU bombardeará Siria en los próximos días, es lo que los medios y
la diplomacia denominan eufemísticamente “intervenir”. Para empezar
debemos aclarar que tenemos la humildad de reconocer que, aunque parece
indiscutible que hubo una masacre por armas químicas, no sabemos quiénes
fueron los responsables. Es por ello que la ONU envía inspectores a la
zona. Ignorado esto podemos presentar algunas deducciones lógicas. La
primera de ellas es el principio establecido en el Derecho Romano y
utilizado en criminalística de “cui prodest” (¿quién se
beneficia?). Desde hace semanas, en la agenda de las potencias
occidentales y sus adláteres árabes están las acusaciones contra el
gobierno sirio por el uso de armas prohibidas, lo más absurdo que podría
hacer ese gobierno sería asesinar un millar de civiles, incluidos
niños, en un barrio que no forma parte del frente y poner en bandeja la
justificación de una intervención militar de EEUU o de la OTAN. Es
decir, la respuesta de “a quien beneficia” la masacre por agentes
químicos es los partidarios de esa intervención militar contra Siria.
Lo
siguiente que hemos comprobado es la rápida difusión de la noticia
señalando la autoría del gobierno sirio. Tan rápida que el día 21 los
medios internacionales estaban informando de una masacre de 650 personas
por parte del ejército sirio utilizando como fuente informativa un tuit de la oposición siria. Nada más. No se me ocurre ningún agente social que pueda conseguir ser titular mundial con un tuit.
Inmediatamente,
los gobiernos que han mostrado su apoyo a los rebeldes sirios comienzan
a exigir la presencia de los inspectores en la zona para confirmar el
ataque y determinar sus responsables, y acusan al gobierno sirio de no
colaborar. Sin embargo, cuatro días después ese gobierno está
autorizando la presencia de los inspectores y dotándoles de escolta para
desplazarse a la zona. Cuando se dirigen al terreno, estos inspectores
sufren un tiroteo. De nuevo el gobierno es acusado de la responsabilidad
de los disparos de francotiradores al convoy. Sería un cosa curiosa que
un bando escolte a unos inspectores de la ONU y al mismo tiempo les
disparara. A continuación, los mismos que exigían la presencia de
inspectores dicen que ya es tarde,
que no necesitan a los inspectores. Sin esperar a las conclusiones del
equipo de investigadores de Naciones Unidas, el secretario de Defensa
estadounidense, Chuck Hagel, dice que ya tienen la información de
inteligencia que demostrará que “no fueron los rebeldes y que el Gobierno sirio fue el responsable".
De nada sirve que el gobierno sirio lo niegue, o que Médicos sin Fronteras afirme que “no puede establecer la autoría del ataque”.
La información del gobierno sirio, difundida por la televisión nacional
de ese país, asegurando que el ejército allanó el día 24 un depósito de
los opositores armados en Jobar, localidad de la periferia de Damasco,
en donde halló varios barriles de agentes tóxicos con la inscripción
hecho en Arabia Saudita, además de máscaras antigás y pastillas para
neutralizar los efectos por la exposición a dichos químicos, sólo fue recogida por Prensa Latina.
El
gobierno que más muertes ha provocado en la historia por armas atómicas
(Hiroshima y Nagasaki) y por armas químicas (agente naranja en Vietnam)
es el que se presenta como protector mundial de los daños por esas
armas. El gobierno que inició una guerra de Iraq, que todavía continúa,
justificada por unas armas de destrucción masiva que no existían, ahora
propone hacer lo mismo por unas armas químicas fundadas en las mismas
pruebas. La sensación de déjà vu con la invasión de Iraq es
inevitable. Entonces pidieron inspectores y cuando se encontraban en el
terreno les obligaron a salir precipitadamente porque comenzaban a
bombardear.
Son los mismos gobiernos que se escudaron en una
resolución de la ONU para proteger a los libios y terminaron
bombardeando el convoy del presidente para que una horda de mercenarios
lo linchara y colgara el vídeo en internet. Es la misma OTAN que
bombardeó Yugoslavia sin autorización del Consejo de Seguridad
argumentando una limpieza étnica que los forenses demostraron falsa y
que, una vez más, lo volverá a hacer en Siria sin importarle la
legislación internacional. Los mismos países que invadieron Afganistán
para liberar a las mujeres de los talibanes y hoy siguen siendo
lapidadas y el país aumentando su récord de producción de opio,
corrupción y pobreza.
A todas esas personas bienintencionadas que
dicen que no podemos permanecer impasibles ante la masacre de cientos de
civiles en Siria hemos de explicarles que esos libertadores que
esgrimen el derecho de proteger, la defensa de los derechos humanos y la
implantación de la democracia cargan con demasiados antecedentes para
que podamos creer en sus buenas intenciones.
Como señala Jean Bricmont (Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra,
El Viejo Topo, 2008), asistimos a que gran parte del discurso ético de
la izquierda considera la necesidad de exportar la democracia y los
derechos humanos echando mano de las intervenciones militares del primer
mundo, y califican de relativistas morales e indiferentes al
sufrimiento ajeno a quienes critican esas injerencias. De forma que es
precisamente esa izquierda la que inventa e interioriza “la ideología de
la guerra humanitaria como un mecanismo de legitimación”. Es un error
plantear que existen gobiernos buenos -que pueden invadir- y malos -que
merecen ser invadidos y derrocados-. No olvidemos que si aceptamos esa
opción, la invasión legítima, en el fondo, estamos autorizando la del
fuerte sobre el débil. ¿Acaso invadirá Brasil (tan democrático como
EEUU) a Iraq para instaurar la democracia? ¿Aceptaríamos que el Líbano
bombardeara con carácter preventivo a Israel? Recordemos que ha sido
atacado alguna vez por ese país, estaría muy fundado su ataque
preventivo.
Olvidan también que el poder siempre se ha presentado
como altruista. Decir que se bombardea Yugoslavia para impedir una
limpieza étnica, se invade Afganistán para defender los derechos de las
mujeres, se ocupa Iraq para llevar la democracia y liberar al país de un
dictador o se ataca Siria para derrocar a un tirano no difiere mucho
del discurso de la Santa Alianza para enfrentar las ideas de la
Ilustración que inspiraron la Revolución Francesa, o del de Hitler que
justificó su invasión de los Sudetes checoslovacos para defender a la
minoría alemana. Parece que esa izquierda de fervor internacionalista
humanitario olvida que, ya en los tiempos más recientes, el
intervencionismo extranjero occidental, que viene a ser lo mismo que
decir el estadounidense, es el que apoyó en Indonesia a Suharto frente a
Sukarno, a los dictadores guatemaltecos frente a Arbentz, a Somoza
frente a los sandinistas, a los generales brasileños contra Goulart, a
Pinochet frente a Allende, al apartheid frente a Mandela, al Sha contra
Mossadegh y a los golpistas venezolanos contra Chávez. Si de intervenir
para proteger y salvar vidas se trata, bastaría con “bombardear” muchos
países de África con tetra briks de leche en lugar de bombas de racimo.
Tampoco
es que estemos defendiendo a talibanes, a Sadam, a Gadafi ni Al Assad.
Estar en contra de un bombardeo de la OTAN o una invasión estadounidense
no requiere de un pronunciado rechazo expreso a esos regímenes para que
no se interprete que se defienden, el asunto que debemos plantearnos es
la violación de la legislación internacional por parte de una potencia
invasora, y las mentiras en las que se escudan para justificarla.
Fuente: Rebelion.org
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