Israel ha violado impunemente el espacio aéreo libanés, pero se escandaliza de la existencia del Ayoub
Ayoub: el drone musulmán
Al Jazeera
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Conduciendo por el sur de Líbano la semana pasada, me detuve
en el antiguo complejo de las Naciones Unidas en la aldea de Qana donde
106 personas murieron en el ataque israelí en abril de 1996.
Un
residente de la zona me mostró un pequeño álbum fotográfico que
contenía escenas relevantes de la masacre. Primero había imágenes
anteriores al ataque a las familias civiles que habían buscado refugio
del bombardeo israelí en el complejo habitacional; luego imágenes de
edificios ardiendo seguidas por las de cuerpos carbonizados y bebés
descabezados.
Como reveló entonces Robert Fisk de The Independent, la operación fue facilitada por un drone [avión
teledirigido sin tripulación] de vigilancia israelí, capturado en una
secuencia de video grabada por un soldado de la ONU. La presencia del drone destruyó naturalmente el argumento israelí de que la masacre había sido un error.
Aparece Ayoub
Ha habido movimiento de drones a
través de la frontera en la dirección opuesta, y la organización
libanesa Hizbulá confirmó su responsabilidad del vehículo aéreo sin
tripulación (UAV) derribado este mes en el desierto Néguev de Israel.
Según el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasrallah, el drone era un modelo iraní ensamblado en el Líbano y se le dio el nombre de Ayoub en honor de uno de los mártires de la organización.
Por cierto, el vuelo de Ayoub no causó nada tan nefasto como bebés descabezados. Los funcionarios israelíes especularon que el drone
pudo haberse enviado para fotografiar el centro de investigación
nuclear de Dimona, el eufemismo que nombra el arsenal nuclear ilegal de
Israel. También posibilitó que Nasrallah hiciera uno de sus
característicos y largos discursos sobre las capacidades de Hizbulá y
las vulnerabilidades del enemigo, y suministró argumentos para los que
se preparan en Israel para la próxima guerra contra el Líbano.
Como informó el periódico israelí Ha’aretz
en agosto de este año, el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu ha
advertido a Líbano de que cualquier provocación de Hizbulá al Estado
judío ahora justificará represalias
contra la nación en su conjunto. En vista del horrible historial de
Israel en la distinción entre civiles y combatientes –y su costumbre de
atacar directamente la infraestructura civil– se nos perdonará por no
llegar a discernir en qué medida la advertencia de Netanyahu constituye
una política actualizada en lugar de una reiteración de que todo sigue
igual.
Basándose en guerras pasadas
Las
víctimas de la estrategia de Israel en la última guerra contra el
Líbano en 2006 fueron además de puentes importantes y centrales
eléctricas, niños que obedecían las órdenes israelíes de evacuar sus
aldeas en el sur, y todavía más residentes de Qana víctimas del segundo
“error” asesino ocurrido en la localidad en un poco más de una década.
También
hubo varias masacres de civiles en edificios residenciales de los
suburbios del sur de Beirut –el bastión de Hizbulá conocido como Dahiya,
arrasado en gran parte por Israel durante la guerra– y establecieron un
precedente útil para futuras conflagraciones israelíes-libanesas. Como
señaló Amos Harel en Ha’aretz el verano pasado:
“Desde
hace cuatro años, Israel amenaza con incendiar Líbano en caso que
Hizbulá haga una provocación a través de la frontera. En octubre de
2008, el jefe del Comando Norte de la época, Gadi Eizenkot, presentó lo
que llamó la ‘doctrina Dahiya’.
Eizenkot
dijo entonces que en el próximo enfrentamiento, Israel expandirá la
capacidad de destrucción que demostró cuando bombardeó Dahiya… ‘En todas
las aldeas desde las que se dispare a Israel impondremos una fuerza
desproporcionada y causaremos gran daño y destrucción. Por lo que
respecta a nosotros, consideraremos que son bases militares’, dijo
Eizenkot en 2008.”
¿Una provocación?
Considerando la historia reciente de Israel en Líbano, el editorial de The Jerusalem Post
posterior a Ayoub respecto a los peligros planteados por “diversos…
objetos voladores que se han infiltrado en nuestros cielos” funciona
como poco más que un ejercicio en una tragicomedia. Titulado “La lección
del UAV”, el editorial declara que la trayectoria de Ayoub constituye
“una importante provocación y una violación flagrante de la soberanía de
Israel, incluso si la misión del drone se limitó a reunir inteligencia y/o a probar las defensas de Israel. El espionaje también constituye una forma de agresión”.
Sea
o no correcta la afirmación de Nasrallah de que Israel ha violado el
espacio aéreo libanés 20.468 veces desde agosto de 2006, no cabe duda
alguna de qué parte se lleva la palma en las violaciones flagrantes de
la soberanía. Israel, que es un entusiasta tristemente célebre del
espionaje, rompe repetidamente la barrera del sonido sobre Líbano con
sus jets, una actividad que parece corresponder no solo a una violación
de la soberanía sino también a una forma de agresión dirigida a
aterrorizar a la población.
Como
formas más directas de terrorismo, los “objetos voladores” de Israel
han asesinado, mutilado y desposeído en el Líbano en una proporción que
ningún grupo armado libanés ha llegado a imitar, ni de lejos, en Israel.
En 2006, el Consejo de Derechos Humanos de la Asamblea General de la
ONU documentó el uso de drones en el Líbano por parte de Israel con objetivos que van más allá del espionaje, como bombardeos militares de hospitales y comunidades agrícolas.
No obstante, The Jerusalem Post
ha proclamado que el viaje de Ayoub pone en evidencia a “los enemigos
cada vez más desvergonzados y antagónicos” de Israel, pero los
observadores racionales podrían verlo como parte de un esfuerzo para
disuadir a un vecino desvergonzado y antagónico de que dirija un ciclo
de violencia asesina en Líbano. En vista de la preponderancia del léxico
estatal israelí, sin embargo, según el cual la autodefensa contra
Israel es terrorismo provocador y la matanza militar israelí es
autodefensa, el ciclo está lejos de terminar.
Belén Fernández es autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, publicado por Verso en 2011. Es miembro del consejo editorial de Jacobin Magazine y sus artículos se han publicado en London Review of Books, AlterNet y muchas otras publicaciones.
Fuente: Rebelion.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario