miércoles, 29 de mayo de 2019

Órbita, la «casa» giratoria soviética para cosmonautas



A principios de la era espacial uno de las mayores incógnitas a las que se enfrentaban las potencias espaciales era el efecto de la microgravedad sobre el cuerpo humano. Las misiones Mercury y Vostok demostraron que se podían soportar periodos de pocos días en ingravidez. Pero, ¿serían capaces de aguantar semanas? ¿O meses? ¿Dónde estaba el límite? Desde antes del Sputnik los investigadores y autores de ciencia ficción habían propuesto una solución al problema de la ingravidez en los vuelos espaciales: construir naves y estaciones orbitales con «gravedad artificial». O mejor dicho, vehículos giratorios en los que la fuerza centrífuga mantuviese a los tripulantes y sus pertenencias pegados al «suelo». Sin embargo, había un problema. Un vehículo que gire sobre su eje genera otros efectos además de la fuerza centrífuga, siendo el más notable de ellos la fuerza de Coriolis —fuerza ficticia, sí, pero no por ello menos perceptible—. Cuanto más pequeño fuese el radio de giro y más rápido rotase una estación espacial, mayores serán los efectos debido a la componente de Coriolis. ¿Podría el ser humano y su oído interno soportar largas temporadas sometidos a este efecto? ¿No sería peor el remedio que la enfermedad?


La centrífuga Órbita. Se aprecia la cabina en el extremo derecho (IMBP).

A principios de los años 60 la oficina de diseño OKB-1 de Serguéi Koroliov encargó el diseño de una casa giratoria experimental para investigar los efectos de un hábitat rotatorio en los vuelos a Marte. El concepto era sencillo. Se construiría una centrífuga, como las usadas para poner a prueba la resistencia de los cosmonautas, pero de gran tamaño, el suficiente para que los voluntarios pudiesen vivir bastante tiempo en su interior. El proyecto Órbita (Orbíta/Орбита), como fue bautizado, estuvo a cargo del instituto de investigación de pilotaje LII y el instituto de medicina aeroespacial IMBP. En un principio se denominó Mars, «Marte», pero luego se decidió cambiarle el nombre para evitar que los servicios de inteligencia extranjeros pudieran llegar a la conclusión de que la URSS estaba planeando un viaje al planeta rojo. Órbita era una centrífuga doble de veinte metros de longitud. En un extremo se situaba una cabina redonda donde los «rotonautas» —normalmente dos personas— podían vivir en su interior, dotada de cama, escritorio, baño, ducha y cocina.


Estación espacial giratoria propuesta por Wernher von Braun en los años 50 (IMBP).

Partes de Órbita. Se aprecia la capacidad de inclinación de la cabina (Leonid Kitaev-Smik).

La particularidad de esta pequeña vivienda es que podía cambiar su inclinación para adaptarse a la velocidad de rotación del sistema (a bajas velocidades angulares la cabina estaba en posición horizontal). Los rotonautas podían entrar y salir por el eje central incluso cuando el sistema estaba en movimiento, como si se tratase de una estación espacial sacada de una novela pulp de los años 50. En el otro extremo contrario se situaba un contrapeso y un sillón colgante para experimentos complementarios. Órbita fue finalizada en 1965 y hasta 1974 un total de 72 candidatos pasaron por su interior. La mayoría experimentaban los mismos síntomas: euforia y alegría durante la primera hora de giro y apatía, debilidad y dolores de cabeza durante las siguientes horas. Posteriormente, la mayoría de candidatos lograba adaptarse, más o menos. Se realizaron numerosas experiencias con una duración de hasta 35 días (!). Como es de esperar, los rotonautas tardaban varios días en recuperarse por completo tras la experiencia, pero no se encontraron efectos adversos permanentes.


Elementos de Órbita. 1: cabina; 2: pasillo; 3: plataforma fija (no giratoria); 4: escotilla para el acceso a la centrífuga; 5: plataforma giratoria; 6: escaleras; 7: contrapeso; 8: habitación central en el eje; 9: balcón (Leonid Kitaev-Smik).

Lamentablemente, a día de hoy es difícil encontrar información detallada de las anécdotas y las experiencias que se realizaron a bordo de Órbita. La instalación sería desmantelada en la segunda mitad de los años 70 al comprobarse que, por un lado, un viaje a Marte no era precisamente una urgencia y, por otro, que los efectos de la microgravedad en el organismo humano no eran tan letales como se había pensado gracias a los vuelos de larga duración a bordo de las estaciones espaciales Salyut. La necesidad de construir estaciones espaciales rotatorias ya no era una prioridad. No obstante, se siguieron —y siguen— realizando experiencias parecidas, tanto en la Unión Soviética como en Estados Unidos. Eso sí, ninguna de ellas contó con un espacio útil tan grande como el Órbita.


Detalle de la cabina en posición inclinada (Leonid Kitaev-Smik).

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