Carta a Kathryn Bigelow sobre la apología de la tortura en "Zero Dark Thirty"
Znet/The Guardian
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
En tierra hostil [Zona
de miedo] fue una película hermosa y valiente; muchas mujeres jóvenes
del mundo del cine se sintieron inspiradas cuando vieron que te
convertías en la primera mujer ganadora de un Óscar al mejor director.
Pero con Zero Dark Thirty has logrado otro tipo de distinción.
Tu cinta Zero Dark Thirty
es un gran éxito en este país. Pero al justificar falsamente, escena
tras escena, la tortura de los detenidos en “la guerra global contra el
terror” Zero Dark Thirty es un anuncio de dos horas,
primorosamente filmado, para que mantengan fuera de la cárcel a agentes
de inteligencia que cometieron crímenes contra los presos de Guantánamo.
Convierte en héroes a personas que cometieron violentos crímenes contra
otras personas basándose en su raza, algo que tiene precedentes
históricos.
Tu película afirma, en muchas escenas, que la
tortura de la CIA estaba justificada por la “información” que “obtuvo”,
información que, según tu guión, condujo a la captura de bin Laden. Esta
narrativa es una forma de manufacturar inocencia para camuflar un gran
crimen: lo que tu guión llama despreocupadamente “el programa de
detenidos”.
¿Qué condujo a ese compromiso amoral en tu realización cinematográfica?
¿Es
posible que el financiamiento forme parte de la seducción? Es muy
difícil conseguir financiamiento para una cinta sin un mensaje
militarista, como En tierra hostil. Pero según fuentes de la
industria cinematográfica, cuanto más militarista sea el mensaje más
ayudas se pueden conseguir actualmente: de personal, equipamiento,
tecnología, lo que ya señalé en mi argumento sobre el reciente video
militarizado de Katy Perry.
Parece imposible que escenas
como las que incluyen dos helicópteros futuristas, de máximo secreto,
hayan podido hacerse sin ayuda del Pentágono, por ejemplo. Si la
película recibió ese tipo de apoyo secreto en forma de material del
departamento de defensa, eso supondría un millón de dólares para la
gigantesca campaña publicitaria que una cinta necesita para competir a
fin de conseguir público.
Esto también establece un
precedente peligroso: podemos estar seguros de que con la “enmienda de
propaganda” de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA)
2013, recién convertida en decreto por el presidente, el futuro traerá
mucha más corrupción palpable de Hollywood y el resto de la cultura pop
estadounidense. Esta enmienda legaliza algo que ha sido ilegal durante
décadas: el financiamiento directo de mensajes pro gobierno o pro
militares en los medios, sin divulgación de su origen, dirigidos a los
ciudadanos de EE.UU.
Luego existe el factor James Frey.
Afirmas que tu cinta “se basa en hechos reales” y en entrevistas;
insistes en que es una mezcla de realidad y ficción “parcialmente
documental”. “Real”, “verídica”, e incluso “documental, son palabras
grandes e importantes. Al reivindicar términos semejantes, generas
tracción mediática y de ventas sobre una base deshonesta. Hay cineastas
que trabajan muy duro para producir cintas que realmente “se basan en
hechos reales”: se llaman documentalistas. Alex Gibney en Taxi to the Dark Side y Rory Kennedy en Ghosts of Abu Ghraib,
han producido películas documentales genuinas y verificables sobre lo
que tu guión llama despreocupadamente “el programa de detenidos”, es
decir, el régimen de tortura para lograr confesiones falsas en
Guantánamo y Abu Ghraib, que según tu guión condujeron directamente a
bin Laden.
Excelente, amiga reportera: presenta tus
fuentes. Muestra tus pruebas de que la tortura produjo información que
salvó vidas o de cualquier otro tipo.
Pero no puedes presentar pruebas de esta información. Porque no existen.
Cinco décadas de investigación, citada en el documental de 2008 The End of America , confirma que la tortura no funciona. Robert Fisk suministra otro resumen de esa categórica conclusión. Y este informe de 2011 de Human Rights First refuta la principal premisa de Zero Dark Thirty.
Tus
personajes se quejan de los abogados que representan a los detenidos
sugiriendo que esos “benefactores” trajeados nos ponen en peligro a
todos. He visto de primera mano tu “programa de detenidos”. Los
prisioneros, que se describen en tu película como “azuzados por
abogados” ven a esos abogados en salas intervenidas; sin embargo esos
abogados no pueden contar al mundo lo que sucedió a sus clientes porque
las descripciones de la tortura propiamente dicha que esos hombres han
sufrido están clasificadas.
He visto la sala en la que el
tribunal militar oye el “testimonio” de gente recogida en un programa en
el que se pagaron recompensas de 5.000 dólares a afganos
desesperadamente pobres para incentivar que entregases a sus vecinos
inocentes. Las sillas tienen cadenas que las sujetan al piso y están
colocadas de a dos, de modo que se puede amenazar a un prisionero para
hacer que condene falsamente al segundo.
He visto el
costoso sistema de video en el tribunal en el que –aunque los portavoces
de Guantánamo dijeron desde el principio a la prensa mundial que los
informes de los testigos se presentan "siempre que sean razonable"– el
monitor del sistema no se ha encendido ni una sola vez: un monitor que
en realidad podría permitir que alguien en Pakistán testifique para
decir, “¡eh, ese no es el sujeto!”. (A propósito, eliminaste la escena
en la que el tipo de la CIA sodomiza al sujeto equivocado: Khaled
el-Masri, “el desgraciado ciudadano alemán que tenía un nombre parecido
al al de un combatiente llamado Khaled al-Masri”).
En una
época tenebrosa de EE.UU. te aclama Hollywood y te felicitan los grandes
medios. Pero para mí, el camino que tu carrera ha tomado ahora me
recuerda sobre todo el de otra pionera cinematográfica que llegó a ser,
finalmente, una apóloga del mal: Leni Riefenstahl. El triunfo de la voluntad
de Riefenstahl que glorificó el poder militar nazi en 1935 fue un gran
éxito en Alemania. Riefenstahl fue la primera directora de cine aclamada
en todo el mundo.
Podrá parecer extremo que te compare
con esa gran cineasta, pero profundamente comprometida, pero hay
verdaderos ecos. Cuando Riefenstahl comenzó a ensalzar a los
nacionalsocialistas a principios de los años treinta, las peores
atrocidades de los nazis no habían comenzado todavía; pero ya se habían
abierto abusivos campos de concentración para retener a disidentes
políticos más allá de la ley, el equivalente de Guantánamo, la base
Bagram, y otros “sitios ocultos” innombrables de la CIA. Y Riefenstahl
fue tratada como un personaje por las elites alemanas que la aclamaron
por su propaganda por cuenta del régimen de Hitler.
Pero
el mundo ha cambiado. El desagradable trabajo que realizó Riefenstahl,
con el paso del tiempo no se ha podido ocultar. Los estadounidenses
también despertarán y verán a través de la apología de Zero Dark Thirty
las mentiras estandarizadas de un régimen que pretende que esta
brutalidad es necesaria de alguna manera. Cuando eso suceda, la misma
comunidad que hoy te aplaude dará un salto atrás.
Como Riefenstahl eres una gran artista. Pero ahora te recordarán eternamente como una servidora de la tortura.
Autora, crítica social y activista política, Naomi Wolf es autora del éxito de ventas de The New York Times: The End of America (Chelsea Green) y más recientemente de: Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. El éxito de ventas internacional de Wolf, The Beauty Myth,
cuestionó la industria de los cosméticos y el mercadeo de estándares
irreales de belleza, lanzando una nueva ola de feminismo a principios de
los años noventa.
Fuente: Rebelion.org
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