¿Infiernos o paraísos fiscales?
República.com
Tax Justice Network,
que podría traducirse como “Red por la justicia fiscal”, es una
organización independiente que se creó en 2003 en el Parlamento
británico y que se dedica, según se lee en su página web, “a la
investigación, análisis y promoción a alto nivel en el campo de la
política tributaria. Con este fin registra, analiza y explica el papel
de los impuestos y las negativas repercusiones de la evasión fiscal, los
trucos impositivos, la competencia por la menor tributación y los
paraísos fiscales”. La red incluye el mundo académico y el de las
organizaciones no gubernamentales, así como medios de comunicación,
economistas, profesionales de las finanzas y la abogacía, sindicatos y
otros grupos de interés público.
Entre sus objetivos
fundacionales figura en primer lugar “despertar y acentuar el interés
público por el mundo secreto de las finanzas en los paraísos fiscales”.
Este ha sido el asunto de uno de sus últimos informes, que ha tenido
amplia repercusión. Con el título The Price of Offshore Revisited (en
traducción libre: “Puesta al día de lo que cuestan los paraísos
fiscales”) en él se revela que una superélite mundial de acaudalados
individuos ha sabido explotar los resquicios de las leyes sobre
tributación y movimiento de capitales, para ocultar la extraordinaria
cifra de 21 billones (21 seguido de doce ceros) de dólares, lo que
equivale al producto interior bruto combinado de EE.UU. y de Japón.
Algunos analistas la consideran moderada y la elevan a 32 billones.
En
Suiza o en las Islas Caimán, dos típicos agujeros negros de las
finanzas ocultas, descansa el dinero “protegido por una bandada de
eficaces profesionales, bien pagados, en bancos privados y en agencias
legales, contables y financieras, que se aprovechan de la cada vez más
fluida economía global sin fronteras”, según explica el citado informe.
La
primera conclusión que se deduce de lo anterior es que los índices
oficiales sobre la hiriente desigualdad económica que existe entre
países y dentro de éstos, publicados regularmente por la ONU, resultan
ya inútiles porque para calcularlos no se ha tenido en cuenta la enorme
suma sustraída a los datos disponibles. Ya no es cierta la conclusión de
un informe anterior que señalaba que “la renta del 20% de los más ricos
del mundo es 28,7 veces la del 20% más pobre”; la diferencia es en
realidad mucho mayor, es decir, la flagrante injusticia distributiva en
la que estamos habituados a vivir aumenta todavía más si se tiene en
cuenta el dinero escondido por una pequeña parte de ese 20% más rico. El
informe indica también que cerca de 10 billones de esos dólares fugados
a paraísos fiscales son propiedad de unos 92.000 individuos, el 0,001%
de la población mundial.
Los que evaden esas sumas, empero, sí
utilizan los servicios públicos; les gusta que las calles estén limpias e
iluminadas y que funcionen los transportes (al menos para que lleven
clientes a sus establecimientos y aumenten sus ganancias); se complacen
también en disponer de buenas autopistas para sus lujosos automóviles, y
puertos y servicios de navegación para sus yates o aviones privados.
Pero ¡ah!, sus privilegiadas mentes les inducen a no pagar o a pagar lo
menos posible de esos impuestos que permiten mantener los servicios de
los que ellos también se aprovechan.
El informe dice que si esos
21 billones de dólares ocultos hubieran estado legalmente depositados,
rindiendo un 3% anual, y si los Gobiernos hubieran podido gravarlos con
un 30%, hubieran generado para las arcas públicas 188.000 millones, más
de lo que anualmente invierten los países ricos en ayuda al desarrollo.
Cuando
vastos sectores de la humanidad, que aumentan día tras día, sufren los
efectos de una coyuntura económica que les impone sacrificios y
restricciones, es demoledor leer en ese informe que “la gente de la
calle apenas tiene idea de lo injusta que se ha hecho la situación”, a
la luz de lo que en él se revela. Se necesitaría estar ciego para no
advertir que las riquezas del mundo se van concentrando en menos manos
mientras que las deudas y los déficits recaen sobre los hombros de los
sufridos ciudadanos corrientes a través de sus Gobiernos.
Y claro que hay culpables: los 10 principales bancos del mundo (entre los que están los suizos USB y Credit Suisse, y el estadounidense Goldman Sachs)
gestionaron en 2010 más de 6 billones de esos dólares ocultos en
paraísos fiscales, mientras que hace cinco años solo manejaban 2,3
billones. ¡Parece evidente que ese tipo de negocio prospera sin
problemas!
Paraísos fiscales para unos pocos, pero infiernos
fiscales para una mayoría que sufre las consecuencias de estas prácticas
indignas. Y una vergonzosa responsabilidad para los países del G20, que
ya en 2008 -asustados por la crisis- prometieron controlar el
bandolerismo bancario de los presuntos paraísos y han sido incapaces
hasta hoy de adoptar las medidas imprescindibles para lograrlo. ¿Hasta
cuándo tendremos que soportar estos brutales abusos del capitalismo más
refinado?
Fuente: Rebelion.org
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