¿Tiene realmente el Pentágono 1.180 bases en el extranjero?
El imperio de las bases
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Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
¡Estados Unidos tiene 460 bases en el extranjero! ¡Tiene 507 bases permanentes! ¿Qué es lo que está haciendo Estados Unidos con más de 560 bases en el extranjero? ¿Por qué tiene 662 bases en el exterior? ¿Tiene realmente EEUU más de 1.000 bases militares por todo el planeta?
En un mundo de estadísticas y precisión, un mundo en el que la “transparencia” es ahora una palabra de moda en Washington, un mundo en el que toda la información está disponible al clic de un ratón, hay una cifra que ningún estadounidense conoce. Ni el Presidente. Ni el Pentágono. Ni los expertos. Nadie.
El hombre que escribió el libro definitivo sobre el tema no lo sabía tampoco a ciencia cierta. El columnista ganador del Premio Pulitzer ni siquiera se aproximaba. Un servidor ha escrito numerosos artículos sobre las bases militares e incluso colaboró en un libro sobre la cuestión, pero con el mismo resultado que el resto.
Hay más de 1.000 bases militares estadounidenses salpicando el planeta. Para ser más específico, el recuento más exacto es 1.077. A menos que sean 1.088. O, si Vd. hace el recuento de otra forma, 1.169. O incluso 1.180. La cifra podría ser actualmente incluso más alta. Nadie lo sabe a ciencia cierta.
Desgranando el recuento
En un reciente artículo de opinión, el columnista del New York Times Nicholas Kristof hizo una observación mordaz: “Estados Unidos mantiene tropas en más de 560 bases y otros sitios en el exterior, muchas de ellas legado de una guerra mundial que terminó hace 65 años. ¿Es que tenemos miedo de que si sacamos nuestras bases de Alemania Rusia pueda invadirnos?
Durante años, el difunto Chalmers Johnson, el hombre que realmente escribió el libro sobre el imperio de las bases militares de EEUU “The Sorrows of Empire”, hizo el mismo comentario y lo apoyó con la más detallada investigación jamás llevada a cabo sobre el archipiélago de bases estadounidenses dispersas por todo el planeta. Hace varios años, tras escarbar en los propios documentos del Pentágono accesibles al público, Johnson escribió: “EEUU mantiene 761 ‘lugares’ militares activos en países extranjeros”. (Ese es término que prefiere el Departamento de Defensa, más que el de “bases”, aunque eso es lo que son: bases.)
Recientemente, el Pentágono actualizó sus cifras sobre bases y otros lugares y resultó que habían disminuido. Sin embargo, es una cuestión de interpretación si han caído o no al nivel avanzado por Kristof. Según el Informe sobre la Estructura de Bases del Departamento de Defensa de 2010, el ejército estadounidense mantiene ahora 662 bases en 38 países alrededor del mundo. No obstante, profundicen en el informe y verán cómo empiezan a aparecer lagunas del tamaño del Gran Cañón.
Un legado de bases
En 1955, diez años después de que terminara la II Guerra Mundial, el Chicago Daily Tribune publicó una investigación importante sobre las bases, incluyendo un mapa salpicado de estrellitas y triangulitos, la mayoría agrupadas en Europa y en el Pacífico. “La bandera estadounidense ondea en más de 300 puestos de avanzada en el exterior”, escribió el periodista Walter Trohan. “Campamentos, cuarteles y bases cubren doce posesiones o territorios estadounidenses en fideicomiso. Las bases extranjeras están en 63 naciones o islas extranjeras”.
En la actualidad, según las cifras publicadas por el Pentágono, la bandera estadounidense ondea sobre 750 enclaves militares estadounidenses en naciones extranjeras y en territorios estadounidenses en el exterior. Esta cifra no incluye pequeñas instalaciones en el extranjero de una extensión de menos de 40.000 metros cuadrados ni las que el ejército estadounidense valora en menos de 10 millones de dólares. En algunos casos, se agrupan varias bases de ese tipo y se contabilizan como una única instalación militar en un país determinado. Se hizo una solicitud de aclaración al Departamento de Defensa que quedó sin respuesta.
Lo que sí sabemos es que, en los recuentos del ejército estadounidense de los puestos de avanzada en el exterior, éste tiene bajo su control unos 52.000 edificios y más de 38.000 elementos de infraestructuras pesadas como muelles, embarcaderos y gigantescos almacenes para tanques, por no mencionar más de 9.100 “estructuras lineales” como pistas de aterrizaje, líneas de ferrocarril y oleoductos. Añadan más de 6.300 edificios, 3.500 elementos de infraestructura y 928 estructuras lineales en territorio estadounidense y tendrán una cifra total de impresión. Empero, aún no nos acercamos al total real.
Perdido en el recuento
El pasado enero, el Coronel Wayne Shanks, portavoz de la Fuerza Internacional de Apoyo a la Seguridad dirigida por EEUU (ISAF, por sus siglas en inglés), me dijo que había casi 400 bases estadounidenses y de la coalición en Afganistán, incluyendo campamentos, bases de operaciones de avanzada y puestos de avanzada de combate. Y esperaba que la cifra se incrementara en doce, o más, añadió, en el curso de 2010.
En septiembre, me puse en contacto con la Oficina de Asuntos Públicos del Mando Conjunto de la ISAF para efectuar un seguimiento. Para mi sorpresa, se me dijo que “había aproximadamente 350 bases de operaciones de avanzada con dos principales instalaciones militares, los campos aéreos de Bagram y Kandahar”. Perplejo ante la pérdida de 50 bases en lugar de 12 más, contacté con Gary Younger, oficial para las relaciones públicas de la ISAF. “Hay menos de 10 bases de la OTAN en Afganistán”, escribió en un correo del 12 de octubre. “Hay más de 250 bases de EEUU en Afganistán”.
Hasta ese momento, parecía que EEUU había perdido 150 bases y yo me hallaba en un estado de total confusión. Cuando contacté con el ejército para resolver las discrepancias haciendo un listado de todas las cifras que se me habían dado –desde el recuento de Shanks de 400 bases hasta el de alrededor de 250 de Younger-, se pusieron de nuevo a pasarme de unos a otros hasta que dí con el Sargento de Primera Clase Eric Brown en Asuntos Públicos del Mando Conjunto de la ISAF. “El número de bases en Afganistán es de aproximadamente 411”, escribió Brown en un correo en noviembre, “es una cifra en la que están comprendidas desde las bases grandes hasta llegar al nivel de puestos de combate de avanzada”. Incluso esa cifra, advertía, no representa actualmente una lista completa, por que no están recogidos los “puestos temporales ocupados por elementos del tamaño de un pelotón o inferior”.
Hasta llegar a este cotejo “final”, se me ofrecieron toda una serie de explicaciones –desde diferentes métodos de recuento hasta la falta de tiempo de las unidades sobre el terreno para proporcionar información exacta- por las cifras contradictorias que se me habían venido dando. Que después de meses de intercambiar correos y de ver cómo las cifras variaban de forma salvaje, acabara en noviembre con aproximadamente el mismo recuento con el que empecé en enero, sugiere que el mando estadounidense no lleva un seguimiento cuidadoso de la cifra de bases que tiene en Afganistán. Al parecer, el ejército ignora sencillamente cuántas bases tiene en su principal teatro de operaciones.
Los lugares negros del mundo de las bases
Escaneen el Informe de la Estructura de Bases 2010 del Departamento de Defensa de los lugares que tiene en Afganistán. Sigan adelante, lean detenidamente todas sus 206 páginas. No encontrarán una mención, una citación, ni una mera referencia, ni un indicio siquiera de que EEUU tenga incluso una única base en Afganistán, por no hablar ya de las más de 400. Esta es apenas una omisión insignificante. Añadan esas 411 bases perdidas al total de Kristof y obtendrán la cifra de 971 lugares por todo el mundo. Añádanla al recuento oficial del Pentágono y llegarán a 1.073 bases y lugares en el exterior, alrededor de 770 más de los que Walter Trohan destapó en su artículo de 1955. Esa cifra supera aún el recuento de 1967 de 1.014 bases estadounidenses en el exterior, que Chalmers Johnson consideraba “el pico de la Guerra Fría”.
Hay, sin embargo, otras formas para conseguir el total. En una carta escrita la pasada primavera, el Senador Ron Wyden y los Representantes Barney Frank, Ron Paul y Walter Jones afirmaban que había justo 460 instalaciones militares estadounidenses en el extranjero, sin contar las de Iraq y Afganistán. Nicholas Kristof, que surgió con un recuento superior a ese en más de 100 bases, no respondió a un correo pidiéndole aclaraciones, pero quizá pudo haber hecho el mismo análisis que yo hice: buscar el Informe de Estructuras de Bases del Pentágono y seleccionar los lugares obvios que, aunque teniendo una “huella” considerable sólo débilmente podían considerarse como bases, como los complejos de viviendas y escuelas para familias de los militares, hoteles vacacionales (sí, el Departamento de Defensa los tiene), áreas para esquiar (también tiene) y el más grande de sus campos de golf –el ejército de EEUU afirmó en 2007 que poseía un total de 172 campos de golf de todos los tamaños-, y llegarán a un total de alrededor de 570 lugares en el extranjero. Añádanles la cifra de las bases afganas y se quedarán con alrededor de 981 bases militares en el extranjero.
Sin embargo, da la casualidad que Afganistán no es el único país con un mundo de bases ocultas. Busquen el recuento del Pentágono de los lugares en Iraq y no encontrarán una sola entrada. (Y eso sucedía ya incluso cuando EEUU tenía al parecer más de 400 bases en ese país). En la actualidad, la huella del ejército estadounidense allí ha encogido bastante. El Departamento de Defensa declinó responder a un correo solicitando el número actual de bases en Iraq, pero publicó informes indicando que al menos seguía habiendo allí 88 bases, incluyendo Campo Taji, Campo Ramadi, la Base Speicher de Operaciones de Contingencia y la Base Conjunta Balad, que, ella sola, alberga alrededor de 7.000 soldados estadounidenses. Esas bases perdidas podrían elevar el total mundial a alrededor de 1.069.
Las zonas de guerra no son los únicos lugares secretos. Echen una mirada atenta a las naciones de Oriente Medio cuyos gobiernos, por miedo a la opinión pública nacional, prefieren que no se dé publicidad alguna a las bases militares estadounidenses presentes en su territorio, y después compárenlas con la lista oficial del Pentágono. Por poner un ejemplo, el Informe de Estructura de Bases 2010 recoge un sitio sin nombre de EEUU en Kuwait. Sin embargo, sabemos bien que ese estado del Golfo Pérsico alberga diversas instalaciones militares estadounidenses, incluyendo Campo Arifjan, Campo Buering, Campo Virginia, la Base Naval Kuwait, la Base Aérea Ali Al Salem y el Campo de Tiro Udari. Añadan estos lugares perdidos y la cifra total de bases en el extranjero llega a 1.074.
Revisen el recuento de bases del Pentágono en Qatar y saldrán con las manos vacías. Pero miren las cifras del personal del Departamento de Defensa que sirve en ultramar y encontrarán que hay más de 550 hombres y mujeres en servicio desplegados allí. Aunque esa nación del Golfo Pérsico haya construido oficialmente la Base Aérea de Al Udeid, llamarla otra cosa que no sea instalación estadounidense sería muy poco honesto dado que ha servido de importante enclave de mando y logística para las guerras de EEUU en Iraq y Afganistán. Añádanla y el recuento de bases en el extranjero alcanza la cifra de 1.075.
En el recuento del Pentágono, también se perdió Arabia Saudí, aunque la lista actual de personal en el extranjero indica que hay allí desplegados cientos de soldados estadounidenses. Desde el período previo a la Primera Guerra del Golfo en 1990 hasta la invasión de Iraq en 2003, el ejército estadounidense estacionó miles de tropas en ese Reino. En 2003, en respuesta a las presiones fundamentalistas sobre el gobierno saudí, Washington anunció que no iba a sacar más que un pequeño número de soldados del país. Pero EEUU continúa entrenando y asesorando desde lugares como Eskan Village, un recinto situado a unos veinte kilómetros al sur de Riad donde, según las cifras de 2009, tienen su base 800 elementos del ejército estadounidense (500 de ellos asesores).
Las descontadas, las que no se cuentan y las que no se conocen
Además de la cifra desconocida de microbases que el Pentágono ni siquiera se molesta en contar y de las bases afganas y en Oriente Medio que escapan del radar, hay incluso zonas más oscuras en el imperio de las bases: instalaciones que pertenecen a otros países, que se utilizan pero que EEUU no reconoce ni la nación anfitriona confiesa, que tienen también que incluirse. Por ejemplo, es ahora bien sabido que los aviones no tripulados, que operan tanto bajo los auspicios de la CIA como la Fuerza Aérea y que llevan ya un tiempo emprendiendo una guerra no tan secreta en Pakistán, despegan de una o más bases situadas en ese país.
Además, hay otros sitios como la “base secreta de operaciones de avanzada dirigida por el Mando Conjunto de Operaciones Especiales de EEUU (JSOC, por sus siglas en inglés) en la ciudad portuaria pakistaní de Karachi”, expuesto por Jeremy Scahill en la revista Nation, y uno o más campos de aviación controlados por empleados del contratista privado de seguridad Blackwater (renombrado ahora Xe Services). Aunque el recuento de personal del Departamento de Defensa indica que hay más de cien soldados desplegados en Pakistán, no ofrece información de las bases en ese país.
Faltan igualmente los grupos de ataque que llevan los portaaviones de la Marina estadounidense, flotillas inmensas que transportan aviones, los mayores barcos de guerra del mundo, misiles guiados de crucero, dos destructores de misiles guiados, un submarino de ataque y un barco de suministros y munición y un petrolero. EEUU cuenta con once de esos sistemas de transporte, bases flotantes del tamaño de una ciudad que pueden atravesar el mundo, así como numerosos barcos de otro tipo, algunos con capacidad para albergar a más de 1.000 oficiales y tripulación, que pueden, según declara la Armada, viajar “a cualquiera de los puertos más importantes a lo largo y ancho del planeta”, desde Hong Kong a Río de Janeiro.
“La capacidad para realizar funciones de logística a bordo posibilita que las fuerzas navales mantengan estacionamientos en cualquier lugar”, se dice en el Concepto de Operaciones Navales de la Marina de Guerra: 2010. Por tanto, esas bases flotantes bajo el radar deberían ser también incluidas en los recuentos.
Una explosión, un lloriqueo y el Alamo del siglo XXI
La Subsecretaria Adjunta de Defensa, Dorothy Robyn, cuando habló el pasado año ante el Subcomité del Comité de Gastos del Senado sobre Construcciones Militares, Veteranos y Agencias Relacionadas, se refirió a las “507 instalaciones permanentes” del Pentágono. Por otra parte, el Informe de Estructura de Bases 2010 del Pentágono enumera un total de 4.999 lugares en EEUU, sus territorios y en el extranjero.
En el gran esquema de cosas, las cifras actuales no son tan importantes. Bien sea el total más exacto 900 bases, 1.000 bases o 1.100 puestos en tierras extranjeras, lo que no se puede negar es que el ejército estadounidense mantiene, según la famosa frase, un imperio de bases tan inmenso y oscuro que nadie –ni siquiera en el Pentágono- conoce realmente su tamaño y alcance totales.
Todo lo que sabemos es que provoca la ira de adversarios como al-Qaida, que consigue irritar incluso a los más estrechos aliados, como los japoneses, y que a los contribuyentes estadounidenses les cuesta una fortuna cada año. En 2010, según Robyn, el coste de las viviendas y construcciones militares en todas las bases estadounidenses se disparó hasta los 23.200 millones de dólares. Además se necesitaron 14.600 millones de dólares más para mantenimiento, reparaciones y operaciones de recapitalización. Para el buen funcionamiento de todas sus instalaciones, el Pentágono, según cifras de 2009, gastó 3.800 millones de dólares. Y es posible que eso ni siquiera arañe, en términos de coste económico total, la superficie del mundo de las bases de EEUU.
Como todos los imperios, el imperio de las bases del ejército estadounidense se derrumbará algún día. Sin embargo, esas bases no son lo más adecuado para una caída tipo dominó en alguna secuencia de resistencia final en la pantalla cinematográfica. No quieren aparecer con la “explosión” de Alamos futuristas, pero tampoco con el “lloriqueo” de la insolvencia.
El pasado año, empezó a escucharse un ruido sordo incluso entre los legisladores en Washington acerca de esa cada vez más probable posibilidad. “No creo que debamos gastar dinero en tener tropas en Alemania 65 años después de que acabara la II Guerra Mundial. Tenemos un déficit terrible y tenemos que hacer recortes”, declaró Barnet Frank, el representante demócrata en el Congreso por Massachusetts. De forma parecida, la senadora republicana Kay Bailey Hutchison, de Texas, anunció: “Si EEUU quiere realmente asegurar nuestros aliados y disuadir a nuestros enemigos, deberíamos hacerlo con fuertes capacidades militares y con políticas sólidas, no manteniendo tropas estacionadas en el extranjero, ni desviando fondos de equipamiento y armas y dedicándolos a duplicar construcciones militares”.
En efecto, hacia finales de 2010, la comisión bipartidista para el déficit de la Casa Blanca –conocida oficialmente como la Comisión Nacional para la Responsabilidad Fiscal y la Reforma- sugirió recortar en una tercera parte los acuartelamientos de EEUU en Europa y Asia, lo que supondría, en sus estimaciones, un ahorro de 8.500 millones de dólares en 2015.
El imperio de las bases, aunque todavía no ha llegado a su cenit, está destinado a contraerse. El ejército va a tener que reducir sus posiciones en el extranjero y disminuir su huella global en años venideros. Las realidades económicas necesitarán que así se haga. Las opciones por las que el Pentágono se decante hoy determinarán probablemente en qué condiciones volverán las guarniciones a casa mañana. Por el momento, todavía pueden elegir entre volver a casa de forma que parezca un acto de un buen estadista magnánimo o una retirada infame.
Cualquiera que sea la decisión que se tome, el reloj no se detiene, y antes de que empiecen las retiradas, el ejército estadounidense necesita saber exactamente de dónde tiene que retirarse (y los estadounidenses deberían saber exactamente en qué lugares del extranjero se encuentra su ejército). Un recuento honesto de las bases estadounidenses en el extranjero –una lista amplia, completa y real- sería un diminuto primer paso en el necesario proceso de reducción de la misión global.
Nick Turse se dedica al periodismo de investigación, es editor asociado de Tomdispatch.com y es también actualmente profesor en el Instituto Radcliffe de la Universidad de Harvard. Su libro más reciente es: “The Case for Withdrawal from Afghanistan” (Verso Books). Su página en Internet es NickTurse.com.
Fuente: Rebelion.org
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