EE.UU. incita a Japón al enfrentamiento con China
¿Caerá Japón en la trampa?
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
A finales de
octubre, en el punto álgido de la campaña electoral de 2012, una
delegación estadounidense fue de puntillas a Japón y luego a China con
poca cobertura en los medios. Era “extraoficial” pero contaba con la
bendición de Hillary Clinton. E iba dirigida por dos personajes
destacados en el firmamento imperial, Richard L. Armitage, quien sirvió
como Secretario Adjunto de Estado para George W. Bush; y Joseph S. Nye
Jr., un exfuncionario del Pentágono y funcionario de inteligencia del
gobierno de Clinton y Decano Emérito de la Escuela de Gobierno Kennedy
de Harvard. La delegación también incluía a James B. Steinberg, quien
sirvió como Secretario Adjunto de Estado en el gobierno de Obama, y
Stephen J. Hadley, consejero nacional del segundo Bush.
La
delegación se presentó como un intento de EE.UU. de mitigar las
tensiones entre Japón y China por unas pequeñas islas reivindicadas por
los dos países. ¿Pero fue ese el caso? ¿Cuál es la visión de esos
influyentes personajes? De modo interesante, Armitage y Nye nos
suministran una respuesta parcial en un breve trabajo publicado en
agosto del año pasado por el Centro de Estudios Internacionales y
Estratégicos (CSIS) titulado “La alianza Japón-EE.UU. Anclando la
estabilidad en Asia”, el fruto cuidadosamente preparado por un Grupo de
Estudio de CSIS que presidían. La estrategia propuesta en ese documento,
como se describe a continuación, debería inquietar mucho a los chinos,
así como a los japoneses y estadounidenses.
El escrito de Armitage/Nye se dirige a los propios japoneses, la audiencia objetivo, en la Introducción como sigue:
Juntos nos enfrentamos al resurgimiento de China y las incertidumbres que lo acompañan.
Las naciones de primer nivel tienen un peso económico significativo, fuerzas armadas capaces, una visión global y liderazgo demostrado en los asuntos internacionales. Aunque hay áreas en las cuales EE.UU. puede apoyar mejor la alianza (Japón-EE.UU.), no nos cabe duda del continuo estatus de primer nivel de EE.UU. Para Japón, sin embargo, hay que tomar una decisión. ¿Desea Japón seguir siendo una nación de primer nivel, o le basta dejarse llevar hacia un estatus de segundo nivel? Si el estatus de segundo nivel le basta al pueblo japonés y a su gobierno, este informe carecerá de interés” (énfasis de J.W.)
Leedlo
cuidadosamente. Es un llamado apenas disimulado a los peores aspectos
del militarismo y del nacionalismo japoneses, que por buenos motivos son
tan vituperados en el Este de Asia. Está hecho en el contexto del
“resurgimiento” de China, una frase que invoca la pasada supremacía
mundial de China y el estatus inferior de Japón en esa época. ¿Qué tipo
de bestia se propone despertar ese inquietante llamado?
De
nuevo, en la Introducción, los autores muestran claramente las
específicas dimensiones militares de su llamado, al escribir: “Las
Fuerzas de Autodefensa de Japón (JSDE) –actualmente la institución más
respetada en Japón– deben jugar un papel más importante en el realce de
la seguridad y reputación de Japón si se pueden aflojar las limitaciones anacrónicas”
(énfasis de J.W.). ¿Cuáles son esas “limitaciones anacrónicas”? Como
dejan claro más adelante los autores, están encarnadas en el Artículo 9
de la Constitución japonesa, escrita bajo el tutelaje de las fuerzas
ocupantes de MacArthur. El artículo tan molesto para Armitage y Nye
dice:
ARTÍCULO 9. Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales (2). Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del Estado no se reconocerá.
Se trata de una declaración
pacifista sorprendentemente conmovedora. El Artículo 9 es extremadamente
popular en Japón, y su eliminación de la Constitución no será fácil,
como reconocen Armitage y Nye (1). Además, Armitage y Nye admiten que el
Artículo 9 prohíbe la autodefensa colectiva, que involucra la acción
militar conjunta por EE.UU. y Japón. Como dicen en su escrito:
“La ironía, sin embargo, es que incluso bajo las condiciones más severas que requieren la protección de los intereses de Japón, se impide que nuestras fuerzas defiendan colectivamente Japón… La prohibición de la autodefensa colectiva es un impedimento para la alianza (EE.UU.-Japón)” (énfasis de J.W., obsérvese que los autores no dicen protección de Japón sino de los “intereses” de Japón).
¿Entonces
que hará EE.UU.? Armitage y Nye ven una solución en las operaciones
conjuntas de rescate de las Fuerzas de Autodefensa de Japón (JSDF) y las
fuerzas estadounidenses (Operación Tomodachi, que quiere decir
“Operación Amigos”) en respuesta al terremoto el tsunami y el desastre
de Fukushima del 11 de marzo de 2011, conocido como 3-11 en Japón. En
ese caso, los que están a favor del Artículo 9 y del espíritu que
encarna no se opusieron a los esfuerzos de rescate conjuntos. Armitage y
Nye sugieren que la Operación Tomodachi se tome simplemente como un
precedente para justificar futuras operaciones conjuntas. En otras
palabras, basta con ignorar simplemente la Constitución japonesa, de un
modo muy similar a la táctica que Truman inauguró en EE.UU. para lanzar
al país a la Guerra de Corea y la táctica que Barack Obama ha utilizado
en intervenciones como la de Libia. Simplemente ignorar la Constitución y
su requerimiento de que solo el Congreso puede declarar la guerra. Es
un ejemplo, si se requiriera otro, de cómo nuestras elites ven el “vigor
de la ley” del que se reclaman tan a menudo. (Y uno se pregunta si la
Operación Tomodachi, en parte, no fue contemplada por sus artífices,
desde el comienzo, de esta manera. ¿Cuántas otras misiones humanitarias
de EE.UU. pueden tener propósitos encubiertos anexos?).
Armitage
y Nye también mencionan que el informe del Comité Yanai de 2006 señala
que el primer ministro podría dejar de lado por decreto la prohibición
del Artículo 9, como en el caso de los esfuerzos contra la piratería en
Yibuti. Pero este informe se ha visto como un esfuerzo para subvertir la
Constitución japonesa. Como escribió en la época el profesor Craig
Martin de la Escuela de Derecho Washburn, experto estadounidense en
estos asuntos: “el ejercicio de utilizar un organismo
extra-constitucional para promover una “revisión” de la interpretación
de la Constitución, fue ilegítimo en diversos ámbitos, el más importante
de ellos es que fue un intento de desarrollar un término alternativo de
las provisiones de las enmiendas en la Constitución”. Pero a fin de
cuentas es precisamente lo que se proponen Armitage y Nye.
El
Artículo 9 sigue siendo popular en Japón aunque su popularidad se ha
visto sustancialmente erosionada en los últimos años. Los motivos de
esto y las fuerzas que lo causan merecen un cuidadoso examen a la luz
del “pivote” del Imperio EE.UU. hacia el este de Asia. Pero mientras el
Partido Comunista japonés y los socialistas japoneses sigan siendo una
fuerza en la sociedad hay pocas probabilidades de que el Artículo 9 se
derogue, haciendo que el término sea necesario si se pretende
remilitarizar Japón. De hecho, la existencia misma de las JDSF
puede considerarse ilegal según las provisiones del Artículo 9, por lo
cual las JDSF originalmente se apodaron Fuerza Nacional de Policía.
Armitage y Nye resumen los aspectos militares de su informe en la
siguiente recomendación a Japón: “Japón debería expandir el alcance de
sus responsabilidades para que incluyan la defensa de Japón y la defensa
con EE.UU. en contingencias regionales. Los aliados necesitan
capacidades y operaciones de ISR (Inteligencia, Vigilancia y
Reconocimiento) más robustas, compartidas y de operación conjunta, que
vayan mucho más allá del territorio japonés. Sería una autorización
responsable por parte de Japón que permitiera que las fuerzas de EE.UU. y
las JSDF respondieran con plena cooperación en todo el espectro de la
seguridad en tiempos de paz, de tensión, de crisis y de guerra”. Para
los diplomáticos esto es algo tan específico y concreto como es posible.
Y es muy inquietante, ya que no se puede decir que sea un plan para la
paz.
El texto de Armitage/Nye contiene mucho más. Se urge a
Japón a participar más plenamente en foros que involucran a Filipinas,
India, Taiwán y la República de Corea (ROK), es decir Corea del Sur. No
se menciona a China al respecto, lo que no sorprende. Armitage y Nye
saben que es algo difícil de promover ante los ciudadanos de Corea del
Sur, con vívidos recuerdos de la conquista y las atrocidades japonesas
en la Segunda Guerra Mundial. Pero Armitage y Nye esperan que se pueda
lograr.
El informe también tiene una dimensión económica.
La idea de usar a India como un ariete contra China, que fue popular en
el gobierno de Bush y contó con la ayuda de Israel, no es realmente
viable. India está dividida por las disputas internas, corrupción,
divisiones religiosas y una rebelión maoísta en gran parte de su
territorio. Y económicamente es deficiente. El poder militar proviene
del poder económico y por eso EE.UU. necesita la ayuda de una poderosa
potencia económica regional en su iniciativa contra China. Es el papel
de Japón desde el punto de vista de Armitage y Nye. Por lo tanto, a fin
de ser útil para EE.UU., Japón debe restaurar su economía, actualmente
en decadencia. Es realmente algo difícil ya que el mayor socio comercial
de Japón y el principal destino de sus exportaciones es China. Esto se
hizo evidente en el reciente boicot chino de productos japoneses, cuando
la disputa por la isla Diaoyou/Sinkaku se intensificó hace poco, que
afectó fuertemente a Japón pero tuvo poco efecto en la economía china.
Pero de nuevo Armitage y Nye albergan esperanzas. Su solución es que
Japón restaure y expanda su energía nuclear. (Uno se pregunta por qué
los ecologistas estadounidenses no se han pronunciado al respecto y si
los ecologistas japoneses están informados de estos planes para Japón,
tramados en EE.UU.) Además Armitage y Nye ofrecen Gas Natural Licuado
(GNL) y otros productos del petróleo de Norteamérica como más
generosidad para vincular a Japón más estrechamente a EE.UU. Como
escriben: “La revolución del gas de esquisto en EE.UU. continental y las
abundantes reservas de gas en Alaska presentan a Japón y a EE.UU. una
oportunidad complementaria: EE.UU. debiera comenzar a exportar GNL de
los 48 Estados desde 2015 y Japón sigue siendo el mayor importador de
GNL del mundo. Desde 1969, Japón ha importado cantidades relativamente
pequeñas de GNL de Alaska y aumenta el interés por expandir ese vínculo
comercial, en vista de la necesidad de Japón de aumentar y diversificar
sus fuentes de GNL, especialmente a la luz del 3-11.” De nuevo, uno se
pregunta dónde están las voces de los ecologistas estadounidenses.
La
idea de que Japón supere económicamente a China en el Este de Asia es
un sueño imposible, con o sin EE.UU. China tiene una población de 1.300
millones y Japón de 130 millones. Esperar que Japón emerja como un
desafío serio para China a largo plazo es como esperar que en el futuro
inmediato Canadá con sus 34 millones pueda desafiar a EE.UU. con 315
millones de habitantes. Y China tiene una economía vibrante, una fuerza
de trabajo educada y una cultura considerable, de la cual emergió Japón y
se mantuvo hasta que fue “occidentalizado”.
¿Cuál es
entonces la protección de Japón ante un vecino tan grande y poderoso?
Por una parte, Japón tiene ciertamente los medios para disuadir la
agresión de cualquiera con su avanzada tecnología y su potencial de
desarrollo de armas nucleares. Por la otra, China no tiene un historial
de expansionismo en el exterior. Incluso desde 1400, cuando era la
principal potencia naval del mundo, nunca conquistó o estableció
colonias o capturó esclavos. Pero una gran parte de la seguridad
japonesa reside en un creciente respeto al derecho internacional
haciendo hincapié en la soberanía. El concepto de soberanía en el
derecho internacional es la protección de pequeñas naciones contra las
depredaciones de las grandes. E irónicamente la principal amenaza al
concepto de soberanía proviene de EE.UU. y de Occidente con sus guerras
preventivas y sus intervenciones “humanitarias”, que desprecian el
concepto clásico de soberanía. Japón debe tener cuidado en sus tratos
con potencias semejantes y con el apoyo de semejantes ideas.
El
hecho que Japón caiga en la trampa y sea el instrumento de planes
estadounidenses en el Este de Asia raya con lo demencial. Y los
intercambios diplomáticos entre China y Japón en las últimas semanas
después de las elecciones japonesas muestran que muchos japoneses lo
reconocen. Ellos y los chinos cada vez parecen más dispuestos a
solucionar sus diferencias en una estructura de paz. Esperemos que sea
así, y lo mismo vale para los japoneses. Frecuentemente el que cae en la
trampa es el que paga las consecuencias.
Contacto: John.Endwar@gmail.com
Fuente: Rebelion.org
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