jueves, 31 de agosto de 2023

El concepto de avión espacial Aurora parece un 'Black Jet' estilo Área 51 y podría revolucionar los vuelos espaciales hipersónicos para 2030
por Micah Hanks


(Polaris Raumflugzeuge)


La empresa aeroespacial alemana POLARIS Raumflugzeuge está avanzando en sus ambiciones de producir tecnologías aeroespaciales disruptivas con una reciente serie de demostraciones de vuelos de prueba antes del desarrollo de AURORA, el concepto de avión espacial de próxima generación de la empresa con un nombre ya familiar para los entusiastas de la aviación desde hace mucho tiempo.

A partir de más de tres décadas de investigación aeroespacial combinada alemana y europea, el enfoque de la compañía implica principalmente el desarrollo de capacidades de lanzamiento espacial reutilizables y la producción de un sistema de transporte hipersónico versátil capaz de mantener la capacidad de operar como un avión tradicional.

En los últimos meses, los vuelos de prueba exitosos con aviones de demostración han permitido a POLARIS validar varias tecnologías cruciales, y la compañía ahora se acerca al desarrollo de una nueva nave de demostración que representará la prueba final antes de comenzar la producción de su ambicioso avión espacial de próxima generación.

Aurora: el avión espacial del mañana

AURORA, un innovador diseño de avión espacial que combina las capacidades de lanzamiento de cohetes que la compañía está probando actualmente con modos de vuelo aéreo tradicionales, tiene su origen en las primeras innovaciones que comenzaron en el Centro Aeroespacial Alemán DLR. El resultado, dice la compañía, es un vehículo con un diseño como ningún otro, que según POLARIS proporcionará un medio económico de acceso al espacio en los próximos años.

Entre sus beneficios clave, AURORA ofrecerá capacidades de lanzamiento espacial en todo el mundo sin necesidad de una plataforma de lanzamiento, ya que el funcionamiento similar a un avión del avión espacial le permite despegar desde cualquier pista tradicional. La eliminación de la necesidad de una plataforma de lanzamiento también reduce en gran medida los costos de combustible asociados con los vuelos espaciales tradicionales impulsados por cohetes.


Aurora (Crédito: Polaris Raumflugzeuge)


AURORA será capaz de transportar cargas útiles superiores a 2200 libras (1000 kg) en órbita, y aproximadamente diez veces esa cantidad en vuelos suborbitales/hipersónicos. De acuerdo con los objetivos de la empresa de desarrollar tecnologías aeroespaciales sostenibles, AURORA también está diseñado con una reutilización del sistema cercana al 100 %.

Defensa, investigación y más allá

Con su versatilidad y diseño sostenible, POLARIS espera que su avión espacial esté equipado para satisfacer las demandas de una variedad de mercados, permitiendo operaciones de lanzamiento de carga orbital y satelital con relativa facilidad y reduciendo significativamente los tiempos de vuelo, permitiendo una entrega rápida y económica de cargas útiles a través de grandes distancias en tiempo récord.

Sin embargo, sus aplicaciones de defensa e investigación son evidentes, ya que AURORA será capaz de alcanzar cualquier inclinación orbital y ya se promociona como una solución potencial para el reconocimiento hipersónico y una variedad de otras aplicaciones de defensa.

Si bien AURORA estará diseñado para funcionar como un avión no tripulado, POLARIS dice que ofrecerá una actualización opcional de su avión espacial que facilitará el transporte humano, permitiendo vuelos capaces de transportar pasajeros con fines de investigación y capacitación y una variedad de otras posibles misiones de vuelos espaciales.

La mística de la legendaria Aurora

El nombre del avión tampoco parece ser una casualidad. En los años 90, AURORA era el supuesto nombre de un proyecto de desarrollo aeroespacial cuyo objetivo era construir el avión sucesor del famoso SR-71.

De hecho, ya en enero de 1979, Aviation Week & Space Technology informó rumores sobre el desarrollo de un “avión Mach 4 de 200.000 pies de altitud que podría ser una continuación del vehículo de reconocimiento estratégico Lockheed SR-71 en el década de 1990”, que informó “ha sido definida por la División de Sistemas Aeronáuticos de la Fuerza Aérea y Lockheed”.

Los esfuerzos para determinar si alguna vez se había desarrollado una nave espacial de este tipo continuaron durante años, lo que llevó a la Federación de Científicos Estadounidenses a investigar “observaciones de misteriosos fenómenos aéreos” que comenzaron a estar “conectados con los informes de 1988 de que Aurora era un avión de reconocimiento furtivo Mach 6” que se estaba desarrollando para reemplazar el SR-71”.

Al final, nunca se determinó si realmente existió tal avión no reconocido. Kelly Johnson, quien desarrolló tanto el SR-71 como su predecesor, el U-2, durante su tiempo con Lockheed, dijo más tarde que el nombre "Aurora" había sido el nombre en clave para financiar un programa negro de la Fuerza Aérea que luego se filtró durante la sesión del Congreso sobre audiencias de asignaciones, lo que llevó a los medios a suponer que se trataba de un avión hipersónico secreto.

"Aunque espero que pocos en los medios me crean", escribió más tarde Johnson, "no existe un nombre en clave para el avión hipersónico, porque simplemente no existe".

Si bien Johnson sostuvo que Estados Unidos nunca había desarrollado con éxito un sucesor hipersónico del SR-71, no es sorprendente que varias agencias y compañías aeroespaciales hayan visto una y otra vez la invocación del nombre del legendario avión en los últimos años.

Ahora, quizás para finales de la década, POLARIS parece ser la última empresa preparada para sacar su versión de AURORA de las sombras de la mitología moderna de la era espacial y convertirla en realidad.

Validación de tecnología y el camino hacia Aurora

POLARIS ha anunciado que espera comenzar a volar con su avión espacial ligero ya en 2026, con un vehículo pesado que entrará en funcionamiento a principios de la década de 2030.

Antes del desarrollo de AURORA, la empresa ha llevado a cabo la validación de la tecnología con la producción de varios demostradores de vuelo a escala.

A principios de este mes, POLARIS anunció que había comenzado las pruebas iniciales con su demostrador MIRA-Light, una versión más pequeña de su avión MIRA a escala real, que planea comenzar a probar antes de fin de año.


MIRA Light durante las pruebas de vuelo a principios de este año (Crédito: Polaris Raumflugzeuge)


Con aproximadamente la mitad del tamaño de MIRA, el vehículo MIRA-Light mide aproximadamente 2,5 metros de largo, y con el exitoso vuelo de su demostrador MIRA a gran escala a finales de este año, la compañía espera mostrar su diseño de cohete lineal aerospike, una novedosa variedad de motores que cuentan con capacidades de rendimiento significativas que superan las de los motores de cohetes tradicionales.

En abril se adjudicaron a la empresa contratos de estudio para pruebas que incluyen el encendido y el funcionamiento en vuelo. En agosto, POLARIS recibió la aprobación para vuelos de prueba temporales en espacio aéreo restringido sobre el Mar Báltico que se espera que comiencen en septiembre.

Antes de comenzar la producción del avión espacial, en los próximos meses la compañía lanzará su quinto demostrador, NOVA, como prueba final de sus innovadoras capacidades de vuelo antes de la producción de AURORA.

Impulsado por cuatro turbinas a reacción alimentadas con queroseno y un único motor de cohete de combustible líquido, POLARIS dice que el objetivo del vuelo DEMO-5 NOVA será “la demostración de la capacidad de vuelo supersónico propulsado por cohetes, seguro y repetible, a grandes altitudes, cumpliendo al mismo tiempo con todos los requisitos necesariosn del marco regulatorio requerido para la operación aeroportuaria”.


Concepto artístico de la demostración de NOVA (Crédito: Polaris Raumflugzeuge)


Se espera que NOVA se desarrolle y vuele en algún momento del próximo año, y que AURORA entre en su etapa de producción a partir de entonces en 2026.

Sin embargo, las ambiciones de la empresa no se limitan a AURORA. Para principios de la década de 2030, POLARIS espera estar posicionada para comenzar el desarrollo de la máxima expresión de su visión tecnológica actual: un avión espacial orbital pesado reutilizable, que según la compañía será un paso hacia la fabricación de vehículos espaciales de una sola etapa en órbita totalmente reutilizable (SSTO) más cerca de convertirse en realidad.

Puede obtener más información sobre POLARIS y el avión espacial AURORA, además de ver imágenes de varios vuelos de prueba recientes de su avión de demostración actual en el sitio web oficial de la compañía.



La NASA recurre a Boeing y Northrop Grumman para desarrollar aviones de pasajeros Mach 4 de ultra alta velocidad
por Christopher Plain


Ilustración conceptual de un avión comercial de pasajeros altamente supersónico Boeing. Crédito: Boeing


La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) se ha asociado con Boeing y Northrop Grumman para identificar lo que se necesita para llevar un avión de pasajeros Mach 4 de velocidad ultraalta al mercado comercial.

Al final de los contratos de doce meses, ambas empresas entregarán un conjunto de diseños y hojas de ruta tecnológicas para un vehículo comercial que puede viajar hasta cuatro veces la velocidad del sonido, incluida la propulsión, los materiales y otros obstáculos tecnológicos.

Veinte años de avances desde la muerte de los viajes comerciales supersónicos

A finales del siglo XX, los ricos podían viajar de Nueva York a Londres y regresar en el primer y último avión comercial supersónico de pasajeros, el Concorde. Desde su retirada en octubre de 2003, los viajes aéreos comerciales se han limitado a unas 600 mph o aproximadamente el 80% de la velocidad del sonido. Eso significa que en 2023, un viaje de Nueva York a Londres todavía tardará más de 8 horas.

Afortunadamente, durante ese ínterin se han desarrollado una serie de logros tecnológicos que apuntan a una nueva era de viajes supersónicos en un futuro muy cercano. Por ejemplo, los avances en la ciencia de los materiales han hecho que sea mucho más viable construir un avión que pueda viajar a Mach 4 sin desmoronarse ni quemarse. Se han producido mejoras similares en la tecnología de propulsión con el desarrollo de estatorreactores de alta velocidad y scramjets de velocidad ultraalta (estatorreactores combustibles supersónicos) capaces de propulsar un avión a velocidades supersónicas y posiblemente hipersónicas (cinco veces la velocidad del sonido).

Uno de los avances más importantes es cortesía del programa X-59 de la NASA, cuyo objetivo es reducir drásticamente el estallido sónico causado por los aviones cuando atraviesan la barrera del sonido. El estallido sónico creado por el Concorde limitó su uso a rutas en el extranjero donde un estallido audible no haría temblar las casas de las personas que vivían debajo de la ruta de vuelo.

Ahora, la NASA está encargando a sus socios de la industria que lleven esos desarrollos, y otros, al siguiente nivel al trazar una hoja de ruta para construir finalmente un vehículo comercial que pueda viajar por tierra hasta a Mach 4, reduciendo el viaje de Nueva York a Londres hasta menos de dos horas.

Los hitos tecnológicos finalmente hacen viables los viajes comerciales Mach 4

En un comunicado de prensa del 22 de agosto, funcionarios de la NASA hablaron sobre cómo, gracias a los avances realizados en las últimas décadas, los acuerdos con Boeing y Northrop Grumman están superando las teorías de los aviones Mach 4 para realizar estudios conceptuales reales.

"Realizamos estudios conceptuales similares hace más de una década a Mach 1,6-1,8, y las hojas de ruta resultantes ayudaron a guiar los esfuerzos de investigación de la NASA desde entonces, incluidos los que condujeron al X-59", dijo Lori Ozoroski, gerente de proyecto del Proyecto de Tecnología Supersónica Comercial de la NASA. "Estos nuevos estudios actualizarán las miradas a las hojas de ruta tecnológicas e identificarán necesidades de investigación adicionales para un rango más amplio de alta velocidad".

¿Un programa avanzado de vehículos aéreos que hará realidad los viajes comerciales Mach 4?

Operando bajo el Programa de Vehículos Aéreos Avanzados (AAVP) de la NASA, el equipo de Boeing incluye socios Exosonic, GE Aerospace, Georgia Tech Aerospace Systems Design Laboratory, Rolls-Royce North American Technologies y otros. El equipo de Northrop Grumman Aeronautics Systems incluye a los socios Blue Ridge Research and Consulting, Boom Supersonic y Rolls-Royce North American Technologies.

Según el comunicado, "cada equipo desarrollará elementos de la hoja de ruta que incluirán estructura del avión, potencia, propulsión, gestión térmica y materiales compuestos que puedan resistir altas velocidades supersónicas". Este esfuerzo incluye identificar qué tecnologías están listas para implementarse y qué áreas necesitan más desarrollo. Al finalizar el plazo de doce meses, cada grupo creará “diseños no propietarios” para vehículos conceptuales.

"Es realmente importante tener en nuestras manos los conceptos de diseño y las hojas de ruta tecnológicas cuando las empresas estén terminadas", dijo Mary Jo Long-Davis, gerente del Proyecto de Tecnología Hipersónica de la NASA.

Long-Davis señala que los planes de ambos equipos también deben tener en cuenta consideraciones de seguridad, eficiencia, económicas y sociales en general. "Es importante innovar de manera responsable para devolver beneficios a los viajeros y no dañar el medio ambiente", afirmó el director del proyecto.

Finalmente, el comunicado señala que tras la conclusión del período de doce meses y la evaluación de los diseños presentados por cada equipo, la NASA y sus socios industriales y académicos “decidirán si continúan la investigación con sus propias inversiones”.



La USAF tiene como objetivo acelerar el desarrollo de un nuevo y transformador prototipo de avión con cuerpo de ala combinada
por Micah Hanks


USAF


La Fuerza Aérea de los EE. UU. está avanzando con planes para desarrollar un prototipo de avión con cuerpo de ala mixta (BWB) capaz de ampliar el alcance, reducir los requisitos de combustible y aumentar la entrega de carga útil.

El miércoles, la Fuerza Aérea otorgó a la compañía aeroespacial de California JetZero 235 millones de dólares destinados a acelerar el desarrollo de diseños de aviones BWB tanto para usos militares como comerciales, según un comunicado de prensa.

Dado que los diseños tradicionales de aviones de tubo y alas ya se han estancado en términos de mejoras de eficiencia, JetZero está diseñando una estructura de avión completamente nueva que combina el cuerpo del avión en un ala de alta relación de aspecto.

El diseño innovador reduce el uso de combustible y las emisiones a la mitad y reduce la resistencia aerodinámica en cerca de un 30%. El aumento de sustentación y eficiencia de los que son capaces los aviones BWB ampliará el alcance general, así como la entrega de carga útil y una serie de otras capacidades para los aviones en el arsenal de la Fuerza Aérea, que, según dice, "son vitales para mitigar los riesgos logísticos".

El miércoles, el secretario de la Fuerza Aérea, Frank Kendall, dijo que los aviones BWB ofrecerían una solución económica a cuestiones relacionadas con el combustible, la autonomía y otras demandas crecientes.

"Mover fuerzas y carga de manera rápida, eficiente y a larga distancia es una capacidad crítica para permitir la estrategia de seguridad nacional", dijo Kendall. Según las estimaciones actuales, las configuraciones de aviones BWB podrían sustituir a varios aviones actualmente utilizados por la Fuerza Aérea, cuyas necesidades totales de combustible ascienden a casi el 60% de la cantidad que consume anualmente.

El avión que JetZero está desarrollando actualmente también se construirá con propulsión de hidrógeno en mente, con capacidad de conversión a este combustible de cero emisiones en los próximos años.

Según un comunicado de prensa emitido por la compañía, los 235 millones de dólares otorgados por la Unidad de Innovación de Defensa del Departamento de Defensa se suministrarán durante un período de cuatro años, y se espera que el primer avión de demostración esté terminado a principios de 2027.

La compañía dijo que colaborará con Northrop Grumman, Scaled Composites y Pratt & Whitney GTF, quienes proporcionarán recursos para el desarrollo de nuevos aviones de JetZero.

La Fuerza Aérea dijo el miércoles que además de los 235 millones de dólares que JetZero recibirá durante los próximos cuatro años, se "esperará una inversión privada adicional" para ayudar a acelerar el nuevo esfuerzo.

Aunque los diseños de aviones BWB han sido estudiados por agencias como la NASA durante casi tres décadas, los avances recientes en la fabricación, el diseño y la tecnología de materiales sólo ahora han permitido una producción práctica a gran escala. En los últimos años, el ejército de China también ha comenzado a implementar diseños BWB en aviones no tripulados que el país está desarrollando.

Tanto la aviación militar como la comercial han fomentado el desarrollo de aviones más eficientes, aunque las recientes preocupaciones relacionadas con el clima han acelerado los esfuerzos para hacer realidad esos diseños. JetZero y sus socios creen que las emisiones cero serán posibles en los próximos años, un objetivo que ha convertido en su foco central.

"El BWB es el mejor primer paso en el camino hacia cero emisiones de carbono", dijo el miércoles el director ejecutivo de JetZero, Tom O'Leary.

"Ofrece un 50% menos de consumo de combustible utilizando los motores actuales y la eficiencia de la estructura del avión necesaria para respaldar una transición hacia una propulsión con cero emisiones de carbono en el futuro", añadió O'Leary.

"Ningún otro avión propuesto se acerca en términos de eficiencia".

La vicesecretaria de Defensa, Kathleen Hicks, dijo en un comunicado el jueves que "el ahorro de combustible proyectado del BWB del 30% con respecto a los aviones tradicionales ayudaría a mitigar los riesgos logísticos y permitiría capacidades críticas como mayor alcance, tiempo de merodeo y capacidades de descarga".

"Un BWB exitoso sería una buena noticia para el Departamento, nuestros combatientes, la industria aeroespacial estadounidense y el contribuyente estadounidense", añadió Hicks.



Bienvenidos a la Tercera Era Espacial
Mientras el Comando Espacial de EE. UU. celebra su cuarto aniversario el 29 de agosto, su comandante adjunto explica por qué los sectores espaciales civil, comercial y de seguridad nacional son cada vez más interdependientes.
por el teniente general John Shaw


El teniente general de la Fuerza Espacial de los EE. UU., John Shaw, comandante adjunto del Comando Espacial de los EE. UU., habla en el 38.º Simposio Espacial, Colorado Springs, Colorado, el 19 de abril de 2023. Crédito: Comando Espacial de los EE. UU.


Nos encontramos en medio de una gran transformación social, pero pocos son conscientes de lo que realmente la impulsa.

La mayor parte del mundo desarrollado vive en una era de conveniencia sin precedentes, facilitada por el rápido acceso a bienes, servicios e información globales. Nuestro modo de vida moderno (desde los cajeros automáticos, las farolas y las operaciones en Wall Street hasta nuestra conexión a través de las redes sociales y la gratificación instantánea a través de Uber eats) se debe abrumadoramente a los servicios proporcionados por el espacio (y a aquellos habilitados en gran medida por la innovación militar estadounidense).

Pero esto es sólo el comienzo. Si bien Hollywood aún tiene que cumplir con los aeropatines y los autos voladores, sus sectores de seguridad nacional, comercial y espacial civil están convergiendo de maneras nunca antes vistas.

Damas y caballeros, bienvenidos a la Tercera Era Espacial.

Lo que se avecina es el regreso de la humanidad a la Luna (esta vez para quedarse), así como estaciones espaciales construidas comercialmente, infraestructura de servicios en órbita y turismo espacial de rutina. Y, por mucho que nosotros (incluidas nuestras agencias espaciales de seguridad nacional) queramos garantizar que el espacio esté reservado para usos pacíficos y un mayor desarrollo económico “supraglobal”, las travesuras en este ámbito ya han comenzado.

De hecho, el acontecimiento más significativo de la Tercera Era Espacial es el surgimiento y avance de amenazas y el potencial de conflicto que se extiende al dominio.

En los últimos años, tanto Beijing como Moscú han demostrado capacidades antisatélites que van desde diversos sistemas de interferencia hasta plataformas cinéticas de eliminación, y continúan mejorando estas capacidades.

Este es un hecho desagradable, pero tampoco debería ser una sorpresa. Ningún dominio en la historia de la humanidad (tierra, mar, aire, cibernético) ha sido inmune a las amenazas una vez que las ventajas y capacidades en esos dominios alcanzaron un punto en el que podrían ser útiles, incluso decisivos, para los esfuerzos económicos o militares.

Ahí es donde entra en juego el Comando Espacial de EE. UU. Nos establecimos hace cuatro años, el 29 de agosto de 2019, para proteger y defender dentro del dominio espacial contra tales amenazas: garantizar la prestación continua de servicios espaciales a dominios terrestres, garantizar la seguridad de astronautas en tránsito a la Estación Espacial Internacional y eventualmente a la Luna, y para garantizar la confianza de la base industrial estadounidense para continuar desarrollando el dominio.

El sector comercial toma la delantera

Para que el Comando Espacial de EE. UU. proteja el dominio de actividades nefastas, la Tercera Era Espacial y la convergencia de sectores espaciales que la acompaña requiere que la comunidad global evolucione la forma en que todos vemos el espacio y amplíe nuestras capacidades para operar dentro del dominio.

Además de la aparición de amenazas, otra característica definitoria de la Tercera Era Espacial es cómo el sector comercial ha tomado el liderazgo en innovación y creatividad, a diferencia de la Primera y Segunda Era Espacial.

La Primera era espacial coincidió con la Guerra Fría, desencadenada por el lanzamiento del Sputnik de la Unión Soviética en 1957 y que terminó con la desintegración de la Unión Soviética en 1991. En esta era, las actividades espaciales estaban dominadas por el sector de seguridad nacional de Estados Unidos, que desarrolló capacidades avanzadas de vigilancia y reconocimiento estratégico, incomparables incluso hoy en día.

Con la caída de la Unión Soviética, entramos en la Segunda Era Espacial, donde la NASA hizo rutinarios los vuelos espaciales tripulados a la órbita terrestre baja. En esfuerzos paralelos, la industria espacial comercial desarrolló sus primeras capacidades espaciales a gran escala mientras buscaba mercados para comunicaciones globales más baratas, Direct TV y aplicaciones para las señales del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) proporcionadas por el gobierno civil, que ahora están inseparablemente infundidos en las vidas del público mundial.

En el sector espacial de seguridad nacional, las actividades se centraron en ofrecer capacidades espaciales hasta el nivel táctico, con mayor precisión, puntualidad y escala. Sin embargo, todo esto ocurrió en un dominio espacial que, en ese momento, era benigno y carente de amenazas.

Ese ya no es el caso.

Ahora, a medida que el sector comercial toma la iniciativa en el desarrollo de tecnología y capacidades de la era digital en esta Tercera Era Espacial, el sector de seguridad nacional se convertirá en un cliente exigente.

Para garantizar que podamos proteger el dominio, el sector de seguridad nacional llama a la base industrial a desafiar la forma en que hemos construido satélites (caros, con ciclos de vida largos y combustible limitado) y a reimaginar cómo podemos maniobrar en el dominio.

El sector de seguridad nacional requiere nuevas capacidades en el dominio, desarrolladas para la concientización del dominio espacial, entre otras necesidades del área de la misión, no centradas solo en brindar servicios terrestres, sino también mirar dentro y a través del sistema más amplio Tierra-Luna, y más allá.

Mientras la industria continúa preguntando si el sector de seguridad nacional mantendrá a flote la base industrial hasta que el mercado esté maduro para invertir en nueva tecnología y nuevos conceptos, nuestra respuesta es “¡Esta es la Tercera Era Espacial!”

Si bien el sector de la seguridad nacional será un cliente exigente, no somos el único cliente. A medida que la humanidad expanda su presencia en el espacio y más actores se adentren más en las estrellas, se necesitarán sensores espaciales, retransmisiones de comunicación hacia y desde la Luna, reabastecimiento de combustible en órbita y todo lo que pueda ser necesario para los puertos espaciales y preparación de carga.

Quizás la característica más notable de esta Tercera Era Espacial es el grado en que todos los sectores y actores espaciales se han vuelto inexorablemente interdependientes unos de otros. El espacio civil necesita soluciones comerciales y una asociación de seguridad nacional. El espacio comercial necesita mecanismos de seguridad para garantizar la seguridad y la estabilidad en el dominio. Y el espacio de seguridad nacional simplemente no puede funcionar por sí solo.

Estamos todos juntos en esto, en todos los sectores y en todas las naciones.

El teniente general de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, John Shaw, es el subcomandante del Comando Espacial de los Estados Unidos. Es un operador espacial e ingeniero astronáutico de carrera y es autor de varios trabajos sobre cuestiones espaciales de poder espacial y seguridad nacional. Las opiniones expresadas son las del autor y no reflejan la política o posición oficial de la Fuerza Espacial de los EE. UU., el Departamento de Defensa o el gobierno de los EE. UU.



La defensa de la parapsicología "seria" que hace este investigador del CSIC de Alicante: "Es ciencia"
Consciente de lo denostada que está por los "comerciantes de misterios", Álex Gómez-Marín recuerda que está reconocida por la UNESCO. 
por Emilio Martínez 


Recreación de la cuerda floja por la que discurre el científico que pone en valor la parapsicología.


En el capítulo de hoy de la sección 'En los márgenes de la consciencia', el físico teórico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alex Gómez-Marín (Barcelona, 1981) vuelve a romper una lanza por un campo tan cuestionado como es el de la parapsicología. Estos son los motivos que aporta el director del laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante en esta entrevista.

La parapsicología, ¿cómo la definirías?

Aunque esté en el imaginario de muchos, la parapsicología no es el estudio de fantasmas en casas abandonadas de madrugada con unos colegas. La parapsicología es una ciencia y se ocupa de los fenómenos anómalos de la mente, yendo “más allá” de los procesos cognitivos ordinarios pero quedándose en el “más acá” de nuestra vida mental. Es decir, es un término práctico que caracteriza una zona de investigación a menudo innominada entre lo normal y lo patológico. Yo lo veo como el estudio científico de lo supernormal.

Su etimología ofrece algo de luz: el prefijo “para” significa “junto a”, “al margen de”, o incluso “contra” — como en las palabras paradigma, paralímpico, paramagnético, parafarmacia, paramilitar, or parasimpático. Dicho de otro modo, el parapsicólogo estudia seria y sistemáticamente (aparentes) anomalías de comportamiento, consciencia y cognición que tienen lugar “junto a”, “al margen de” o en (aparente) contradicción con la visión de la realidad ofrecida por el (aparente) sentido común o la ciencia establecida. Es decir, fenómenos que son anómalos no sólo porque no tienen explicación sino porque parece que no puedan tenerla. Pero esto no significa que no existan, sino precisamente que hay que investigarlos más a fondo, lo cual no debería ser un fastidio sino un acicate para la ciencia.

La palabra “anomalía” es clave, pues lo que está en juego es la (aparente) recepción y emisión anómala de información entre mentes y entre mente y materia, como la percepción extrasensorial o la precognición. Todo se resume parafraseando la letra de la canción más famosa de David Bisbal: “Anomalía, ¿cuándo serás mía? Si te entendiera, todo cambiaría.”

Has reconocido lo denostada que está esta palabra, entiendo por aquellos que han abusado de ella. ¿Supone esto el 99% de la parapsicología para ti?

Las parapsicólogas de verdad son como las meigas: la mayoría de la gente no cree en ellas, pero haberlas, haylas. Sin embargo, entre los “inquisidores de criterios” y los “comerciantes de misterios” la ciencia de lo anómalo apenas tiene espacio para respirar. Se cae tan fácilmente en el fundamentalismo: unos dicen que “todo es mentira” (esa es su única verdad) y otros que “todo vale” (excepto que les cuestionen su chiringuito). A unos les sobran los tornillos que los otros han perdido. Es una tragicomedia entre vende-humos y apaga-fuegos, entre el fraude risible de los del “sí” y el dogmatismo gruñón de los del “no”.

La “parapsicología de entretenimiento” ha permitido que se hable de estos temas con mayor libertad (lo cual considero un avance), pero también ha hecho un flaco favor a los que queremos estudiarlos en serio.

Una forma elocuente y aguda de describir la situación es apuntar, como dice el investigador y escritor Manuel Carballal, que hay demasiados “parasitólogos”, es decir, gente que vive instalada en el discurso superficial del misterio parasitando a la parapsicología. A pesar de su sana curiosidad, el objetivo principal consiste en generar atención e ingresos. La “parapsicología de entretenimiento” ha permitido que se hable de estos temas con mayor libertad (lo cual considero un avance), pero también ha hecho un flaco favor a los que queremos estudiarlos en serio, pues no es lo mismo el comentario sensacionalista de un tertuliano sobre una supuesta foto de móvil borrosa de la oreja del monstruo del lago Ness, que un estudio complejo y controlado de visión remota en condiciones de laboratorio por un equipo multidisciplinar llevado a cabo durante años. Como dice el refrán, cuando se trata de entretenimiento a menudo entretengo y miento… Algo parecido sucede también en el negocio del desenmascaramiento.

¿A qué te refieres?

A parte de los “parasitólogos”, luego están lo que yo llamo “paragritólogos”. Estos básicamente se pasan el día gritando “¡pseudociencia!”, “¡blasfemia!", “¡oscurantismo!”. Lo hacen normalmente desde el sillón de su casa y a través de las redes sociales. Amedrentar así al personal es cómodo y barato. Parece que poco trabajo de campo llevan a sus espaldas, y no suelen citar los muchos artículos científicos revisados por pares y publicados en revistas especializadas que contradicen su mantra negacionista. ¿Los habrán leído?

Su trabajo consiste principalmente en ir a la contra. Denuncian pero no anuncian casi nada. Imponen pero poco proponen. Si te interesan las anomalías, van a por ti. Su método no es el científico, sino el del oprobio. Prefieren pisar a las personas que los laboratorios. Adulteran el discurso del método Cartesiano, pues su método es precisamente el discurso. Consignas, panfletos y pensamiento en manada. Los “ultras” de la razón se vuelven poco razonables, incluso irracionales.

Entiendo que no soporten a los farsantes de lo paranormal (yo tampoco), pero de nuevo hacen un flaco favor a los que queremos estudiar estas cuestiones con la templanza, la paciencia, y el rigor que la ciencia requiere. Con tanto grito uno no puede concentrarse en la investigación, incluso no se puede ni decir en público que te interesa el tema (yo me arriesgo cada sábado aquí cuando lo hago), y ya no digamos conseguir financiación pública para estudiar “los márgenes de la consciencia”. Además, es curioso que se metan, por ejemplo, con el acupuntor de pueblo pero no digan ni pío sobre las grandes farmacéuticas. Amparados, promovidos quizás, por una suerte de lobbies político-mediáticos, su trabajo es más ideológico que lógico.

En resumen, y volviendo a tu pregunta anterior, los pocos parapsicólogos que existen se encuentran entre la espada de los “paragritólogos” y la pared de los “parasitólogos”. Son como hormigas tratando de sobrevivir entre los saltamontes del misterio y los Pepito grillos del vilipendio. A unos se les llena la boca, a otros los bolsillos, pero ambos andan con las manos vacías. Les damos las gracias por hacer que se hable y por hacer callar. Y ahora que nos dejen trabajar.

Entonces, si yo te pregunto, la parapsicología ¿es ciencia o no es ciencia?

Fíjate que el término “parapsicología científica” suena a pleonasmo (como “madrugar temprano”) pero también a oxímoron (como “copia original”). Yo sostengo que es una ciencia de hecho y por derecho. Sin embargo, por razones complejas (empíricas y conceptuales, pero también históricas y sociológicas), a menudo se la calumnia como “pseudociencia”. Quizás sea más bien una “protociencia”. Queda tanto por hacer…

Aunque sea una palabra fea, maltratada, y difamada, es importante remarcar que la parapsicología está reconocida por la UNESCO con su nomenclatura internacional para los campos de Ciencia y Tecnología con el código 6110. Además, la “Parapsychological Association”, asociación internacional de psicólogos profesionales está afiliada a la prestigiosa Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, donde encontramos revistas tan glamorosas como Science.

No sólo defiendo la posibilidad del estudio científico de las anomalías metapsíquicas, sino el derecho, y me atrevo a decir, la necesidad de hacerlo.

Ya lo hemos hablado en anteriores entrevistas, y no me canso de repetirlo: si se utiliza “el método” científico, es ciencia. Si no, no. Da igual el tema que se investigue. Lo importante es hacerlo bien. Déjame que añada algo de perogrullo: científicos los hay buenos y peores, como los abogados, los camareros, o los fontaneros. Reflexionemos: ¿no abrimos el grifo porque no sale agua, o no sale agua porque no abrimos el grifo? Los que no crean en nada que no pueda demostrarse en el laboratorio (so pena de cientificismo) que dejen que se investiguen estos fenómenos en el laboratorio. Suena obvio pero no lo es. Luego habrá que ver qué había detrás, cuántas de esas anomalías se vuelven más normales, cuántas persisten como indomables, y si hay grandes sorpresas. Si no lo investigamos no lo podemos saber. Por lo tanto, no sólo defiendo la posibilidad del estudio científico de las anomalías metapsíquicas sino el derecho, y me atrevo a decir, la necesidad de hacerlo.

A pesar de las toneladas de paja (mediática y académica), hay que ir al grano y buscar ese 1% para estudiarlo racionalmente. Pero, para no violar el espíritu científico, la investigación debe suceder antes que el juicio, pues la negación es una aseveración que requiere también de pruebas. Es imprudente “tirar al bebé junto con el agua de baño”, es decir, desechar lo valioso al deshacerse apresuradamente de lo innecesario. Además, hablando de agua, ¡hay que mojarse! Uno no encuentra pepitas de oro en el Misisipi sentadito mirando desde la orilla.

Hablabas de los parapsicólogos honestos, también en España hay, ¿qué historia tienen?

Es una historia fascinante, convulsa, y olvidada. Si me permites, emplazo a quien quiera saber más, o simplemente algo de ella, a que le eche un ojo al último libro de Manuel Carballal, titulado “Investigación PSI: Una historia de la parapsicología científica y universitaria en España”. Es su visión del tortuoso camino de la parapsicología en nuestro país durante los últimos cincuenta años. Un viaje de casi setecientas páginas donde encontramos figuras fundacionales como el Padre Pilón, sabios como Alfredo Bonavida, y donde se rescata del olvido a un considerable número de gente seria que ha escudriñado el fenómeno, así como denuncias de célebres casos fraudulentos. Es bueno saber que todo esto ha existido (y existe) en nuestro país (y fuera de él). Así seremos más conscientes de dónde venimos, dónde estamos, y adónde queremos ir. Abogo por una parapsicología científica “made in Spain”.

Si la parapsicología es ciencia, la ciencia son hechos. ¿Qué hechos demostrables han contribuido a aclarar la parapsicología?

Esta es probablemente la pregunta más importante de toda la entrevista desde el punto de vista estrictamente científico. Si te parece la dejamos para la siguiente entrega, pues hay mucho que contar, y preferiría hacerlo minuciosamente.

Déjame acabar con una invitación a modo de manifiesto: tanto si eres científico como si no lo eres, y especialmente si eres escéptico de verdad, pongámonos en contacto y trabajemos juntos. Aunque seamos minoría, no estamos solos. Dejemos nuestras guerras de guerrillas. Lleguemos a acuerdos, aún estando en la cuerda floja. Bajemos el volumen de la divulgación barata y de la dogmática, y trabajemos para culturizar a los demás y a nosotros mismos. Busquemos, constatemos, y experimentemos. La aventura del conocimiento es difícil pero maravillosa.



Fuente: elespanol.com

miércoles, 30 de agosto de 2023

Arriban a San Juan las piezas para la instalación de CART, el radiotelescopio chino-argentino
Contribuirá a mejorar las tecnologías satelitales de observación de la Tierra y de navegación GPS. Se trata de uno de los primeros instrumentos de este tipo que están ubicados en el hemisferio sur.
Por Nicolás Retamar


El radiotelescopio tiene un plato de 40 metros de diámetro y pesa más de mil toneladas. Imagen: UNSJ

Durante las últimas semanas comenzaron a llegar al Complejo Astronómico ubicado en el Parque Nacional El Leoncito, provincia de San Juan, las primeras piezas del radiotelescopio chino-argentino denominado CART. El equipamiento servirá para explorar el universo de forma conjunta entre ambos países. Se espera que el equipo comience a funcionar a mediados de 2024 y contribuya a mejorar las tecnologías satelitales de observación de la Tierra y de navegación GPS.

El Radiotelescopio, que tiene un plato de 40 metros de diámetro y pesa más de mil toneladas, está formado por tres partes principales: la antena, el receptor y el sistema de procesamiento de datos. "La antena es la encargada de recolectar la señal proveniente del cielo. El receptor es el encargado de tomar la energía suministrada por la antena y de acondicionar la misma a niveles y frecuencias adecuadas para su registro. Por su parte, el procesamiento de datos se realiza mediante un sistema de computación”, explica Marcelo Segura, manager del proyecto.

En concreto, CART trabajará en los campos de Radioastronomía y Geodesia Espacial. Hasta ahora, la mayoría de los radiotelescopios de este tipo se encuentran en el hemisferio norte. La instalación del equipo en San Juan no solo ayudará a mejorar la cobertura global de la red y beneficiará a todos los países del mundo, sino que servirá para estudiar el hemisferio sur, especialmente Argentina.

“La Radioastronomía se dedica a la exploración del universo mediante la detección de señales electromagnéticas en longitudes de onda de radio. Hay muchos objetos celestes que emiten en esas longitudes de onda”, cuenta Ana María Pacheco, astrónoma de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) e integrante del Comité Científico del CART. Por ejemplo, hay objetos denominados púlsares que se comportan como una especie de faro costero: brillan por unos segundos, se apagan y al rato vuelven a prenderse. Otros cuerpos interesantes que emiten en onda de radio son los cuásares, galaxias luminosas muy distantes de la Tierra.

Por su parte, la Geodesia Espacial trabaja con señales electromagnéticas que permiten el posicionamiento preciso sobre la superficie de la Tierra. En este sentido, “CART servirá de apoyo para la técnica conocida como GPS y será parte del marco de referencia terrestre internacional”, destaca Pacheco.

20 años de trabajo

El acuerdo entre Argentina y China comenzó a gestarse en 2004 bajo la presidencia de Néstor Kirchner. Siete años después se firmó el primer Memorando de Entendimiento entre la Academia de Ciencias Chinas, el Conicet, la Universidad Nacional de San Juan y el gobierno provincial. En 2012, la UNSJ y el Observatorio Nacional de Astronomía de China acordaron la construcción colaborativa del Radiotelescopio.

“En 2014 fui designado como manager del proyecto y al año siguiente se firmó el Acuerdo Marco cuatripartito entre la UNSJ, el Conicet, el gobierno de San Juan y el Observatorio de China”, recuerda Segura. Dos años después, el Instituto Sismológico Volponi y el Instituto de Materiales y Suelos (ambos pertenecientes la Universidad) realizaron estudios de suelo y en 2017 se colocó la piedra fundamental del CART en El Leoncito.

En la actualidad ya se encuentra finalizada la base y los sensores sísmicos necesarios para la instalación del CART. Incluso, además del equipamiento necesario, ya aterrizó en San Juan el primer grupo de técnicos chinos que, junto a especialistas locales, montarán el radiotelescopio.

Capital nacional del astroturismo

Ver el cielo nublado en San Juan es algo casi imposible. De hecho, la mayoría de los días están despejados y esta particularidad se transforma en un privilegio a nivel mundial para la observación astronómica. Por eso, la Provincia cuenta con varios sitios dedicados al rubro.

Dos de ellos son el Complejo Astronómico El Leoncito, que depende del Conicet, y la Estación de altura Carlos U. Cesco (CASLEO), que depende la UNSJ. Este último se caracteriza por la oscuridad de su cielo nocturno: más de 250 noches por año despejadas de nubes casi sin viento. Además, tiene una atmósfera especial ya que está exenta de contaminación y un escaso contenido de vapor de agua.

También, en la ciudad de San Juan se encuentra el Observatorio Félix Aguilar y el Museo Astronómico Reinaldo Carestia. De esta manera, miles de turistas quedan cautivados por los cielos de una provincia especial.



El INTI consideró un “hito tecnológico” su nueva planta destinada a la producción de medicamentos
El organismo científico producirá ingredientes farmacéuticos activos que son claves para sustituir la importación de insumos claves para la industria farmacéutica y la salud pública.


El INTI inauguró una nueva planta de Ingredientes Farmacéuticos Activos.

En el Instituto Nacional de Tecnología Industrial se inauguró la primera planta pública para la producción de Ingredientes Farmacéuticos Activos (IFAs), sustancias responsables de la función terapéutica en los medicamentos. Su puesta en funcionamiento permitirá impulsar el desarrollo y la innovación en el sector farmoquímico y farmacéutico, y promover tanto la sustitución de importaciones como la exportación de nuevos productos en un mercado que a nivel global significa más de USD 22.000 millones por año.

Las capacidades facilitarán la colaboración con el sistema científico nacional para potenciar las oportunidades de transferencia de sus desarrollos a través del escalado de procesos y la producción de lotes de compuestos, candidatos a nuevos fármacos destinados a estudios clínicos. Asimismo, se fortalecerán los vínculos con laboratorios públicos nacionales, aportando suministros de insumos estratégicos y de alto costo.

Argentina vuelve a mostrar que está en la avanzada tecnológica. Esta nueva planta que pusimos en marcha en el INTI es un nuevo logro de la sinergia público y privada, y posiciona a la industria farmacéutica nacional a la vanguardia mundial porque nos va a permitir producir un insumo clave en la cadena que hasta hoy importamos en más de un 90%”, resaltó el secretario de Industria y Desarrollo Productivo de la Nación, José Ignacio de Mendiguren. “Esto se logra con gente capaz, formada y comprometida como los profesionales del INTI”.

“La inauguración de este establecimiento nos permitirá sustituir gradualmente la importación de IFAs, que actualmente provienen mayoritariamente de China e India. La independencia en este sector es estratégica, para garantizar el acceso a los medicamentos y evitar situaciones de desabastecimiento como las que atravesamos a nivel mundial durante la pandemia de COVID-19”, destacó la presidenta del INTI, Sandra Mayol.

Síntesis química

La nueva planta contará con capacidad instalada para realizar procesos de síntesis química en una escala de hasta 160 litros que permitirá realizar producciones de medicamentos de alto valor económico y sanitario. Operará en condiciones de Buenas Prácticas de Manufactura; y estará habilitada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT).

La construcción de esta nueva planta piloto para la producción de ingredientes farmacéuticos comenzó a realizarse en 2021 con una inversión conjunta en infraestructura y equipamiento de más de 2,5 millones de dólares, financiada por la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo de la Nación y los ministerios de Salud y de Ciencia, Tecnología e Innovación.




Productos estratégicos

Buscando a aportar e identificar productos estratégicos, en articulación con la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP), el INTI seleccionó 80 IFAs con potencial de ser producidos en la planta piloto, incluyendo algunos vinculados al tratamiento de enfermedades desatendidas como Chagas, Tuberculosis y Fibrosis quística.

“Entre los proyectos en los que estamos trabajando se encuentra el de la producción de uno de los activos que se utiliza para el tratamiento de la tuberculosis, destinado a un laboratorio público que está desarrollando una nueva formulación”, señaló María Julieta Comin, gerenta de Desarrollo Tecnológico e Innovación del INTI.

En el marco del apoyo del gobierno nacional al sistema científico-tecnológico, se ha podido recuperar todo el potencial del Instituto y avanzar en temas estratégicos que impactan positivamente en el desarrollo productivo. El desafío se centra en transferir estas capacidades para aportar al agregado de valor a nivel federal y fomentar las exportaciones argentinas de IFAs a un mercado global estimado en US$ 22 mil millones anuales.

Argentina cuenta con una industria farmacéutica establecida, que mantiene una importante ventaja comparativa en relación con otros países de la región gracias a la presencia y participación de laboratorios de capitales nacionales en el mercado interno. Sin embargo, más del 90% de los IFAs que utiliza son de origen importado y esta es una de las principales problemáticas que se busca revertir a partir de la inauguración de la planta piloto en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial.



lunes, 28 de agosto de 2023

‘Es como hacer una expedición al Ártico con científicos alemanes en 1943’: la vida en la Estación Espacial Internacional en tiempos de guerra
En la ISS, los astronautas de Rusia y Occidente comparten una nave del tamaño de una casa familiar numerosa. Entonces, ¿qué pasó cuando Moscú inició un conflicto a 400 kilómetros abajo en la Tierra?
por Stephen Walker


Credito: Dima Zel/Shutterstock


Una tarde de enero de 2015, Terry Virts, un astronauta de la NASA a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS), decidió visitar la sede rusa, reunirse con sus colegas rusos y contemplar la vista. Para las vistas, nada supera a la estación espacial. Desde esta posición en órbita aproximadamente a 250 millas (400 km) sobre la Tierra, decenas de astronautas se han vuelto líricos sobre la belleza de nuestro planeta: sus fascinantes amaneceres y atardeceres en rápido movimiento, sus colores brillantes y su sorprendente fragilidad.

Virts, ex piloto del transbordador espacial de 47 años y en su segunda visita a la estación espacial, había experimentado todo esto él mismo y lo volvería a vivir muchas veces. Pero esta noche sería diferente.

Junto a Virts junto a la ventana estaba Alexsandr Samokutyayev. Tres años menor que Virts, el cosmonauta ruso también realizaba su segunda visita a la estación espacial. Ambos hombres habían sido pilotos militares en sus países. Hablaban los idiomas del otro. Intercambiaron regalos de Navidad. Eran amigos. Ahora el ruso y el estadounidense flotaban amigablemente uno al lado del otro en la microgravedad de la órbita y contemplaban el mundo que había debajo.

Generalmente por la noche las zonas habitadas de la Tierra presentan un espectáculo sensacional de deslumbrantes luces urbanas. Pero en ese momento la estación espacial pasaba sobre el este de Ucrania. Abajo reinaba la oscuridad, interrumpida por repentinos destellos rojos. Estaban viendo una guerra.

Había pasado sólo un año desde que Rusia se anexó Crimea. Ahora las fuerzas prorrusas se enfrentaban a los ucranianos en su frontera oriental. Los dos hombres se quedaron mirando, paralizados. "Estábamos viendo cómo la guerra rusa mataba a personas desde el espacio", me dice Virts. “Ambos nos miramos. Fue un momento sombrío. Pero no dijimos una palabra”.

Hoy en día se disparan muchas más armas y los astronautas y cosmonautas de la estación espacial también ven lo que vieron Virts y Samokutyayev, y mucho más. El hecho de que estén allí juntos hace que Virts se enoje mucho. "Es como asociarnos con científicos alemanes en 1943 para emprender una expedición al Ártico", dice. "Eso es básicamente lo que estamos haciendo ahora". Sus propias relaciones con sus antiguos camaradas rusos se han derrumbado casi por completo. El año pasado, el propio Samokutyayev, ahora miembro de la Duma Estatal rusa, fue sancionado por el Reino Unido y otras naciones occidentales. Ha demostrado ser un partidario activo de la invasión de Vladimir Putin. "Es una traición", dice Virts, "al nivel más profundo".


Comandante Terry Virts. Fotografía: Larry French/Getty Images


Traición o no, desde que comenzó la guerra, la palabra oficial de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), así como de sus agencias canadienses y japonesas, ha sido que todo sigue igual a bordo de la ISS. En abril de este año, su socio ruso Roscosmos, una corporación estatal, se comprometió formalmente a continuar las operaciones en la estación hasta 2028, apenas dos años antes de la fecha prevista para su desmantelamiento. Si bien todas las demás empresas espaciales conjuntas entre Occidente y Rusia han sido canceladas, y mientras Estados Unidos y sus aliados están imponiendo el mayor paquete de sanciones de la historia a Rusia, la estación espacial sigue siendo inmune, una zona libre de sanciones. “Está exento”, me dice Robyn Gatens, directora de la ISS de la NASA, desde su oficina de Houston. "Hacemos negocios juntos".

Llegaremos al porqué un poco más adelante. Mientras tanto, esta maravilla de la ingeniería formada por laboratorios y viviendas sigue orbitando la Tierra a 10 veces la velocidad de una bala de rifle, 16 veces al día, todos los días, tal como lo ha hecho durante el último cuarto de siglo: flotando en un entorno físico y algunos podrían decir moral, vacío, muy por encima del desorden que hay aquí abajo. Cuatro nuevos compañeros de tripulación, incluidos un ruso y un estadounidense, despegaron esta mañana y se espera que atraquen en la estación mañana. Antes de eso, en el interior vivían siete personas: tres estadounidenses (Stephen Bowen, Warren Hoburg, Frank Rubio); tres rusos (Sergey Prokopyev, Dmitri Petelin, Andrey Fedyaev); y, quizás un poco torpemente en el medio metafórico, un emiratí, el sultán al-Neyadi. A medida que la guerra en Ucrania se cobra más vidas en ambos bandos y los gritos entre Rusia y Occidente se hacen más fuertes, estos siete humanos han tenido que coexistir en el espacio durante meses. Y tres de ellos han tenido que hacerlo desde hace casi un año.


Imagen satelital de Mariupol, Ucrania, 2022. Fotografía: Maxar/DigitalGlobe/Getty Images


Su casa es aproximadamente del tamaño de una casa de seis habitaciones, con áreas de vida y de trabajo separadas para los rusos y los estadounidenses (los emiratíes duermen con estos últimos, como lo hacen todos los no rusos) conectadas por un corredor – “unos 10 a 15 segundos de distancia”, explica el astronauta canadiense Bob Thirsk, que estuvo allí en 2009. Y, aparte de algún que otro paseo espacial en el entorno más hostil, no tienen absolutamente ningún lugar adonde ir.

¿Cómo se las arreglan allí arriba? ¿Cómo funcionan cuando sus países están en desacuerdo o cuando Putin amenaza con emprender una guerra nuclear? ¿Mencionan la guerra? Y a medida que la EEI se acerca a su 25º aniversario en noviembre, ¿hasta qué punto se ha alejado de los ideales internacionales subrayados en su nombre? En 2014, incluso fue nominada al Premio Nobel de la Paz. Pero, ¿la asociación actual entre Rusia y Occidente se parece más a uno de esos horribles matrimonios en los que a ambas partes les encantaría salir pero están realmente estancados?

Para encontrar respuestas a esas preguntas, es necesario comenzar por el principio, con la propia estación espacial. ¿Qué es exactamente y para qué sirve?

En pocas palabras, dice Charles Bolden, un alegre exastronauta de 77 años y jefe de la NASA desde 2009 hasta 2017, la estación espacial existe para mejorar nuestras vidas en la Tierra. Incluso él sonríe ante la grandiosidad de esa afirmación. "Sé que suena un poco trivial", añade, "pero eso es un hecho". Los 16 módulos presurizados que hoy componen la estación están diseñados en torno a un propósito central: ser un laboratorio en órbita permanentemente habitado. A lo largo de décadas, se han realizado miles de experimentos en las condiciones únicas de la microgravedad. Con entusiasmo, Bolden comienza a enumerar algunos de los resultados que salvaron vidas, como la ingeniería de cristales de proteínas que, según afirma, ha ayudado a dar forma a las vacunas modernas contra el cáncer.

Bolden explica que era “una cuestión de necesidad” que la ISS se volviera internacional. La estación fue concebida originalmente durante la administración Reagan como un proyecto llamado Freedom, pero resultó demasiado costosa y, a pesar de varios cambios importantes en el diseño, nunca se construyó. A principios de los años 90, la URSS se había derrumbado y Rusia estaba sumida en el caos. Pero los rusos conocían las estaciones espaciales: en la época soviética habían construido siete de ellas, comenzando con Salyut 1 allá por 1971. He aquí, entonces, una oportunidad de oro para aprovechar la experiencia y el personal rusos y, al mismo tiempo, salvar miles de millones de dólares.

El presidente Bill Clinton apoyó con fuerza el proyecto, ahora rebautizado como Estación Espacial Internacional, afirmando que al traer a los rusos estaba ayudando a su incipiente democracia. “Los trajimos para evitar que se comportaran peor que antes”, dice Bolden, notando la ironía. Menos abiertamente discutido fue el motivo de dar a los ingenieros de cohetes rusos un trabajo remunerado en Rusia, en lugar de verlos terminar construyendo misiles en Irán o Corea del Norte. "Se trataba de mantener a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca".

Al unir áreas exclusivas del know-how estadounidense y ruso, los dos socios más importantes estaban creando efectivamente un sistema interdependiente. "Es toda una nave espacial integrada", dice Jay Chladek, biógrafo de la ISS. "Piense en ello como si dos personas construyeran casas y las conectaran en un dúplex". Los rusos traen la propulsión y el control de altitud para mantenerlo en órbita, así como el combustible para alimentar esos sistemas. Los estadounidenses velan por el poder interno y otros sistemas. Esa división del trabajo se mantuvo firme a medida que la estación espacial crecía, módulo tras módulo, como piezas de Lego, hasta alcanzar el asombroso logro de ingeniería que es hoy: un monstruo que en la Tierra pesaría casi lo mismo que dos Estatuas de la Libertad.

En ese matrimonio no sólo había rusos y estadounidenses. Esta fue, y sigue siendo, la colaboración más grande y ambiciosa jamás realizada en el espacio. En total participan cinco agencias espaciales, incluida la ESA, que representa a 22 países. Incorporada en sus contratos hay una disposición que permite a cualquier agencia salir de la estación con un aviso de un año, pero no hay ninguna disposición para expulsar a nadie más. Una vez que agregas toda esa interdependencia a la mezcla, comienzas a apreciar por qué es tan difícil abandonar el programa. “Si quieres divorciarte”, dice Anatoly Zak, un reportero espacial ruso independiente que ahora vive en Estados Unidos, “no puedes [hacerlo] sin perder la estación espacial”. Y si se pierde la estación, argumenta Bolden, se pierde “una joya de la corona” cuyos beneficios para la humanidad son “mucho mayores que la relación con cualquier país”.

Por eso, en última instancia, sigue exenta de sanciones. "Nos necesitamos unos a otros para poder operar", dice Gatens. Los equipos incluso beben la orina de los demás, una vez reciclada. "Se recicla con una eficiencia superior al 90%", dijo Hoburg a los periodistas recientemente. "En realidad, sabe delicioso".

A las pocas horas de la invasión rusa, Dmitry Rogozin, el agitador jefe de la agencia espacial rusa, amenazaba con estrellar la estación espacial.


Dmitri Rogozin el año pasado. Fotografía: Mikhail Klimentyev/Sputnik / AFP/Getty Images

Pero si el matrimonio sigue intacto, fue brutalmente puesto a prueba el 24 de febrero de 2022. Pocas horas después de la invasión rusa de Ucrania, Dmitry Rogozin, el agitador jefe de la agencia espacial rusa, un hombre que una vez afirmó notoriamente que Alaska todavía pertenecía a Rusia, amenazaba con estrellar la estación espacial.

Respondiendo en Twitter al anuncio de Joe Biden ese día de sanciones contra la industria aeroespacial rusa, Rogozin acusó al presidente estadounidense de sufrir la enfermedad de Alzheimer y tuiteó que cualquier bloqueo de la cooperación podría significar que la estación espacial de “500 toneladas” podría entrar en una “desorbitación incontrolada y caer en Estados Unidos o Europa. La ISS no sobrevuela Rusia, por lo que todos los riesgos son tuyos. ¿Estas listo para ellos?" Por fantástico que pareciera, Rogozin amenazaba con desconectar el sistema de propulsión que mantenía la estación espacial en el aire y dejarla a su suerte.

La NASA y sus socios occidentales lo ignoraron deliberadamente, reafirmando su compromiso de continuar con las operaciones. "Hemos ignorado los tuits del señor Rogozin", afirma Frank De Winne, director del Centro de Astronautas de la ESA en Colonia, responsable de la selección y formación de los astronautas europeos. "Fue una época muy volátil", recuerda Gatens. "Hicimos todo lo posible para mantener las relaciones normales, de especialista a especialista, de director de programa a director de programa... Queríamos bajar la temperatura".

Quizás hubieran querido hacerlo, pero Rogozin no. Ya sancionado por Estados Unidos en 2014 por su firme apoyo a la anexión de Crimea, Putin lo nombró para dirigir Roscosmos en 2018. "Es grande, ruidoso, bebe mucho", dice Virts, que lo conoció mientras entrenaba. En Rusia. "Él es Putin al cuadrado", dice Zak. "Un nacionalista extremo, famoso por hacer saludos hitlerianos".


El astronauta estadounidense Mark Vande Hei en la ISS, 2022. Fotografía: Kayla Barron/AP


Y así siguieron llegando las provocaciones. Nueve días después de la invasión, apareció en Telegram un vídeo falso aparentemente creado por Roscosmos, etiquetado con el logotipo de la agencia de noticias estatal rusa RIA Novosti. En el clip muy editado, una mezcla de imágenes reales y CGI, se ve a dos cosmonautas rusos despidiéndose de su colega estadounidense Mark Vande Hei antes de subir al segmento ruso, cerrar las escotillas y, ante el aplauso de los controladores de la misión de Moscú, separar toda la parte rusa del resto de la estación espacial, abandonando a Vande Hei a bordo.

Era un escenario ridículo y totalmente impráctico. Pero el vídeo provocó un revuelo en los medios occidentales, ya que Vande Hei debía regresar a la Tierra con sus colegas rusos apenas tres semanas después, después de casi un año en el espacio. La madre de Vande Hei, Mary, describió todo el asunto como “una amenaza terrible” y le dijo a un periodista: “Simplemente estamos orando mucho”. Roscosmos afirmó que el vídeo era sólo una broma y trajo a Vande Hei de regreso con los dos cosmonautas según lo previsto. En una rueda de prensa tras su aterrizaje, el astronauta declaró que sus “compañeros de tripulación rusos eran, son y seguirán siendo muy queridos amigos míos”. Pero la broma de Roscosmos pasó desapercibida para sus socios internacionales. Y presumiblemente sobre la madre de Vande Hei.

Más estaba por venir. Primero, una caminata espacial el mes siguiente, cuando dos cosmonautas desplegaron una pancarta de victoria rusa supuestamente para marcar la derrota del nazismo en 1945, un gesto abiertamente incendiario dada la narrativa rusa sobre la desnazificación de Ucrania. Luego, en julio, los tres cosmonautas rusos en la estación se tomaron selfies con las banderas de las “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk. Roscosmos describió la captura rusa de la región de Luhansk como “un día de la liberación para celebrar tanto en la Tierra como en el espacio”.


Los cosmonautas rusos en la ISS se toman una selfie con la disputada bandera de Donetsk el año pasado. Fotografía: Roscosmos


En ese momento, la paciencia de la NASA finalmente se acabó. La agencia deploró el uso de la ISS para apoyar la guerra y recordó a Rogozin que era “fundamentalmente inconsistente con la función principal de la estación”, es decir, hacer avanzar la ciencia con fines pacíficos. Según los estándares habitualmente diplomáticos de la NASA, esto fue como lanzar una bomba nuclear. "En general", dice Gatens, "hemos estado tratando de no avivar ningún tipo de llamas políticas". Pero la declaración dio en el blanco. Ocho días después, Rogozin fue despedido. "Él estaba llevando el programa espacial ruso hacia la cuneta", dice el reportero espacial estadounidense Eric Berger. Y en el proceso molesta seriamente a su jefe. “Sólo Putin puede hacer declaraciones incendiarias”, dice Cathleen Lewis, curadora de programas espaciales internacionales del Instituto Smithsonian. “Y Rogozin superó a Putin”.

El reemplazo de Rogozin fue Yury Borisov, un ex viceprimer ministro y una figura tan incolora como no lo era Rogozin (ciertamente no alguien dado a hacer declaraciones incendiarias). Las cosas son “mucho más estables ahora”, me dice Gatens, con palpable alivio. Pero lo realmente interesante es que, a pesar de todas las fanfarronadas de Rogozin, la relación se mantuvo firme. Los controles de la misión en Houston y Moscú todavía se comunicaban. La NASA mantuvo personal en Rusia y sus astronautas continuarían teniendo un asiento en la venerable Soyuz rusa, volando hacia y desde la ISS. Y, según un nuevo acuerdo de intercambio de asientos, los cosmonautas rusos viajarían en uno de los Crew Dragons de Elon Musk, una nave espacial de última generación que recién había comenzado a operar en 2020. Llevaría a su primera rusa, Anna Kikina, a la estación espacial en octubre de 2022, lanzada desde Cabo Cañaveral.

En cuanto a Rogozin, pasó los siguientes meses sin trabajo posando con uniformes militares para su cuenta de Telegram antes de que un proyectil ucraniano explotara en su fiesta de cumpleaños número 59 en diciembre de 2022 en un restaurante de Donetsk, hiriéndolo gravemente. Recientemente ha vuelto a la forma al arrojar dudas sobre la veracidad de los alunizajes del Apolo. Pero la estación espacial ha sobrevivido.

Hasta aquí la asociación: ¿qué pasa con las relaciones entre las tripulaciones? Tomemos a los rusos primero. "Lo que sí sé", dice Berger, "es que muchos cosmonautas simpatizan mucho con la guerra". Samokutyayev, ex colega de Virts, no es el único sancionado. Muchos son productos del ejército y sólo escuchan una versión de la historia. “A algunos de ellos les han lavado completamente el cerebro hasta volverlos locos. Es simplemente una locura”, afirma Scott Kelly, ex comandante de la estación espacial de la NASA que devolvió su medalla espacial rusa disgustado después de la invasión.

He aquí un ejemplo del pasado mes de mayo, cuando Oleg Novitsky, expiloto de combate y veterano de tres viajes a la ISS entre 2012 y 2021, recibió la Orden al Mérito de la Patria de manos del propio Putin. “En todo momento”, declaró Novitsky, “nuestros enemigos, en su mayoría occidentales, han tratado de apoderarse de nuestra tierra y esclavizar a nuestro pueblo”. Luego se ofreció a luchar en primera línea, a la edad de 51 años. También fue condecorado su colega cosmonauta Pyotr Dubrov, quien proclamó que “hoy se quitan las máscaras y el nazismo occidental ha mostrado su verdadero rostro al mundo”.

Puede resultar sorprendente saber que Novitsky y Dubrov son los mismos "queridos amigos" con quienes Vande Hei vivió en la estación espacial. Pero lo que importa es quién escucha. "Estos incidentes son ciertamente provocativos", dice Lewis, "pero están dirigidos a su audiencia en tierra, no a sus colegas en la estación espacial". Y hay algunos cosmonautas que sienten la guerra de manera muy diferente; simplemente no te lo dirán porque es demasiado peligroso. Básicamente, cada uno de los ocho astronautas occidentales con los que hablo ha dejado de comunicarse con sus colegas rusos o, en las muy raras ocasiones que lo hacen, nunca sobre política. Además, podría poner en riesgo a los rusos. "La gente se está entregando entre sí", dice Kelly. "No quiero comprometer la seguridad de nadie". Por la misma razón, ningún cosmonauta se ha opuesto abiertamente a la guerra. Sólo uno, Gennady Padalka, que registró un récord de 879 días en el espacio, hizo un comentario ligeramente cuestionador en el periódico Novaya Gazeta, desde entonces prohibido. Eso fue 16 días después de la invasión. No ha hablado desde entonces.

Pero trate de discutir el impacto de la guerra en los miembros actuales de la tripulación con miembros de la agencia espacial y la respuesta será un retroceso casi visceral. “Te lo aseguro, no es una decisión fácil de tomar”, dice De Winne. Eligiendo cuidadosamente sus palabras, dice que no ha visto “ningún deterioro en la dinámica de la tripulación”. Pero reconoce que “es tremendamente estresante para nuestras tripulaciones estar allí en esas circunstancias”. Pasar largos períodos en un entorno confinado es difícil, explica (como comandante de una estación espacial en 2009, lo sabía), pero la guerra “añade una capa de incomodidad”.


El astronauta alemán Matthias Maurer en una exhibición aérea a principios de este año. Fotografía: Reuters


Muy pocos astronautas en servicio admitirán públicamente cómo se siente esa capa. Vande Hei es uno de ellos, y reveló en su conferencia de prensa posterior al vuelo en abril de 2022 que la guerra era “desgarradora” y había dejado a todos sus compañeros de tripulación, incluidos los rusos, sintiéndose “impotentes”. Lo discutieron, dijo, y luego continuaron con la misión. Su colega alemán, Matthias Maurer, que regresó a la Tierra un mes después, describió haber visto “enormes nubes de humo sobre ciudades como Mariupol” e impactos de cohetes en Kiev. “Planteamos el tema muy rápida y proactivamente. Los seis, siete de nosotros inmediatamente estuvimos de acuerdo en que es una situación horrible. Todos estábamos conmocionados, los colegas rusos y los colegas estadounidenses; nadie podía entender lo que estaba sucediendo allí abajo”.

Pero Vande Hei y Maurer son excepciones. La regla en las conferencias de prensa es centrarse en la misión, no en la guerra; cualquier pregunta sobre la “dinámica de la tripulación” se aborda brevemente y luego se espanta como moscas. Cuando le pregunto a De Winne si puedo hablar con Maurer o con otro de sus astronautas que han estado en la ISS recientemente, casi puedo oír cómo se cierran las contraventanas. Las repetidas solicitudes durante las siguientes semanas resultan en blanco. En la NASA ocurre lo mismo: no hay astronautas disponibles. Pero sigo intentándolo.

Mientras tanto, recopilo pistas de astronautas que han dejado el trabajo y están menos limitados. Surgen patrones de comportamiento: inevitablemente quienes trabajan en la ISS están unidos por un propósito común, las pasiones compartidas. “La guerra es un elefante en la estación”, dice Thirsk, “pero los cosmonautas son muy similares a los astronautas occidentales en muchos aspectos. Todos hemos soñado con volar al espacio desde pequeños, todos somos unos frikis. Y después de unos días o semanas, pierdes el sentido de identidad nacional: se va al fondo de tu cerebro”.

Esos vínculos se ven fortalecidos por los peligros compartidos. En julio de 2015, Kelly y sus dos compañeros de tripulación rusos tuvieron solo 90 minutos de antelación para refugiarse en su cápsula de escape Soyuz cuando una lluvia de desechos espaciales pasó a toda velocidad por la estación. "Literalmente dependen el uno del otro para vivir su vida", dice. Tampoco fue este un incidente aislado. Con una cantidad cada vez mayor de basura espacial y satélites en órbita baja, la ISS tiene que maniobrar para evitar colisiones casi todos los años. En noviembre de 2021, apenas tres meses antes de la invasión, los siete miembros de la tripulación, incluidos dos rusos, se vieron obligados a refugiarse temporalmente en sus cápsulas de escape después de que 1.500 restos rastreables de una prueba de misil antisatélite ruso amenazaran la estación. Afortunadamente, fallaron, pero el mismo campo de escombros sigue regresando.

Incluso Virts, que sostiene que seguir permitiendo a los rusos volar en naves espaciales estadounidenses y viceversa es un “indignación”, acepta sin embargo que las cosas son diferentes una vez que estás allí. “La política es política. No vamos a cambiar la política, así que tratemos de no morir en el vacío del espacio. Trabajemos juntos como equipo”.

Esa capacidad está integrada en el proceso de selección. De las casi 23.000 solicitudes de astronautas que recibió la ESA el año pasado, revela De Winne, los individuos fueron elegidos en parte por lo que él llama su “resistencia al estrés”. Para reforzar aún más esa resistencia, la NASA tiene varios trucos de entrenamiento bajo la manga. Uno de ellos es la Misión de Operaciones de Medio Ambiente Extremo de la NASA (Neemo), un hábitat submarino en el fondo del océano frente a la costa de Florida, donde los astronautas en formación pasan tiempo aprendiendo a desenvolverse sin arrancarse los ojos unos a otros. Otra son las extenuantes expediciones en equipo dirigidas por la Escuela Nacional de Liderazgo al Aire Libre de EE. UU. en las zonas más salvajes de Estados Unidos.

Steve Swanson, ex ingeniero de vuelo de la NASA, hizo uno de esos y nunca olvidó las lecciones que le enseñó. Su estancia de 10 días en una isla en el noroeste del Pacífico resultó crucial después de que atracó en la ISS en marzo de 2014 en una Soyuz con dos compañeros de tripulación rusos. Llegaron pocos días después de la anexión de Crimea por parte de Putin. Las cosas se pusieron incómodas cuando un cosmonauta, Aleksandr Skvortsov, le dijo a Swanson que su hermano ruso había sido expulsado de Ucrania. Una y otra vez insistió en que los ucranianos eran nazis y hooligans. "Estaba realmente molesto", dice Swanson. “Pero no iba a decirle lo que pensaba al respecto, porque eso no iba a mejorar la situación. Le dejé hablar. Porque necesitaba desahogarse”.

Voces así ayudan a iluminar la vida actual en la estación. Pero sigo esperando encontrar un testigo que haya estado allí desde la invasión. Y luego me encuentro con Mike López-Alegría, que ha sido astronauta durante más tiempo del que existe la ISS. Voló allí por primera vez en el transbordador espacial en el año 2000 y regresó nuevamente en 2002 y 2006-2007. Para entonces había realizado 10 caminatas espaciales, más que cualquier otro astronauta estadounidense en ese momento. “Ser un satélite humano es una experiencia increíble”, me dice asombrado. “Estás ahí afuera, tienes este traje que te protege, que es una maravilla de la ingeniería, que te permite existir en estas condiciones en las que no se puede sobrevivir... Son menos 200, son más 200, es un vacío, está lleno de radiación. Es muy estimulante. Lo volvería a hacer cien veces”.

En 2012, López-Alegría dejó la NASA, pero el año pasado, a los 63 años, volvió a la estación. Para entonces, se había unido a Axiom, una empresa en ascenso en el nuevo y valiente mundo del comercio espacial actual cuyo plan es construir la primera estación espacial comercial del mundo a partir de 2025, con diseños interiores de Philippe Starck. La misión de López-Alegría era acompañar a tres turistas espaciales, Larry Connor, Mark Pathy y Eytan Stibbe, a la ISS. López-Alegría no se fijará en el precio por asiento, pero más de 50 millones de dólares están “en el estadio”. Llegaron el 9 de abril de 2022, apenas seis semanas después de la invasión. Y como está retirado de la NASA, López-Alegría puede hablar de ello.

Permaneció 15 días. Aparte de notar cuánto había cambiado desde 2007 –“Parece que hay cosas por todas partes, simplemente está lleno de ordenadores portátiles y cables”, dice–, observó que ninguno de los habitantes (tres estadounidenses, tres rusos y Maurer, un alemán) mencionó la guerra. "Lo que estaba pasando no estaba pasando", dice. "Era como si nada de eso estuviera pasando en el planeta". Como invitado, López-Alegría nunca sacó a relucir el tema. “¿Por qué perturbarías la armonía? Creo que simplemente lo dejaste pasar”.


El astronauta Mike López-Alegría (segundo a la derecha) acompaña a tres turistas espaciales a la ISS el año pasado. Fotografía: AP


Incluso con sus compatriotas estadounidenses, les pregunto. López-Alegría hace una pausa. "Creo que a veces hablamos de no discutirlo". Mientras tanto, los rusos “fueron extraordinariamente amables”. Los dos sábados por la noche todos se reunían para ver películas. Vieron La princesa prometida y Salyut 7, una película rusa basada libremente en la realidad sobre una estación espacial soviética dañada que los estadounidenses intentan (y fracasan) secuestrar durante la guerra fría. Cualesquiera que sean las ironías de esa elección, nadie las explicó. En la Pascua ortodoxa, los cosmonautas los invitaron a unirse a las celebraciones. Tomaron postre y té ruso y uno de ellos, Oleg Artemyev, les dio regalos: galletas especiales preparadas por su esposa. “Fue encantador”, dice López-Alegría. Los rusos incluso les permitieron usar su baño cuando el norteamericano se estropeó. De hecho, se averió dos veces.

Nada en la historia de López-Alegría contradice las impresiones que ya he escuchado. Pero aquí está la cuestión. Apenas cuatro días después de su partida el 24 de abril, dos de esos cosmonautas, Denis Matveev y Artemyev, de las galletas caseras, desplegaron esa incendiaria pancarta de la victoria rusa en su caminata espacial. Y los tres cosmonautas posaron aquel mes de julio con las banderas de Donetsk y Luhansk. Quizás nuevamente lo que cuenta sea el público local. “Pero me puso triste”, dice López-Alegría, “porque esos tipos tienen que hacer lo que les dicen”. Y luego agrega: “No quiero especular sobre dónde están personalmente en ese tema, pero incluso si estuvieran todos a favor, creo que no se les escapa que usar esa plataforma para ese tipo de mensaje es inapropiado.”

Esa tristeza afecta a todas las personas con las que hablo en esta pequeña comunidad. Swanson también voló con Artemyev y lo recuerda como “simplemente una persona maravillosa, el tipo más agradable. Pero nunca se sabe lo que está pasando allí”.

Mientras tanto, cada intento que hago de contactar a un cosmonauta ruso para esta pieza choca contra paredes de ladrillo. Cuando le pregunto a un experto espacial ruso que prefiere no ser identificado si puede ayudarme, me dice sin rodeos: “No conozco a ninguna persona en Rusia que hable abiertamente estos días. Es el momento equivocado. Confía en mí. El país está ocupado con otros problemas”.


El cosmonauta ruso Alexander Misurkin. Fotografía: Agencia Anadolu/Getty Images

Luego, finalmente, a través del amigo de un amigo, encuentro a alguien. Alexander Misurkin ha volado tres veces en la ISS, la última vez en 2021, y regresó solo dos meses antes de la invasión. No conozco su política y mantenemos nuestra conversación por Zoom, que probablemente será monitoreada, apolítica; de hecho, en un giro ligeramente surrealista, parte de ella gira en torno a su amor por el bádminton. Habla con entusiasmo sobre su carrera en el espacio y su afecto por sus compañeros de tripulación se siente muy genuino. Y cuanto más hablamos, más me sorprende que nuestra interacción refleja curiosamente la de los equipos: charlamos sobre deportes, familia, trabajo, todo lo demás, pero nada de política. Luego cuenta una historia que, según él, todavía lo persigue hasta el día de hoy.

En 2013, el astronauta italiano Luca Parmitano estaba realizando un paseo espacial cuando su casco empezó a llenarse de agua por una fuga. Misurkin estaba dentro cuando la emergencia se desarrolló rápidamente. En el vacío, el agua subió por el rostro de Parmitano. "Casi se hunde dentro de su traje espacial". De alguna manera logró volver a través de la esclusa de aire – “Aún me resulta increíble cómo lo logró” – y todos, rusos y estadounidenses, se unieron para quitarle el casco, hacerle respirar y salvarle la vida. "Fue la situación más peligrosa en toda mi experiencia espacial", dice Misurkin. “Gracias a Dios sobrevivió”. Se detiene por un momento, reviviendo el drama. Y luego, con verdadero sentimiento, dice: “No sé si la Estación Espacial Internacional es un símbolo o no. Pero sí sé con seguridad que es el mejor ejemplo de cómo deberíamos comportarnos todos sobre el terreno”.

Si lo es, es todo lo que Rusia tiene ahora. Mientras Estados Unidos y sus aliados, y China por sí sola, siguen adelante con nuevas estaciones espaciales, un regreso a la Luna y, en última instancia, a Marte, el único programa espacial humano real de Rusia en la actualidad es la ISS, de 25 años de antigüedad. Ése es un legado de la terrible guerra de Putin. Las sanciones y el aislamiento han hecho el resto. La tecnología está envejeciendo, el dinero se está acabando y el equipo a veces está defectuoso. defectuoso. Y los golpes siguen cayendo. La semana pasada, Luna-25, la primera sonda rusa que regresó a la Luna en casi medio siglo, se estrelló en la superficie sólo cuatro días antes de que una sonda india aterrizara allí con éxito. El año pasado, dos naves espaciales rusas atracadas en la ISS experimentaron alarmantes fugas de refrigerante en sistemas idénticos, lo que sugiere graves deficiencias de producción en tierra. Y, como pude comprobar personalmente a finales de 2019, el puerto espacial de Baikonur, en Kazajstán, desde donde Yuri Gagarin pasó a la historia en 1961, está visiblemente en decadencia, con sus descoloridos murales soviéticos, sus edificios en ruinas y sus perros callejeros en libertad.

Una vez, el mundo se maravilló de la nación que envió al primer ser humano al espacio. Pero el mundo ha seguido adelante. Los rusos hablan de construir su propia estación espacial, de ir a la luna o de colaborar con China pero, como dice Zak: “La palabra clave es hablar. Rusia no tiene nada. Rusia no tiene adónde ir sin la ISS”.

Mientras tanto, la estación continúa, la primera y quizás la última gran colaboración de este tipo. Y a menos que Putin haga algo realmente estúpido –en cuyo caso, como me dice secamente Gatens, “nuestro liderazgo definitivamente tendría algunas conversaciones”– podrá vivir sus últimos años, labrando órbitas elípticas del planeta mientras los hombres y mujeres a bordo continúan realizando sus experimentos, comiendo, durmiendo, viendo películas juntos, celebrando sus fiestas, disfrutando de las vistas, evitando hablar de política y, en última instancia, cuidándose unos a otros. Incluso puedes verla en el cielo una noche despejada, una estrella brillante que se mueve constantemente de oeste a este mientras sus acres de paneles solares captan la luz del sol debajo del horizonte, una vergüenza moral para algunos, un rayo de esperanza para otros. Pero es innegablemente sorprendente.