lunes, 27 de agosto de 2018

La ciencia ficción puede ser melancólica
Luego de pasar por las salas de Estados Unidos, llega a Netflix “Aniquilación”, una extraña propuesta que sirve para repensar el género.
por Pablo de Santis


Cambio de rumbo. La productora esperaba una película de acción con una estrella como Natalie Portman, y se encontró con un filme extraño y difícil.

El filme Aniquilación, escrito y dirigido por Alex Garland, pertenece a esa ciencia ficción introspectiva y melancólica que podemos ver también en Ex Machina (del mismo Garland) y en dos de las últimas películas de Denis Villeneuve: La llegada y Blade Runner 2049. Los debates sobre la inteligencia artificial, la proliferación de la tecnología, las conjeturas sobre el futuro y en algún caso, las señales de vida extraterrestre, están allí no tanto para poblar la ficción como para despoblarla, dejando a sus héroes un legado de miedo, enigma y soledad.

El punto de partida de Aniquilación es la novela homónima de Jeff VanderMeer, primera parte de la trilogía Souther Each (2014), que la editorial Destino publicó completa en España y cuyo primer tomo acaba de aparecer en librerías argentinas en edición de bolsillo de Planeta. En sus páginas VanderMeer inventó su propio País de las Maravillas: el área X. Es una zona costera que no tenía nada de especial hasta que ocurrió una catástrofe en la que murieron mil quinientas personas. Desde entonces el área X no obedece a las reglas de este mundo. Y quedó convertida en una especie de Parque Nacional Extraterrestre. Y en plena expansión.

Libro y película cuentan la historia de una expedición integrada sólo por mujeres, a quienes –en la novela– conocemos por su profesión, no por sus nombres. Son la topógrafa, la bióloga, la psicóloga, la antropóloga. Tratan de mantener una aséptica armonía en su pequeño grupo, mientras las acechan la locura y los fenómenos desconcertantes que trastocan el paisaje, el cuerpo y la mente. La meta del viaje es un faro, al que consideran el centro del área X.

En el filme los personajes sí tienen nombre, y los fenómenos que ocurren en la zona X son mucho más visibles (después de todo, es una película). Las cinco científicas son mujeres “dañadas”: adicciones, intento de suicidio, enfermedad, o pérdida. ¿Quién más se habría de ofrecer como voluntaria para una misión de improbable retorno? Hasta Los Doce del patíbulo tenían mayores probabilidades de volver a casa. La protagonista absoluta es Natalie Portman, cuyo personaje, la bióloga Lena, está ahí porque su marido participó de una expedición. Es el único que volvió, pero muy cambiado y enfermo. Apareció en la casa, como surgido de la nada. Este reencuentro recuerda al del marido que vuelve de la guerra en Los otros y que dice “A veces sangro”. Este sobreviviente también sangra.

La relación entre la bióloga y su esposo, que al principio parece ser algo instrumental (como para darle un motivo a Lena para hacer turismo de aventura en lo desconocido), después se convierte en algo central del relato. Los recuerdos de Lena de cuando su vida era normal parecen algo caprichosos, pero al final se arma el rompecabezas que permite ver el relato en términos de culpa y expiación. Dos de las actrices que acompañan a Portman tienen su experiencia en las especulaciones de la ciencia ficción: Jennifer Jason Leigh (hija de Vic Morrow) protagonizó eXistenZ, de David Cronemberg. Y Tessa Thompson es uno de los personajes centrales de la serie Westworld.

En buena parte de la película la fotografía prodiga una luz iridiscente, como si acecharan –entre las ramas, en la niebla matutina, en la muralla que rodea al área x– sombríos arco iris. Los colores se mezclan de la misma manera que se funden las cadenas de ADN de hombres, plantas y animales. Estas combinaciones dan al relato un delirio visual de perturbadora belleza, como los árboles de cristal que rodean el faro o los cérvidos-plantas que asoman en la espesura. Pero hay cosas peores. En los planos del área x debería decir, como en los mapas medievales, “más allá hay monstruos”.

La novela Aniquilación es, por una parte, un relato imposible de filmar por lo elusivo de la trama, por la radical subjetividad de sus fenómenos. Pero, por otro lado, el libro tiene dos claras referencias cinematográficas: Stalker y Solaris, de Andrei Tarkovsky. De Stalker, la idea de una zona distinguida por una difusa presencia extraterrestre, que ha dejado abandonados prodigios, como restos de un picnic (la novela que le dio origen a Stalker es Picnic extraterrestre, de los hermanos Arcady y Boris Strugastky). Pero también Solaris, la versión de Tarcovsky de la novela de Stanislav Lem, por su obsesión con la duplicación y la presentación de lo extraterrestre como lo absolutamente otro, como si el “contacto de tercer tipo” fuera el diálogo con una terrible divinidad. Garland trata deliberadamente de alejarse de esos modelos cinematográficos, jugando con la psicodelia y también con el horror (y hasta con el gore). Sabe aprovechar que la novela ofrece un grupo de mujeres frente a las tripulaciones de hombres de las dos películas rusas.

Las otras dos novelas que integran Southern Reach (que es el nombre que tiene la zona donde transcurre la acción) son Autoridad y Aceptación. El protagonista de Autoridad es John Rodriguez, que trabaja bajo el nombre de Control, aunque es evidente que no ejerce control alguno sobre lo que lo rodea. A través de Control nos asomamos al mundo burocrático que se ocupa del área X. Lo pueblan científicos, agentes, oficinistas. Control tiene a su cargo investigar qué pasó con la expedición número 12. Pero ya no confía en la posibilidad del conocimiento: mientras la burocracia no hace más que avanzar, el verdadero conocimiento sigue sin aparecer. En su representación de este mundo, VanderMeer se olvida de la tecnología: en las decrépitas oficinas de la Agencia hay papeles, lápices, carpetas viejas, fotos de la familia.

En la tercera parte, Aceptación, los dos protagonistas de las novelas anteriores, la bióloga y Control, exploran juntos el área X. No es probable que haya continuaciones de Aniquilación, porque la productora, la Paramount, esperaba una película de acción con una estrella como Natalie Portman, y se encontró con un filme extraño y difícil. La película se estrenó en cines en Estados Unidos pero luego los derechos fueron vendidos a Netflix.

Una de las mayores diferencias entre la novela original y la película es que aquella nos muestra una extraña escritura: cerca del faro líquenes de origen desconocido trazan sobre las paredes unos textos perturbadores. “El verdadero núcleo del mensaje, el significado, sería trasmitido por la combinación de materia viva que componía las palabras, como si la propia tinta fuera el mensaje” reflexiona Control. En la película no vemos estos grafitis alucinados: la naturaleza misma es la hoja donde lo desconocido prueba a jugar con rimas y correspondencias. Y las expedicionarias tratan de alcanzar el faro, centro del enigma, como si buscaran al autor que se ha olvidado de firmar su terrible creación.



Fuente: Clarín

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