Preocupa la creciente presencia de agentes de EE.UU. en México
Por Augusto Assía
Intervienen en la lucha contra los narcos. Entrenan policías e interrogan.
La última vez que un uniformado estadounidense puso un pie en México
fue en 1916 durante la conocida como “Expedición punitiva”. Fueron
10.000 soldados a las órdenes del general Jack Pershing que se patearon
durante un año todos los desiertos del norte de México persiguiendo a
Pancho Villa. Cinco días antes, éste había cruzado la frontera y había
arrasado con el pueblo de Columbus –en el Estado de Nuevo México– en
venganza por el apoyo ofrecido por EE.UU. al presidente mexicano
Venustiano Carranza en la guerra que ambos mantenían. Once meses después
miles de soldados estadounidenses –y varios aviones y los primeros
tanques de la historia– terminaron saliendo de México con las manos
vacías.
Desde entonces no ha variado la relación de amor y odio
entre el país azteca y su vecino del norte. Aunque la inteligencia
estadounidense está detrás de algunos de los últimos éxitos en la lucha
contra el ‘narco’ su presencia levanta ampollas. Así que cuando en 2008
Felipe Calderón firmó con EE.UU. el “Plan Mérida”, por el que Washington
le daba a su vecino 1.600 millones de dólares, varios helicópteros y
tecnología de punta en satélites y comunicación, muchos lo calificaron
como un “Plan Colombia” encubierto y un intento
más de EE.UU. por influir en los asuntos internos de México, al estilo
del pacto sellado con Bogotá, donde tiene siete bases para luchar contra
las FARC. Pero 10.000 muertos anuales llamando a la puerta, habían
encendido todas las alarmas de los gobernadores sureños.
La
izquierda mexicana aceptó a regañadientes que la colaboración fuera
exclusivamente de dinero, aviones y tecnología, lo que le ahorraba al
gobierno pasar por el Congreso, pero ni hablar de soldados ni policías
en la tierra de Villa.
Pero aunque el gobierno de Barack Obama
anunció la semana pasada que, a partir de enero, comenzará a reducir el
número de soldados que mantiene en la frontera con México (unos 1.200),
el problema comenzó cuando descubrió el cada vez más activo papel que están jugando los servicios secretos estadounidenses en su acoso a una nueva presa: el narco.
A finales de agosto, The New York Times
confirmó que Washington tiene agentes secretos en suelo mexicano. El
diario añadía que EE.UU., además, opera un centro de inteligencia dentro
de una base militar en Monterrey, capital financiera del país y uno de
los focos más violentos de la guerra entre cárteles. Además de tener
informantes en México, la CIA y la Agencia Antidrogas (DEA) entrenan soldados y policías, interrogan a sospechosos y graban conversaciones. A ello se suman las oficinas que EE.UU. tiene el corazón de Ciudad de
México, donde los agentes estadounidenses discuten la estrategia de
combate al narcotráfico. “Un piso completo, donde hay equipos
informáticos, vigilancia telefónica, y donde se controla toda la
información sensible de las operaciones en territorio mexicano,” reveló
el periódico mexicano La Jornada. Eso es lo que no se ve porque
lo que se ve son los seis aviones no tripulados que EE.UU. desplazó a la
frontera y que controla desde Texas y Arizona.
En noviembre, The New York Times
publicó también que agentes antidrogas encubiertos lavaron durante
años millones de dólares en ganancias del narcotráfico. Según este
diario estadounidense, agentes de la DEA manejaron cargamentos de
cientos de miles de dólares a través de las fronteras para conocer la
forma en que mueven la droga, dónde guardan sus activos y, lo más
importante, quiénes son su líderes.
En un encuentro reciente de
Patricia Espinosa con algunos corresponsales, la ministra de Relaciones
Exteriores de México admitió que la presencia de miembros de la DEA
viene de hace muchos años, pero que desconocían el lavado de dinero y la
participación de esta agencia estadounidense en actividades delictivas.
La gota que colmó el vaso llegó la semana pasada cuando la
prensa reveló que la DEA reclutó desde altos ex funcionarios a policías
de a pie para las distintas tareas. Según La Jornada al menos 80
ex servidores públicos trabajan para las agencias estadounidenses,
espiando, recopilando información y dando seguimiento a varios casos, lo
que ha provocado las protestas de la oposición.
Fuente: clarin.com
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