La primera semana de gobierno, Bolsonaro muestra una mezcla de macartismo y fantasías: Un régimen de mentira y de imaginarios
Que los niños vistan de azul y las niñas, de rosa. Que hace treinta años que gobierna el comunismo. Que hay que privatizar todo y echar a los petistas. Las primeras fantasías de un presidente autoritario que augura problemas.
Por Dario Pignotti
La imaginación al poder. Los primeros cuatro días del gobierno cívico militar de Jair Bolsonaro dejaron un número suficiente de pronunciamientos y decisiones como para plantear que Brasil se encamina hacia un nuevo “orden” fundado en falsedades. Estas son tan desmesuradas como que el primero de enero llegó a su fin el yugo comunista que azotó al país en últimas tres décadas. En ese período gobernaron dos derechistas como José Sarney (1985-1990) y Fernando Collor de Mello (1990-1992), y el socialdemócrata neoliberal Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).
Fue una falsedad aceptada como si fuera una verdad bíblica por miles de bolsonaristas, o “bolsominos”, reunidos en la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia. El público mayoritariamente blanco, de clase media, entre quienes había muchos con camisetas de la selección brasileña, estalló cuando el “Mito” apareció en el balcón del Palacio. La coreografía del martes recordaba las protestas contra el gobierno de Dilma Rousseff de los primeros meses de 2016, también mayoritariamente blancas, cuando Bolsonaro no sonaba como candidato con posibilidades de victoria y la consigna era “Fuera Dilma” o “Vivan las Fuerzas Armadas”.
Ese grupo reunido el 1 de enero en el centro de Brasilia, menos numeroso de lo previsto por los organizadores del acto, en vez de vocear cánticos laudatorios de la democracia exaltó al fallecido coronel Carlos Alberto Brilhante, un emblemático torturador de la dictadura. “La bandera brasileña nunca será roja”, prometió el flamante presidente desde el parlatorio del Palacio del Planalto con su banda verde y amarilla recién estrenada en la tarde soleada.
Igual de macartista fue el ministro Onix Lorenzoni el jueves pasado, tras la primera reunión de gabinete, cuando comunicó la decisión de echar a los petistas de la administración pública. “Hay que despetizar, limpiar la casa”. El anuncio de Lorenzoni evocó la amenaza disparada durante la campaña por el entonces candidato presidencial, que prometió cárcel o exilio para los dirigentes del PT y de los movimientos sociales.
El método Bolsonaro de administrar la cosa pública demostró, por lo pronto, una improvisación llamativa, combinada con el embuste elevado a política de Estado. Una mentira tras otra y anuncios de medidas que luego son corregidos. Sólo cuatro días de gobierno y los ministros ya se desmienten unos a otros, algunos hasta contradicen al propio Jefe de Estado. La última palabra tiende a ser del núcleo militar que, con nueve altos mandos en el primer escalón de la administración, se perfila como el principal polo de poder de los varios que orbitan en torno al Planalto.
Un ejemplo fue el general Augusto Heleno, ministro de Seguridad Institucional, relativizando la posibilidad de que se traslade la embajada brasileña en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, algo que había insinuado Bolsonaro -aunque no lo declaró- durante su encuentro con el primer ministro Benjamin Netanyahu.
Patria amada
El nuevo lema de la administración presentado este viernes dice “Patria amada Brasil”. Fue tomado de una estrofa del himno nacional y completado con la frase que promete que en este gobierno no habrá “adoctrinamiento en las escuelas ni erotización de los niños”. Aquí resurge, ahora como eslogan oficial, la “fake news” más reproducida durante la campaña, la que atribuyó al candidato petista Fernando Haddad el propósito de incentivar la perversión sexual en las guarderías públicas. Para ello se dispararon millones de mensajes a través de WhatsApp con imágenes de una mamadera con chupeta fálica. Según algunos estudios esta fue la estafa propagandística más exitosa de las tantas que jalonaron la victoria en el balotaje del 28 de octubre.
El viernes también fue nombrado como asesor el joven Terzio Arnaud Tomas, uno de los generadores de contenidos mentirosos durante la campaña. Arnaud pertenece a la tropa de choque on line de Carlos Bolsonaro, definido como un “Pitbull” de Internet por su papá Jair. Otros miembros de del clan son sus otros dos hijos Eduardo y Flavio, además de la flamante primera dama Michelle, una evangélica militante.
En el lenguaje de la familia recién llegada al Planalto se menciona con frecuencia la prioridad de entablar la “batalla” contra el “marxismo cultural”. El propio Jair ha dicho, y grabó un video, que de aquí en más el combate “ideológico” estará por encima de la lucha contra la corrupción.
Un aparato ideológico, ahora de Estado, inspirado en el filósofo -con un pasado como astrólogo- Olavo de Carvalho. Otrora militante de izquierda, Carvalho es el pensador más influyente del nuevo grupo gobernante, incluso del canciller Ernesto Araújo y el ministro de Educación Ricardo Vélez Rodriguez, que a poco de asumir creó una secretaría para estimular las escuelas públicas “militarizadas” a fin de formar a los jóvenes con “disciplina”.
Si a Bolsonaro se lo considera una suerte de Trump a la brasileña, a Olavo de Carvalho le cabe el mote de Steve Bannon tropical. Bannon fue el jefe de la campaña victoriosa de Trump en 2016 y un bolsonarista declarado que habría sido una suerte de consejero en las sombras en el duelo electoral de octubre. Hay quienes sospechan que Bannon fue más que un consejero ocasional del capitán retirado. Lo cierto es que recibió dos veces en Estados Unidos, la última a fines del año pasado, al diputado Eduardo Bolsonaro, a quien su padre le confió los contactos internacionales y tendrá una influencia considerable en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Bannon es el mentor de una suerte de internacional de extrema derecha, a la que llamó Movimiento, con proyección en Europa donde tiene la simpatía de la Liga Norte italiana y de los españoles de Vox, entre otras formaciones. En Hungría el Movimiento está encarnado en el primer ministro Viktor Orbán, que viajó a Brasilia la semana pasada para la toma de posesión y posterior besamanos en el Planalto.
La pata latinoamericana de esa corriente es el ex capitán que en su segundo día como presidente participó en un acto de las fuerzas armadas a las que enalteció por su labor durante la dictadura, régimen que no llama como tal.
“Bolsonaro representa el liderazgo y el patriotismo en un momento en que América del Sur atraviesa (...) una tragedia (...) y fue en ese clima que Bolsonaro se mostró a la altura del desafío” regional, dijo Bannon. La caracterización del dirigente de ultraderecha como referente latinoamericano, donde antagonizará con el mexicano Andrés Manuel López Obrador, aparentemente es compartida por la Casa Blanca que envió a Brasilia al secretario de Estado Mike Pompeo.
Bolsonaro y Pompeo se reunieron el miércoles cuando hablaron sobre el estrechamiento de las relaciones y una estrategia común frente a Venezuela. Posteriormente el presidente admitió la posibilidad de autorizar la instalación de bases norteamericanas y avanzar en un acuerdo “´belico” con Washington. Hasta el momento ningún militar salió a relativizar esas declaraciones.
Fuente: pagina12.com.ar
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