Adiós a Sigmund Jähn, el primer alemán en el espacio
Por Daniel Marín
En los años 70 del pasado siglo la Unión Soviética tuvo una genial idea para rentabilizar políticamente el programa de estaciones espaciales Salyut: lanzar cosmonautas de otros países del bloque soviético. Con una inversión muy pequeña, el programa espacial de la URSS logró alcanzar enormes cotas de popularidad a ambos lados del telón de acero gracias a la iniciativa de vuelos espaciales tripulados Interkosmos. En una época donde solo un puñado de hombres —y una mujer— de Estados Unidos y la URSS habían viajado al espacio, de repente apareció un grupo de cosmonautas procedentes de países como Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, Vietnam, Cuba o Rumanía. Para la Unión Soviética Interkosmos supuso un esfuerzo de apertura considerable, ya que el programa espacial estaba rodeado de altísimos niveles de seguridad y secretismo, incluso de cara a los aliados más cercanos. La experiencia aislada de la misión Apolo-Soyuz de 1975 con los EE UU propició el nacimiento de Interkosmos. Total, si ya se habían desvelado ciertos secretos a los americanos, ¿por qué no hacerlo con naciones cercanas?
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Sigmund Jähn, el primer alemán en el espacio.
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Una de las misiones tripuladas Interkosmos más esperadas fue la de la República Democrática Alemana (RDA). La posibilidad de que el primer alemán en el espacio fuese un ciudadano de la RDA y no de la República Federal era vista por el Kremlin como una magnífica oportunidad de relaciones públicas. En septiembre de 1976 las autoridades soviéticas redactaron una lista de países aliados que participarían en misiones del programa Interkosmos entre 1978 y 1983 y que, obviamente, incluía la RDA. Sin tiempo para elegir y entrenar adecuadamente a los candidatos según los estándares soviéticos, se decidió que el ejército alemán realizase la primera criba. Cientos de pilotos de la RDA recibieron instrucciones para presentarse a una serie de entrevistas sin saber cuál era el objetivo de las mismas. Una vez allí les preguntaron si querían «participar en un vuelo espacial internacional». Tenían dos días para pensárselo. Prácticamente todos dijeron que sí sobre la marcha, aunque, tras los exámenes médicos, en octubre de 1976 ya solo quedaban nueve candidatos. A principios de noviembre un comité de especialistas procedentes de la URSS redujo el número a cuatro. Los cuatro pilotos viajaron a la Ciudad de las Estrellas de Moscú para el proceso de selección definitivo. Finalmente, el 25 de noviembre se anunció que los cosmonautas candidatos de la RDA del programa Interkosmos serían Sigmund Jähn y Eberhard Köllner.
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Bykovski y Jähn, la tripulación de la Soyuz 31.
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Sigmund Jähn había nacido en 1937 en Reutenkraz, en territorio de lo que luego sería la RDA. Hijo de padres humildes —Paul Jähn trabajaba en un aserradero y su mujer Dora era costurera—, Sigmund decidió enrolarse en el ejército en 1955. Cuando el Sputnik alcanzó la órbita en 1957, Jähn se entrenaba para ser piloto de caza con el Nationale Volksarmee. En 1966, ya casado y con dos hijos, completó su entrenamiento en Moscú. Una década más tarde, después de ser elegido como candidato para la misión Interkosmos, Jähn fue emparejado con el veterano cosmonauta Valeri Bykovski, que sería su comandante, monitor y guía (debido al breve periodo de entrenamiento, los cosmonautas internacionales de Interkosmos solo estaban al cargo de una fracción de las tareas de las que normalmente se encargaba el ingeniero de vuelo de una nave Soyuz). Los dos hombres volarían en la misión Soyuz 31, pero, aunque habían sido asignados provisionalmente como tripulantes principales, no serían confirmados como tales por la comisión estatal hasta que llegaron al cosmódromo de Baikonur, unas dos semanas antes del lanzamiento. Viktor Gorbatko y Eberhard Köllner serían finalmente la tripulación de reserva. Unos días antes del despegue, Jähn se convirtió en abuelo con 41 años cuando su hija Marina dio a luz a su primer hijo.
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Traslado del cohete de la Soyuz 31 a la rampa.
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La estación Salyut 6 vista desde la Soyuz 31.
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El cohete Soyuz-U con la nave Soyuz 31 despegó desde la Rampa de Gagarin el 26 de octubre de 1978. Unas horas antes, Jähn, siguiendo un guion impuesto por Berlín, había declarado desde el interior de su cápsula: «dedico mi vuelo al trigésimo aniversario de la fundación de la RDA, mi patria socialista». Menos de dos años después de haber sido seleccionado como cosmonauta, Jähn se convirtió en el primer alemán en el espacio. Bykovsky y Jähn estuvieron un total de 7 días y 20 horas en órbita. La mayor parte de este tiempo estuvieron a bordo de la estación espacial Salyut 6 junto con la tripulación de la Soyuz 29, formada por Vladimir Kovalyonok y Alexander Ivanchenkov. Jähn era el tercer cosmonauta de Intercosmos en volar a la Salyut 6 tras el checoslovaco Vladimir Remek y el polaco Mirosław Hermaszewski (las tres misiones habían tenido lugar a lo largo de 1978).
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Jähn con Kavalyonok en el interior de la Salyut 6.
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Jähn en la Salyut 6.
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Durante su vuelo realizó todo tipo de experimentos, aunque quizá el más popular fue el relacionado con la cámara MKF-6M, construida en la RDA por la firma Carl Zeiss. Como nota curiosa, también llevó un pequeño muñeco, conocido como Sandmännchen, que era muy popular entre los niños de la RDA por aquel entonces. Bykovski y Jähn regresaron el 3 de septiembre de 1978 a bordo de la Soyuz 29, dejando atrás la Soyuz 31 como «nave fresca» para Kovalyonok e Ivanchenkov. El aterrizaje fue más duro de lo esperado porque Bykovski no soltó el paracaídas de la cápsula una vez en tierra y la Soyuz fue arrastrada por los fuertes vientos de la estepa kazaja. Como consecuencia de los golpes, Jähn sufriría leves problemas de espalda durante el resto de su vida.
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Jähn, junto con Bykovski, Kovalyonok e Ivanchenkov (y el muñeco Sandmännchen) en el interior de la Salyut 6.
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Tras su regreso, Jähn se convirtió en un héroe nacional y en un símbolo del triunfo de la RDA sobre la «decadente» República Federal. Pese a la propaganda de la Guerra Fría, gozó de una enorme popularidad en la Alemania Occidental (el primer alemán de la RFA, Ulf Merbold, no volaría al espacio hasta 1983 y lo hizo a bordo del transbordador Columbia en la misión STS-9). Después de la caída de la URSS y la reunificación alemana, Jähn pasó a trabajar como asesor independiente sobre el programa espacial ruso para la agencia espacial alemana DLR y, posteriormente, la ESA. Por esa época surgió el rumor de que Jähn se había visto obligado a ganarse la vida trabajando como taxista, una leyenda de la que se hizo eco la película Good bye, Lenin! y que, obviamente, era falsa. La cápsula Soyuz 29 se puede contemplar hoy en día en un museo de Munich (el paradero de la cápsula de la Soyuz 31 es desconocido). Jähn se jubiló en 2002 para dedicarse a su familia y a dar charlas relacionadas con el espacio por todo el mundo. Después de su vuelo espacial otros diez alemanes han alcanzado el espacio (y, paradójicamente, cinco de ellos también han viajado en una nave Soyuz). El pasado 21 de septiembre Sigmund Jähn, el primer alemán en el espacio y el único cosmonauta de un país que ya no existe, fallecía a la edad de 82 años tras una vida plena e intensa.
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Bykovsky y Jähn junto a la Soyuz 29.
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Sigmund Jähn (DLR).
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