El primer paso en la colaboración entre Rusia y China en el espacio
por Daniel Marín
A raíz del conflicto de Ucrania la política espacial rusa dio un giro de 180º e intentó desconectar sus lazos con Occidente para estrechar vínculos con China. Como resultado, Roscosmos llegó a anunciar que desconectaría el segmento ruso de la estación espacial internacional (ISS) a partir de 2024, cortando así las relaciones con sus socios, literalmente. Pero, como ya comentamos en su momento, esta decisión resulta fantástica como declaración de intenciones, pero a la hora de ponerla en práctica es una auténtica pesadilla.
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La sonda china Chang’e 3 vista por el rover Yutu el 13 de enero de 2014 durante el segundo día lunar de la misión (Chinese Academy of Sciences/China National Space Administration/The Science and Application Center for Moon and Deepspace Exploration/Emily Lakdawalla).
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China es en estos momentos una potencia espacial de primer orden. Hace una década el número de tecnologías espaciales en las que Rusia aventajaba a China era abrumador, pero hoy en día la diferencia se ha reducido drásticamente y en muchas áreas incluso se ha invertido. China tiene ambiciosos planes espaciales para la próxima década y, lo más importante, dinero para hacerlos realidad. El país asiático quiere montar una estación espacial permanente de sesenta toneladas —la «Mir china»—, seguirá adelante con sus planes de sondas no tripuladas para explorar el sistema solar y mantiene un pujante programa de misiones científicas.
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La estación independiente rusa que se separará de la ISS en 2025 (RKK Energía).
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Futura estación china de sesenta toneladas (Xinhua).
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Módulo Tianhe, el módulo central de la futura estación china (https://twitter.com/ShuttleAlmanac).
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Por su parte la economía rusa no puede mantener un programa tripulado propio similar al chino (la estación totalmente rusa no estaría habitada permanentemente y sería más pequeña que la china). Y, dejando a un lado las misiones ExoMars realizadas con la ESA, el programa de sondas espaciales ruso no levanta cabeza desde el fiasco de la misión Fobos-Grunt. En cuanto a la astronáutica tripulada se refiere, el tradicional feudo tecnológico de Rusia, las distancias se han reducido significativamente con la experiencia de China —corta, eso sí— en las estaciones Tiangong 1 y 2. De hecho China está desarrollando una nueva nave tripulada de nueva generación que, a diferencia de la Shenzhou, no se «inspirará» en tecnología rusa (que sepamos).
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Modelo a escala de la nueva cápsula tripulada china (Xinhua).
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Futura nave tripulada rusa Federatsia (PTK-NP) (RKK Energía).
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En el campo de lanzadores, tradicionalmente el otro punto fuerte de Rusia, China ha alcanzado el nivel de sus vecinos con la puesta en servicio de la nueva familia de cohetes Larga Marcha (CZ-5, CZ-6 y CZ-7). Es cierto que Rusia todavía mantiene una ventaja considerable en la construcción de motores potentes de kerolox, pero China está ganando terreno rápidamente. De hecho, el Larga Marcha CZ-5 incorpora motores criogénicos YF-77 en su primera etapa, una tecnología que Rusia ha dejado pudrirse desde los buenos viejos tiempos del Energía y su fantástico motor RD-0120 (para ser justos, la introducción del Larga Marcha CZ-5 le está dando a China muchos más problemas de lo esperado, justamente por culpa de sus motores).
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Motor RD-171M usado en el Zenit y el futuro Soyuz-5 (Féniks). China no tiene nada que se le parezca (NPO Energomash). |
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Motor criogénico chino YF-77 del Larga Marcha CZ-5. Rusia no tiene nada que se le parezca (mil.huanqiu.com).
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Resumiendo, el problema es que la cooperación entre ambos países se ve lastrada por la enorme asimetría económica… y por la manía que tienen los chinos de copiar todas las tecnologías extranjeras que caen en sus manos. Además la colaboración con China no sienta nada bien a varios socios de Rusia en asuntos espaciales, como son la India y, obviamente, Estados Unidos. Por ese motivo Rusia ha mantenido abiertos los canales de comunicación con Occidente y ahora se muestra favorable a una extensión de la vida útil de la ISS de 2024 a 2028, además de buscar a toda costa el poder colaborar en la estación Gateway de la NASA (ahora rebautizada como Lunar Orbital Platform-Gateway o LOP-G). No obstante, hay espacio para la cooperación. El 25 de junio de 2016 los gobiernos de China y Rusia firmaron un acuerdo para la colaboración en el espacio y el 18 de diciembre pasado dicho acuerdo entró en vigor, aunque no habíamos visto planes concretos hasta el momento. En noviembre de 2017 Roscosmos y la agencia espacial china (CNA) decidieron además colaborar en seis áreas espaciales distintas en el periodo 2018-2022, incluyendo la exploración de la Luna.
Ahora Roscosmos acaba de anunciar el primero de esos acuerdos: Rusia y China aunarán esfuerzos para explorar la Luna. China participará en la misión Luna 26, también denominada Luna-Resurs 1, prevista para 2022. Luna 26 es un orbitador de 2,2 toneladas y 160 kg de instrumentos científicos que levantará un mapa de la Luna para estudiar su composición mineral y la distribución de hielo polar. Al mismo tiempo Roscosmos participará en una misión china al polo sur de la Luna en 2023. No se ha detallado en qué consistirá exactamente la colaboración, pero es de suponer que estamos hablando de instrumentos científicos y el uso compartido de instalaciones de seguimiento terrestres. Además, los dos países crearán un centro de investigación conjunto para estudios lunares.
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Sonda rusa Luna 26 (Luna Resurs 1) (NPO Lávochkin).
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La colaboración beneficia claramente a los dos países, ya que aunque China tiene un programa de exploración lunar mucho más ambicioso que el ruso, no ha enviado ningún orbitador lunar desde la Chang’e 2 en 2010 y no planea hacerlo en el futuro. Los planes actuales chinos pasan por el lanzamiento de la Chang’e 4 con un rover a la cara oculta a finales de 2018 (la Chang’e 4 usa el mismo diseño de la Chang’e 3) y el de la nueva sonda de recogida de muestras Chang’e 5 en 2019. La misión al polo sur de la Luna de 2022 que aparece en el acuerdo con Rusia sería la Chang’e 6, otra sonda de retorno de muestras que debe aterrizar en la cuenca Aitken del polo sur lunar, localizada en la cara oculta. Por otro lado, para 2020 está previsto el despegue de la sonda china a Marte que incorporará un orbitador y un rover. A lo largo de la próxima década China planea estudiar los asteroides, Venus, Júpiter y, antes de 2030, traer muestras de Marte a la Tierra. Rusia también quiere llegar a Marte en 2020 junto con la ESA con la misión ExoMars 2020.
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La sonda lunar Chang’e 4 y el satélite retransmisor que usará para las comunicaciones (chinaspaceflight.com).
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Futuras sondas lunares rusas (RKK Energía). |
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El módulo de ascenso y descenso de la Chang’e 5. En primer plano se aprecia el taladro para recoger muestras (CCTV).
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Rusia por su parte pretende lanzar la sonda Luna 25 (Luna-Glob) en 2020 para el estudio de la superficie de las regiones polares, seguida del ya mencionado orbitador Luna 26 (Luna-Resurs 1) en 2022. En 2024 despegaría la Luna 27 (Luna-Resurs 2), una sonda similar a la Luna 25 que deberá contar con un taladro y otros instrumentos de la agencia espacial europea (ESA). A finales de la década despegaría la sonda de retorno de muestras Luna 28 (Luna-Grunt), aunque el desarrollo de este proyecto no ha sido aprobado todavía. Más adelante Rusia mantiene la intención de llevar a cabo misiones tripuladas alrededor de la Luna con la nave Federatsia mientras que China está coqueteando con la posibilidad de efectuar misiones a la superficie lunar de la mano de su futuro cohete gigante Larga Marcha CZ-9 a partir de 2030 —como muy pronto—, pero no hay garantías de que el gobierno chino dé el visto bueno a este programa. Como vemos, los planes a largo plazo de los dos países también tienen como denominador común la Luna.
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Modelo de la sonda rusa Luna 25 (NPO Lávochkin). |
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Cohete Soyuz 5 (Féniks), izquierda, y lanzadores pesados STK basados en su tecnología que Rusia quiere usar para misiones lunares (RKK Energía).
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Cohete gigante chino CZ-9 (CALT).
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Venus también podría ser un objetivo de esta nueva cooperación. La misión rusa, Venera-D, está en una fase de diseño muy avanzada, pero carece de fondos adecuados para su desarrollo. La sonda china a Venus podría usar la amplia experiencia Rusia con las misiones Venera y VeGa o incluso podrían fusionarse ambas misiones. La pega es que Rusia lleva años intentando convencer a Estados Unidos para que participe en Venera-D, un esfuerzo que sería en vano si finalmente China se suma al carro. Rusia también puede aportar a China su experiencia en el desarrollo de generadores de radioisótopos (RTGs) y calefactores (RHU) a base de plutonio-238. La sonda lunar china Chang’e 3 incluía dos RHUs y el rover Yutu uno para sobrevivir a la fría noche lunar. Estos RHUs parece que se fabricaron en Rusia, aunque oficialmente no existe ningún acuerdo público que explique esta curiosa transferencia de tecnología. Un pequeño misterio propio de una película de espías.
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Pequeño RTG de plutonio-238 que llevará la sonda rusa Luna 25 (NPO Lávochkin).
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Otro espacio para la colaboración que muy probablemente se lleve a cabo es la participación de astronautas chinos en misiones rusas con naves Soyuz y la de cosmonautas rusos a bordo de naves Shenzhou. No obstante, recordemos que Estados Unidos tiene vetada cualquier participación de China en la ISS, así que Rusia debería lidiar con este escollo si quiere llevar a cabo una misión de este tipo. Conseguir un nivel de participación mayor en la actualidad sería muy complejo. Por ejemplo, Rusia no podrá enviar naves Soyuz a la futura estación china debido a su inclinación orbital y a que disponen de sistemas de acoplamiento distintos (curiosamente, el sistema de acoplamiento chino está basado —«inspirado»— en el APAS soviético que también ha sido usado por el transbordador para unirse con la ISS). China sí que podría lanzar naves Shenzhou a la ISS (suponiendo que modifiquen su sistema de acoplamiento), pero, como hemos dicho, EEUU se opone frontalmente a esta posibilidad. Eso sí, si finalmente Rusia logra montar su estación propia China podría visitarla sin problemas.
El tiempo dirá si la colaboración espacial entre Rusia y China fructifica o se queda en una serie de gestos y misiones de bajo perfil. Este primer paso puede saber a poco, pero recordemos que hasta ahora el grado de cooperación en el espacio entre los dos países era, curiosamente, casi inexistente.
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La Tierra y la Luna vistas por la sonda china Chang’e 5-T1 (Xinhua).
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Fuente: danielmarin.naukas.com
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