Escalofriantes vivencias de bomberos mendocinos: "Hablé con un muerto" (2da parte)
Salvador Quiroga, otro de los efectivos del Cuartel Central que relata sus experiencias paranormales.
Por Rolando López
Salvador Quiroga, "yo hablé con un chico fallecido". Andrés Larrovere
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En los asados de los bomberos de la Policía de Mendoza, las anécdotas rondan acerca de salvatajes, hechos heroicos, tragedias y hasta chistes ("un bombero siempre tiene que apelar al humor, sino su psiquis no resiste", apunta el sargento ayudante Salvador Quiroga). Justamente Quiroga, es otro de los efectivos que vivió "su" caso espeluznante. "Es tal cual lo cuento, tengo testigos".
1 - SOBREVIVIENTE
Sucedió de madrugada en el carril Mathus Hoyos de Bermejo. Un auto había chocado violentamente contra uno de los carolinos que bordean al camino; eran muy comunes esos choques. Llegamos primeros con un compañero. Atrás nuestro venía la ambulancia.
Nos bajamos de la movilidad y nos encontramos con un joven parado delante del auto chocado. Estaba bañado en sangre pero de pie y aparentemente muy tranquilo, como en un shock pasivo.
"Por favor -nos imploró-, mis amigos están en el auto, tienen que ayudarlos". Le pedimos que se calmara, que los médicos lo atenderían.
Fuimos hasta el auto y en su interior había tres chicos más: dos con vida y uno que no se movía. Como en los salvatajes la prioridad la tienen los sobrevivientes, comenzamos a sacar a los dos de adelante que estaban mal, pero uno de ellos estaba consciente.
Logramos rescatarlos del vehículo y le preguntamos cuántos eran: "Somos tres", contestó. Los números no nos cerraban y fuimos por el tercero que no se movía y había quedado con el torso hacia adelante en el asiento trasero del auto. Uno de los médicos le tomó el pulso y corroboró que estaba muerto.
Cuando lo levantamos le vimos la cara: era el mismo joven que minutos antes estaba frente al auto y que nos pedía que atendiéramos a sus amigos.
2 - AYUDA
Cuando fui destinado a la jurisdicción El Carrizal, me tocaba estar con tres compañeros más. En mi primera guardia en el Destacamento me entero que mis colegas de iban franco. Entonces me tenía que quedar solo. Había un móvil, el 1249 que aún está, que tenía un problemita de arranque: se paraba a cada rato. Entonces había que ir con un arrancador o bien empujar al móvil cada vez que se paraba.
Mi primera patrulla fue por la zona de los campings. Me olvidé el cargador así que tenía la precaución de dejar el móvil siempre "en alto" para empujarlo más fácil. Con todo el recorrido hecho en el costado este y oeste, me detuve en la zona del paredón. Era una noche muy clara, al lado de la "Bahía de los pobres" (queda cerca del vertedero y la llamamos así porque allí se baña la gente que no puede pagar un camping, donde mueren muchos pobres ahogados). Me bajé para mirar y en eso se paró la camioneta.
Estaba a 20 metros de la ruta y en ese predio no había nadie. No quería ir hasta el cuartel porque quedaba a más de un kilómetro y decidí ponerme a empujar el móvil solo, cuesta arriba. Entonces apareció un hombre vestido de gaucho, con chaleco, pañuelo al cuello. Pensé: seguro que va a una fiesta. Me saludó y me preguntó si me podía ayudar; yo estaba fascinado; "claro", le dije. Empujamos la camioneta que enseguida se alivianó; para mí se alivianó demasiado pero no le iba a preguntar al hombre si tenía mucha fuerza. Llegamos hasta la ruta y me subí; puse el cambio y la camioneta arrancó. Me di vuelta y estaba el hombre parado y le grité: "Gracias maestro, muchas gracias". Anduve unos metros y me dije "qué desagradecido, tal vez el hombre iba a algún lugar y ni le pregunté". Puse la marcha atrás y cuando llegué donde lo había dejado, no había nadie.
Cuando volvieron mis compañeros les conté. "Ah sí, le decimos Mandinga; le gusta ayudara a la gente que se le para el auto. Con esta camioneta te lo vas a encontrar seguido", me respondieron.
Fuente: Los Andes
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