martes, 14 de septiembre de 2010

A Dilma la aplauden, pero el presidente despierta devoción

14/09/10 Si bien tiene buena relación con la gente, la aspirante del PT no genera pasión como Lula da Silva.
Por Eleonora Gosman
Belo Horizonte. Enviada Especial

Dilma Rousseff pudo controlar su reactividad aunque sin poder disimular el esfuerzo. Consiguió soportar los ataques personales de su adversario José Serra durante el debate de antenoche, pero no consiguió alcanzar el estado zen indispensable para no tartamudear en las réplicas. Y así como consigue una buena relación con el ciudadano común, dista de desencadenar esa pasión que enciende especialmente entre los menos favorecidos su ex jefe y actual padrino, el presidente Lula da Silva. 

Esta corresponsal pudo observar en Betim, a 100 kilómetros de Belo Horizonte (la capital del segundo estado brasileño), los grados de intensidad de la recepción que le dieron a la candidata unas 30.000 personas que se acercaron al acto. De noche y desde el palco era posible divisar la multitud. A ella la aplaudieron y le demostraron afecto.

Pero a Lula lo escucharon con devoción. “Nos habla con nuestro lenguaje”, se excusó uno de los manifestantes cuando Clarín preguntó por las diferencias. Otro más politizado respondió: “Lula no es popular; él sale del pueblo”. 

El jefe de Estado, quien traspasará el mando el próximo 1º de enero, no precisa de intermediarios para entenderse con “los populares”. Dilma, como también Serra, proceden de familias de clase media, con propiedades y rentas que les permitieron enviar sus hijos a la universidad. Si el caso de Lula es de extrema originalidad, ya que terminará su segundo mandato con un nivel de aprobación de más de 80%, su sucesora o sucesor no dispondrán de las mismas chances que los ciudadanos le dieron al presidente brasileño a lo largo de sus 8 años de gobierno.

Esto sugiere a priori que si alguno de los eventuales futuros presidentes pretende preservar las condiciones actuales, de calma y orden, en el primer año de gobierno deberán preservar lo esencial de las políticas sociales. Son ellas las que le permitieron al actual jefe de Estado superar la crisis de 2005, cuando una serie de denuncias derribó a sus ministros más importantes, y enfrentar luego el maremoto económico de fines de 2008 e inicio de 2009.

En Betim, un Lula que no disimulaba su cansancio no se olvidó de dar instrucciones al público: “Compañeros –les dijo– no olviden llevar un documento con foto, además de la cédula electoral. Sin él no podrán votar”. El pedido tiene una razón: si bien Dilma aventaja a su adversario en 23 puntos, la fuerza de su voto está en las llamadas clases C, D y E, es decir las de menores ingresos. Es allí donde se concentra 10% de los analfabetos del país. Las máquinas computadas simplifican el voto, pero también dificultan la decisión. Y nadie garantiza que no haya infinidad de errores a la hora de presionar una tecla.

“Mis vecina se llevan papelitos con los números que corresponden a cada candidato”, indicó a esta periodista uno de los habitantes de Betim (localidad fabril y relativamente pobre de Minas Gerais). Dilma tiene algo a su favor de lo que carece el oponente Serra. Y fue evidente en el debate del lunes último por la noche. Ninguno de los cuatro presidenciables –que incluyen a la activista Marina Silva y al izquierdista Plinio Arruda Sampaio—fueron capaces de atraer el interés de los electores. Pero de todos ellos, Serra fue el que obtuvo menos resultados. En una investigación cualitativa realizada entre un grupo de ciudadanos partidarios de Rousseff o de Serra, pero todavía indecisos, ella logró capturar el voto de los dudosos; él por el contrario los perdió. La razón: el opositor no tuvo capacidad para diferenciarse de Lula, con quién realmente traba esta pelea, y en ese contexto debió apelar a las agresiones contra Dilma con la esperanza de torcer la tendencia que muestra que las elecciones pueden ser resueltas en la primera vuelta. Las elecciones están muy próximas y el porcentaje de indecisos es cada vez menor. En la misma medida aumenta la polarización entre los dos oponentes principales.

Fuente: Clarin.com

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