lunes, 17 de diciembre de 2018

General Madariaga: La última “casa embrujada” que fascinó al país
Hace 25 años, una verdadera “guerra de los espíritus” se desató por una humilde vivienda en General Madariaga, donde los habitantes, sus vecinos y hasta el comisario aseguraban que se vivían episodios paranormales.
por Guillermo Dos Santos Coelho


La "casa embrujada" de General Madariaga. (Gustavo Fazio)

Por algún motivo difícil de encontrar, fue un debate nacional durante una semana. Y nunca más hubo en la Argentina un caso similar, que concentrara la atención del país hasta llegar al principal programa político de la TV. Durante siete días de 1993, hace 25 años, la “casa embrujada” de General Madariaga hizo que el país pusiera alegremente en suspenso su incredulidad.

Un vaso de plástico con una bombilla que cae de la mesa al suelo. En una rigurosa cronología, ese fue el primer paso para la “guerra de los espíritus”, como tituló Clarín por la profusión de parapsicólogos, espiritistas, pastores y chantas de diversa calaña que aparecieron después con la posta de lo que ocurría.

El vaso cayó de la mesa un sábado por la noche, en una casa de Urrutia al 500. Una casilla de chapa tan común como las que la rodeaban, cerca del centro cívico, al lado de una clínica y en la misma manzana que la comisaría de la ciudad.

Ahí vivían tres personas y media: María Ferreyra, por entonces de 68 años; su hija, Julia Ramona, de 36; y su nieto, Julio Nazareno Nahuel, de 10. La media era el otro hijo de María, Ramón, de 35, que trabajaba en el campo y era casi un visitante de paso en el hogar.


María Ferreyra y su hija, Julia Ramona, en 1993. (Gustavo Fazio)

Ese sábado, después del vaso que cayó, se apagaron las velas de la casa, que no tenía electricidad. Y arrancó el pandemonio.

Julia relató después: “Los cajones se abrían solos, salían los cubiertos, un cuchillo se clavó acá (mientras señalaba una marca en la pared revocada), los broches estaban adentro de la palangana y salieron volando todos a la vez. Corrimos a la pieza y se destendió la cama, volaron las frazadas, las sábanas y las almohadas. Una mesita de luz empezó a moverse de un lado al otro. Las puertas del ropero se abrieron y la ropa se iba de las perchas y se estrellaba contra la pared contraria”.

La familia en pleno salió corriendo a la comisaría, donde recibió una respuesta algo fría, probablemente lógica, seguramente cruel: risas, básicamente.

Los episodios extraños se repitieron el domingo a la mañana, y el mismo día a la noche. Y en la madrugada del lunes. Para ese momento, había vecinos que corroboraban los sucesos. Se juntaba gente y se esparció la novedad. Hablaron de zapatos y zapatillas que, dejados en la cocina, caminaban solitos y volaban hacia el fondo de la casa. Luego de otros objetos voladores. Y hasta de papas desperdigadas en el terreno que la familia Ferreyra nunca había comprado.

Con la presión popular en aumento, un par de policías se acercaron a la casa. A uno se le cayó un tarro en la cabeza desde la alacena. Entonces fue el comisario, Claudio Mejías, con sus 24 años de servicio a cuestas. Y sintió los fenómenos en carne propia. Puso custodia en la casa, para proteger a los de adentro pero también para contener a los de afuera. Y el juez de Dolores, José Luis Macchi, aún sin el peso descomunal del caso Cabezas encima, debió viajar 100 kilómetros para mirar el lugar.


La "casa embrujada" de General Madariaga. (Gustavo Fazio)

El caso estalló en todo el país al viejo estilo, sin redes. El comisario Mejías avisó a la Regional IV de Mar del Plata. Allí alguien pasó la historia al diario La Capital. Y de ese diario tomó los datos la agencia Télam para sembrar todo el país de interés por la “casa embrujada”.

Un periodista de Clarín viajó al lugar con el entonces presidente del Centro Argentino de Investigación y Refutación de la Pseudociencia, Enrique Márquez. Cuando llegaron, y el asunto era tema de debate a nivel nacional, los fenómenos ya se habían extinguido. La familia se mostraba esperanzada y lo atribuía a que había rociado la casa con agua bendita y rezado con un rosario, todo provisto por el padre Carlos Silvestre, párroco del lugar.

Entonces, General Madariaga era un caos. Se convirtió de la noche a la mañana en el epicentro de una improvisada cumbre de parapsicólogos, videntes, charlatanes varios y bromistas. Todos intentando explicar qué era lo que había ocurrido.



Así reflejó Clarín en su tapa el misterio por la "casa embrujada" de General Madariaga.

La primera en aparecer fue Susy López, que jugaba de local. Presentada como quiromántica, psicografóloga y tarotista de General Madariaga, advirtió que se trataba de un fenómeno poltergeist y que a instancias de María Ferreyra había expulsado al espíritu burlón de la casa. No quiso revelar cómo.

Desde otro lado, y blandiendo una Biblia, el pastor evangelista pentecostal Pedro Istillarte pronosticaba que el espíritu iba a regresar “siete veces más fuerte”. Don Pedro, como lo llamaban en el pueblo, metía miedo y decía que la presencia era el mismo Demonio. Recordaba que dos años antes la familia lo había visitado preocupada por visiones extrañas.

María y Julia Ferreyra tenían otra explicación. Para ellas se trataba del abuelo Timoteo, que había muerto un año atrás y no había sido “enterrado como Dios manda”.

¿Llegaron solas a esa conclusión? Claro que no. En la maraña de “turistas” habían aparecido tres parapsicólogos marplatenses. Uno de ellos había apoyado la mano en la cama donde dormía el anciano y había tenido una visión “de un hombre canoso y con una mancha en la mejilla”. Aunque la descripción se ajustaba al 90 por ciento de los ancianos, las dos mujeres dieron la explicación por irrefutable.

Desde el momento en que el malón de curiosos, “expertos” y periodistas se asentó en General Madariaga, sólo dos fenómenos se agregaron a la lista: una mujer narró que había recibido un piedrazo en un brazo sin ver a un agresor y una chica contó que sentía que “algo la había tocado”. Algo es algo.

El caso llegó al principal programa político de la TV de entonces, Hora Clave. Mariano Grondona armó un debate estrafalario donde se juntaron varios de los protagonistas: Susy López, los parapsicólogos marplatenses, Don Pedro y, en soledad en su escepticismo, Márquez. Grondona cerró el debate a su estilo: “¿Se acuerdan de lo que le dijo Hamlet a su amigo Horacio?: Pasan más cosas en el cielo y en la tierra que las que sueña tu filosofía”.

A diferencia de lo que suele ocurrir en otros casos, bastante de luz se hizo el último día de abril sobre la casa embrujada. Fue cuando Mario Carolio, dueño de una rotisería justo en la esquina, consiguió que alguien lo escuchara entre el ruido. Su relato ante la prensa comenzó cuando los policías fueron a la casa de los Ferreyra.

“Era de noche. Llovía y como los Ferreyra no tienen luz eléctrica, la única luz era la de una vela. Todos estábamos asustados. Yo llevé, por las dudas, un crucifijo en el bolsillo. Como en el interior no pasaba nada, la familia aseguró que se debía a nuestra presencia. Así que salimos. De pronto empezaron a caer cosas. No salí corriendo porque la Policía se la aguantó y eso me dio ánimo. Si no, todavía me están buscando”.

Carolio se repuso y se escondió detrás de un árbol del terreno. Desde ahí vio a Julio Nazareno, el nene de la familia, tirando cosas sobre el techo para que cayeran en el frente de la casa. Se lo dijo a los policías, pero por algún motivo, quizás sugestionados por lo que veían, los agentes no le dieron bolilla.


Mario Carolio en 1993. (Gustavo Fazio)

El propio Carolio fue más lejos en su refutación. Frente a la casa de los Ferreyra vivían los Ochoa, una madre con sus once hijos. “Los pibes estaban asustados. Así que decidí demostrarles que era todo mentira. Una noche nos escondimos detrás de un Citroen que estaba estacionado enfrente y comencé a tirar papas al terreno de la casa embrujada. La gente enseguida empezó a decir que un espíritu hacía volar las cosas”.

Después de que Carolio habló, la policía de Madariaga se sumió en un hermético silencio. Las Ferreyra comenzaron a pedir dinero para aparecer en los medios, aunque rechazaron una oferta de Susana Giménez por temores esotéricos. Y el caso se diluyó sin más. El último caso emblemático de “casa embrujada” en el país se evaporó rápidamente y el público volvió a activar su incredulidad. O quizás siguió en suspenso, pero con otro material.



Fuente: Clarín

No hay comentarios:

Publicar un comentario