Aldea de 1.300 años de antigüedad en el Parque Cívico
Unos 1.300 años tiene este pequeño poblado que fue descubierto el año pasado, mientras realizaban la excavación de más de 4 metros de profundidad en donde hoy se emplaza del Memorial de la Bandera, frente a la Casa de Gobierno.
Sandra Conte - sconte@losandes.com.ar
A más de 4 metros de profundidad hallaron hornillos que datan de hace unos 1.300 años.(Diego Parés) |
Donde hoy se levanta, o más bien se extiende
hacia el subsuelo, el Memorial de la Bandera del Ejército de los Andes
no sólo hubo con anterioridad una playa de estacionamiento. A fines del
siglo XIX, el Parque Cívico estaba dividido en parcelas cultivadas
porque funcionaba la escuela de agricultura o Quinta Agronómica. Más
atrás en el tiempo, allí se ubicaba la estancia San Nicolás de los
sacerdotes agustinos. Y a partir de la obra recientemente inaugurada se
encontraron, a una profundidad de entre 4,1 y 4,6 metros, vestigios de
un poblado o aldea de unos 1.300 años de antigüedad.
Si bien no se trata del hallazgo más antiguo en la Ciudad -de hecho en el sector de las ruinas de San Francisco se descubrieron dos hornillos que se utilizaron hace unos 2 mil años- su importancia radica en la cantidad de elementos. Además, en que, al depositarse sedimentos que arrastraba el cauce aluvional -actualmente el zanjón Frías-, esos rastros quedaron sepultados, sin mezclarse con otros de épocas diferentes, y eso facilita la reconstrucción antropológica.
Así, a unos 4 o 4,5 metros por debajo del nivel actual del suelo se encontraron rasgos de lo que habrían sido dos casas semi subterráneas -se observa un círculo en el terreno con vestigios de un poste de madera-; una cisterna (ha quedado un pozo con acumulación de material arcilloso); huellas de hipotéticas hijuelas de unos 10 centímetros de ancho que se vinculan con el reservorio; y hornillos de unos tres metros de diámetro, en los que el calor hizo que la tierra se cociera hasta formar una especie de ladrillo.
También se descubrieron cerca de 1.400 elementos, en su mayoría fragmentos muy pequeños de piedras, huesos de animales, semillas y cerámica. Muchos de ellos estuvieron sometidos a la acción del calor. Varias piedras son elementos para raspar o cortar y también hay remanentes de talla. En cuanto a los huesos, se encontraron de aves, reptiles (lagartos y serpientes), guanacos, cuis, quirquinchos y peces, a los que se suman cáscaras de huevo.
El director del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, del Área Fundacional, Horacio Chiavazza, explicó que también retiraron una gran cantidad de tierra, que han estado filtrando y lavando para que floten otros elementos, de manera de separar objetos diminutos. A partir de los carbones, se puede determinar qué madera usaban los pobladores para el fuego, mientras con los huesos pequeños y semillas es posible inferir de qué se alimentaban. Como había maíz, es probable que estos habitantes originarios hayan desarrollado una horticultura incipiente.
Si bien no se trata del hallazgo más antiguo en la Ciudad -de hecho en el sector de las ruinas de San Francisco se descubrieron dos hornillos que se utilizaron hace unos 2 mil años- su importancia radica en la cantidad de elementos. Además, en que, al depositarse sedimentos que arrastraba el cauce aluvional -actualmente el zanjón Frías-, esos rastros quedaron sepultados, sin mezclarse con otros de épocas diferentes, y eso facilita la reconstrucción antropológica.
Así, a unos 4 o 4,5 metros por debajo del nivel actual del suelo se encontraron rasgos de lo que habrían sido dos casas semi subterráneas -se observa un círculo en el terreno con vestigios de un poste de madera-; una cisterna (ha quedado un pozo con acumulación de material arcilloso); huellas de hipotéticas hijuelas de unos 10 centímetros de ancho que se vinculan con el reservorio; y hornillos de unos tres metros de diámetro, en los que el calor hizo que la tierra se cociera hasta formar una especie de ladrillo.
También se descubrieron cerca de 1.400 elementos, en su mayoría fragmentos muy pequeños de piedras, huesos de animales, semillas y cerámica. Muchos de ellos estuvieron sometidos a la acción del calor. Varias piedras son elementos para raspar o cortar y también hay remanentes de talla. En cuanto a los huesos, se encontraron de aves, reptiles (lagartos y serpientes), guanacos, cuis, quirquinchos y peces, a los que se suman cáscaras de huevo.
El director del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, del Área Fundacional, Horacio Chiavazza, explicó que también retiraron una gran cantidad de tierra, que han estado filtrando y lavando para que floten otros elementos, de manera de separar objetos diminutos. A partir de los carbones, se puede determinar qué madera usaban los pobladores para el fuego, mientras con los huesos pequeños y semillas es posible inferir de qué se alimentaban. Como había maíz, es probable que estos habitantes originarios hayan desarrollado una horticultura incipiente.
El arqueólogo Horacio Chiavazza, del Museo del Área Fundacional, muestra piezas de cerámica recuperadas.
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El arqueólogo señaló que, a diferencia de lo que se ha observado en otros hallazgos arqueológicos de esta misma época -unos 1.200 antes de la actualidad-, pero en el pedemonte o en la precordillera, en el del Parque Cívico no encontraron proyectiles. Es decir, que en el valle de Mendoza al parecer los grupos no se dedicaban tanto a la caza como a la captura y recolección.
Chiavazza destacó que en este período se produce un uso más intensivo de los recursos disponibles: se cultiva, recolecta, caza, pesca y captura. Y que esto probablemente se relacione con un aumento poblacional y con una transición a una etapa de mayor complejidad social y política, lo que implicaría el paso de la banda a la tribu y una relativa radicación en un lugar.
Sin embargo, estos habitantes mantienen el patrón de movilidad estacional, por lo que pasan el invierno en el valle y el verano en sectores más altos (ver aparte). Por eso, los especialistas analizarán cómo se articula este sitio con otros de una época similar en Lavalle, en el pedemonte, en la precordillera y en Potrerillos.
El hallazgo
Cuando se empezó a construir la Casa de Gobierno, en los años '50, se encontraron en el terreno rastros de tierra quemada, es decir un hornillo, parte de un cráneo humano y restos coloniales. De ahí que se pudiera estimar que el Parque Cívico tiene potencial arqueológico. Por eso, antes de comenzar la obra del Memorial de la Bandera del Ejército de Los Andes, integrantes del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco (del Área Fundacional), con la ayuda de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, realizaron sondeos para detectar si había rasgos u objetos del pasado.
En el sitio donde se iba a construir la sala subterránea se hicieron 16 excavaciones de 3 metros de diámetro y 6 de profundidad. En una, detalló Horacio Chiavazza aparecieron cerámicas y rellenos de escombros del siglo XIX a unos 60 centímetros. En otra, cerámicas de manufactura indígena, pertenecientes al momento de contacto con los hispanos, probablemente de origen huarpe, y un hornillo, a unos dos metros por debajo de la superficie.
Y en una tercera, ya cerca de los cuatro metros, huesos de animales, piedras y cerámica grisácea del período pre-hispano correspondiente a la cultura de Agrelo. (A diferencia de los objetos de alfarería huarpe, que eran rojizos, los más antiguos tomaban este color porque se la cocía sin contacto con oxígeno).
Al encontrar estas evidencias de una ocupación pre-hispánica, el equipo de la comuna capitalina recomendó que no se excavara más allá de los 3,5 metros de profundidad. Como esta opción fue descartada, porque el Memorial de la Bandera está a 4,5 metros por debajo del nivel del suelo, se propuso realizar un acompañamiento de los trabajos de movimiento de suelo. De esta manera, se encontró un área de 113 m2 con gran concentración de materiales, ya que se retiraron 1.376 elementos y se descubrieron 11 rasgos arqueológicos estructurales (los indicios de hornillos, casas, cisterna e hijuelas). La datación con carbono 14 permitió precisar que su antigüedad sería de unos 1.300 años.
Evidencias de la migración estacional
La documentación histórica posterior, es
decir los registros de los colonizadores españoles, mencionan que los
huarpes todavía sostenían un patrón de movilidad estacional. A partir de
esto, se puede inferir que los pobladores de hace 1.300 años ( a partir
del momento actual) vivían durante la primavera y el verano en las
tierras altas, y bajaban al llano para el otoño y el invierno.
Pero Horacio Chiavazza, director del Museo del Área Fundacional y del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, indicó que también han podido comprobar esto a partir de la alimentación de los habitantes originarios. En los sitios arqueológicos del pedemonte y la precordillera, los huesos de guanaco pertenecían a animales muy jóvenes, es decir que habían nacido hacía poco, en los días de calor.
En tanto, los otolitos de los peces les permitieron determinar que eran consumidos en el invierno. Es que esta especie de hueso de la audición -en realidad, están conformados por carbonato de calcio- va creciendo a lo largo de la vida del pez, con anillos o bandas de distintos tonos de acuerdo a la estación: es más oscuro durante el verano y más claro en la temporada invernal.
Pero Horacio Chiavazza, director del Museo del Área Fundacional y del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, indicó que también han podido comprobar esto a partir de la alimentación de los habitantes originarios. En los sitios arqueológicos del pedemonte y la precordillera, los huesos de guanaco pertenecían a animales muy jóvenes, es decir que habían nacido hacía poco, en los días de calor.
En tanto, los otolitos de los peces les permitieron determinar que eran consumidos en el invierno. Es que esta especie de hueso de la audición -en realidad, están conformados por carbonato de calcio- va creciendo a lo largo de la vida del pez, con anillos o bandas de distintos tonos de acuerdo a la estación: es más oscuro durante el verano y más claro en la temporada invernal.
Fuente: Los Andes Online
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