Los primeros alrededor de la Luna (medio siglo del Apolo 8)
En diciembre de 1968 tuvo lugar un suceso maravilloso. Por primera vez en la historia tres miembros de nuestra especie abandonaron la Tierra para dirigirse a otro mundo. Hace medio siglo que Borman, Lovell y Anders se convirtieron en los primeros seres humanos en alcanzar la Luna. De todas las misiones Apolo, probablemente la más arriesgada, dejando a un lado la famosa Apolo 13, fue el Apolo 8. Y, curiosamente, fue una misión que no estaba prevista cuando el programa Apolo fue concebido. De acuerdo con el plan original debían llevarse a cabo un mínimo de cuatro misiones tripuladas antes de intentar el alunizaje. Estas misiones fueron designadas mediante letras: A, B, C, D, E , F y G. Las misiones A y B debían ser no tripuladas, mientras que la misión C probaría el módulo de mando y servicio CSM Block 1 en órbita terrestre mediante un cohete Saturno IB. La misión D usaría un Saturno V para lanzar un CSM Block 2 y un módulo lunar (LM) alrededor de la Tierra. La misión E sería similar a la D, pero el CSM y el LM se situarían en una órbita elíptica que se alejaría a 7 400 kilómetros de la Tierra con el objetivo de realizar una reentrada atmosférica a alta velocidad y probar así el escudo térmico del módulo de mando en las mismas condiciones que una misión lunar. La misión F sería un ensayo general del CSM y el LM en órbita lunar y, finalmente, el primer alunizaje lo llevaría a cabo la misión G.
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La primera fotografía de la Tierra tomada desde la Luna tomada por Bill Anders (NASA).
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Dependiendo de las dificultades, la NASA planeaba lanzar más de una misión de cada tipo en caso necesario. Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee serían los elegidos para pilotar la primera misión Apolo tripulada, la AS-204, una misión de tipo C. Merece la pena recordar que, según la confusa nomenclatura de la NASA, hasta enero de 1967 cada misión Apolo era designada mediante un dos letras AS, Apollo-Saturn, seguida de un código que podía empezar por un ‘2’, si la misión usaba un cohete Saturno IB, o un ‘5’ si el elegido era un Saturno V. Para complicar las cosas, el vehículo de lanzamiento junto con la nave recibía una designación muy parecida, pero con las siglas invertidas: SA o Saturn-Apollo. La agencia espacial no tenía muy claro cómo se llamaría cada misión, pero, desgraciadamente,
la trágica muerte de Grissom, White y Chaffee en un incendio el 27 de enero de 1967 provocó que, retroactivamente, la misión recibiese el nombre de Apolo 1. Hasta ese momento no estaba claro si era adecuado llamarla Apolo 1 —ya habían volado previamente otras dos misiones Apolo no tripuladas—, por lo que los mandamases de la NASA también barajaban los nombres de Apolo 3, Apolo 204 o, simplemente, AS-204.
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Módulo de mando (CM) Apolo (NASA).
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Pero la tragedia del Apolo 1 tuvo un impacto más profundo en el programa más allá de la anécdota de los nombres. Se descartaron las misiones del modelo CSM Block 1 en órbita terrestre y se decidió que solo se usaría un modelo de CSM Block 2 en todas las misiones Apolo, un modelo que incorporaría las mejoras adoptadas después del accidente (nueva escotilla de entrada, nuevos trajes de presión, nueva combinación de gases en la cabina durante el lanzamiento, etc.). Ahora Walter Schirra, Donn Eisele y Walter Cunningham, los suplentes del Apolo 1, pasaron a ser la tripulación de la misión AS-205 o Apolo 7, una misión de tipo C que debía mostrar el buen funcionamiento del CSM en órbita baja. Si todo salía bien, le seguiría una misión de tipo D con James McDivitt, David Scott y Russell Schweickart que probaría el CSM y el LM en órbita terrestre. Luego le tocaría el turno a una misión de tipo E con Frank Borman, Michael Collins y William Anders para probar el CSM y el LM en una órbita muy elíptica alrededor de la Tierra.
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Características del Saturno V SA-503 del Apolo 8 (NASA).
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Pero a mediados de 1968 este plan comenzó a presentar fisuras. La construcción del módulo de mando y servicio de la misión D o Apolo 8, el CSM-103, avanzaba sin problemas, pero no se podía decir lo mismo del módulo lunar. Cuando el módulo lunar de la misión, el LM-3, llegó a Cabo Cañaveral el 14 de junio de 1968 procedente de la fábrica de Grumman, los técnicos de la NASA se quedaron de piedra al encontrar más de un centenar de irregularidades, incluyendo fracturas y corrosión en algunos puntos de la estructura. También se descubrió que parte del cableado era susceptible de romperse, a lo que había que añadir que el motor de la etapa de ascenso del módulo lunar había demostrado en las pruebas una peligrosa tendencia a la combustión inestable. Todo indicaba que, paradójicamente, el módulo lunar no estaría listo para la misión de prueba del módulo lunar. A principios de agosto estaba claro que el LM-3 no estaría preparado para una misión antes de fin de año, mientras que la nave CSM-103 y el Saturno V SA-503 sí lo estarían. ¿Qué hacer entonces?
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El CSM-103 del Apolo 8 (NASA).
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Desde 1967 varios encargados del programa Apolo consideraban que, pese al accidente del Apolo 1, el esquema alfabético de misiones tripuladas —C, D, E, F y G— era demasiado conservador y se corría el riesgo de no alcanzar la Luna antes del final de 1969, lo que hubiera supuesto no poder cumplir la promesa del fallecido presidente Kennedy. Muchos pensaban que las misiones E y F eran redundantes y hubo presiones para fusionarlas de algún modo. Ahora, el retraso del LM-3 era una oportunidad de oro para acelerar el ritmo de misiones, pero de otra forma. George Low, uno de los encargados más prominentes del programa Apolo, sugirió lanzar el CSM-103 sin el módulo lunar rumbo a la Luna. El 7 de agosto Low ordenó a Chris Kraft, el director de operaciones de vuelo del programa Apolo, que elaborase un plan de vuelo para que el Apolo 8 fuese a la Luna, suponiendo, claro está, que la misión Apolo 7 fuese un éxito. Por su parte, los encargados del Centro Espacial Kennedy confiaban en que podrían lanzar el Saturno V SA-503 en enero de 1969.
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El Saturno V del Apolo 8 sobre la plataforma móvil MLP-1 camino a la rampa 39A (NASA).
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Low convenció a Robert Gilruth, el director del Centro de Naves Tripuladas (actualmente el Centro Espacial Lyndon B. Johnson), de las bondades del nuevo plan y el 9 de agosto se reunió en el Centro Marshall de Alabama la plana mayor del programa Apolo para discutir la decisión. En la reunión estaban presentes Low, Gilruth, Kraft y Slayton, así como Kurt Debus, Rocco Petrone, Wernher von Braun, Eberhard Rees, Ludie Richard y Lee James (los alemanes Debus y Rees habían trabajado junto con von Braun diseñando el misil nazi A-4 y fueron trasladados a EEUU después de la guerra dentro del marco de la Operación Paperclip; von Braun y Rees permanecieron juntos en el Centro Marshall, mientras que Debus terminó en el Centro Kennedy). Las leyes de la mecánica celeste dictaban que en 1968 la última ventana de lanzamiento a la Luna desde Florida se abría el 21 de diciembre si querían un despegue a la luz del día, tal y como dictaban las normas de seguridad. Los asistentes a la reunión acordaron que era posible enviar el Apolo 8 a nuestro satélite y dieron luz verde al plan de Low. Ahora había que convencer al resto de gerifaltes de la NASA, especialmente al administrador James Webb, que por entonces se hallaba en Viena.
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De arriba a abajo, Gilruth, Low y Kraft, los «padres» del Apolo 8 (NASA).
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Aceleración durante el lanzamiento del Apolo 8 (NASA).
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El 14 de agosto los «conspiradores» lograron convencer al viceadministrador de la NASA, Thomas O. Paine, aunque este mantuvo ciertas reservas. Paine informó a Webb de la iniciativa el 15 de agosto. El administrador de la NASA primero se mostró escéptico debido a lo arriesgado del plan, pero dio su brazo a torcer y el 16 de agosto lo aprobó. El Apolo 8 iría a la Luna, aunque nadie fuera de la NASA podía saberlo por el momento. El Apolo 7 tenía que ser un éxito rotundo antes de ir más lejos. El 17 de agosto se tomó la decisión de designar la misión como Misión C’ («C prima») y se bautizó con el nombre público de Apolo 8. El 19 de agosto se decidió que el Apolo 8 seguiría la misma trayectoria que la primera misión de alunizaje, al mismo tiempo que se hacía público que el vuelo continuaría los objetivos del Apolo 7, pero sin especificar su destino.
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El Saturno V SA-5034 en la plataforma móvil MLP-1 con la estructura de servicio MSS en la rampa 39A (NASA).
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Reflexionemos por un momento. Después de perder tres astronautas en un incendio en enero de 1967 por ir demasiado rápido en la carrera lunar, ahora la NASA pretendía mandar tres hombres a la Luna a bordo de un cohete que nunca había realizado un vuelo tripulado en una nave que, en ese momento, tampoco había volado con personas a bordo. Y la decisión se había tomado a menos de cuatro meses del lanzamiento. Sin duda eran otros tiempos. El volumen de trabajo pendiente era ingente: había que crear desde el software de vuelo hasta los planes de coordinación de las estaciones de seguimiento terrestres y el entrenamiento de los astronautas. Por si fuera poco, el gigantesco Saturno V había tenido serios problemas en su segundo vuelo, la misión Apolo 6 de abril de 1968, que casi causan el fracaso de la misión. La culpa había sido de unas oscilaciones longitudinales —el denominado efecto pogo— causadas por el sistema de propulsión del lanzador, aunque también fallaron dos motores de la segunda etapa y se apagó la Unidad de Instrumentos (IU, el «cerebro» del cohete), entre otros fallos. Si el Saturno V SA-503 del Apolo 8 sufría los mismos problemas, probablemente la tripulación habría tenido que olvidarse de viajar a la Luna y hubieran debido regresar antes de tiempo a la Tierra. Y eso en caso de no tener que abortar el lanzamiento. No obstante, los encargados del Centro Marshall, con von Braun a la cabeza, estaban seguros de haber resuelto todos los problemas.
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Emblema de la misión Apolo 8 (NASA).
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En octubre de 1968 el Apolo 7 demostró el correcto funcionamiento de la nave CSM en órbita terrestre en una misión libre de problemas (aparte de un catarro que afectó al comandante Schirra y provocó que estuviese de mal humor durante el vuelo y, de paso, que él y su tripulación perdiesen cualquier oportunidad de ser asignados a una misión posterior). Todo había salido según el plan y, por consiguiente, el camino hacia la Luna del Apolo 8 estaba abierto. Pero, ¿quiénes serían los primeros seres humanos en abandonar el pozo gravitatorio de la Tierra? En principio ese honor debía haber recaído en Jim McDivitt, Dave Scott y Rusty Schweickart, que se habían entrenado para la siguiente misión tras el Apolo 7. Pero McDivitt y sus chicos habían trabajado muy duramente con el módulo lunar y, aunque parezca mentira, declinó la oferta de Slayton. Sí, por sorprendente que parezca, alguien fue capaz de rechazar convertirse en el primer ser humano en viajar a la Luna. Por lo tanto, las tripulaciones de las misiones D y E se intercambiarían y la tripulación de la misión E, comandada por Borman, sería la que volaría en la C’, o sea, el Apolo 8. El 10 de agosto Slayton informó a Boprman del plan y este aceptó inmediatamente. No sabemos si el resto de la tripulación de McDivitt estaba de acuerdo con el sacrificio de su comandante, aunque Scott se quejó de que, a raíz del cambio, debería volver a familiarizarse con otro módulo de mando, el CSM-104, después de haberse entrenado a conciencia con el CSM-103. ¿Una crítica soterrada?
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McDivitt, Scott y Schweickart debían haber volado el Apolo 8, pero McDivitt prefirió ceñirse al plan y volarían en el Apolo 9 (NASA).
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En verano de 1968, justo cuando se estaba tomando la decisión de mandar el Apolo 8 a la Luna, Mike Collins se vio obligado a pasar por el quirófano para que le quitasen un espolón óseo en la columna. Como consecuencia, su reserva, Jim Lovell, ocupó su lugar en la tripulación principal como piloto del módulo de mando. El cambio no fue traumático porque Borman y Lovell ya habían permanecido en el espacio catorce días juntos en la misión Gémini 7 de 1965. Borman (USAF), frío, directo y severo, era un buen complemento de Lovell (US Navy), siempre de buen humor. El piloto del módulo lunar en una misión sin módulo lunar seguiría siendo Bill Anders, el novato del trío. Como bromeaba Borman, durante la misión Anders «solo hacía falta que se sentara y pusiera cara de saber lo que estaba haciendo». Pero para Anders no estaba muy contento. Sí, viajaría a la Luna, pero sin experiencia en vuelo con el módulo lunar probablemente pasaría mucho tiempo en que le asignaran en una misión de alunizaje, si es que ese día llegaba.
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Anders, Lovell y Borman, la tripulación del Apolo 8, en sus trajes A7L (NASA).
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Trayectoria del Apolo 8 (NASA). |
La siguiente cuestión a decidir era si el Apolo 8 se limitaría a rodear la Luna siguiendo una trayectoria de retorno libre —la gravedad de la Luna y la Tierra permitirían que el Apolo 8 rodease nuestro satélite sin prácticamente necesidad de encender los motores— o si, por el contrario, la orbitaría. La mayor parte de encargados del programa estaban a favor de esta última opción. Puestos a arriesgarse, mejor hacerlo a fondo. Una misión orbital permitiría poner a prueba el funcionamiento del motor SPS (Service Propulsion System) del módulo de servicio y las técnicas de navegación y comunicaciones alrededor de la Luna, mientras que una misión circumlunar sería casi similar a una misión de tipo E, pero sin módulo lunar. Hoy en día es evidente que la decisión de mandar al Apolo 8 alrededor de la Luna fue muy arriesgada. No en vano, si el CSM hubiera sufrido un fallo similar al del Apolo 13 la tripulación habría muerto al no contar con la ayuda de los sistemas del módulo lunar.
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La tripulación de reserva del Apolo 8: Armstrong, Aldrin y Haise. Haise sería posteriormente sustituido por Mike Collins y los tres volarían en el Apolo 11 (NASA).
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El 10 de noviembre se aprobó la decisión de mandar el Apolo 8 a la órbita lunar y dos días más tarde se hizo público al fin que la misión viajaría a la Luna. Otro punto de polémica fue si era necesario añadir una maqueta del módulo lunar como en el Apolo 6. La construcción cualificación de una maqueta añadía un elemento de complejidad innecesario en esta misión, pero sin ella había dudas de que el Saturno V se comportase como era debido, sobre todo con respecto a las oscilaciones. Finalmente se incluiría un modelo simple del LM que simulaba las dimensiones y masa del módulo lunar denominado LTA-B (Lunar Module Test Article B). Con el LTA-B la masa de la carga útil del Apolo 8 alcanzaba las 39,8 toneladas (28,9 toneladas del CSM y 9 toneladas del LTA-B).
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El módulo de servicio (SM) del Apolo con el motor SPS (NASA).
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No cabe duda de que la competencia con la Unión Soviética ayudó a tomar la decisión de enviar el Apolo 8 alrededor de la Luna. Aunque la URSS había negado la existencia de un programa lunar tripulado soviético, los servicios de inteligencia estadounidenses decían lo contrario. Hoy sabemos que la URSS tenía en esos momentos no uno, sino dos programas lunares en marcha, el programa circumlunar Zond 7K-L1 y el programa de alunizaje N1-L3. El N1-L3, que dependía del gigantesco cohete N1, nunca tuvo una posibilidad de adelantarse al Apolo, pero el 7K-L1 sí que tuvo opciones. Este programa usaba naves Soyuz modificadas sin módulo orbital lanzadas mediante un cohete Protón. Las misiones no tripuladas Zond 5 y Zond 6 demostraron en septiembre y noviembre de 1968, respectivamente, que una cápsula Soyuz podía viajar alrededor de la Luna siguiendo una trayectoria de retorno libre. La Zond 5 fue un éxito parcial y, aunque viajó alrededor de la Luna, la nave no fue capaz de ejecutar la doble reentrada —skip reentry— requerida para aterrizar en territorio soviético y cayó en el océano Índico con su carga de plantas y tortugas lunares a bordo. La Zond 6 sí consiguió efectuar la doble reentrada, pero se despresurizó durante la misma.
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Un cohete soviético Protón-K con una nave 7K-L1.
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Las autoridades soviéticas habían decretado que, como mínimo, eran necesarias dos misiones exitosas de las cápsulas Zond antes de atreverse a efectuar una tripulada, pero eso no lo sabían en la NASA. Lo cierto es que el Apolo 8 estaba solo y no competía con el programa soviético Zond L1. Todavía se pueden leer los rumores de que la URSS estuvo a punto de lanzar a Alexéi Leónov y Oleg Makarov en una Zond en diciembre para adelantarse al Apolo 8, pero son falsos; aunque es cierto que Leónov y Makarov se ofrecieron voluntarios para una misión de este tipo, las autoridades soviéticas nunca lo llegaron a sopesar seriamente. En cualquier caso, la influencia que jugó el programa lunar soviético en la decisión de lanzar el Apolo 8 a la Luna todavía es objeto de debate y depende en buena medida de documentos que todavía no han sido desclasificados.
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Fases en el lanzamiento del Apolo 8 (NASA).
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Primeras órbitas del Apolo 8 (NASA).
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El 6 de diciembre se abría la ventana de lanzamiento lunar para el cosmódromo de Baikonur (Tyura-Tam), pero no despegó ningún vehículo. La pelota estaba ahora en el tejado de la NASA. El 21 de diciembre se abría la ventana de lanzamiento lunar para una misión desde Florida, la última de 1968. Esa fecha era necesaria para garantizar que el Apolo 8 sobrevolase el lugar de alunizaje principal en el Mar de la Tranquilidad. Borman, Lovell y Anders se despertaron en la zona de cuarentena y procedieron a tomar el tradicional desayuno «bajo en residuos» a base de huevos y carne. En el desayuno también estaban Deke Slayton, Neil Armstrong, Buzz Aldrin, Al Shepard, Jack Schmitt y George Low. Los astronautas, que llevaban entrenándose en el simulador desde el 9 de spetiembre, pasaron a ponerse sus escafandras A7L, que en esta misión resultaban un tanto superfluas. Efectivamente, sin operaciones de atraque con el módulo lunar y sin paseos espaciales solo las usarían unas tres horas durante el despegue y lanzamiento para purgar el nitrógeno de su sangre y como medida de seguridad durante el ascenso a la órbita (en el Apolo los astronautas no se ponían los trajes de presión durante la reentrada).
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Borman se enfunda su escafandra A7L. Como curiosidad, a partir del Apolo 10 todas las escafandras de vuelo A7L tendrían el anillo del cuello de color rojo por un cambio de diseño de las tomas de ventilación del casco (NASA).
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Bill Anders (NASA).
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Lovell en la escafandra (NASA).
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La tripulación se dirigió todavía de noche a la rampa 39A, donde les esperaba el imponente cohete Saturno V SA-503 con sus 111 metros de altura. Los astronautas se colocan en sus asientos: a la izquierda el comandante Borman (40 años), en el centro Lovell (también de 40 años) y Anders (35 años) en la derecha. Lovell es el último en entrar en la cápsula. Durante el lanzamiento cuatro de las cinco ventanillas de la cápsula están tapadas por la cubierta de la torre de escape. Anders observa como una avispa se posa durante un instante en el exterior de la ventanilla. El despegue matutino tiene lugar a las 07:51 hora local (12:51 UTC). El majestuoso lanzador se eleva lentamente hasta superar la altura de la torre de servicio propulsado por los cinco motores F-1 a base de queroseno y oxígeno líquido. Era el tercer lanzamiento de un Saturno V y el primero tripulado. Para Borman y Lovell, veteranos del lanzamiento de un impetuoso misil Titán II, las vibraciones de la primera etapa S-IC del Saturno V no les impresionaron demasiado. Anders, por contra, no se esperaba un despegue tan movido. La aceleración fue aumentando hasta alcanzar 4,5 g, momento en el cual se produjo la separación de la primera etapa.
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La tripulación se dirige a la rampa respirando oxígeno puro para purgar el nitrógeno de su sangre (la atmósfera del Apolo en órbita era de oxígeno puro a baja presión) (NASA).
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En el Saturno V la separación de la S-IC, encargada de alcanzar el 30% de la velocidad orbital, era un proceso equivalente a partir el cohete en dos. Los tripulantes se vieron lanzados violentamente hacia adelante, no solo por el apagado de los cuatro motores F-1 de la primera etapa —el quinto motor central se había apagado antes para reducir la aceleración—, sino por el estiramiento de la enorme estructura al desaparecer las fuerzas de compresión. La segunda etapa criogénica S-II, que solo alcanzaba una aceleración de dos g, fue mucho más suave, aunque los astronautas advirtieron ciertas oscilaciones por el efecto pogo. Once minutos y medio más tarde, y tras un encendido de la tercera etapa S-IVB, el Apolo 8 estaba en la órbita de aparcamiento alrededor de la Tierra. Ahora había que chequear todos los sistemas de la nave. Si el CSM o la etapa S-IVB mostraban algún problema, la misión a la Luna debería ser abortada y, en su lugar, los tres hombres pasarían hasta diez días en órbita baja repitiendo la misión del Apolo 7. Mientras comprueban los sistemas, Borman ordena a Anders que no se distraiga mirando la Tierra por las ventanas. Anders obedece, pero cuando el comandante no mira no puede evitar echar un vistazo fuera de tanto en cuanto.
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Despegue del Saturno V del Apolo 8. Aunque la foto es un montaje, la fase de la Luna es la que había el 21 de diciembre de 1968 (NASA).
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El Saturno V había acelerado a Borman, Lovell y Anders de cero a 7,4 kilómetros por segundo con respecto al suelo. La rotación terrestre había añadido los 0,4 km/s restantes para permitir la velocidad orbital con respecto al centro del planeta. El enorme cohete se había portado mejor de lo esperado. En el interior del Apolo los astronautas se habituaban al relativamente espacioso interior del CM, dotado de un gran volumen interno comparado con las claustrofóbicas cápsulas Mercury y Gémini. Tras quitarse las incómodas escafandras A7L, Lovell infló por error el chaleco salvavidas que estaba unido a la escafandra. La metedura de pata no tuvo mayor consecuencia y provocó las risas de los astronautas, hasta que se dieron cuenta de que si lo desinflaban verterían el dióxido de carbono en la cápsula, lo que hubiera implicado un mayor consumo de los filtros de hidróxido de litio. En consecuencia, Lovell decide verter el contenido gaseoso del chaleco al espacio a través de una válvula.
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Despegue del Saturno V SA-503 (NASA). |
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El Saturno V se eleva en el cielo (NASA).
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Tras 5 horas y 18 segundos en órbita baja el control de Houston autorizó el segundo encendido de la etapa S-IVB para lograr la velocidad de escape. La Inyección Translunar o TLI tuvo lugar sobre el océano Pacífico y la nave aceleró de 7,6 km/s hasta los 10,8 km/s. Nunca nadie había viajado tan rápido. El Apolo 8 se separó de la etapa y giró para inspeccionarla. Hubo unos minutos de confusión al comprobar que la etapa no se alejaba como estaba previsto, sino que seguía acercándose hacia la nave, por lo que el control de Tierra ordenó ejecutar una maniobra de evasión. Obviamente, la etapa S-IVB también alcanzó la velocidad de escape y actualmente se encuentra dando vueltas alrededor del Sol en una órbita indeterminada. Unas seis horas después del lanzamiento los astronautas comprobaron preocupados como tres de las cinco ventanas se empañaron progresivamente. La culpa fue de una sustancia empleada en el sellado de las ventanas. La ventanilla central es la más afectada, pero al menos las dos ventanillas frontales, en teoría usadas para las maniobras de acoplamiento con el LM, permanecieron limpias.
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La etapa S-IVB vista desde el Apolo 8 tras la separación. Se aprecia el simulador de masa del módulo lunar (NASA).
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Con la nave rumbo a la Luna y la Tierra cada vez más lejos, hay poco que ver a través de las ventanillas empañadas. Un día después del lanzamiento Borman comienza a manifestar náuseas y vómitos. Anders contempla con horror como una bola de vómito de color verde asciende desde el fondo de la cápsula hasta chocar con él. La situación se vuelve crítica cuando al vómito se suma la diarrea, que también flota por la cápsula. Anders se salta las normas y se pone una máscara de oxígeno de emergencia en la cara para escapar del terrible olor. El comandante le echa la culpa a una pastilla para dormir que tomó al comienzo de la misión —Seconal— y es consciente de que su estado de salud puede condicionar la misión. Como no quiere crear una situación de alerta, Borman envía un mensaje a Houston en la grabadora de la cápsula. El contenido de la grabadora es transmitido posteriormente a la Tierra y, al no ser emitido en tiempo real, es una forma que tienen los astronautas de comunicarse con Houston sin que se enteren los periodistas u otros oídos inoportunos. En la actualidad se sabe que Borman fue víctima del famoso mareo espacial, una condición que afecta a aproximadamente la mitad de los astronautas independientemente de su entrenamiento previo, pero en aquella época se sabía muy poco sobre este problema médico. Afortunadamente, el comandante se recupera poco a poco. Como nota positiva, la tripulación queda prendada de las vistas de la Tierra. Nunca antes un ser humano había podido ver directamente todo el planeta en su conjunto.
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Borman en el interior del CM (NASA).
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Sudamérica vista desde el Apolo 8 (NASA).
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Dejando a un lado las «emisiones orgánicas» de Borman, el viaje a la Luna tampoco es especialmente cómodo. Los astronautas duermen por turnos de tal forma que siempre haya uno despierto para permitir una comunicación constante con Houston, pero el ruido de sus compañeros y las comunicaciones impiden que puedan descansar bien. En el Apolo 7 la tripulación permanecía bastante tiempo fuera del alcance de las estaciones terrestres, pero en el trayecto hacia la Luna la nave es visible constantemente desde la Tierra y los intercambios de información con Houston son casi continuos. Tampoco ayuda que los astronautas deban dormir en el espacio situado bajo los asientos. A raíz del malestar de los astronautas del Apolo 8, en misiones posteriores se decidió que no era necesario que los tres astronautas podían dormir conjuntamente, con la condición de que uno de ellos llevase siempre puesto el «gorro Snoopy» con los auriculares y micrófonos para comunicarse con Houston lo más rápido posible. También se introdujeron periodos de silencio en las comunicaciones para permitir descansar a la tripulación. Pero los astronautas del Apolo 8 no disfrutarían de esas comodidades. Para colmo, camino a la Luna la nave debía rotar sobre su eje una vez cada hora para garantizar una distribución uniforme de las temperatura del exterior del fuselaje. Esta rotación, denominado «giro PTC», era muy lenta, pero no imperceptible y afectaba psicológicamente a los tres hombres.
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Disposición de los sacos de dormir en el Apolo 8 (NASA).
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El menú de la misión (NASA).
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Como nota positiva, la tripulación logró probar el buen funcionamiento del motor SPS del módulo de servicio durante una ignición de unos segundos. Este encendido no estaba planeado al principio, pero Borman peleó duramente para introducirlo en el plan de vuelo. Al fin y al cabo, sus vidas dependían del correcto funcionamiento de este motor. El SPS era un motor muy potente —había sido diseñado para una misión de ascenso directo a la Luna—, pero al mismo tiempo muy seguro —todos los sistemas era redundantes excepto la tobera y la cámara de combustión— y simple —carecía de válvulas y se alimentaba por helio a presión—. Durante el viaje de ida y vuelta a la Luna, Lovell comprobó en repetidas ocasiones la fiabilidad del sistema de navegación estelar del Apolo. Este sistema fue introducido en una fase temprana del programa como una redundancia en caso de que, por algún extraño motivo —entre los que se incluía un posible sabotaje soviético—, la nave fuese incapaz de comunicarse con la Tierra. En 1968 el sistema de navegación estelar, pese a estar operativo, no dejaba de ser un tanto obsoleto, aunque se mantuvo por motivos de seguridad (durante la misión Apolo 13 serviría para aumentar la confianza de los astronautas). A lo largo de la misión, Lovell demostró que era capaz de calcular la posición de la nave con gran precisión, pero hay que señalar que en ningún momento sus datos sustituyeron a los proporcionados por Houston y obtenidos mediante la telemetría de radio.
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Sistemas de guiado y navegación del Apolo, incluyendo el sextante astronómico (derecha) (NASA).
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La primera transmisión en directo de televisión —en riguroso blanco y negro— tiene lugar 31 horas después del lanzamiento. Los astronautas se empeñan en mostrar la Tierra, pero las ventanillas empañadas defraudan a la audiencia. Un día más tarde logran que se vea mejor en otra transmisión. El lunes 23 de diciembre el Apolo 8 logra un hito de la misión al atravesar la esfera de Hill de la Luna cuando se encuentra a 326 400 kilómetros de la Tierra y 62 600 kilómetros de nuestro satélite. A partir de ese momento la fuerza de gravedad ejercida por la Luna sobre la nave es más intensa que la ejercida por la Tierra. Borman, Lovell y Anders se convierten en los primeros seres humanos en abandonar la influencia gravitatoria de nuestro planeta.
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Órbitas lunares del Apolo 8 (NASA).
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Sin embargo, los astronautas no pueden ver la Luna durante el viaje de ida. La trayectoria del Apolo 8 hace que la nave se aproxime a la Luna por el hemisferio nocturno de nuestro satélite y este solo es visible como un fino creciente. O más bien como un oscuro agujero en el que no se puede ver ninguna estrella. El 24 de diciembre el Apolo 8 están muy cerca de la Luna, pero los tres hombres no son capaces de ver nada. Viajan «cabeza abajo», de tal forma que la superficie de la Luna debe ser visible por las ventanillas de la cápsula, pero como están empañadas, no logran distinguir los detalles. Por fin, Lovell avista la superficie iluminada. Los astronautas quedan maravillados por el paisaje lunar, pero Borman se ve obligado a pedirle a sus compañeros que no se distraigan y se concentren en el crítico encendido del motor SPS.
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La Luna vista desde el Apolo 8 (NASA).
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La ignición del SPS debía tener lugar sobre la cara oculta, fuera del alcance de las comunicaciones con la Tierra. La pérdida de señal se produce justo en el momento preciso calculado por Houston. «Nos vemos al otro lado», se despide Lovell. La precisión es tal que los astronautas bromean con que el control de la misión ha cortado la señal cuando estaba previsto para que los tres hombres no duden de la precisión en los cálculos. El encendido del SPS o LOI (Lunar Orbit Insertion) se produce sin incidentes con la nave apuntando en dirección contraria a la dirección de avance. El encendido se prolonga durante cuatro minutos y siete segundos, frenando la velocidad de la nave de 2,6 km/s a 1,7 km/s. La maniobra es automática, pero Borman no quiere arriesgarse y apaga el motor en cuanto el cronómetro marca el tiempo previsto. El comandante no quiere arriesgarse a que la nave se frene demasiado y se estrelle contra la Luna. El encendido ha sido exitoso.
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Las paredes de la cuenca Aitken de la cara oculta vistas por el Apolo 8 (NASA).
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Pero en la Tierra nadie sabe si ha sido un éxito. Finalmente las comunicaciones se reanudan al salir la nave de la cara oculta tras 33 minutos de silencio y el mundo se entera de que Borman, Lovell y Anders se han convertido en los primeros seres humanos en alcanzar la órbita de la Luna. La órbita inicial es de 111 x 312 kilómetros, pero un segundo encendido del SPS (LOI-2) de once segundos permite alcanzar una órbita casi circular de 112 kilómetros de altura y un periodo de dos horas. Inicialmente el Apolo 8 debía efectuar doce o más órbitas alrededor de la Luna, pero Borman presionó para reducir el tiempo de permanencia en la órbita lunar al mínimo posible, por lo que solo efectuarían diez órbitas alrededor de la Luna. El cambio provocó que el amerizaje tuviera lugar al amanecer en plena oscuridad, una decisión que provocó varias críticas, pero que Borman argumentó de la siguiente forma: «¿Qué demonios importa? Si los paracaídas no se abren estaremos muertos igualmente, tanto si es día como de noche».
El 24 de diciembre a las 16:37 UTC, durante la cuarta órbita al salir de la cara oculta, la nave estaba apuntando con el morro hacia la superficie lunar para hacer fotografías a través de las dos ventanillas frontales. Borman estaba en el asiento izquierdo controlando la nave, mientras Anders estaba en el izquierdo fotografiando a través de la ventanilla de ese lado, que no estaba demasiado empañada. Lovell, para variar, estaba en la parte inferior de la cápsula con el sistema de navegación estelar. En ese momento la rotación de la nave hace que Anders pueda ver la Tierra saliendo por detrás del horizonte lunar e inmediatamente comenta la belleza de la estampa a sus compañeros. Nadie había advertido a los astronautas que podrían disfrutar de semejante espectáculo. Anders hace una foto en blanco y negro de la Tierra sobre la Luna a las 16:38 UTC con su cámara Hasselblad 500 EL usando un objetivo de 250 milímetros mientras Borman comenta, medio en serio medio en broma, que no haga la foto porque no está en el plan de vuelo (horas antes había sido Anders, encargado de controlar las fotografías de la misión, quien había dicho a Borman que no hiciese una foto que no estaba en el plan). Inmediatamente Anders le pide a Lovell un carrete a color. Pero mientras Lovell lo busca, la Tierra deja de ser visible por la ventanilla de Anders. Lovell hace una foto en color con su cámara y, posteriormente, Anders otras dos, también a color.
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Una de las cuatro fotos Earthrise del Apolo 8 y la segunda a color, tomada por Anders (NASA).
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Estas cuatro imágenes serían conocidas como «Earthrise» —el amanecer de la Tierra— y se convertirían en un icono de la misión y del programa Apolo en general, aunque la más popular sería la primera foto a color tomada por Anders. Uno de los cráteres que se ven en la famosa fotografía sería bautizado oficialmente como Anders’ Earthrise. A las tripulaciones de las misiones Apolo posteriores no les cogería por sorpresa la aparición de la Tierra tras la Luna y, de hecho, se entrenarían para tomar las fotografías con los ajustes de exposición y diafragma adecuados. La imagen Earthrise basa su belleza en el fuerte contraste entre el gris de la Luna y el azul y blanco de la Tierra. Desde un punto de vista más espiritual, impresiona saber que todos los seres humanos vivos en ese momento están en esa bola blancoazulada incrustada en el negro azabache del cielo… con la excepción de los tres astronautas del Apolo 8.
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Lovell se pasó gran parte de la misión demostrando las bondades del sistema de guiado y navegación estelar (NASA).
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Durante su penúltima órbita lunar, en plena nochebuena en Estados Unidos, los astronautas efectúan una transmisión de televisión en directo. Minutos antes Lovell se despierta y comenta «¿alguna vez os imaginasteis que pasaríais la nochebuena orbitando la Luna?», a lo que Anders contesta «espero que no estemos aquí en año nuevo». Las ventanas empañadas impiden que el público disfrute del paisaje lunar, visible solo a través de las ventanas frontales, más estrechas. Para darle algo de solemnidad a la transmisión, los tres hombres, profundamente religiosos, deciden leer los primeros pasajes del Génesis de la Biblia para, a continuación, felicitar la navidad a los televidentes, una decisión que desataría una tormenta de opiniones en contra por parte del público estadounidense por no respetar la separación entre iglesia y estado. Al fin y al cabo, el encendido de vuelta a casa debe producirse dos horas y media después de la transmisión de televisión y la tripulación está exhausta. Los astronautas cometen pequeños errores cada vez con más frecuencia y Borman, ante la consternación de Houston, decide cancelar todo el plan de vuelo para permitir que sus hombres descansen. Houston acepta, aunque a Anders no le hace ninguna gracia desperdiciar el tiempo en órbita lunar. Pero nadie quiere que el Apolo 8 se estrelle contra la Luna por error.
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Otra de las imágenes Earthrise del Apolo 8 (NASA).
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3 días y 17 horas tras el despegue del Apolo 8 el SPS volvió a encenderse. La nave aumentó su velocidad en 1,07 km/s y puso rumbo a la Tierra. Si el motor no hubiese funcionado los astronautas habrían quedado varados en órbita lunar condenados a una muerte segura. Una vez más, Houston solo se enteró del éxito del encendido cuando la nave salió por detrás de la cara oculta. Aprovechando que era navidad, Lovell comentó jocosamente «por favor, tomad nota de que existe Santa Claus». Los astronautas también tienen su propia cena de navidad, con pavo incluido, y, contra todo pronóstico, tres pequeñas botellitas de brandy (como vemos, el alcohol espacial no es una prerrogativa exclusiva de los rusos). Borman usa su autoridad como comandante para, supuestamente, impedir la ingesta de alcohol. El vuelo de regreso a la Tierra fue más relajado y los astronautas pudieron descansar más. Lovell mejoró sus cálculos con el sistema de navegación estelar hasta alcanzar una precisión similar al empleado por el sistema principal de radiofrecuencia.
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La Luna vista desde las ventanillas frontales del CM durante la transmisión de televisión de nochebuena de 1968 (NASA).
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Cuando la nave estaba a 14 500 kilómetros de la Tierra, el CM se separó del SM. Un cuarto de hora más tarde la cápsula alcanzaba la atmósfera terrestre y comenzó la doble reentrada a 9,7 km/s. La cápsula gira alrededor de su centro de masas para variar continuamente la sustentación generada y poder seguir así la trayectoria prevista. Los astronautas experimentaron un máximo de siete g de deceleración mientras el plasma rodeaba su nave y se produce el silencio de comunicaciones con Houston. Los tres paracaídas principales se abrieron correctamente y la cápsula descendió sobre el océano Pacífico en la oscuridad previa al amanecer. Tras vaciar los depósitos de combustible, la válvula de igualación de presiones se abrió a los mil metros de altura y permaneció abierta hasta los 250 metros de altura, momento en el que debía cerrarse para impedir la entrada de agua de mar. El módulo de mando chocó con el agua con un ángulo de 28º por la inclinación de las líneas del paracaídas y, pese a que la válvula debía estar cerrada, varios litros de agua salada penetraron en el interior de la nave, mojando a Borman. Luego la nave se dio la vuelta y quedó flotando al revés, una posición denominada Stable II, hasta que los astronautas activaron el inflado de los tres airbags que pusieron el vehículo en la posición correcta. Borman se mareó de nuevo, pero esta vez por culpa del bamboleo de la nave meciéndose en el océano.
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Secuencia de doble reentrada del Apolo 8 (NASA).
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Trayectoria de entrada atmosférica del Apolo 8 (NASA). |
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Secuencia del despliegue del paracaídas (NASA).
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Como las normas de seguridad impedían el rescate de la tripulación en la oscuridad, los tres hombres tuvieron que esperar 45 minutos dentro de la cápsula hasta que amaneciese. La precisión en el aterrizaje había sido tan grande que se llegó a contemplar la posibilidad de que la cápsula pudiese chocar con el portaaviones USS Yorktown (CV-10), el navío de rescate de la misión (un barco que había participado en la Segunda Guerra Mundial). Terminaba así una misión de seis días y tres horas que cambió la historia de la astronáutica. Borman, Lovell y Anders habían demostrado que se podía viajar a la Luna, obteniendo la primera victoria del programa Apolo. Tras el Apolo 8, la Unión Soviética perdió las pocas posibilidades que le quedaban para obtener un triunfo en la carrera lunar, aunque los programas L1 y N1-L3 siguieron por inercia. Ahora quedaba alcanzar la superficie.
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El CM del Apolo 8 sobre el prtaaviones Yorktown. Se aprecian los daños de la reentrada y las cinco ventanas de la cápsula (NASA).
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Los tres astronautas en el Yorktown tras el amerizaje (NASA).
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En cuanto a la tripulación del Apolo 8, tras la muerte de Grissom, los favoritos de Slayton para comandar la primera misión de alunizaje habían sido Borman y McDivitt. Después del Apolo 8 Slayton se mostró favorable a darle el primer alunizaje a Borman. Sin embargo, Borman decidió abandonar la NASA tras el Apolo 8, movido en parte por el duro desgaste que había sufrido su vida familiar a raíz de formar parte del programa espacial. Sea como sea, lo cierto es que Borman nunca fue un apasionado de la exploración tripulada del espacio. Por su parte, Anders sirvió como reserva de Collins en el Apolo 11 y, posteriormente, abandonó la NASA. Lovell continuó en la agencia y fue asignado comandante del Apolo 14. Pero los problemas de salud de Al Shepard provocaron que Lovell terminase por comandar el Apolo 13, una misión que, como todos sabemos, no logró alunizar. Tras confirmar que no podría regresar a la Luna, Lovell abandonó la NASA en 1973.
Cincuenta años más tarde la NASA planea volver a la Luna a principios de la próxima década en la misión EM-2 de la nave Orión, pero a día de hoy nadie sabe si finalmente este vuelo se llevará a cabo. Seguro que Borman, Lovell y Anders nunca imaginaron que medio siglo más tarde sería tan difícil repetir su hazaña.
Fuente: danielmarin.naukas.com
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