viernes, 9 de octubre de 2020

La misión Shuttle-Salyut que nunca fue
Por Daniel Marín



Estos días celebramos el 45º aniversario de la misión Apolo-Soyuz, la única ocasión en la que las dos superpotencias enfrentadas durante la Guerra Fría colaboraron en un vuelo espacial tripulado. Apolo-Soyuz se convirtió en una exótica iniciativa puntual que no tuvo continuidad, pero no tenía porque haber sido así. Ya antes de que la misión tuviese lugar en 1975, los dos países discutieron una posible prolongación del programa, aunque la NASA dejó claro que en cualquier colaboración posterior tendría que emplearse el transbordador espacial. La misión Apolo-Soyuz (ASTP) había sido el canto del cisne del programa Apolo y la NASA quería pasar página cuanto antes para centrarse en el futuro, que en esos momentos pasaba por el shuttle. En realidad, ya en 1970 la NASA había considerado la posibilidad de emplear el transbordador en una misión espacial con la Unión Soviética como una de las opciones mientras planificaba la misión Apolo-Soyuz. Esta opción se propuso en el caso de que la misión entre los dos países se retrasase a finales de la década, pero en esa época el resto del mundo no sabía que la URSS estaba preparando las estaciones espaciales Salyut (de tipo DOS), cuyo primer ejemplar —la Salyut 1— sería lanzada en 1971. Una vez la NASA conoció la existencia del programa Salyut, se sugirió emplear una estación de este tipo en una misión conjunta, aunque los soviéticos rechazaron la propuesta en 1973.


El transbordador Atlantis acoplado con la estación Mir en 1995 durante la misión STS-71 visto desde la Soyuz TM-21. Una estampa parecida hubiera podido suceder una década antes (NASA).


Por este motivo, estaba claro que la siguiente misión entre EE.UU. y la URSS tras el Apolo-Soyuz debería ser una misión Shuttle-Salyut (la otra combinación posible, una misión Shuttle-Soyuz, no se contempló seriamente por el tamaño desproporcionado del transbordador comparado con la pequeña Soyuz, algo que no hubiese quedado muy bien desde el punto de vista diplomático). En 1974, un año antes de la misión ASTP (EPAS para la URSS), las dos potencias llevaron a cabo una reunión para discutir planes de futuro conjuntos en el espacio. La parte soviética estuvo representada por Mstislav Keldysh, el presidente de la Academia de Ciencias de la URSS. Keldysh había participado en multitud de foros internacionales y en Occidente muchos pensaban que jugaba un papel central en el programa espacial soviético. En realidad, Keldysh había sido elegido por el Kremlin para ser la cara visible del esfuerzo espacial de la URSS, pero lo cierto es que jugaba un papel poco relevante en el mismo. Fuera de la URSS nadie sabía que el programa espacial soviético era un enrevesado conglomerado dominado por las poderosas oficinas de diseño y algunas organizaciones gubernamentales como la Comisión Militar-Industrial (VPK) o el MOM, el «ministerio del espacio» (aunque en honor a la verdad, hay que añadir que Keldysh no era un simple figurante y tenía influencia en algunas áreas del programa espacial).


Misión Apolo-Soyuz (Roscosmos).


Keldysh contactó con George Low, el vice administrador de la NASA, y se llegó a hablar de la construcción de una estación espacial internacional entre las dos superpotencias, aunque por la parte soviética no se ofrecieron muchos detalles técnicos (detalles que Keldysh tampoco estaba en disposición de dar aunque hubiese querido). En cualquier caso, la construcción de una estación internacional debería pasar primero por alguna misión conjunta entre el transbordador y una estación Salyut. El problema es que, una vez más, había disponibles muy pocos detalles técnicos procedentes de la URSS. El motivo principal de esta sequía informativa es que la URSS no quería revelar que, en realidad, bajo el programa Salyut se estaban lanzando estaciones civiles de tipo DOS —como la Salyut 1 y la Salyut 4— a cargo de la oficina de diseño NPO Energía (antigua OKB-1 de Koroliov), junto con estaciones militares OPS del programa Almaz (como la Salyut 3 y la Salyut 5), construidas por la oficina de diseño de Vladímir Cheloméi. Por supuesto, los servicios de inteligencia de EE.UU. ya habían identificado la naturaleza militar de las OPS, pero desconocían hasta qué punto su diseño era diferente al de las DOS y la URSS no estaba dispuesta a ayudarles en esta tarea de investigación. Pero, más allá de esta reticencia a ofrecer datos técnicos, la parte soviética era en esta fase la que se mostraba más entusiasmada ante una posible continuación del programa Apolo-Soyuz.


Recreación del acoplamiento de una Soyuz con la Salyut 1 (Roscosmos).


En 1977 y 1978 los contactos entre los dos países se intensificaron y todo parecía indicar que se lograría firmar un acuerdo de cooperación para llevar a cabo varias misiones espaciales conjuntas. Se habló incluso de realizar alguna misión Spacelab en colaboración con la URSS. El Spacelab era un laboratorio desarrollado inicialmente por la Agencia Espacial Europea que viajaría en la bodega de carga del shuttle para realizar experimentos de todo tipo en microgravedad. Además de las misiones Spacelab con la ESA, la NASA acordó misiones con países concretos, como Alemania (Spacelab-D) o Japón (Spacelab-J), además de otras que nunca se llevaron a cabo (como el Spacelab-F con Francia). No obstante, los detalles de esta posible misión SPacelab con la URSS no se llegaron a concretar, más allá de que podría haber estado centrada en experimentos biológicos, de tal forma que sirviese como contrapartida a la colaboración de la NASA en el programa de satélites científicos soviéticos Bion (de hecho, la colaboración en el programa de satélites biológicos Bion había comenzado en 1975 como consecuencia de los acuerdos alcanzados entre los dos países de cara a la misión Apolo-Soyuz). Curiosamente, nadie sabía por entonces que la URSS estaba desarrollando su propio transbordador espacial dentro del marco del programa Energía-Burán y que, como parte del proyecto, estaba previsto lanzar módulos científicos 37KB en la bodega de carga (eso sí, estos módulos se acoplarían directamente a una estación espacial y no disponían de acceso directo desde la cubierta de vuelo).


Recreación del transbordador soviético Burán acoplado con el módulo Kristall de la Mir en la misión 2K1. En la bodega se aprecia el módulo 37KB.


No obstante, a mediados de 1978 la situación había dado un giro de 180º. El recrudecimiento de las hostilidades entre las dos potencias en varios puntos del globo estaba enfriando de manera acelerada las relaciones bilaterales, sobre todo a raíz de la intervención militar de la URSS en Afganistán en 1979. Ahora eran miembros del Pentágono y del gobierno estadounidense los que expresaban su preocupación acerca de la transferencia de tecnología a la URSS (al fin y al cabo, el shuttle había sido desarrollado en colaboración con el Departamento de Defensa con el objetivo de realizar todo tipo de misiones militares). El retraso del primer lanzamiento del Columbia tampoco ayudó a mejorar el panorama (originalmente, el shuttle tenía que haber despegado por primera vez en 1979, pero el vuelo inaugural se retrasó a 1981). Del lado soviético, el lanzamiento de la Salyut 6 en 1977 supuso un cambio de paradigma. Esta estación DOS de tercera generación incluía dos puertos de atraque, lo que permitía el relevo rutinario de tripulaciones que viajaban a la estación a bordo de naves Soyuz. Esta característica de diseño, junto con la introducción en 1978 de las naves de carga Progress y la nueva generación de naves tripuladas Soyuz T, permitió que la Unión Soviética llevase a cabo misiones espaciales cada vez más ambiciosas y de mayor duración. La puesta en marcha ese mismo año del programa tripulado Interkosmos con países del bloque soviético hizo que la colaboración con EE.UU. pasase a un segundo plano. A diferencia de las misiones conjuntas con la NASA, en Interkosmos la URSS jugaba un papel de absoluto protagonista, y todo por una fracción del coste de un programa realizado en colaboración con EE.UU.


Recreación de un transbordador acoplado a una estación DOS de tercera generación (Salyut 6/7) (NASA).


Aunque los contactos bilaterales continuaron, la posibilidad de una misión conjunta fue disminuyendo poco a poco. En 1981 Ronald Reagan, que abogaba por una política exterior mucho más agresiva contra la URSS, fue elegido presidente, dando al traste con cualquier posible misión entre los dos países a medio plazo. En 1984 la estación espacial Salyut 7 experimentó una serie de problemas que la pusieron al borde de quedar inutilizada. Aprovechando la situación, Reagan ofreció a la URSS una «misión de rescate» del transbordador para reparar la estación, pero se trató más bien de un intento de humillar a sus rivales que otra cosa. Ni que decir tiene, la «propuesta» no fue sopesada seriamente al otro lado del telón de acero. De hecho, la sugerencia de Reagan fue interpretada en los sectores más paranoicos del Kremlin como un intento de EE.UU. por crear una tapadera para «robar» la estación espacial —en plan Proyecto Azorian— y traerla a tierra para analizar su tecnología. Como resultado, a día de hoy persiste cierta mitología en Rusia sobre este intento —totalmente inexistente— de hacerse con la Salyut 7 (es imposible «robar» un satélite en secreto y, además, hubiera supuesto un acto de guerra). La caída de la Unión Soviética en 1991 permitió un acercamiento entre Rusia y EE.UU. que se consolidó dos años después con la firma del proyecto de la Estación Espacial Internacional (ISS). Una primera fase de este proyecto pasaba por llevar a cabo varias misiones entre el transbordador y la estación espacial Mir, cuyo módulo central era una estación de tipo DOS de cuarta generación muy similar a las Salyut civiles. En junio de 1995 el transbordador Atlantis se acopló por primera vez con la Mir durante la misión STS-71. Pero, si las cosas hubiesen sido un poco distintas, esta misión podía haber tenido lugar en los años 80.


Tom Stafford y Alexéi Leónov se dan la mano durante la misión Apolo-Soyuz de 1975 (NASA).



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