La reunión en Kazajistán entre Irán y el P5+1 parece destinada al fracaso
¿Quiere realmente Obama un acuerdo con Irán?
Al Jazeera
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Almaty, Kazajistán,
estará en el ojo del huracán el próximo martes, cuando el P5+1 –los
cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia y China, más Alemania–
vuelva a reunirse con una delegación iraní respecto al programa nuclear
de Irán.
Los antecedentes muestran que las 16 agencias de
inteligencia de EE.UU. saben que Teherán no trabaja en un arma nuclear.
En una verdadera negociación, habría una oferta creíble de EE.UU. sobre
la mesa. No hay ninguna. Eso sugiere que en realidad Washington quiere
mantener –e intensificar– su duro paquete de sanciones.
Consideremos
el mecanismo de este “negociación”. Hace solo un par de semanas, el 6
de febrero, una nueva provisión de sanciones de EE.UU. aumentó la
presión sobre lo que hasta ahora se conoce como el comercio de “oro por
gas”.
Ankara ha estado pagando a Teherán en liras turcas
por su gas importado; Irán luego utilizaba el dinero –depositado en el
Halkbank turco– para comprar oro. Ahora las nuevas sanciones imponen
estrictamente lo que Irán puede comprar con sus liras turcas; solo
alimentos, medicinas y productos industriales.
En el
momento justo, los medios corporativos occidentales volvieron a
regodearse de cómo Irán ha sido “excluido del sistema bancario global”.
Sin embargo, no existe absolutamente ninguna garantía de que estas
últimas sanciones den resultados.
El oro seguirá formando
parte de la situación. Un banco turco puede ser amenazado con exilio del
sistema financiero controlado por Occidente. Pero los bancos rusos –y
chinos– encontrarán cautelosamente un camino para soslayar esto, y
llenarán el vacío. En cuanto a Irán, tiene décadas de experiencia en ser
sancionado hasta morir y adaptarse a la situación.
Turquía
seguirá necesitando importar gas natural de Irán, su proveedor
número uno con un 40%. El otro importante proveedor es Rusia; a pesar de
la conducta errática del primer ministro Erdogan, Ankara nunca cometerá
el suicidio estratégico de depender de una sola fuente de energía.
De modo que el único perdedor en este escenario será Turquía. ¿Por qué? Porque es lo que dice Washington.
Ahora,
consideremos la oferta de Washington a Teherán; suspenderemos las
sanciones de gas por oro si cerráis por completo la planta subterránea
de enriquecimiento de uranio Fordow. No es por accidente que Fordow
sería la más difícil de destruir de las instalaciones de Irán en caso de
ese perenne “todas las opciones están sobre la mesa”, un ataque
estadounidense/israelí.
En el momento justo, el lunes, el
Ministerio de Exteriores iraní, a través del portavoz Ramin
Mehmanparast, fue directamente al grano: “Últimamente han dicho ‘cerrad
Fordow, detened el enriquecimiento (de uranio), y permitiremos
transacciones en oro’… Quieren quitar sus derechos a una nación a cambio
de permitir el comercio de oro”.
Por lo tanto, Teherán ha
tomado buena nota de que Washington no ofrece el levantamiento de las
sanciones de la ONU; ni levantar sanciones unilaterales de EE.UU. y la
UE; ni terminar con lo que equivale a una guerra económica contra
Teherán, uno de los temas clave que detallé en esta entrevista con el joven periodista iraní Kourosh Ziabari .
Viene la iraquízación
“Gas
por oro” es para Irán, a todos los efectos prácticos, un intento de
resucitar el espantoso proyecto de “petróleo por alimentos” impuesto a
Irak hasta la invasión/ocupación estadounidense de 2003.
Y
sin embargo, incluso bajo un bloqueo comercial occidental de facto, la
dirigencia de Teherán seguirá conectada a mercados en toda Asia, con el
incentivo agregado, desde el punto de vista de amplios sectores del
mundo en desarrollo, de más progreso por el camino para desechar el
petrodólar.
Consideremos la dirigencia en Teherán. Libró
la cruel guerra Irán-Irak de 8 años en los años ochenta. Políticamente,
la guerra la consolidó. Está a favor de la “opción japonesa”, o período
de latencia, en términos nucleares –o sea dominar la tecnología y el know-how
sobre cómo construir un arma nuclear a corto plazo como máximo
disuasivo. En los hechos, casi 30 naciones –fuera de Japón– están en la
misma situación.
El sábado pasado en Tabriz, el Supremo Líder Ayatolá Jamenei reiteró:
No queremos fabricar armas nucleares. No porque EE.UU. se molestaría si lo hiciéramos. Es más bien lo que hemos decidido. Creemos que las armas nucleares constituyen un crimen contra la humanidad y no deberían construirse; y que se deberían destruir todas las armas del mundo. En eso creemos; y no tiene nada que ver con vosotros (estadounidenses).
Cuando
el Supremo Líder agregó que si Irán “hubiera decidido poseer armas
nucleares ninguna potencia podría habérselo impedido”, estaba de hecho
explicando en más detalle la “opción japonesa”; incluso si Irán no posee
un arma nuclear, ni trabaja en un arma nuclear, si es acorralado y
necesita un arma nuclear como disuasión, mantiene abiertas todas las
opciones.
Parece que los gobernantes no han entendido el
mensaje en Washington, o en París y Londres. La arrogancia occidental,
muestra la historia, es ilimitada. Suponiendo que lo saben mejor, los
sospechosos habituales entre diplomáticos y analistas occidentales
apuestan a que un paquete duro de sanciones obligará a Teherán a pedir
clemencia.
Qué montón de inútiles. Subid a un avión. Id a Irán. Hablad con los iraníes. Y tratad de aprender algo.
Si
llegaran a hacerlo, aprenderían que para los iraníes, una potencia
importante debe estar a la vanguardia de la ciencia, o sea la
tecnología nuclear. Un simple estudio de los medios y de la blogosfera
iraníes muestra que de ultraconservadores a reformistas, todos están de
acuerdo en que Irán tiene derecho a la tecnología nuclear, como nación
firmante del TNP.
Cobertura a fondo de un creciente debate regional
Irán
necesita energía nuclear para electricidad porque importa demasiado
petróleo refinado. Por el momento, Irán puede estar vendiendo menos
petróleo debido a las sanciones. Pero eso, por una parte, aumenta el
precio global del petróleo (los perdedores, en este caso, vuelve a ser
los europeos); y el propio petróleo de Irán se reserva para el futuro,
cuando los precios sean mucho más elevados.
Washington,
por su parte, tiende a comportarse como el ciego que dirige al ciego. Es
como si ningún “analista” se preocupara de estudiar los últimos 150
años de historia iraní. No, ver la película Argo que compite por el Oscar no basta; el tema clave es la lucha antiimperial.
Gran
Bretaña dio a Irán innumerables ultimatos. Pero al estilo persa, si uno
se somete, es un traidor nacional, mientras que aquellos que se niegan a
someterse son héroes aunque pierdan, como Mossadegh en 1953.
El actual drama nuclear es un remix/replay
del drama de la nacionalización del petróleo de 1951-1953, cuando Irán
también se esforzó por llegar a ser independiente y dueño de sus propios
recursos naturales. Washington/Londres entonces, no solo dieron
ultimatos sino que además promovieron un infame golpe.
Después
de que el Shah fue derrocado a principios de 1979, sobra decir que
desde entonces Occidente ha estado amenazando ininterrumpidamente a
Irán.
¿No más opción japonesa?
Los
optimistas profesionales podrán argumentar que se debería suspender la
valoración –por lo menos por el momento– sobre las intenciones hacia
Irán del gobierno de Obama 2.0.
No obstante es útil
recordar que incluso durante los dos períodos del reformista Presidente
Jatami, Washington nunca hizo una oferta seria a Irán, como podría ser
un punto final a la obsesión por un cambio de régimen, el levantamiento
de las sanciones y permitir que Europa invierta libremente en Irán (para
beneficio de Europa). Eso habría logrado resultados impresionantes para
ayudar al movimiento reformista en Irán.
Ahora hemos
llegado a un nuevo punto bajo, cuando incluso el Secretario General de
la ONU, Ban Ki-moon puede decir algo tan nocivo como “No deberíamos dar
mucho más tiempo a los iraníes, y no deberíamos perder tiempo… Hemos
visto lo que sucedió con la DPRK [Corea del Norte]”
Es como si
esta vez el propio jefe de las Naciones Unidas –no George “Eje del Mal”
Bush– estuviera pidiendo una guerra contra Irán bajo el pretexto de
armas inexistentes de destrucción masiva.
En realidad, lo
que logra esto es sabotear las conversaciones en Almaty incluso antes de
que tengan lugar. O Ban Ki-moon mejora sus ingresos en la ONU con un
trabajo a tiempo parcial para Bibi Netanyahu, dando un poco más de
tiempo a la diplomacia antes que Israel termine por convencer a
Washington de que bombardee Irán.
Bruselas podrá
regodearse porque Irán ha perdido 46.000 millones de dólares en ingresos
del petróleo desde las sanciones intensificadas del año pasado y porque
el rial ha perdido un 40% de su valor. La población iraní podrá haber
sido la perdedora, pero la dirigencia en Teherán es más fuerte que
nunca; ahora más que nunca porque no tiene problemas para culpar a
Occidente de los apuros de Irán.
El trabajo hacia un
verdadero acuerdo EE.UU.-Irán significaría que no haya un cambio de
régimen; que se reconozca a como una importante potencia en el Sudoeste
Asiático; no más sanciones; que no se siga impidiendo que otros países
inviertan en Irán; e infalibles garantías iraníes de que su programa
nuclear es solo civil.
Esto allanaría el camino para que
Irán se consolide como la mayor y más dinámica economía de Medio Oriente
y el Sudoeste Asiático.
No parece que vayamos por ese
camino. En un próximo libro, Vali Nasr, decano de la Escuela Johns
Hopkins de Estudios Avanzados e Internacionales –y, fundamentalmente,
exconsejero del gobierno de Obama– admite que la famosa “doble vía” de
sanciones combinadas con diplomacia “ni siquiera fue doble. Se basó en
una vía y fue la presión… El contacto fue una cobertura para una campaña
coercitiva de sabotaje, presión económica y ciberguerra”.
Los
ecos de Teherán sugieren que el Supremo Líder cree que todo el ruido
del gobierno de Obama 2.0 sobre conversaciones directas con Irán es una
trampa. Desde su punto de vista, Almaty sería serio solo si Washington
relajara todo el paquete de sanciones –no solo el alivio de gas por oro-
a cambio del cierre de Fordow.
Obama podría hacer… algo,
incluso a pesar del peso muerto colectivo de prácticamente todo el
Congreso para el cual Irán es peor que malo.
Augurando un
gran acuerdo en un futuro no demasiado distante, Obama podría, por
ejemplo, liberar los activos iraníes congelados desde la crisis de los
rehenes en 1979 (no, la heroica Argo no trata de eso); podría
autorizar la venta de repuestos para la avejentada flota de Boeings de
Irán; podría decir al Departamento del Tesoro y al Departamento de
Estado que autoricen exenciones a las compañías occidentales que quieran
hacer negocios en Irán.
Y sin embargo se puede afirmar
que las tácticas de Obama 2.0 son una extensión de la política exterior
de la era de Bush-Cheney: amenazas, maniobras, incluso líneas rojas en
continuo cambio, “todas las opciones están sobre la mesa”; y sanciones,
sanciones y más sanciones.
No es sorprendente que Almaty
pueda crear expectativas inmensamente bajas. En todo caso, no se
decidirá nada sustancial antes de las elecciones presidenciales iraníes
en junio. Pero si P5+1 no se organiza –y comienza a portarse de manera
adulta– tarde o temprano Teherán podría sentirse seriamente tentado a
abandonar la “opción japonesa”. Para siempre.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro es Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).
Fuente: Rebelion.org
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