Una nave de la NASA pudo haber encontrado en un antiguo mar como el de Aral en Marte
Un nuevo estudio revisa los resultados de la misión Pathfinder hace veinte años.
Hace casi medio siglo, la nave Mariner 9 captó en Marte imágenes de algunos de los canales más grandes del Sistema Solar. Las observaciones orbitales sugerían que estas estructuras geológicas se formaron hace aproximadamente 3.400 millones de años por gigantescas inundaciones, mucho más grandes que las que se hayan producido jamás en la Tierra. La perspectiva de que una gran cantidad de agua esculpiera una vez el paisaje marciano resultaba emocionante y despertó un renovado interés en la posibilidad de que la vida hubiera prosperado en el planeta.
Para probar la hipótesis de la megainundación marciana, la NASA desplegó su primer vehículo marciano, The Sojourner, a bordo de la nave espacial Mars Pathfinder, que viajó al planeta rojo en 1997. La NASA gastó un total de 280 millones de dólares en la misión, incluido el vehículo de lanzamiento y las operaciones. Cuando llegó, el rover se encontró con un terreno que, en efecto, tenía señales de haber sido inundado, pero esas inundaciones parecían ser al menos diez veces más pequeñas que las estimadas utilizando imágenes obtenidas desde la órbita. Un chasco. La misión no pudo demostrar que se trataba de canales por los que alguna vez surcaron colosales cantidades de agua en vez de otra cosa mucho menos atractiva, como flujos de escombros o lava.
Sin embargo, es posible que Pathfinder sí llegara al borde de lo que una vez fuera un mar interior, según revela un nuevo estudio publicado en Nature Scientific Reports. «Nuestro documento muestra una cuenca, con aproximadamente el área de superficie de California, que separa la mayoría de los gigantescos canales marcianos del sitio de aterrizaje de Pathfinder. Los escombros o flujos de lava habrían llenado la cuenca antes de llegar al sitio de aterrizaje. La existencia misma de la cuenca requiere inundaciones catastróficas como el mecanismo de formación principal de los canales», afirma Alexis Rodríguez, científico del Instituto de Ciencias Planetarias y autor principal del estudio.
«La cuenca está cubierta por depósitos sedimentarios con una distribución que coincide exactamente con el alcance que habrían tenido posibles inundaciones catastróficas, que habrían formado un mar interior», explica el investigador. Este mar se encuentra aproximadamente a 250 kilómetros río arriba del sitio de aterrizaje de Pathfinder, una observación que replantea su entorno paleo-geográfico como parte de un aliviadero marino, que formó una barrera terrestre que separa el mar interior y el océano al norte», añade.
«Nuestra simulación muestra que la presencia del mar habría atenuado las inundaciones cataclísmicas, lo que llevó a derrames superficiales que alcanzaron el lugar de aterrizaje de Pathfinder y produjeron los lechos detectados por la nave», afirma Rodríguez. Los resultados del equipo indican que los depósitos de desbordamiento marino contribuyeron al paisaje que fotografió la nave hace casi 22 años, y concilian las observaciones geológicas in situ de la misión con décadas de investigaciones con sensores remotos.
Una extraña semejanza
Curiosamente, el mar tiene una extraña semejanza con el Mar de Aral en la Tierra, ya que en ambos casos carecen de distintas terrazas costeras. Su rápida regresión sobre pendientes sumergidas poco profundas resultó en tasas de retroceso del frente de la costa demasiado rápidas para que se formen terrazas.
Las simulaciones numéricas indican que el mar se cubrió rápidamente con hielo y desapareció en unos pocos miles de años debido a su rápida evaporación. «Durante este tiempo, sin embargo, permaneció líquido por debajo de su cubierta de hielo», señala Bryan Travis, científico principal de PSI y coautor del artículo.
«A diferencia de la Tierra, este mar probablemente fue alimentado por aguas subterráneas. Si los antiguos acuíferos de origen alojaron vida, los materiales sedimentarios marinos propuestos en el lugar de aterrizaje de Pathfinder podrían contener un registro de esa vida, un lugar fácilmente accesible para futuras misiones», indica Rodríguez.
Fuente: ABC.es
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