jueves, 27 de diciembre de 2018

Un Buggy argentino en el ITM
Texto: Carlos Alfredo Pereyra
Fotos y video: Freddycam 





Llegada esta parte del año uno repasa el trabajo de los alumnos que tiene en las diversas unidades académicas, y destaca con orgullo la calidad alcanzada. A veces, uno muestra trabajos que no tienen que ver directamente con lo vehicular, como sucedió hace un par de semanas con la tradicional entrega de prototipos que hacemos en la UBA.

Pero, en el caso de esta nota, sí: el proyecto de graduación que la motiva pertenece a un estudiante que terminó recientemente sus estudios en ITM (Instituto Tecnológico de Motores) de Villa Ballester, un lugar en donde soy profesor de diseño industrial desde hace diez años.

Para celebrar esta década de trabajo que mejor que resaltar el trabajo final de Federico Amor, quien acaba de graduarse en la especialidad Tecnicatura Superior en Diseño Industrial (con orientación automotriz); un ciclo de tres años que abarca un amplio abanico de materias y un trabajo práctico final que involucra a todos los conocimientos que se han recibido.

En este ciclo, que se extiende por un año, se plantea un modelado real de un vehículo de cualquier tipo (sobre ruedas, aéreo, acuático, o lo que se te ocurra). En una etapa primigenia se ilustra la propuesta bajo la atenta guía del profesor Christian Palladino (enorme ilustrador/diseñador bajo cuya mano se han mostrado muchos proyectos automotrices conocidos.) Luego la idea es llevada a la etapa de modelo, para plasmarlo en una maqueta en escala 1:4, supervisado por The Boss Pablo Bonetto.

Y, en simultáneo, cuando el modelo esta comenzando a ser esculpido en un bloque único de espuma de poliuretano rígido, comienzan las consultas sobre accesibilidad, mecanismos, propulsión, ergonomía y demás aspectos que hacen a que el vehículo concepto se acerque a algo usable o viable de usar y producir. Esta etapa la hacen conmigo, como complemento al año final de Diseño III, que cursan regularmente.

Tanto trabajo no tiene siempre un resultado lineal y armónico, ya que el proyecto, llevado adelante por un millenial, no es sistemático y progresivo en su avance (es una lucha que nos da muchos dolores de cabeza). Algunos estudiantes controlan mejor la parte de ilustración (talento que suelen sepultar cuando se pasan al lado oscuro de la fuerza: el modelado 3D por computadora). Otros se dedican a realizar muy bien un modelo a escala: sus detalles, encuentros, simetría y superficies lucen espectaculares; y otros tienen alguna predilección por lo industrial, porque entienden que es mejor lograr que los mecanismos o la cabina sean lógicos y funcionales, por lo que mi aporte cobra importancia. Pocas veces se logra en una maqueta tan grande sintetizar tantos aspectos y mantenerlos controlados. Creemos que en este caso del Polaris RZR de Federico Amor, se ha cumplido en gran parte.

Por supuesto que algunos comentaristas vocacionales solo verán las fotos y cuestionarán sin molestarse en leer todo esto. Si llegaste hasta acá leyendo es porque te interesa el respaldo que un trabajo así tiene, y porque deseas conocer bajo que pautas académicas se ha realizado este ejercicio.

La idea central es que el estudiante pase de su cabeza al espacio bidimensional de los sketchs y planos, y después lo traduzca al volumen tridimensional, siendo consecuente tanto con su idea original como con el programa de diseño que él mismo se planteó. El viaje es muy accidentando y costoso, ya que la mano debe obedecer a la mente, primero sobre el papel, y luego sobre el bloque de espuma. Los materiales y herramientas tienen su lenguaje, y dominarlo es todo un ritual de iniciación. Madurar para un trabajo así se lleva más de los tres años previstos para la carrera. Podemos decir que en promedio un ciclo completo para recibirte en esta tecnicatura en ITM te insume unos cinco años. Pero el resultado es muy bueno por lo que se ve.

Federico Amor ilustró a mano su Polaris, luego lo plantilló para modelar, atendiendo a su idea de estirar las compactas proporciones de un UTV, como los conocemos ahora, emparentándolo con los siempre más atractivos buggys que fueron furor en otras décadas. Un vehículo más amigable, musculoso y fuerte, no tan nervioso o lleno de aristas histéricas como el diseño de estos vehículos nos tiene acostumbrado hoy en día (pareciera que sus diseñadores hubieran dibujado los primeros bocetos del coche sentados a bordo como acompañantes, en marcha y a los saltos, dentro de un tramo del Dakar)

Otra cosa que se logró estirando la distancia entreejes y las proporciones es la posibilidad doble de alojar diferentes motopropulsores en su chasis. Sus volúmenes permiten situar el motor en la zona delantera, o bien en la parte trasera, ya que el conjunto luce bien balanceado.

Este es el primer modelado que se hace en ITM, como trabajo final, que permite ver perfectamente el diseño de interiorismo; algo que le costó mucho trabajo a su autor. Es que en esta parte se ve la mano del diseñador. Es un área tan costosa y dedicada que en cualquier compañía automotriz o de diseño vehicular es un lugar destinado a especialistas más detallistas y sensibles; no casualmente suele estar a cargo de mujeres.

Aquí es donde se ha avanzado más quizás y el motivo extra por el cual podemos celebrar la década de esta carrera en ITM. Éste tratamiento de interiores no esta cerrado totalmente ni completamente definido; pero va en una buena dirección. Es un aspecto esencial en sí mismo y bien podría ser objeto de un ejercicio único, pero puesto en un modelo exterior/interior enriquece mucho la propuesta original. Aquí es donde colisionan los intereses, cualquier vehículo debe diseñarse de adentro para afuera, pero esto es algo que en la historia de la ingeniería vehicular y en el estilismo automotriz no siempre se dá o se ha dado.

Históricamente, los diseñadores de interiores tuvieron que recibir predigeridos, y sin poder modificarse, los puntos duros que la ingeniería y los sistemas mecánicos les entregaban. Por eso adquiere más valor este ejercicio de graduación, y lo señalamos hoy en esta nota.

Admirable trabajo de Federico, a quien supimos premiar hace unos años llevándolo a conocer a Chip Foose cuando 3M lo trajo a Argentina. Allí fueron junto a otro talentoso ya recibido: Emil Campano, quien ya dejó el ITM poniendo alta la vara en cuanto a los trabajos finales.

Muy grato es que ustedes lectores de Autoblog puedan reconocer a estas jóvenes promesas que se inician en el competitivo mundo del diseño vehicular. Seguramente pronto veamos sus trabajos profesionales. Crucemos los dedos para que la industria sepa visualizarlos y atraerlos.

C.A.P.

***

Criatura recientemente alumbrada en ITM.

A las dunas o al Dakar.

Desde los primeros bocetos el Polaris apuntaba en otra dirección.

Desde el origen el RZR tenía otro ADN.

El perfil estirado y los volúmenes balanceados permiten situar la motorización tanto delante como detrás.

Desde todos los ángulos hay innovación en el estilo del Polaris.

Morfología curvilínea, fuerte y musculosa para el buggy.

Un coche descubierto exige buenas decisiones a la hora de diseñar el cockpit.

Desarrollar las suspensiones hubiera estirado mucho la fecha de entrega del modelo.

Un rico diseño para graduarse en la carrera.

Los superdeportivos son los coches más estudiados en el ejercicio final de ITM.

Para ejercitarse con maquetas los estudiantes preparan modelos escala 1 en 10 para perfeccionar sus técnicas.

Los deportivos norteamericanos también se han estudiado en ITM.

El modelo va permitiendo ligeras correcciones en el diseño pero exige precisión y calidad de terminación.

Emil Campano cuando entregó su proyecto MC7.

Santiago Medina descubriendo su proyecto junto a Pablo Bonetto.

Dos marcas inglesas deportivas y legendarias.



Fuente: autoblog.com.ar

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