martes, 5 de marzo de 2019

Objetos malditos, cuando el terror vive en casa
Relatamos casos de obras de arte malditas y cómo pueden llegar a transmitir esa negatividad en forma de maldición
por José Manuel García Bautista




En no pocas ocasiones se habla de obras de arte que están malditas y que se desconoce el "mecanismo" por el cual cuadro puedo llegar a transmitir esa negatividad en forma de maldición. Tal vez un mal "influjo" o el estado de ánimo del artista o, ¿quién sabe?, la razón de ese presunto encantamiento.

Un ejemplo de ello lo encontramos en un cuadro aparentemente dulce e inocente que recrea la imagen de una niña, sin embargo no son pocas personas las que se han quejado de ese mismo cuadro. Se encuentre en el Hotel Driskill en Austin, Estados Unidos y dicen que crea una atmósfera aterradora.

Los que se encuentran cerca del cuadro dicen sentirse mal luego de observar a la protagonista durante un rato. ¿Sugestión o realidad?

Otro retrato maldito es el de Delphine Lalaurie, una pintura realizada por Richardo Pustanio de esta mujer que pertenecía a la alta sociedad del siglo XVII,y a la que describen como cruel y despiadada por matar a muchos de sus esclavos en su plantación al sur de los Estados Unidos.

La casa donde vivió dicen que está embrujada y muchos de los que se han hospedado en Lalaurie afirmaban que el rostro parecía moverse y se escuchaban ruidos extraños.

Yuko Tatsushima pintó dos cuadros a cual más tenebrosos e inquietantes, se dice de los cuadros que despiertan los instintos suicidas de la persona.

La "niña bruja" recuerda extrañamente a aquella famosa serie de niños llorones de Bruno Amadio, es obra de Madame Delphine, se dice que está comprado en España y que está poseído por un espíritu. Quién mira al cuadro queda subyugado por su influjo y puede sentir la presencia de una mujer vestida de gris en torno al cuadro.

La última imagen ha sido motivo de debates e "hilos" en redes sociales y es un cuadro pintado por una joven que al terminar el mismo se suicidó. Quién mira al retrato más de 5 minutos siente el impulso de quitarse la vida.

Tal vez sólo sean modernas leyendas urbanas pero... ¿Quién las somete a prueba?

Maldiciones egipcias

La película “La Momia”, protagonizada por Tom Cruise, ha vuelto a poner de moda el tema de las maldiciones egipcias y la milagrosa resurrección de cuerpos que pasaron al “otro lado” hace milenios. Todo es producto de una ficción cinematográfica pero... ¿Hay otras maldiciones egipcias más “reales”?

En alguna ocasión se han producido casos que ponen los pelos de punta, repasamos algunas de esas maldiciones egipcias:

1ª.- Un joven alemán, cuya identidad no trascendió, en 2007, se desplazó a Egipto para devolver lo que él decía que era una pieza maldita. Todo comenzó cuando su padrastro robó del Valle de los Reyes un objeto como recuerdo. Al llegar a Alemania se notó “poseído” por una gran fatiga, fiebre, parálisis y le sobrevino la muerte. La familia creyó que hasta después de muerto seguía sufriendo y que la única forma de liberarlo era devolver el objeto a su país de origen.

2ª.- La trágica muerta del arqueólogo Walter Brian Emery en 1971 será recordada como otra maldición. Descubrió una tumba en Sakkara donde sacaron, de entre la arena, una estatua del dios Osiris, dios de la muerte. El arqueólogo la llevó en su maletín a la habitación del hotel donde se dispuso a tomar un baño. De repente su asistente, Ali-al Khouli, sintió y ruido en el baño: “Emery se sujetaba del lavabo, le pregunté si estaba enfermo, pero no contestó. Se quedó ahí paralizado. Lo tomé por los hombros y lo arrastré al sillón. Luego corrí al teléfono” y murió. El diario egipcio Al Ahram escribió que “esta extraña ocurrencia nos hace pensar que la legendaria maldición de los faraones ha sido reactivada”.

3ª.- Fue el exministro de Antigüedades Egipcias, Zahi Hawass, el que narró la historia de un niño que quería conocerlo para que hablaran de maldiciones egipcias y momias. El popular arqueólogo descubrió que se trataba de un niño con un enfermedad que fue “milagrosamente” curada tras una visita al Museo de El Cairo: “me dijo que mientras miraba a los ojos de la momia de Amosis, el gran faraón que expulsó a los hicsos de Egipto, su hijo empezó a gritar y cayó al suelo en estado de histeria. Cuando se recuperó, estaba claro que había sido curado. Desde entonces leía cuanto pudiera sobre el antiguo Egipto” le confesó el padre del chico.

4ª.- La estatua de Neb Sanu se hizo famosa en el Museo de Manchester por que giraba sola por el día tras permanecer inmóvil por la noche, todos los achacaban al espíritu errante de Neb Sanu, aunque la realidad es que todo parecía ser originado por el tráfico de visitantes. En el Museo Egipcio de Turín sucedió algo similar.

5ª.- La maldición de Tutankamón es la más conocida. Su tumba se descubrió en 1922 por Howard Carter y muchas personas relacionadas con el hallazgo de la tumba del faraón niño murieron con posterioridad. El canario que se usó para saber si había gas en la cámara fue devorado por una cobra, se interpretó como un mal augurio. Lord Carnavon, mecenas de la excavación, murió por la picadura de un mosquito y así, en 1935, se contaban ya 20 víctimas de esta maldición. Realmente una espora del aspergillus nigersería la causante de muchas infecciones que se llevó a la tumba a gran parte de aquel equipo aunque, tal vez, también esta forme parte de la maldición. Por contra hay que decir que Howard Carter vivió muchos años antes de morir.

Maldiciones egipcias, producto de la superstición o de la realidad...

El último Fabergé y la muerte de los Romanov





Uno de los objetos que más admiración y pasiones levanta es, sin dudas, es de los afamados y prestigiosos huevos de Fabergé. Unas piezas únicas que creó el joyero Peter Carl Fabergé, un orfebre de gran prestigio, y que son conmemorativos de los huevos de pascua pero del modo más lujoso y con los materiales más preciosos.

El objeto de tan lujosa creación eran, nada más y nada menos, que los zares. Una joya especial para quién únicamente podría pagarlas. Y de esta forma comenzó una colección que se inicia en el año 1885 y que finaliza con la revolución rusa y el fin de la época zarista: 1917.

Fabergé, en ese espacio de tiempo, creó 69 huevos, si bien es verdad que en la actualidad sólo se conservan 61 de ellos, otras fuentes apuntan a la cantidad de 56 como cifra máxima de estos hermosos huevos.

El joyero tenía una gran habilidad para el tallado de piezas que en sus manos se convertían en inigualables y admiradas obras de arte envidiadas por toda la nobleza rusa. Los huevos de Fabergé –como se les conocía y conoce- incluían metales preciosos con especial predilección por el oro, piedras preciosas como diamantes, rubíes, esmeraldas o perlas, y sus diseños alternaban cualquier motivo o estilo ruso que hubiera tenido o tuviera un papel destacado en la Historia.

Con tal habilidad y aprecio dentro de la corte rusa no tardó demasiado tiempo en convertirse en el joyero real, todo ello máxime cuando ganó un concurso en una exposición en 1882, los investigadores piensan que la llegada al taller de su hermano menor Agathon -diseñador talentoso- posibilitó que Carl lograra la Medalla de Oro de la Exhibición Pan-rusa; en 1883 cuando el zar Alejandro III le encargaría el primero de los huevos como un regalo especial para la zarina María.

Fabergé pensó que hacer y creo, no sin recelos, el primero de los huevos creando expectación y asombro. Desde entonces todos aguardaban la llegada de Pascua para ver con que les sorprendería Fabergé. Los huevos se convirtieron en un objeto muy especial en la corte rusa motivo de largas conversaciones y recuerdos.

Las piezas eran muy refinadas realizadas de esmalte nacarado translúcido, como el interior de una concha de ostra, y orlado con incrustaciones de oro, de plata y de piedras preciosas. De entre sus creaciones destaca el realizado en oro, diamantes, perlas y esmalte del “Huevo de Catalina la Grande”, de 1914 en el que se incluyen imágenes que hacen referencia a la pasión por las artes y la literatura del reinado de esta zarina de Rusia entre los años 1762 a 1796. Destaca igualmente el “Huevo de las Margaritas” de 1896, hoy de la colección de Malcom S. Forbes.

El joyero era el preferido de los Romanov, sus huevos simbolizaban la vida y resurrección para la familia imperial. Con la muerte del zar Alejandro III todos creían que la tradición se acabaría pero su sucesor e hijo, el malogrado Nicolás II, quiso seguir la tradición pidiéndole un extra al regalo: debía llevar una sorpresa en su interior y que ésta debía ser un total secreto hasta que el huevo no se abriera.

El trabajar para el zar hacía que a Fabergé llegara todo tipo de pedidos de otras cortes europeas, y sus estilos comenzaron a hacerse cada vez más bellos y sofisticados que iban desde el Luis XVI al Art Noveau.

En el año 1885 Fabergé consiguió el título de “Proveedor de la Corte Imperial”, y en 1890 el de “Valorizador de la Corte Imperial”. En el año 1900 obtuvo la medalla de oro de la Exposición Universal de París, era el reconocimiento definitivo.

Pero Fabergé no desatendió sus obras, sus creaciones y siguió con su trabajo para los zares de Rusia, con cada motivo importante se realizaba uno de estos huevos, multiplicándose el trabajo pues como recuerdo a la victoria en una batalla, coronación, cumpleaños se realizaba una de estas joyas que reflejaba una escena familiar en el yate imperial o la consagración del zar Nicolás II en la catedral de Uspenky.

Con la Primera Guerra Mundial también se entra en una época más complicada para los zares, había vientos de guerra, vientos de revolución, pese a ello los huevos siguieron haciéndose y todos ellos llevaran una cruz roja o medallas militares.

Y quizás en esta época es donde comienza la maldición de los zares, la presencia en la corte del monje Rasputín, quién pronosticara para la familia real que cuando el muriera desaparecería también la familia Romanov (como realmente ocurrió) se une la maldición del último Fabergé, con el último huevo regalado ya no habría ningún otro, sería el último que vieran los ojos de la familia imperial. Y estos negros pronósticos se cumplieron.

No se sabe exactamente el número real de piezas, los investigadores creen que fueron 57 huevos pero el último se perdió, es el huevo maldito pues con él se acabó la época de los zares en Rusia y con ello el esplendor de épocas pasadas se tornó en represión y muerte. Se cree que ese huevo pasó a manos de Lenin quién tendría un no menos triste final, y es que el huevo parecía estar poseído por una maldición: “Aquel que lo poseyera o hubiera tenido relación con él caería en desgracia”.

Los Romanov fueron torturados y fusilados entre el 16 y 17 de Julio de 1918 en Ekaterimbrugo, su muerte fue ordenada por Lenin y el líder bolchevique Yakov Sverdlov en un baño de sangre en el que no se salvaron ni los niños.

Lenin murió en 1924, su muerte fue motivo de controversia pero se sabe que fue debido al severo tratamiento que recibía contra la sífilis que, en modo conspiración, dicen que le “indujeron” entre otros el propio Stalin.

La maldición se iba extendiendo a su paso por la vida de los propietarios del último huevo Fabergé. En este reconstrucción de sus propietarios pudo haber pasado por manos de Trotski, otro revolucionario, de notable peso en la Revolución Rusa, que vio cómo pasó de héroe a villano, de ser condecorado con la Orden de la Bandera Roja a tener que exiliarse a México donde moriría víctima de un extraño atentado perpetrado por el español Ramón Mercadermiembro de las NKVD soviética enviada por Josef Stalin.

El huevo pasó a estar controlado por Stalin pero la campaña nazi de la Segunda Guerra Mundial hizo que el huevo fuera apreciado como un tesoro más, sin mayor importancia y durante la campaña rusa del Tercer Reich de Hitler sería encontrado por tropas alemanas que requisaron el mismo como parte del tesoro nazi. El huevo desde el momento que estuvo en manos nazis comenzó su negativo influjo: la campaña rusa de Hitler fue un desastre y ahí comenzó el avance aliado y ruso y el retroceso alemán hasta perder la guerra. En el caso de Adolf Hitler la guerra y la vida pues se suicidaría en el búnker de la Cancillería en Berlín.

El huevo desaparecido nunca más se supo, se cree que está en un convoy (una serie de vagones de tren) que forma parte del tesoro nazi perdido y que estaría oculto en algún lugar de Polonia y que de momento permanece oculto y no encontrado. Quizás esté mejor allí pues su aparición podría reavivar la maldición que lleva consigo.

Objetos malditos, quizás todo sean realidades forzadas para encajar con la “mala suerte”, el azar más trágico y desastroso o, simplemente, una cruda realidad. Sea como fuere hay hechos innegables y pocos son los que se atreverían a tentar la suerte adquiriendo uno de estos “objetos malditos”.



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