viernes, 23 de noviembre de 2018

Dos décadas de la ISS
por Daniel Marín



El 20 de noviembre de 1998 despegaba desde Baikonur el módulo Zaryá (‘amanecer’ en ruso), la primera pieza de la Estación Espacial Internacional (ISS). Ironías del destino, una nave espacial diseñada durante la época soviética como parte del programa de estaciones espaciales militares Almaz se convirtió en el primer elemento de un proyecto internacional construido conjuntamente con Estados Unidos. Veinte años más tarde, la ISS es ya el proyecto más caro y longevo de la era espacial. No podemos decir que es el más ambicioso o espectacular porque obviamente ese honor le corresponde al programa Apolo —y su equivalente al otro lado del telón de acero—, pero ha demostrado que es posible vivir en el espacio de forma indefinida y, lo más importante, que naciones de todo el mundo pueden colaborar sin desfallecer en un macroproyecto espacial durante lustros.


La ISS vista desde una nave Soyuz (Roscosmos).

La ISS fue fruto del espíritu de colaboración surgido tras finalizar la Guerra Fría. Pero también fue el fruto de la necesidad, porque los antiguos rivales no podían hacer frente a los gastos de sus respectivos proyectos espaciales por separado. Rusia no tenía dinero para sacar adelante la Mir 2 y en Estados Unidos, aunque con una situación económica infinitamente mejor, la Casa Blanca fue incapaz de convencer al Congreso de la necesidad de desarrollar la estación espacial Freedom. La ISS permitió que los gobiernos de Rusia y Estados Unidos se saltaran las restricciones impuestas por sus sistemas políticos y sus respectivas economías con el fin de construir el mayor complejo orbital de la historia.


El cohete Protón con el módulo Zaryá (FGB) (Roscosmos).

El módulo Zaryá (FGB) y el Unity (Nodo 1) acoplados en órbita tras la misión STS-88 (NASA).

En junio de 1993 la estación Freedom, que por entonces ya se conocía simplemente como ‘estación espacial’ en un intento de desmarcarse del lastre político del proyecto faraónico que había nacido durante la era Reagan, sobrevivió por un solo voto un intento de cancelación por parte del Congreso. Y eso que se trataba de una versión mucho más modesta que la original. La estación espacial de la NASA de 1993 era en realidad el séptimo diseño del proyecto en casi una década, un proyecto que no había parado de menguar. La estación seguiría contando con un módulo japonés y otro europeo —el Columbus—, pero el número de módulos estadounidenses sería menor. Este diseño, conocido como ‘Opción A’ o ‘Alfa’, estaría tripulada permanentemente por cuatro astronautas y haría uso de naves Soyuz suministradas por Rusia como vehículos de emergencia para ahorrar costes. La NASA renunciaba a incluir su módulo laboratorio —Destiny— y los módulos nodos en un desesperado intento por rebajar la factura de la estación. El proyecto seguiría contando con los módulos científicos japoneses y europeos, pero sin los nodos la disposición de los módulos era menos elegante y daba a la estación un aspecto un tanto atolondrado.


Diseño de la estación espacial Freedom de 1991 (NASA).


Diseño de la ‘Opción A’ de 1993 con naves Soyuz rusas como vehículos de emergencia (NASA).

Curiosamente, la estación orbitaría la Tierra con la viga central paralela a la dirección del avance, o sea, 90º con respecto a la trayectoria actual de la ISS. En principio la estación estaría situada en una órbita inclinada 28,8º para aprovechar al máximo la capacidad de carga del transbordador, pero eso hubiera obligado a reponer las naves Soyuz de forma regular mediante el shuttle. Por este motivo se barajó lanzar los elementos de la estación en una órbita de 51,6º, para que, de esta forma, Rusia pudiera lanzar las naves Soyuz directamente a la estación desde Baikonur. El primer módulo de la Opción A debía despegar en 1997 y el montaje estaría completo en 2000.


Elementos de la estación espacial de la NASA Opción A de 1993 (NASA).

La Opción B de la Freedom de 1993 (NASA).

Detalle de los módulos de la opción B con las naves Soyuz (NASA).

Además de la Opción A, la NASA barajaba la Opción B, básicamente el diseño anterior de la Freedom, pero con cápsulas Soyuz. En 1993 era vox populi que la Opción B no tenía ninguna posibilidad de ser aprobada. Otra posibilidad era la Opción C, una último cartucho que la NASA guardaba si todo lo demás fallaba. Se trataba de una estación que podría ser puesta en órbita mediante un único lanzamiento de un transbordador modificado. También usaría naves Soyuz como vehículos de emergencia y contaría con los módulos europeos y japoneses. Estaba claro que la agencia espacial estaba dispuesta a todo para evitar quedarse sin estación espacial.


Opción C de 1993 (NASA).

Otra vista de la Opción C (NASA).

La Opción A no gustaba a nadie en la NASA (y la Opción C era considerada una aberración). Después de casi una década esperando construir la gran estación Freedom, la nueva estación espacial era decepcionante. Pero la administración Clinton tenía un as en la manga. Los negociadores de la NASA en Moscú no solo habían discutido la participación rusa a través de naves Soyuz, sino que habían apostado por una implicación rusa a gran escala que pasaba por la fusión del proyecto Mir 2 con la Freedom. De este modo la estación podría tener un tamaño mucho mayor y, de hecho, sería más grande que la Freedom original (450 toneladas frente a unas 250) toneladas. La NASA volvería a disponer de sus módulos y nodos de gran tamaño y además se recuperó el cuarto par de paneles solares que se había eliminado a principio de los años 90, elevando la potencia eléctrica disponible de un mínimo de 60 kilovatios a 85 kilovatios. Esta opción fue bautizada dentro de la NASA como la ‘Alfa rusa’.


Diseño final de la Mir 2 rusa de 1993 (ESA/RKK Energía).

Otra vista de la Opción A de 1993 (NASA).

Por su parte, la Mir 2 era una estación que contaba con un módulo central tipo DOS de veinte toneladas similar al de la Mir y al del resto de estaciones Salyut civiles, además de ocho módulos especializados (dos módulos de acoplamiento y esclusa, dos nodos con ocho puertos de atraque cada uno y cuatro módulos científicos especializados). La masa total de la Mir 2 sería de 120 toneladas, parecida a la de la Mir, pero su espacio útil estaría mejor aprovechado porque no se emplearían grandes módulos 77K derivados de las naves TKS del programa Almaz de la oficina de diseño de Cheloméi, sino módulos más pequeños y optimizados. La otra gran novedad del diseño sería una viga central parecida a la de la Freedom, pero mucho más pequeña. En esta viga estaría situado un par de paneles solares y dos generadores solares mediante turbinas (unos elementos que también estaban previstos en el diseño original de la Freedom de los años 80).


Egipto visto desde la ISS (NASA).

El Discovery acoplado a la ISS (NASA).

La nueva estación espacial estaría situada en una órbita inclinada 51,6º para que pudiera ser accesible desde Baikonur. A cambio, esta nueva inclinación permitiría una mayor cobertura de la superficie terrestre. La participación rusa permitiría que la estación estuviese habitada casi desde el inicio de la construcción, ya que los módulos rusos son pequeñas naves en miniatura prácticamente independientes. Al proyecto se sumaron, lógicamente, los socios de la estación Freedom: Europa, Canadá y Japón. China, que años después mostró su deseo de colaborar en el proyecto, se quedaría fuera por orden expresa del Congreso estadounidense, un veto que persiste hasta la actualidad. No obstante, el desarrollo del proyecto no estaría exento de problemas. Rusia y EEUU no pudieron ponerse de acuerdo en la compatibilidad de los sistemas básicos y finalmente la estación estaría formada de facto por dos estaciones independientes: el segmento ruso y el segmento estadounidense, que incluye el módulo europeo Columbus y el japonés Kibo. El primer módulo, Zaryá, se pagó con dinero de la NASA para reforzar la capacidad del complejo para almacenar combustible y elevar su órbita, una capacidad que, por cierto, está ausente en el segmento estadounidense. EEUU y Rusia ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en el nombre del proyecto. Mientras que la NASA quería bautizar a la estación como Alfa, Rusia consideraba que este nombre era un insulto que borraba su amplia experiencia previa en estaciones espaciales (no olvidemos que la Mir todavía estaba en órbita cuando Zaryá fue lanzado). Y al final nos hemos tenido que conformar con el soso acrónimo inglés de ISS (o, para el que lo prefiera, MKS en ruso).


La ISS con el transbordador Endeavour y el ATV-2 acoplados vistos desde la Soyuz TMA-20 (NASA).

La ISS es el objeto en órbita de mayor tamaño (NASA).

Módulos y partes de la ISS (NASA).

El módulo Cupola (NASA).

Desde 1998 Roscosmos ha lanzado hacia la estación 56 naves Soyuz y 71 naves de carga Progress. La NASA ha enviado 37 misiones del shuttle, 11 naves de carga Cygnus y 16 naves Dragon, mientras que la ESA ha participado con 5 naves ATV y la agencia japonesa JAXA con 7 naves HTV. Más de 230 seres humanos han pasado por la ISS y, de ellos, 114 han formado parte de expediciones de larga duración. La ISS ha estado habitada permanentemente 18 años, aunque ningún astronauta ha superado el récord de permanencia de 14 meses de Valeri Polyakov en la Mir en 1995 (el récord de permanencia en la ISS en una única misión es de 340 días y está en posesión de Scott Kelly y Mijaíl Korniyenko). Junto con la Mir, la ISS ha conseguido que vivir en el espacio parezca algo fácil y rutinario. En estas dos décadas se han producido varios fallos de misiones hacia la estación, incluido el lanzamiento de una nave Soyuz tripulada, pero no ha habido ninguna víctima ni situación realmente peligrosa (dejando a un lado sucesos puntuales como el día que Luca Parmitano casi se ahoga en su escafandra durante un paseo espacial).


Las vistas son espectaculares (NASA).

La vida útil de la ISS tiene fecha de caducidad: 2024. A no ser que los socios del proyecto decidan ampliarla hasta 2028, así que puede que dentro de otros diez años la ISS siga en activo. Pero, en cualquier caso, la administración Trump ha mostrado su deseo de abandonar la ISS en 2024 para dedicarse a la construcción de la estación lunar Gateway, que, gracias a la participación de Europa, Japón, Canadá y, quizá, Rusia, se puede convertir en una especie de mini-ISS alrededor de nuestro satélite. Eso sí, a diferencia de la ISS, Gateway es un proyecto liderado indiscutiblemente por EEUU. Rusia ha anunciado que cuando termine la vida útil de la ISS separará algunos de los módulos del segmento ruso que aún están por lanzar para construir su propia estación totalmente rusa denominada ROS (Estación Orbital Rusa). Y mientras tanto, China construirá su estación espacial permanente de sesenta toneladas. O sea, cada uno por su lado. Una perfecta metáfora de las relaciones internacionales actuales trasladada al espacio. La ISS ha recibido muchas críticas, pero, después de veinte años, nos podemos preguntar qué habría pasado si en 1993 EEUU y Rusia no hubiesen decidido colaborar en la ISS. ¿La alternativa habría valido la pena?


Veinte años de la ISS (Roscosmos).

La estación lunar Gateway (NASA).




Fuente: danielmarin.naukas.com

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