viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Quién se beneficia con la revolución Kirguistán? (4/4)
Washington y el futuro de Kirguistán: controlando un eje geoestratégico
por F. William Engdahl*

En la cuarta y última parte de su estudio, F. William Engdahl explica la importancia geopolítica, capital para Estados Unidos, de los acontecimientos que ensangrentaron Kirguistán. Para Washington, el Asia Central constituye una posición clave en su estrategia de dominación global basada en la militarización de toda la región. Al servicio de ese objetivo se encuentra la tan socorrida táctica de la guerra de baja intensidad, que permite la expansión permanente de la presencia de la OTAN invocando como pretexto la «guerra contra el terrorismo», financiada con las enormes ganancias que reporta la producción de heroína. Como sugiere William Engdahl, es en Asia Central donde el imperio estadounidense se está jugando su supervivencia.

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El centro estadounidense de tránsito de Manas, en Kirguistán. Su misión oficial es apoyar el esfuerzo de guerra en Afganistán.
 
Desde el derrumbe de la Unión Soviética, en 1991, uno de los objetivos estratégicos de primer orden para el Pentágono y los servicios secretos estadounidense es infiltrarse profundamente en los antiguos países comunistas de Asia Central. El Pentágono ha hecho todo lo posible por incrementar la presencia estadounidense en la región y logró atraer a 4 de los 5 países del Asia Central para que formen parte de la Asociación por la Paz de la OTAN en 1994.

Las operaciones tácticas estadounidenses tendientes a garantizar una presencia estratégica en Asia Central comenzaron mucho antes del derrumbe de la URSS, específicamente el entrenamiento de militantes islamistas radicales –como Osama ben Laden y otros Muyahidines afganos formados por la CIA. El apoyo estadounidense a esos grupos estaba destinado a desestabilizar más aún la propia Unión Soviética. En efecto, durante los años 1980, la CIA organizó la entrega de armamento a los Muyahidines. Aquella operación, nombrada Operación Ciclón [1], tenía como objetivo acentuar el desgaste de las fuerzas soviéticas, ya por entonces debilitadas por el excesivo despliegue [2].

Aquella operación sigue siendo hoy en día la más importante y costosa que haya emprendido la CIA. El periodista pakistaní y ex combatiente Ahmed Rashid describió las estrechas relaciones entre los Muyahidines y la CIA durante la época en que la agencia estadounidense entrenaba a Osama ben Laden: «Entre 1982 y 1992 unos 35 000 musulmanes radicales provenientes de 40 países musulmanes se incorporaron a las filas afganas, estimulados por la CIA y los servicios secretos pakistaníes (ISI, siglas en inglés de Inter-Services Intelligence o Dirección Conjunta de Inteligencia), que querían convertir la yihad afgana en una guerra global de todos los países musulmanes contra la Unión Soviética. Otras decenas de miles de musulmanes fueron a estudiar a las madrazas pakistaníes. A fin de cuentas, se puede considerar que más de 100 000 musulmanes islamistas sufrieron una influencia directa de la yihad desarrollada en Afganistán.»[3]

El modelo CIA-Muyahidin resultó tan eficaz contra el Ejército Rojo en Afganistán que se aplicó a las redes de Muyahidines yihadistas infiltrados en Chechenia en los años 1990. Debido a la presencia de una población sunnita con fuertes demandas independentistas y la existencia de oleoductos que databan de la era soviética, esenciales para los actuales intercambios, el segundo conflicto checheno desestabilizó aún más al Estado ruso durante el agitado periodo que vivió bajo Boris Yeltsin [4].

«La manera como Estados Unidos maneja Eurasia es una cuestión sensible. La potencia que lograra adueñarse de Eurasia controlaría dos de las tres regiones más desarrolladas y dinámicas del mundo en el plano económico.», Zbigniew Brzezinski, The Grand Chessboard, p. 31.

El proyecto a largo plazo del Pentágono para Asia Central

En 2003, Ariel Cohen –experto ruso, consultante del Pentágono en el seno del tanque pensante financiado por la industria de la Defensa, la Fundación Heritage [5]– prestaba testimonio ante el Senado estadounidense: «Desde el fracaso de 2001, Estados Unidos programa el envío de fuerzas aeronavales y de fuerzas especiales a Asia Central…» [6]

Ariel Cohen confirmaba que, en realidad, las actividades del Pentágono en los países del antiguo bloque comunista de Asia Central, entre ellos Kirguistán y Uzbekistán, habían comenzado mucho antes que la guerra contra el terrorismo, consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Afirmaba además ante el Senado:
 
«El general Anthony Zinni, por entonces jefe del US Central Command, a cargo de la zona Asia Central, comenzó a establecer contactos desde mediados de los años 1990. En conversaciones de pasillo, algunos oficiales del Pentágono afirmaban que, aunque Estados Unidos no buscaba instalar una base militar permanente, la cuestión de la presencia estadounidense se mantenía abierta.» [7]

Cohen, especialista de Asia y Rusia, proseguía de la siguiente manera sus revelaciones sobre el verdadero guión de las actividades estadounidenses en Asia Central: «Los que tomaban las decisiones y los funcionarios oficiales elaboraron varias alternativas para organizar la racionalización de la presencia estadounidense en aquel entonces y en el futuro. Resumieron el conjunto del plan en estos elementos generales: proteger los recursos energéticos y la red de transporte por tuberías; ahogar la insurrección de los fundamentalistas musulmanes en Asia Central; impedir una hegemonía china y/o rusa en la región; facilitar la democratización y las reformas capitalistas; y, finalmente, planificar la implantación estadounidense privilegiando la utilización de zonas de reabastecimiento en Asia Central como bases de apoyo al esfuerzo de guerra en Afganistán. Además, se veía el Asia Central como un trampolín para futuras operaciones en Irak y en Irán.» [8]

En resumen, la agenda del Pentágono para Asia Central es a largo plazo y se basa en una estrategia progresiva de ocupación y militarización de toda la región. El Pentágono tiene a su favor el hecho que la inestabilidad y el sentimiento antiestadounidense que la ocupación estadounidense y los criminales bombardeos han provocado en las poblaciones pakistaní y afgana han proporcionado a la vez un excelente pretexto para la intensificación de la militarización estadounidense en Asia Central. Todo ello se desarrolla bajo la cobertura de misiones destinadas a «mantener el orden», bajo la bandera de la FIAS (Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad).

Los disturbios y la inestabilidad que generan las operaciones militares estadounidenses, y occidentales en general, sirven así para justificar la presencia de las «fuerzas de mantenimiento de la paz». Es ese pequeño e incómodo secreto lo que se esconde tras la terminología Operaciones de mantenimiento de la paz cuando la OTAN actúa directamente, como en Afganistán y en Kosovo, o cuando es la ONU la que entra en acción, como en Haití desde 2004 o en Sudán desde 2007 (dos países con ricos recursos petrolíferos) o como en la República Democrática del Congo (rica en minerales) desde 1999.

Cohen presentaba su análisis hace ya casi 7 años, en octubre de 2003, al cabo de 6 meses de una ocupación estadounidense en Irak que ya se vislumbraba como permanente. Los japoneses y los alemanes son testigos de lo difícil que resulta deshacerse de la presencia militar estadounidense después de instalada. La estrategia estadounidense en Asia Central nada tiene que ver, al parecer, con el reciente resurgimiento de los talibanes. Todo está previsto desde hace mucho tiempo. La estrategia estadounidense forma parte de lo que el Pentágono llama «Full Spectrum Dominance» (dominación estadounidense global total), o sea el control total de tierra, mar y aire.

En abril de 2009, el general David Petraeus, jefe del US Central Command (a cargo no sólo de Afganistán y Pakistán sino también de Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y los demás países ex comunistas) declaraba ante el Senado estadounidense: «Aunque el Asia Central haya recibido relativamente menos atención que las demás subregiones que dependen del US Central Command, Estados Unidos mantiene la firme voluntad de establecer relaciones de cooperación duraderas con los países de Asia Central y con las otras grandes potencias de la región para restaurar la seguridad en la zona.» [9]

Petraeus presentaba después los verdaderos puntos que focalizan el interés real del Pentágono y de la Casa Blanca:  «Situada entre Rusia, China y el sudeste asiático, el Asia Central ocupa una posición de eje estratégico en el continente euroasiático. Esto la convierte en una importante zona de tránsito para los intercambios regionales e internacionales y para el aprovisionamiento de las fuerzas de la coalición presentes en Afganistán.» [10]. [La letra en negrita es del autor.]

Las palabras de Petraeus no son más que una versión edulcorada de los intereses estratégicos de Washington y el Pentágono en la región. El Asia Central se encuentre actualmente en el vértice de la estrategia global del Pentágono –como lo fue hace un siglo para Gran Bretaña. Así andan los asuntos del Asia Central y del imperio –el imperio estadounidense, el del «nuevo siglo americano»; el imperio, o como lo proclamaba triunfalmente George Bush padre en los años 1990, luego del desmembramiento de la Unión Soviética, el Nuevo Orden Mundial.

Cuando describía el Asia Central como un punto clave en Eurasia para los intereses estadounidenses, Petraeus retomaba de manera muy reveladora los términos del británico Sir Halford Mackinder, el padre de la geopolítica. Al igual que los británicos de hace 100 años, el comando militar estadounidense se mantiene muy al tanto de las articulaciones geoestratégicas de la región [11].

Sólo es posible comprender los intereses estadounidenses en Kirguistán viéndolos en el contexto de este Gran Juego, perpetuado por el Pentágono en su estrategia geopolítica euroasiática tendiente a militarizar la zona que constituye ese punto, la heartland (isla mundial), según la terminología de Mackinder.

Inocular un cáncer en Asia Central

Está claro que la actual fase de esa guerra no declarada y desigual por parte de Estados Unidos se basa en una estrategia cuidadosamente preparada. Esa estrategia busca generar conflictos e insurrecciones en toda el Asia Central –una zona de guerra cuyo vértice se encuentra en Afganistán y pudiera extenderse hacia Pakistán e Irán, y luego hacia Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán, perturbando finalmente Rusia e incluso China, a través de la provincia de Xinjiang, fronteriza con Kirguistán.

La táctica adoptada para extender la militarización con apoyo de Estados Unidos consiste en intensificar las insurrecciones tribales locales perpetrando deliberadamente todo tipo de atrocidades, esencialmente contra los civiles, aterrorizar a las poblaciones locales y estimular los actos desesperados de resistencia. En pocas palabras, es una estrategia oficialmente asumida de crímenes de guerra deliberados.

Esa estrategia no está concebida para evitar que el Pentágono tenga que exponer a sus tropas poniéndolas en primera línea, cosa que el Pentágono no se niega a hacer. Tampoco se exige una mayor precisión de los golpes aéreos realizados por medio de aviones sin piloto, en comparación con los bombardeos realizados con pilotos. Consiste, de manera enteramente deliberada, en alimentar las insurrecciones y provocar respuestas armadas a las atrocidades y otras acciones ilegales e inhumanas que cometen Estados Unidos y la OTAN. Al inscribirse en la lógica de la guerra contra el terrorismo, esa estrategia justifica de antemano la continuación de la expansión de la presencia de la OTAN.

A través de esa estrategia, alimentan una guerra que nunca puede ganarse y que, como consecuencia, proporciona una justificación para la presencia permanente de Estados Unidos y la OTAN.

Para muchos analistas perspicaces ya resulta evidente ahora que la guerra contra el terrorismo no es más que una farsa. Pero una farsa que persigue un objetivo diabólico, es para Washington una manera de justificar la militarización de zonas conflictivas, etapa por etapa, a medida que el Pentágono extiende su zona de influencia a todo el globo, siguiendo su estrategia de «Full Spectrum Dominance».

Gracias a su ofensiva propagandística, iniciada el 11 de septiembre de 2001, el islam radical yihadista sustituyó con éxito al enemigo rojo soviético en la mente de la mayoría de los estadounidenses. Aquel engaño ideológico, cínico y extremadamente elaborado, convence a los estadounidenses para que envíen sus hijos a morir por una noble causa, la causa de la «victoria sobre el terrorismo».

Desde la entrada en funciones de la administración Obama, en enero de 2009, la guerra de Estados Unidos se propagó más allá de las fronteras afganas, sobre el territorio pakistaní, centímetro a centímetro, aldea por aldea, un cadáver tras otro, sin provocar de parte del presidente pakistaní Asif Ali Zardari otra reacción que una tenue protesta pública.

El presidente Asif Ali Zardari. Detrás, el retrato de su esposa, Benazir Bhutto, asesinada en 2007.

Zardari es el esposo de Benazir Bhutto, asesinada en 2007. Según una investigación del Senado estadounidense, en los años 1990 Zardari se benefició con 1 500 millones de dólares provenientes de los fondos públicos siendo él mismo ministro de Desarrollo cuando su esposa era primer ministro, lo cual le valió el apodo de «Señor 10%», en referencia a la retribución que exigía por facilitar la firma de contratos de desarrollo. Al parecer Zaradri sacó esos fondos del país de manera ilegal y los depositó en cuentas privadas del Citibank escondidas en Suiza y en Dubai. De manera nada sorprendente, las autoridades estadounidenses de aquel entonces impidieron la investigación [12].

Actualmente, Zardari parece resignado a aceptar la presencia militar estadounidense en su país, quizás porque Estados Unidos puede chantajearlo con la amenaza de revelar los detalles de sus pasados negocios con el Citibank [13].

Se atribuye a Zalmay Khalilzad, un neoconservador americano-afgano que ayudó a organizar la guerra en Afganistán bajo la administración Bush, el haber seleccionado a su viejo amigo Hamid Karzai para ocupar la presidencia en Afganistán –como una marioneta en manos de Washington. Khalilzad desempeñó también un papel central en el apoyo estadounidense a Zardari durante las elecciones presidenciales de 2008, cuando algunos en Washington consideraban a Musharaff cada vez menos confiable [15].

Como presidente [de Pakistán], Zardari ha logrado retrasar las medidas tendientes a instaurar una agencia nacional de lucha antiterrorista [16], actitud enteramente conveniente para la agenda del Pentágono. Cerca de 10 años después del comienzo de la guerra contra el terrorismo, Pakistán no tiene aún una estrategia antiterrorista eficaz. Recientemente, Zardari lanzó a Dennis Blair, [ex NdT.] director de la inteligencia nacional ante Barack Obama, un «pedido de ayuda» [17].

Con la extensión de la guerra al territorio pakistaní gracias, entre otros elementos, a los aviones sin piloto de la CIA que bombardean a la población civil con el pretexto de la lucha contra los talibanes, Estados Unidos ha realizado una sutil maniobra lingüística al popularizar el término Afpak para designar la zona de conflictos. Con el uso de esa sigla se da por sentado que el conflicto declarado se ha extendido con éxito a Pakistán.

La próxima fase de la extensión de la guerra en Eurasia tiene que ver con Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán. El valle de Fergana, que abarca estos tres países, es el vértice alrededor del cual estallaron los conflictos y desde el cual Estados Unidos y la OTAN piensan apoderarse del control de toda el Asia Central. Es por eso que el objetivo estratégico de la presencia estadounidense en la región reviste una importancia capital.

La extensión de la guerra a través de la NDN (Red de Distribución del Norte)

En la óptica de esa estrategia resulta primordial para Estados Unidos la conclusión de acuerdos con los respectivos gobiernos de Kirguistán y Uzbekistán sobre el tema de la red septentrional de abastecimiento hacia Afganistán. Esa nueva ruta ha sido bautizada como Red de Distribución del Norte (Northern Distribution Network o NDN), denominación aparentemente anodina bajo la que se esconden realidades muy diferentes.

En esa zona altamente estratégica de la heartland euroasiática, la NDN resulta indispensable para el proceso de extensión de la presencia militar de Estados Unidos y la OTAN, fuerzas militares designadas eufemísticamente como «Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad» (FIAS). Y la presencia de Estados Unidos en Kirguistán es indispensable para el desarrollo de la NDN.

La Red de Distribución del Norte implica toda una serie de estructuras logísticas que conectan los puertos del Mar Báltico y del Mar Caspio con Afganistán, a través de Rusia, de Asia Central y del Cáucaso.

Además de la vasta red denominada NDN, Estados Unidos comienza a plantearse el desarrollo de redes de tránsito que atraviesen Irán y China, como medio de cubrir una brecha en la logística del Pentágono, intrusión preliminar que antecede a muchas otras en esos países con regímenes hostiles a Washington.

La Red de Distribución del Norte es un sueño demasiado perfecto para ser real. Se trata de un conjunto de mecanismos, cuyo costo asciende sólo a algunos millones de dólares en tarifas de transporte pero que permite penetrar profundamente en todo el continente euroasiático. Los flujos de material de guerra y tropas que utilizarían esa red en pleno desarrollo prometen ser importantes. Con el fortalecimiento de la presencia estadounidense en Afganistán, desde la entrada en vigor de la política de surge de Barack Obama, las previsiones de la demanda de abastecimiento no militar para los años 2010 y 2011 muestran una progresión que se sitúa entre un 200 y un 300% en relación con 2008 [18].

Richard Holbrooke (a la izquierda), enviado especial estadounidense para Afganistán y Pakistán, con Hamid Karzai, presidente de Afganistán.

Richard Holbrooke, el enviado especial estadounidense para Afganistán y Pakistán, viajó en febrero pasado a cada país clave del Asia Central para fortalecer los vínculos con los países que atraviesa la NDN, como Kazajstán, Uzbekistán y Kirguistán [19].

Durante su visita a Kirguistán, Holbrooke trató posiblemente de obtener un encuentro secreto sobre la base aérea de Manas con miembros del Movimiento Islámico de Uzbekistán, organización oficialmente declarada en 2002 «organización terrorista extranjera» por el Departamento de Estado, donde trabajaba el propio Holbrooke [20].

Al parecer, aquel encuentro debía abordar las operaciones tendientes a que la guerrilla saboteara instalaciones del nuevo gasoducto entre Turkmenistán, Uzbekistán. Kirguistán y China (TUKC) [21]. De ser cierto, esto confirmaría que el verdadero objetivo geopolítico del posicionamiento de las fuerzas estadounidenses en la base de Manas y en el territorio de los vecinos de Kirguistán es perturbar los flujos energéticos esenciales para China y toda Eurasia, bajo la apariencia de ataques terroristas. Se trata del clásico objetivo de las operaciones bajo bandera falsa, cuyos verdaderos promotores se esconden siempre detrás de falsos autores [22].

Paul Quinn-Judge, director de la ONG International Crisis Group en Asia Central, declaró recientemente a [la revista] Time que los crecientes flujos de abastecimiento militar a través de las vías de comunicación en Kirguistán y en Asia Central provocarán ataques contra los convoyes por parte de grupos insurgentes como el Movimiento Islámico de Uzbekistán y la Unión de la Yihad Islámica. Agregaba que «Es evidente el problema que se plantea con la Red de Distribución del Norte: la zona de conflictos puede extenderse a toda el Asia Central» [23].

Resulta significativo que en marzo de 2009 Barack Obama haya anunciado una ayuda de 5,5 millones de dólares al gobierno de Bakiev para la construcción de un centro de entrenamiento antiterrorista en el sur de Kirguistán. Sería esa la segunda implantación directa de importancia en ese país, y constituiría además una base de partida ideal para exportar la guerra.

Está comprobado que la política exterior secreta del Pentágono y la CIA consiste en parte en utilizar a los militantes islamistas.

Los militares que entrenan a los terroristas entrenan también a los antiterroristas. Esta política pudiera parecer extrañamente contradictoria, lo cual sería olvidar la esencia misma de las tácticas de guerra estadounidenses y británicas aplicadas activamente desde principios de los años 1950.

Guerra de baja intensidad y mantenimiento de la paz

El oficial británico Frank Kitson nombró esa particular estrategia «guerra de baja intensidad» (Low Intensity Warfare). Kitson desarrolló y perfeccionó su método con vistas a recuperar la superioridad en zonas sometidas, como en Malasia y Kenya durante la rebelión de los Mau Mau y las luchas de independencia, y posteriormente en Irlanda del Norte.

Ese concepto de guerra de baja intensidad, como la definiera Kitson [24], incluye el uso del engaño, la infiltración de agentes dobles y de agentes provocadores e incluso acciones de tránsfugas infiltrados en verdaderos movimientos populares, como sucedió con los movimientos anticolonialistas después de 1945.

Esa táctica también ha recibido el nombre de gang/antigang. La idea de fondo es que la agencia de inteligencia o la fuerza armada de ocupación implicada –ya sean el ejército británico en Kenya o la CIA en Afganistán– controle de hecho las operaciones que realizan ambos bandos en el marco de un conflicto interno, creando así pequeñas guerras civiles o entre pandillas. El objetivo que se trata de obtener es sembrar la división entre los movimientos legítimos y justificar así el envío de refuerzos militares adicionales, como está haciendo Estados Unidos con la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (FIAS), misión cuya denominación no puede ser más engañosa [25].

En su curso impartido en el US Air War College sobre la intervención militar estadounidense desde la guerra de Vietnam, Grant Hammond se refiere claramente a la guerra de baja intensidad, en otras palabras «las operaciones de mantenimiento de la paz», calificándola de «guerra que no dice su nombre» [26].

En efecto, después de numerosos informes redactados en Irak en 2003 luego de la invasión estadounidense contra Afganistán, las fuerzas especiales británicas y estadounidenses al parecer armaron secretamente a los supuestos terroristas contra los gobiernos de Irak y Afganistán, que reciben el apoyo de Estados Unidos. Eso significa específicamente armar a los talibanes mientras que se siguen dedicando millones de dólares al armamento de los combatientes antiterroristas locales [27]. De ser cierto esto, sería la consagración del método que proponía Kitson.

Más grave aún es el hecho que entre las fuerzas especiales que arman a los insurgentes se encuentran también los mercenarios u hombres pertenecientes a empresas privadas de tipo militar, como Blackwater (recientemente rebautizada como Xe después de la revelación de su flagrante implicación en el asesinato de civiles en Irak).

Sobre el entrenamiento de la policía…

En el vértice de esta estrategia de extensión de la guerra de baja intensidad desde Afganistán hacia toda el Asia Central se encuentra el nuevo programa «de entrenamiento» de la policía afgana, cuyo objetivo oficial es restablecer el orden. Según un reciente sondeo, menos del 20% de la población de las provincias del este y del sur de Afganistán confía en la policía entrenada por Estados Unidos. Un chofer de taxi hacía el siguiente señalamiento: «No nos importan los talibanes. Es la policía lo que nos preocupa» [28].

Jeremy Kuzmarov, historiador estadounidense muy prolífico sobre el tema del ejército estadounidense, ha analizado detalladamente, y dentro de un periodo que se extiende por más de 100 años, el esquema que Estados Unidos adoptó de forma deliberada en el marco del entrenamiento de las policías nacionales.

Kuzmarov estima que esos entrenamientos, a primera vista anodinos y rutinarios, son para Estados Unidos la manera más eficaz de garantizar a los regímenes que conforman su clientela un fiel aparato de seguridad, permitiéndoles así consolidar su poder y reprimir a la oposición política.

Kuzmarov explica lo siguiente: «Con la extensión de la guerra en Afganistán y Pakistán, la administración Obama ha puesto énfasis en los programas de entrenamiento de las fuerzas de policía. El objetivo que se anuncia es garantizar la seguridad de la población de manera tal que las fuerzas locales sean capaces de servir gradualmente de relevo en el proceso de pacificación. Estados Unidos utilizó el mismo procedimiento en Irak. En ambos casos, los hombres entrenados por Estados Unidos cometieron actos de violencia de índole religiosa, ejecuciones sumarias y actos de tortura. Al mismo tiempo, las armas y equipos que Estados Unidos les proporciona van a parar frecuentemente a manos de los insurgentes, muchos de cuales están infiltrados en las fuerzas armadas oficiales. Todo eso ha contribuido a prolongar ambos conflictos.» [29].

El último punto es el más esencial: la represión constituye el arma fundamental de la guerra de baja intensidad (y desigual) impuesta por Estados Unidos, además de ser un instrumento para el ejercicio del poder. En Afganistán, la represión sirve para fortalecer el conflicto y la resistencia interna hasta que la presencia militar estadounidense resulte intolerable para la población. En cambio, el desarrollo de la resistencia sirve de justificación para extender la guerra, es el surge de Obama. Se trata de un proceso que se alimenta a sí mismo, de un objetivo que Estados Unidos viene incluyendo en sus planes desde el fin de la era soviética.

Según Kuzmarov, la policía afgana, despreciada y temida, está siendo manipulada por los señores de la guerra pagados por la CIA. Las operaciones habituales consisten en atacar al azar los puntos de control, abatir manifestantes desarmados, despojar de sus tierras a los pequeños agricultores, aterrorizar a la población civil a través de una guerra de limpieza con agresiones sistemáticas contra domicilios en el marco de ataques realizados por los estadounidenses y por la policía afgana entrenada… por los estadounidenses. Prosigue Kuzmarov: «Ese tipo de abusos corresponde a los esquemas observados en el pasado; son resultado de antagonismos étnicos y de una polarización social agravadas por la presencia estadounidense y por la movilización de las fuerzas de policía con fines políticos y militares» [30].

Esto recuerda la Operacion Fénix de Estados Unidos en Vietnam.

Dudosa iniciativa: la Iniciativa de Defensa de la Comunidad (Community Defense Initiative)

Durante los últimos meses, el jefe del US Command en Afganistán, Robert McChrystal, llegó a dedicar 1 300 millones de dólares al financiamiento estas milicias «antitalibanes» en 14 zonas del país. Este programa secreto es tan confidencial que McChrystal se niega a comunicar los detalles a sus aliados de la OTAN, a pesar de ser también el comandante en jefe de las operaciones de la FIAS en Afganistán. Pero ¿cómo diferenciar un talibán de un antítalibán en el seno de esas pandillas armadas por Estados Unidos que atacan a las fuerzas de la OTAN? El órgano de prensa del Pentágono y sus periodistas afiliados seguramente podrían responder esa pregunta [31].

No es por casualidad que el programa Iniciativa de Defensa de la Comunidad recibió ese inocente nombre. La aplicación del plan está al parecer en manos del novísimo «Grupo de Fuerzas Especiales» (Special Forces Group), que responde directamente a McChrystal, como jefe del US Command en Afganistán. Aunque McChrystal es el jefe de la misión de la OTAN en Afganistán (la muy oficial FIAS), los demás miembros son mantenidos al margen de las operaciones vinculadas precisamente a la cuestión del armamento de las milicias locales por parte de la Iniciativa de Defensa de la Comunidad, lo cual resulta muy revelador [32].

Es posible que esa desconfianza hacia los aliados de la OTAN se explique en parte por la firme oposición de estos últimos a la entrega de armas a las milicias locales.

McChrystal supuestamente puso en otras manos la organización de esas milicias locales. Arif Noorzai es el responsable de esa organización. Se trata de un muy controvertido político de la provincia de Helmland, la región más productora de opio a nivel mundial. Para decirlo claramente, nadie confía en Arif Noorzai. Estos financiamientos y entregas de armas parecen formar parte de la estrategia de surge aplicada por Petraeus.

El 19 de mayo, los servicios de prensa del Pentágono anunciaban que «insurgentes» habían realizado un importante ataque contra la fortaleza de la base militar de Baghram, en Afganistán, utilizando cohetes, granadas y otro armamento ligero. El balance fue de 7 soldados estadounidenses heridos y numerosos insurgentes muertos. El día anterior un grupo de suicidas había atacado un convoy militar estadounidense en Kabul matando a 18 personas, entre las que se encontraban 5 soldados estadounidenses. Los funcionarios del Pentágono declaraban entonces que los talibanes habían reclamado la autoría del ataque [33].

Hemos descrito aquí los hechos tal y como se ven desde la superficie. Lo que no está absolutamente nada claro es la naturaleza de esos «insurgentes».

¿Forman parte de los miles de civiles reclutados por Arif Noorzai en nombre de la poco controlada Iniciativa de Defensa de la Comunidad?

¿O se trata de afganos que realmente tratan de oponer resistencia a los ataques y atrocidades de Estados Unidos? También son oscuras las razones del reclamo de autoría de esos ataques por parte de los talibanes. Puede tratarse simplemente de una maniobra de oportunismo político de los talibanes, de un engaño tendiente a hacerlos parecer ante los demás afganos como más fuertes de lo que en realidad son.

Es una práctica muy conocida el empleo en Afganistán, y en otras partes, de firmas militares de carácter privado para la ejecución de acciones que las fuerzas armadas estadounidenses, por estar sometidas a la ley, no pueden realizar. Es la privatización de la guerra. El [diario] New York Times reveló recientemente la utilización secreta e ilegal de empresas militares privadas por parte del Pentágono a través de la Lockheed Corporation –se trata de grupos que responden a diversas apelaciones, como Alternativas de Influencia Estratégica o Sociedad Americana de Seguridad Internacional– en la realización de las operaciones secretas en el este de Afganistán y más allá de la frontera con Pakistán.

Esa red, que emplea mercenarios estadounidenses, afganos y pakistaníes, parece hallarse bajo la supervisión de un ex alto funcionario de la CIA y experto anterrorista, Duane «Dewey» Clarridge, quien desempeñó un importante papel en las operaciones de tráfico de droga con las bandas armadas de los Contras en Nicaragua durante los años 1980 [34].

Entrega de armas a las milicias afganas, despliegue de unidades de mercenarios de origen afgano o pakistaní no sujetos a las normas de la Convención de Ginebra ni a las leyes afganas y dirigidos por veteranos de los servicios secretos estadounidenses, son esos los elementos de la receta que puede extender el incendio a nuevas zonas de conflicto. Los archivos del comando estadounidense en Irak, e incluso en Afganistán hoy en día, hacen pensar que su verdadera intención es utilizar la guerra de baja intensidad como estrategia para extender la guerra, tras la fachada que proporciona la «Misión de Mantenimiento de la Paz» de la OTAN.

La solución reside en la Red de Distribución del Norte

En este momento, los Estados implicados en la Red de Distribución del Norte son Letonia, nación miembro de la OTAN y país ex comunista; Azerbaiyán, productor de petróleo sometido a Estados Unidos; el Estado títere de Georgia; Kazajstán; Rusia; Tayikistán y Uzbekistán. En un ejercicio de estilo lingüístico digno de una novela de Orwell, el Pentágono ha rebautizado las bases militares utilizadas en los conflictos con el apelativo de centros de tránsito. La realidad es que siguen siendo bases estadounidenses, a pesar del cambio de denominación.

Resulta complejo el papel de Rusia en la Red de Distribución del Norte. Moscú facilitó la construcción de una línea férrea que constituye la principal vía de comunicación de la NDN –se extiende desde Letonia hasta la frontera entre Uzbekistán y Afganistán. El gobierno de Putin también trabajó de conjunto con la administración Obama en ese sentido. Los rusos aceptaron el envío de equipamiento letal a través de su espacio aéreo. Las empresas rusas, que luchaban por mantenerse a flote entre los remolinos financieros de la crisis mundial, se beneficiaron de pronto con los contratos logísticos firmados con el Pentágono y se embolsaron así decenas de millones de dólares que necesitaban con urgencia. Sin embargo, en ese mismo momento, Moscú trataba de convencer al gobierno kirguizio de Bakiev para que retirara a Estados Unidos los derechos de acceso a la base de Manas [35]. Moscú fracasó en ese aspecto.

La Red de Distribución del Norte proporciona además a Washington un margen de maniobra cada vez más importante en relación con las economías subdesarrolladas e inestables del Asia Central. A través de los acuerdos que permiten encaminar los envíos, los transportistas locales se ven atados a Estados Unidos en el plano económico. En muchos casos se debilitan los vínculos de esos transportistas con Rusia o se crean en Rusia grupos de intereses que tratan de prolongar la cooperación con la OTAN. Resulta fácil vislumbrar el potencial que representa la Red de Distribución del Norte para la creación en la región de un polo económico adversario de la Organización del Tratado de Cooperación de Shangai. Sólo las empresas rusas ganan más de 1 000 millones de dólares al año gracias a los contratos, indispensables para el Pentágono, que permiten encaminar el aprovisionamiento militar a través de Rusia y de la Red de Distribución del Norte [36].

Si Estados Unidos lograra militarizar el Asia Central a partir de Afganistán, lograría un verdadero jaque mate. Estaría entonces en posición de impedir que cierta cantidad de Estados pudieran oponerse al programa de Full Spectrum Dominance del Pentágono. La capacidad de las naciones de Latinoamérica (desde Venezuela hasta Bolivia y desde Cuba hasta Brasil) para seguir una línea política y económica independiente del dictado de Washington se vería destruida. Desaparecería la capacidad de China de construir una zona económica estable en Asia, al abrigo del peligro de caída del dólar.

Violentos conflictos estallarían en Rusia a medida que los conflictos tribales, étnicos y religiosos se extendieran por los Estados del antiguo bloque comunista, como en una nueva guerra de los Treinta Años. Todo esto indica que, por muy lejanos que puedan parecer, los acontecimientos de Kirguistán revisten para Washington una importancia geopolítica capital.

La NDN y el «centro antiterrorista» de Batken

En ese contexto, el nuevo centro de entrenamiento antiterrorista de Batken, en Kirguistán, es de capital importancia para la Gran Estrategia que Estados Unidos aplicará en el futuro en pleno corazón del Asia Central. Ese centro de entrenamiento ha sido construido por iniciativa de la administración Obama y con vistas a garantizar la formación de las unidades de fuerzas especiales bautizadas como Scorpion, para que sean capaces de «realizar operaciones de lucha contra la droga y el terrorismo». Esa base de entrenamiento constituye una posición desde donde se puede controlar toda la región euroasiática, desde Rusia hasta China y pasando por Kazajstán.

Batken es el eje alrededor del cual se articularán las operaciones estadounidenses en Asia Central.

El 17 de marzo de 2010, el ministro de Defensa del gobierno del hoy depuesto presidente Bakiev en Kirguistán, hacía una declaración sobre el centro de entrenamiento de la provincia de Batken (Batken Oblast). Consideraba que su construcción emanaba «de un proyecto fruto de las relaciones bilaterales entre Kirguistán y Estados Unidos y que su objetivo [era] luchar contra el terrorismo internacional, el extremismo religioso, el crimen organizado internacional y el tráfico de droga». Según el ministro, el proyecto no está «dirigido contra ningún tercer país» y no entra «en conflicto con ninguna de las obligaciones de Kirguistán hacia la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y las demás organizaciones internacionales» [37].

Fuentes anónimas del ministerio de Defensa de Kirguistán prevén que los soldados «antiterroristas» kirguizios entrenados por Estados Unidos se impliquen en posibles «conflictos locales» –más exactamente en conflictos con Uzbekistán. Ello proporcionaría un excelente pretexto para extender el conflicto orquestado por Estados Unidos hacia el valle de Fergana, zona altamente estratégica.

El ministro de Defensa de Kirguistán agregaba entonces que la construcción del campo estadounidense de entrenamiento en la provincia de Batken no era más «que uno de los numerosos proyectos que Kirguistán y Estados Unidos aplican conjuntamente» en el sector militar y que formaba parte de «las relaciones de cooperación entre los dos Estados sobre las cuestiones militares definidas por el programa de financiamiento militar del Pentágono en el extranjero (Foreign Military Financing, FMF) desde 1996» [38].

Algunos especialistas en cuestiones de estrategia militar en China y Rusia, especialistas con los que el autor pudo entrevistarse en privado, consideran que el entrenamiento de los soldados nacionales por parte de Estados Unidos satisface ciertas intenciones del US Central Command: en primer lugar, la expansión de la presencia militar de Estados Unidos y la OTAN en los ejes estratégicos de comunicación del Asia Central, además de un posicionamiento de las fuerzas que permiten ejercer presión sobre la evolución de las negociaciones políticas y energéticas en Eurasia, desde Rusia hasta China.

Zbigniew Brzezinski, quien fue consejero de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos James Carter, considera Eurasia como la única zona que reúne países capaces de desafiar la hegemonía estadounidense.

Brzezinski, protegido de David Rockefeller y discípulo del geopolítico británico Macfinder, escribía las siguientes líneas en 1997: «Estados Unidos es hoy en día la única superpotencia mundial, y es en Eurasia donde se decide todo en el mundo. La distribución de poderes en el continente euroasiático tendrá por lo tanto una importancia decisiva para la supremacía estadounidense y para su legado histórico… Mientras las señales que vienen de Europa y Asia sean alentadoras, cada una de las políticas estadounidenses debe, para tener éxito, focalizarse sobre Eurasia y considerar el continente como un todo. Las políticas que se aplican deben, ante todo, tener como guía un plan global de estrategia geopolítica… Para ello es prioritario recurrir a la astucia y a la manipulación para impedir la aparición de una coalición hostil que pudiera tratar de suplantar la primacía estadounidense.» [39]

En el más revelador de los libros que expresan su forma de pensar, Brzezinski agrega: «La tarea más urgente es asegurarse de que ninguna nación o grupo de naciones se arrogue la capacidad de expulsar a Estados Unidos de Eurasia o de reducir de forma importante su papel de árbitro en la región.» [40]

Si se analizan a la luz de esa tendencia, ciertos hechos se ven de forma muy diferente:
- En enero de 2009, el jefe del US Central Command, el general David Petraeus, anuncia una serie de acuerdos sobre las vías de comunicaciones firmados con Rusia, Kazajstán y Uzbekistán.
- En marzo de 2009, el gobierno uzbeko autoriza el traslado de soldados estadounidenses hacia Afganistán a bordo de aviones de la Luftwaffe y a partir de la base militar alemana de Termez.
- En mayo de 2009, Estados Unidos crea un centro nodal de abastecimiento en el aeropuerto de Navoi, en Uzbekistán, centro cuyas operaciones de tránsito están en manos de una empresa surcoreana.
- En junio de 2009, se prorroga el contrato de explotación de la base aérea de Manas, aunque Kirguistán había anunciado repetidamente que Estados Unidos tendría que retirarse de allí en agosto de 2009.
- Para terminar, en julio de 2009 se revela al público que la US Air Force está realizando una modesta operación de abastecimiento en material y carburante a partir de un lugar desconocido situado en Turkmenistán [41].

Los estrategas del Pentágono se empeñaron en el proyecto de la Red de Distribución del Norte desde principios del año 2006, en momentos en que se filtraba poca información sobre la insurrección de los talibanes y se debilitaba la ofensiva militar. Es fácil comprobar que a medida que se ampliaba la presencia estadounidense en Afganistán también se intensificaban las operaciones de las milicias insurgentes. Ya lo hemos señalado anteriormente y esa correlación no es casual. Gradualmente, etapa por etapa, las autoridades estadounidenses se han dedicado a concluir acuerdos de tránsito con Estados tan esenciales como Rusia y con otros países que tienen fronteras con Afganistán.

En general, los acuerdos bilaterales pasaron inadvertidos. Tomaron su forma definitiva a mediados del año 2008, en lo que el Pentágono llama actualmente la Red de Distribución del Norte. Basta una rápida ojeada a las imágenes satelitales de Google Maps o de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) para comprobar la importancia de la NDN sin que quede espacio para la duda.



Un cargamento militar en tránsito por la NDN puede tener su origen en uno de los dos «hubs del oeste», en Letonia o en Georgia. Después de salir de una de esas dos zonas seguras, llega a Afganistán por tren, por camión o por ferry a través de Rusia y de sus ex satélites: por Kazajstán y ya sea por Kirguistán y Tayikistán, o por Uzbekistán. Las declaraciones oficiales justifican ese proyecto de vías de comunicación invocando la necesidad de disponer de vías de acceso seguras hacia Afganistán, o sea evitando el paso por Pakistán [42].

Haberse convertido en punto de partida de la vía más importante de la NDN es un destino irónico para Riga. Ese puerto del Mar Báltico, de agradable clima durante todo el año, sirve también actualmente para transferir a los trenes rusos los cargamentos de los barcos que fleta Estados Unidos. Después de Rusia, la vía férrea se prolonga hacia el sur y atraviesa Kazajstán y Uzbekistán, bordeando las costas del Mar Caspio, para terminar en el norte de Afganistán. Esas vías férreas rusas fueron construidas por la URSS para abastecer a sus propias tropas en Afganistán, en los años 1980. Movida hoy por su deseo de cooperar con Estados Unidos y la OTAN, Rusia pone a su disposición esa red ferroviaria para que puedan desarrollar su campaña en Afganistán [43].

Otro recorrido a través de la NDN parte desde Georgia, evita el territorio ruso pasando por el puerto de Ponti, en el Mar Negro, y se prolonga hacia Bakú, en Azerbaiyán, donde las cargas militares pasan a ferrys que atraviesan el Mar Caspio y llegan a Kazajstán. Pasan entonces a camiones que entregan dicha carga en Uzbekistán o en Afganistán. Un tercio de los envíos que transitan por la NDN siguen ese camino. La tercera vía de la NDN evita el paso por Uzbekistán, sale de Kazajstán y atraviesa Kirguistán y Tayikistán para alcanzar Afganistán [44].

Ese contexto geográfico es determinante. Resulta evidente que Kirguistán será en el futuro escenario de los nuevos conflictos que el Pentágono está preparando conforme a su estrategia euroasiática. Ese país, según palabras del general Petraeus, es el eje de esa estrategia. Así lo describe Peter Chamberlain, especialista en Asia Central: «El brusco reajuste común de los intereses de los talibanes y de Pakistán (formalmente formulado por los arrestos en serie de talibanes) es un intento de Estados Unidos y de la OTAN por justificar la apertura de ese nuevo frente en la guerra contra el terrorismo dando la prioridad a la seguridad de la Red de Distribución del Norte. La red prepara el terreno para la implantación planificada de oleoductos que explotarán los atractivos recursos mineros energéticos, que sólo esperan que los extraigan de los ricos subsuelos de la cuenca del Caspio. Ese reciente reajuste, centrado en el interior del territorio euroasiático, sólo ha sido posible gracias a los arreglos de Estados Unidos con Islamabad para sacar provecho de las cordiales relaciones que Pakistán mantiene con los talibanes, en vez de oponerse a ellos.» [45].

El opio en la guerra de Asia Central

Es sin dudas en el opio lo que determina toda la coherencia de la estrategia estadounidense de guerra de baja intensidad.

Al igual que en el caso de las empresas comerciales británicas y estadounidenses en las guerras del opio contra China, a partir de los años 1840, el opio aún desempeña hoy en día un papel central en la estrategia de control del Asia Central.

Wayne Madsen, periodista que realiza investigaciones sobre Washington y se expresa a través de Internet en su sitio Wayne Madsen Report (WMR), describe el papel del tráfico de opio durante la invasión estadounidense de 2001 y la ocupación del territorio: «Según informaciones proporcionadas al WMR por un veterano de la Delta Force, cuando las unidades de élite de las fuerzas militares fueron enviadas a Afganistán después de los atentados del 11 de septiembre, la primera orden que recibieron de la CIA fue proteger las plantaciones de amapola [También llamada adormidera, es la planta de la que se obtiene el opio. NdT.]. Fuentes del WMR en el seno del FBI confirman que el tráfico proveniente de Afganistán ha reemplazado el que dirigía Khun Sa, el rey del opio del Triángulo de Oro en Birmania, y que ese país es hoy la principal fuente del opio y de la heroína de que dispone la CIA para sus operaciones de narcotráfico.» [46]

Desde hace ya varias décadas, la CIA y el Pentágono vienen entrenando agentes que fingen ser terroristas islámicos e infiltrándolos en Asia Central, en particular en las regiones vecinas del valle de Fergana –rico en uranio– en los territorios de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán. Uno de los principales actores de esa mascarada es una organización cuya creación fue financiada por la CIA, el Movimiento Islámico de Uzbekistán (Islamic Movement of Uzbekistan, IMU). El Movimiento Islámico de Uzbekistán, también activo más allá de la frontera uzbeka con Kirguistán y en todo el valle de Fergana, administra ahora sus propios fondos, que provienen del lucrativo tráfico de opio.

Según Interpol, el Movimiento Islámico de Uzbekistán está fuertemente implicado en el tráfico de la heroína producida en Afganistán, que circula en Kirguistán, en Uzbekistán y en toda el Asia Central. Durante una audiencia ante el Congreso estadounidense, Ralf Mutschke, experto de Interpol en lucha contra el narcotráfico declaraba: «A pesar de su programa político e ideológico, la naturaleza de ese movimiento no es únicamente la de una organización terrorista. Se trata más bien de una organización hibrida en la que se priorizan más fácilmente los intereses ilegales que los objetivos políticos. Los dirigentes del Movimiento Islámico de Uzbekistán tienen el mayor interés en hacer perdurar los desórdenes y la inestabilidad en la región con vistas a garantizar la seguridad de las vías de comunicación que ellos explotan para el tráfico de droga.» [47].

Como especialista del Asia Central, Peter Chamberlain demuestra que el Movimiento Islámico de Uzbekistán es una red de tráfico de droga creada por voluntad de la CIA: «Existen todas las razones para pensar que el Movimiento Islámico de Uzbekistán es una creación de la CIA».

Citemos el irrefutable análisis de la cuestión que publicó Steve Coll en su libro Ghost Wars: «“El director de la CIA, William Casey, tomándose una atribución que iba más allá de sus funciones, decidió intensificar las operaciones de propaganda tendientes a desestabilizar la Unión Soviética dentro de sus propias fronteras. Fue con ese fin que la CIA promovió el Islam en Uzbekistán; primero, encargando a un uzbeco exilado en Alemania que tradujera el Corán al uzbeco, después dando orden a los servicios secretos pakistaníes de distribuir 5 000 ejemplares… Desde el principio, incluso antes de la invasión soviética, la revolución afgana estaba planificada por una coalición de países dirigida por la CIA. De la misma manera, el Islam wahabita –manifestación política de la religión musulmana que se enseña a los combatientes en las madrazas locales a partir de textos supuestamente musulmanes y en realidad made in USA en la Universidad de Nebraska– es una deformación del Islam en la que se integran técnicas de modificación del comportamiento.”» [48].

Chamberlain va más lejos: «De ser cierto que la CIA proporcionó los libros que propagan el pensamiento yihadista en las madrazas que frecuentaban los soldados del Movimiento Islámico de Uzbekistán, entonces todo lo que hace ese movimiento proviene de la CIA… Las misiones militares y la lucha contra el tráfico de drogas organizadas por Estados Unidos para dar caza a los terroristas y los traficantes de droga del Movimiento Islámico de Uzbekistán permiten cubrir las actividades de los agentes de las Fuerzas Especiales en busca de poder de influencia a nivel local, para anticipar los acontecimientos futuros, o una posible interrupción de las operaciones… El programa de la OTAN de Asociación por la Paz ha permitido la llegada de miles de formadores estadounidenses y de la OTAN. Estos han sido enviados a bases que les permitirán lanzar operaciones de acción directa. La Asociación por la Paz igualmente permite la entrega de un enorme excedente de equipamiento militar a poblaciones de consumidores potenciales que habitan en zonas petrolíferas. Así se prepara el decorado para futuros juegos de guerra de coalición.» [49].

En junio de 2009, Richard Holbrooke anunciaba el abandono de la campaña estadounidense de erradicación del tráfico de opio en Afganistán para dejar paso a lo que el Pentágono llama una campaña de prohibición. En un comentario recogido por Associated Press, Holbrooke afirmaba que Washington abandonaría progresivamente las operaciones de erradicación del opio en Afganistán [50].

Según un artículo del [diario] New York Times, Ahmed Wali Karzai, el hermano del presidente afgano Hamid Karzai, trabaja para la CIA desde hace 8 años. Wali sería además el barón de la droga de la provincia de Helmand. Entre otras cosas, la CIA estaría pagándole a Ahmed Wali Karzai para que reclute «una fuerza paramilitar afgana que pueda operar bajo el mando de la CIA en la ciudad de Kandahar y sus alrededores, la región natal de los Karzai» [51].

La influencia de la CIA sobre el tráfico de droga en Afganistán es totalmente similar a la que ejerció la agencia sobre el tráfico de opio en el sudeste asiático durante la guerra de Vietnam, lo cual es muy alarmante. La conclusión que se impone es evidente: en esos dos conflictos, el tráfico no servía para alcanzar objetivos de orden militar, pero se encontraba en el vértice de la estrategia global de Washington.

Ahmed Wali habría utilizado el dinero de la droga para financiar actos de violencia gubernamental represiva, coma la intimidación contra opositores durante las elecciones fraudulentas de 2009. En 2007, Hamid Karzai nombraba jefe de los servicios anticorrupción a Izzatullah Wasifi, aunque este último había pasado 4 años en las prisiones de Nevada por haber tratado de vender droga a un policía de paisano [52]. La filosofía de este método se enuncia al parecer de la siguiente manera: «Nadie mejor que un traficante de droga para atrapar a otro traficante de droga».

Helmand, la región de Karzai, reúne gran parte de las zonas dedicadas al cultivo del opio en Afganistán. Es la zona en la que se concentra la mayor producción de amapola a nivel mundial, un 40% del volumen total del mercado ilegal mundial. Esas cifras provienen de John W. McCoy, investigador estadounidense que ha descrito el papel de los servicios secretos estadounidenses en el tráfico de droga en Asia desde la época de la guerra de Vietnam partiendo de los años 1960. En la provincia de Helmand, se cultivaban en 2008 unas 103 000 hectáreas de opio, lo que representa dos tercios de toda la producción afgana.

McCoy señala que, cuando la CIA apoyaba a las guerrillas afganas de los Muyahidines contra la Unión Soviética en los años 1980, estaba utilizando el dinero de la droga –obtenido gracias al opio que producían los Muyahidines– para financiar una guerra secreta, guerra que popularizó a través del largometraje hollywoodense Charlie Wilson’s War. McCoy subraya que durante los años 1980 «la guerra secreta de la CIA sirvió de catalizador para la transformación de las regiones fronterizas entre Afganistán y Pakistán en una gigantesca zona de producción de heroína, la más importante del mundo».

Sobre el tema de la derrota de los talibanes después de las represalias del 11 de septiembre, McCoy prosigue la descripción del tráfico de droga en Afganistán: «La CIA logró movilizar a los antiguos señores de la guerra activamente implicados en el tráfico de heroína y apoderarse de las ciudades de todo el este de Afganistán. En otros términos, la agencia y sus aliados locales crearon las condiciones ideales para revertir la prohibición de los talibanes sobre el cultivo de amapola y reanudar así el tráfico. Sólo pocas semanas después de la caída de los talibanes, las autoridades señalaban el espectacular aumento del cultivo de opio en las tierras interiores de las provincias de Helmand y de Nangarhar.» [53]

Se ha podido comprobar que antes de que los militares estadounidenses empujaran a los talibanes al exilio, a fines de 2001, la producción de opio se había reducido considerablemente bajo el gobierno de los talibanes. Se ha comprobado también –lo ha señalado la propia Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (United Nations Office on Drugs and Crime)– que desde que las fuerzas de la OTAN dirigidas por Estados Unidos ocupan Afganistán, las cosechas de amapola no sólo han alcanzado nuevamente su antiguo nivel de producción sino que han sobrepasado los más altos niveles de rendimiento alcanzados en la historia de ese país [54]. A ese aumento se agrega el también espectacular salto de los volúmenes de producción de opio.

En el año 2000, los talibanes habian puesto fin al cultivo de la amapola. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, desde que Estados Unidos tomó el control militar del país las cosechas de opio pasaron en Afganistán de 185 toneladas en una superficie cultivada de menos de 8 000 hectáreas en 2001 a 8 200 toneladas en más de 193 000 hectáreas en 2007. Esto representa una multiplicación por 43 de las cosechas totales en 8 años de ocupación estadounidense en Afganistán [55].

En 2008, Estados Unidos y la OTAN inundaban la prensa de comentarios sobre la disminución del área total de los campos de amapola en 19% en relación con el año anterior, pero no mencionaban el aumento del rendimiento en un 15%, datos que mantenían a Afganistán en la categoría de primer productor, lejos por delante de los demás, del opio destinado al tráfico de heroína [56].

Durante los 5 primeros años, la producción de opio en Afganistán representó el 50% del PIB de ese país y más del 93% de las sustancias que necesita en su conjunto la producción mundial de heroína [57]. Sería falso, sin embargo, creer que la ocupación militar estadounidense en 2001 frenó el crecimiento de la economía afgana. El PIB registró un prodigioso aumento del 66% gracias al floreciente sistema de producción de opio, a escala casi industrial, que mantiene Estados Unidos y que protege el gobierno de Karzai, el protegido de Washington [58].

El jefe de los servicios federales rusos de lucha contra la droga ha evaluado el valor del opio que actualmente se cultiva en Afganistán en 65 000 millones de dólares. De esa considerable suma sólo 500 millones de dólares van a las manos de los cultivadores afganos y 300 millones son destinados a las guerrillas talibanes. El resto, unos 64 000 millones de dólares, acaba en manos de la «mafia de la droga» [59].

En marzo de 2010, durante una reunión del Consejo OTAN-Rusia, el jefe del FSKN (Servicio Federal Ruso de Lucha Antidroga), Victor Ivanov, declaró que: «la amapola afgana ha sido la causa de la muerte por sobredosis de un millón de personas durante la última década. Son cifras de las Naciones Unidas. ¿No representa esto una amenaza para la paz y la seguridad mundiales?» [60]

La OTAN se ha negado categóricamente a responder al pedido ruso de destruir todas las plantaciones de opio en Afganistán. ¿Por qué razón? La OTAN (léase el US Central Command) afirma que su destrucción privaría al país de «su única fuente de riqueza», fórmula que resume el carácter criminalmente absurdo de la misión de la OTAN en Afganistán.

Durante una reunión más reciente del Consejo OTAN-Rusia, Ivanov pidió a la OTAN que su supuesta misión de «normalización de la situación en Afganistán» adopte un plan «de erradicación de la producción de estupefacientes» [61].

El vocero de la OTAN, James Appathurai, expresó su «comprensión» ante las preocupaciones de los rusos [62]. Los estimados sobre el consumo de drogas en Rusia son alarmantes: 200 000 personas dependientes de la heroína o de la morfina y decenas de miles que fallecen cada año debido a esa adicción. En efecto, desde la ocupación estadounidense en Afganistán y la reanudación del tráfico, Rusia se ha convertido en el principal destino de la droga afgana, y el país está sufriendo las graves consecuencias sociales y económicas de ese fenómeno.

Appathurai declaró también que había que tratar el problema de la droga en Afganistán con precaución para evitar que la población local de «se crispe».

Appathurai proseguía sus declaraciones con una obra maestra del doble discurso de la OTAN: «Compartimos la opinión de que tenemos que ocuparnos de ese problema. Pero nuestros puntos de vista son ligeramente divergentes. No podemos asumir la responsabilidad de cortar la única fuente de ingresos de la población de uno de los países más pobres del mundo sin ser capaces de proponer a cambio una solución. Es simplemente imposible.» [63]

¿El ejército estadounidense está exportando opio?

La amapola puede convertirse en el aglutinante ideal de las guerras estadounidenses en Asia Central. Puede financiar los grupos insurreccionales, como el Movimiento Islámico de Uzbekistán. Hasta un 10% de la población afgana vive del dinero de la droga –como el hermano del presidente e incluso el propio presidente.

Como descubrieron los británicos durante las guerras del opio en China, la amapola también genera también adicción entre las poblaciones eurosiáticas provenientes de las tribus y grupos étnicos minoritarios; la pasividad, la criminalidad y el caos que la droga engendra son excelentes medios para corromper un país desde adentro, y justifican posteriormente la intensificación de la presencia de las fuerzas de «mantenimiento de la paz».

Aprovechar los flujos migratorios de Kirguistán hacia Xinjiang y las demás provincias chinas para inundar China de opio sería una estrategia imparable que el Pentágono estaría especialmente interesado en «estimular» pacientemente. Ya en este momento Rusia está siendo devastada por la heroína afgana a bajo precio, fuente de numerosas adicciones, del alza de la criminalidad y de un espíritu de insubordinación.

Sin embargo, lo que nos dicen Richard Holbrooke y diversos estrategas del US Central Command es que las tribus afganas, uzbekas o tayikas transportan la droga en mulos a través de los peligrosos pasos que llevan a Rusia y a otros países. La verdad parece ser muy diferente. El transporte del opio se estaría desarrollando en realidad a través de lo más moderno que existe en materia de transporte militar.

Es este el aspecto más explosivo de la tierna despreocupación de Estados Unidos sobre el tema de los cultivos de amapola en Afganistán. El opio y la heroína ya preparada estarían siendo transportados a través de convoyes militares estadounidenses desde instalaciones como Manas, en Kirguistán. Y los cargamentos estarían siendo enmascarados bajo la clasificación de secreto militar.

Richard Holbrooke estuvo recientemente en el centro de tránsito de Manas, posiblemente para organizar sabotajes contra los gasoductos de la red TUKC (Turkmenistán – Uzbekistán – China) que entró en servicio hace poco.

La utilización de equipamiento militar con esos fines demostraría, si logra probarse, que Estados Unidos puede actuar «sin límites» y que nadie puede acercarse a sus cargamentos ni verificar su contenido. Sería la repetición a gran escala de los envíos aéreos de heroína que organizó la CIA en Vietnam en los años 1960 [64].

Esa acusación proviene de un eficaz agente de los servicios secretos de la región, el general Hamid Gul, ex jefe de los servicios secretos pakistaníes (ISI). Hamid Gul fue además jefe de la inteligencia militar durante la guerra de Afganistán, en los años 1980.

En agosto de 2009, Hamid Gul declaraba sin vacilación: «Ahmed Wali Karzaï es el principal barón de la droga en Afganistán.» Afirmó que los barones de la droga se dedicaban también al tráfico de armas, un «mercado floreciente» en Afganistán. «Pero lo que me parece más inquietante es que la aviación –la aviación estadounidense– también está implicada. Usted lo ha dicho con toda razón: la droga se envía hacia el norte a través de las repúblicas del Asia Central y de Rusia y llega después a Europa y el resto del mundo. Pero cierta cantidad de droga sigue un camino directo. Se envía en aviones militares.» [65]

Gul dirigió el ISI desde 1987 hasta 1989, durante la fase más intensa de la insurrección de los Muyahidines. Durante aquel periodo trabajó estrechamente con la CIA. Desde entonces, Estados Unidos y el Reino Unido le han prohibido pisar suelo estadounidense y británico porque, según él mismo afirma, es demasiado locuaz en relación con los planes reales de esos dos países para el Asia Central. Gul estima que esos planes prevén la destrucción sistemática de Pakistán como nación [66].

Según las declaraciones acusatorias de Gul, el opio y la heroína provenientes de Afganistán se transportan secretamente en aviones militares estadounidenses, desde la base de Manas, y pasan por las diferentes vías de la Red de Distribución del Norte. Ese análisis ha sido confirmado por fuentes afganas y tayikas, por miembros del ejército estadounidense que han hecho declaraciones no oficiales y por informes rusos [67].

La base de Manas desempeña un papel determinante, al que se une la base de entrenamiento «antidroga y antiterrorista» de Bakten, en el sudeste de Kirguistán, cerca del valle de Fergana. Esa combinación se ajusta perfectamente a la nueva política estadounidense de prohibición selectiva de la amapola afgana, política que Holbrooke anunció como alternativa privilegiada por encima de la erradicación total. Esa nueva política del Pentágono permite que el 93% del opio mundial siga circulando sin ponerse al alcance del «erradicador» estadounidense, que se siga transformando en heroína y que se siga vendiendo en China, en Uzbekistán, en Rusia y otros países más, como en una nueva guerra del opio.

En Estados Unidos, los grandes medios de información acusan a los talibanes de dirigir el tráfico de opio. Sin embargo, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los Elementos AntiGubernamentales (AGE), entre los que se incluyen no sólo los talibanes sino también militantes provenientes de otros movimientos, se benefician sólo del 2% del volumen total del dinero de la droga, cuyo monto está evaluado en 3 400 millones de dólares. Esa cifra ha sido incluso confirmada en los propios Estados Unidos por la CIA y la DIA (Defense Intelligence Agency, la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa estadounidense). Ambas agencias [estadounidenses] estiman que los talibanes ganan «solamente» 70 millones de dólares al año con el tráfico de droga. La mayor parte de la producción de heroína y de opio no elaborado se encuentra bajo el control de los señores de la guerra vinculados al sistema Karzai.

La estrategia futura de Estados Unidos en el manejo del «problema» de la droga en Afganistán es objeto de cuidadoso estudio. Traficantes de droga cuyos vínculos con los «insurgentes» son conocidos están incluidos en listas de personas que deben ser eliminadas (asesinadas). No aparecen en esas listas los nombres de la mayoría de los barones de la droga que originan cerca del 98% de los ingresos provenientes de la amapola y que trabajan con la familia y con el régimen de Karzai, un conocido círculo de toxicómanos corruptos.

En efecto, como ha señalado un analista, el ejército de Estados Unidos «ofrecerá su ayuda a los barones de la droga aliados a las fuerzas de ocupación y al gobierno afgano para acaparar aún más el mercado y el tráfico de la droga» [68].

Craig Murray, embajador del Reino Unido en Uzbekistán hasta el año 2004, afirma que, bajo la autoridad del general Rashid Dostum –nuevamente nombrado ministro de Defensa por Karzai en 2009– convoyes militares llevaban la droga más allá de la frontera afgana [69].

Segun Craig Murray, Dostum es un personaje clave en el tráfico de opio en Afganistán, tráfico que él mismo dirige desde su tierra natal, cerca de Mazar-e Charif. Karzai lo trajo del exilio, con la aprobación de Estados Unidos, para organizar las elecciones presidenciales, durante las cuales atribuyó el 100% de los votos de los distritos más importantes a Karzai. Para «luchar» de forma ostensible contra los talibanes, el Pentágono propone ahora entregar grandes cantidades de armas a la milicia privada (antidroga) que dirige el propio Dostum, a pesar de su puesto oficial de jefe del ejército y de que Washington está perfectamente al tanto de sus actividades como traficante de heroína [70].

El propio hermano del presidente Karzai, Ahmed Wali Karzai, quien según el New York Times [71] figura en la lista de colaboradores de la CIA, ha sido acusado de ser un poderoso barón de la droga, lo cual crea un entorno bastante poco claro alrededor del gobierno atlantista de Karzai [72].

Murray afirma además que Afganistán «ya no exporta opio sino heroína. El opio está siendo transformado en heroína a escala industrial, no en cocinas traseras sino en fábricas. Millones de litros de productos químicos necesarios para los procesos de transformación se importan en camiones cisternas. Esos camiones y los superremolques pesados cargados de opio llegan a las fábricas a través de las carreteras reparadas por Estados Unidos, las mismas que utilizan las tropas de la OTAN… La cuarta parte del negocio de la heroína reúne a los dignatarios del gobierno afgano. Cuando Estados Unidos atacó Afganistán, el ejército bombardeaba el territorio [de ese país] mientras que la CIA estaba pagando, armando y equipando a los señores de la guerra y a los barones de la droga, cuyo poder estaba entonces en declive» [73].

Conclusión

Cuando se analiza con atención un mapa de Asia Central se ve claramente que Afganistán ocupa una posición central en la estrategia estadounidense tendiente a desestabilizar y militarizar la región. Se trata de una posición ideal para amenazar simultáneamente China, Rusia, Irán y los países vecinos, en particular los que son miembros de la Organización del Tratado de Cooperación de Shangai.

La proliferación de la droga y la lucha antidroga, los actos de terrorismo y las operaciones antiterroristas, la brutalidad deliberada de la policía local y apoderarse del control de los oleoductos existentes o futuros son ingredientes que componen la explosiva receta de las misiones de la OTAN bajo tutela estadounidense que se proyectan hacia el exterior de Afganistán.

Kirguistán tiene ahora un papel de núcleo estratégico en la extensión de la guerra a toda el Asia Central. Moscú lo sabe. Pekín también lo sabe. Lo que se decide en el Gran Juego en Kirguistán y Asia Central es nada menos que la última oportunidad de subsistencia de la estrategia de Full Spectrum Dominance para la hegemonía global de Estados Unidos.

Como en los años 1960 y 1970 en Vietnam, es cada vez más evidente que Washington ha concebido deliberadamente la «guerra contra el terrorismo» en Afganistán para que sea otra «guerra sin vencedor».

El fracaso de la guerra en Afganistán está programado para justificar un aumento de la presencia militar en Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, en el valle de Fergana y, partir de ahí, en toda Asia Central. Antes de que la rebelión popular de Kirguistán llevara a Bakiev a exilarse en marzo pasado, Washington estaba ya bien encaminado en la extensión de la guerra gracias a los acuerdos firmados con Bakiev para la construcción de varios campos de entrenamiento antiterrorista en el país.

Con esas bases disponibles, el control del continente euroasiático, desde Xinjiang hasta Kazajstán y Rusia, no sería más que una cuestión de tiempo ya que, en este momento, el florecimiento de las rutas utilizadas para el tráfico de droga está preparando el terreno.

Esta vez, a diferencia de lo sucedido a principios de los años 1970, lo que está en juego es mucho más importante para la hegemonía estadounidense. El papel del gobierno provisional de Kirguistán, de Moscú, Pekín así como Irán y Uzbekistán será decisivo en esta región, donde se concentran los conflictos más intensos del planeta.

Notas:
[1] Edouardo Real, Zbigniew Brzezinski: Defeated by his Success, 30 de enero de 2008.
[2] Rashid, The Taliban: Exporting Extremism, Foreign Affairs, New York Council on Foreign Relations, noviembre-diciembre de 1999, p.31.
[3] Ibid.
[4] Lorenzo Vidino, How Chechnya Became a Breeding Ground for Terror, Middle East Quarterly, verano de 2005, Filadelfia.
[5] El informe de la Fundación Heritage, Washington D.C., correspondiente al año 2006 incluye entre las fuentes de financiamiento a los gigantes del armamento McDonnell Douglas y Boeing así como a las petroleras Chevron y ExxonMobil. Ver Source Watch: Heritage Foundation.
[6] Ariel Cohen, Radical Islam and US Interests in Central Asia, Audiencia realizada ante la subcomisión Medio Oriente y Asia Central, comisión de relaciones internacionales, Cámara de Representantes. 29 de octubre de 2003.
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] General David H. Petraeus, US Army, Comandante del US Central Command, Statement to Senate Armed Services Committee on the Afghanistan-Pakistan Strategic Posture Review and the Posture of US Central Command, 1º de abril de 2009.
[10] Ibid.
[11] Halford J. Mackinder, The Geographical Pivot of History, Londres, Royal Geographic Society, 1904. La Unión Soviética más o menos englobó posteriormente la región fundamental a la que se refiría Mackinder, región que abarcaba el Asia Central y el territorio de Afganistán.
[12] «Pakistan: Asif Ali Zardari est toujours inculpé en Suisse», Réseau Voltaire, 22 de agosto de 2008.
[13] Subcomisión permanente del Senado estadounidense a cargo de las investigaciones, Minority Staff Report for Permanent Subcommittee on Investigations Hearing on Private Banking and Money Laundering: A Case Study of Opportunities and Vulnerabilities; (2) Asif Ali Zardari Case History, Washington D.C., 9 de noviembre de 1999.
[14] «Khalilzad revient en Irak», Réseau Voltaire, 21 de junio de 2010.
[15] Helene Cooper, Mark Mazzetti, «U.N. Envoy’s Ties to Pakistani Are Questioned», The New York Times, 25 de agosto de 2008.
[16] Syed Ifran Raza, Minister criticized over anti-terror authority, Dawn, Karachi, 12 de diciembre de 2009.
[17] Zardari calls for counter-terror strategy, Dawn, Karachi, 16 de marzo de 2010.
[18] Thomas M. Sanderson y Andrew C. Kutchins, The Northern Distribution Network and Afghanistan: Geopolitical Challenges and Opportunities, Washington, CSIS, A Report of the CSIS Transnational Threats Project and the Russia and Eurasia Program, enero de 2010.
[19] US not to use Uzbek base, says Holbrooke, Dawn, Astana, 21 de febrero de 2010.
[20] Richard Boucher, Re-designation of the Islamic Movement of Uzbekistan as a Foreign Terrorist Organization, Washington D.C., 25 de septiembre de 2002, Departamento de Estado de los Estados Unidos.
[21] Wayne Madsen, citado por Peter Chamberlain, America’s ‘Islamists’ Go Where Oilmen Fear to Tread, News Central Asia, 24 de marzo de 2010.
[22] Ibid.
[23] Mark Thompson, Moving Troops to Afghanistan Harder Than Getting Them, Time, Nueva York, 14 de octubre de 2009.
[24] Frank E. Kitson, Low Intensity Operations: Subversion, Insurgency and Peacekeeping, Londres, 1971, Faber and Faber.
[25] C.M. Olsson y E.P. Guittet, Counter Insurgency, Low Intensity Conflict and Peace Operations: A Genealogy of the Transformations of Warfare, 5 de marzo de 2005, artículo presentado en la reunión anual de la Asociación de Estudios Internacionales.
[26] Grant T. Hammond, Low-intensity Conflict: War by another name, Londres, Small Wars and Insurgencies, Vol.1, N°3, diciembre de 1990, pp. 226-238.
[27] Jon Boone, US pours millions into anti-Taliban militias in Afghanistan, 22 de noviembre de 2009, The Guardian, Londres.
[28] Jeremy Kuzmarov, American Police Training and Political Violence: From the Philippines Conquest to the Killing Fields of Afghanistan and Iraq, The Asia-Pacific Journal, 11-1-10, 15 de marzo de 2010.
[29] Ibid.
[30] Ibid.
[31] Ibid.
[32] Ibid.
[33] Rahim Faiez, US: Insurgents attack Bagram Air Field, Associated Press, 19 de mayo de 2010.
[34] Mark Mazzetti, US Is Still Using Private Spy Ring, Despite Doubts, The New York Times, 15 de mayo de 2010.
[35] Ibid.
[36] Ibid.
[37] Central Asia News, Kyrgyz Defense Ministry: The training center in Batken is not oriented against third countries, Fergana.ru, 18 de marzo de 2010.
[38] Ibid.
[39] Zbigniew Brzezinski, Le grand échiquier: l’Amérique et le reste du monde, New York, Basic Books, 1998, pp. 194-198.
[40] Ibid.
[41] Cornelius Graubner, Implications of the Northern Distribution Network in Central Asia, Central Asia-Caucasus Institute, Johns Hopkins University, 1º de septiembre de 2009.
[42] Bill Marmon, New Supply ‘Front’ for Afghan War Runs Across Russia, Georgia and the ‘Stans, 21 de marzo de 2010.
[43] Ibid.
[44] Ibid.
[45] Peter Chamberlain, America’s ‘Islamists’ Go Where Oilmen Fear to Tread, News Central Asia, 24 de marzo de 2010.
[46] Wayne Madsen, CIA Involvement With Drug Trade Resulted In Death Threats Against US Senator.
[47] Ralf Mutschke, Threat Posed by the Convergence of Organized Crime, Drug Trafficking, and Terrorism, audición ante la subcomisión a cargo del crimen en el seno de la commission judicial, Cámara de Representantes de los Estados Unidos, 106º congreso, 2ª sesión, US Government Printing Office, Washington D.C., 13 de diciembre de 2000.
[48] Peter Chamberlain, op. cit.
[49] Ibid.
[50] Richard Holbrooke, citado en US to shift approach to Afghanistan drug trade The focus will move from opium eradication to fighting trafficking and promoting alternate crops, citación del enviado especial estadounidense Richard Holbrooke, Associated Press, 28 de junio de 2009.
[51] Dexter Filkins, Mark Mazetti y James Risen, Brother of Afghan Leader Said to be Paid by CIA, The New York Times, 27 de octubre de 2009. «Hamed Wali Karzai chargé de négocier avec les Talibans», Réseau Voltaire, 14 de mayo de 2010.
[52] Jeremy Kuzmarov, op. cit.
[53] Ibid.
[54] United Nations office on Drugs and Crime, World Drug Report : 2009.
[55] Ibid.
[56] Ibid.
[57] Alfred W. McCoy, op. cit.
[58] Craig Murray, Britain is protecting the biggest heroin crop of all time, Londres, Daily Mail, 21 de julio de 2007.
[59] Ibid.
[60] Andrei Fedyashin, Russia and NATO divided over Afghan opium, 25 de marzo de 2010, RIA Novosti. «Pavot: la Russie met en cause la responsabilité de l’OTAN», Réseau Voltaire, 3 de marzo de 2010.
[61] RIA Novosti, Russian official mocks NATO concern for Afghan poppy growers, Moscú, 25 de marzo de 2010.
[62] Ibid.
[63] Ibid.
[64] Jeremy R. Hammond, Ex-ISI Chief Says Purpose of New Afghan Intelligence Agency RAMA Is ‘to destabilize Pakistan’, Foreign Policy Journal, 12 de agosto de 2009.
[65] Ibid.
[66] Ibid.
[67] Conversaciones privadas diversas con el autor en mayo y abril de 2010.
[68] Ibid.
[69] Ver también sobre este tema «Craig Murray: «Les États-Unis contrôlent le trafic de l’héroïne afghane», Voltairenet, 17 de noviembre de 2005.
[70] Craig Murray, On Missiles and Missile Defense, 23 de septiembre de 2009.
[71] Dexter Filkins, Mark Mazzetti, James Risen, Brother of Afghan Leader Said to Be Paid by CIA, The New York Times, 27 de octubre de 2009.
[72] Craig Murray, US Supported Afghan Government Warlords Control World Heroin Trade, 13 de agosto de 2009.
[73] Craig Murray, Britain is protecting the biggest heroin crop of all time, Londres, Daily Mail, 21 de julio de 2007.

F. William Engdahl
Periodista estadounidense. Ha publicado numerosos libros dedicados a los problemas energéticos y cuestiones de geopolítica. Sus obras de más reciente publicación en francés son Pétrole, une guerre d’un siècle: L’ordre mondial anglo-américain (Jean-Cyrille Godefroy éd., 2007) y OGM: semences de destruction: L’arme de la faim (Jean-Cyrille Godefroy éd., 2008).

Fuente: Voltairenet.org

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