viernes, 21 de agosto de 2020

El increíble fenómeno de las Caras de Bélmez
Hace casi medio siglo que aparecieron los primeros rostros fantasmagóricos en la casa de María Gómez Cámara. El enviado oficial a investigar el caso: «Volvimos convencidos de que todo era un pequeño fraude».
por Mónica Arrizabalaga


Bélmez de la Moraleda (Jaén), 04/02/1972. La tercera cara aparecida en casa de D. Juan Pereira, que empezó a salir después de abrir una zanja en el suelo de la cocina, rellenarla de piedras y cubrirla de nuevo con cemento.


María Gómez Cámara removía unos pimientos fritos en el fogón de la cocina de su casa de Bélmez de la Moraleda, en Jaén, cuando una mancha en el suelo le llamó la atención el 23 de agosto de 1971. ¡Se parecía tanto a una cara humana! Desconocía entonces que acababa de abrir la puerta a uno de los fenómenos mediáticos más famosos de las últimas décadas.

De aquel primer rostro, que al parecer se asemejaba al Santo Rostro de la Catedral de Jaén, no hay ninguna fotografía. Uno de los hijos de María, Miguel Pereira, harto de la avalancha de vecinos que se acercaron a verlo, decidió raspar el pavimento y taparlo con un poco de cemento. Creía haber mandado así el suceso parafísico a mejor vida, pero cuál no sería su asombro cuando unos días después surgió otra imagen en el mismo sitio. «Esta vez el rostro era similar al Señor de la Vida, imagen que se halla resguardada en una iglesia situada a espaldas del domicilio de los Pereira», explicaba Javier López en ABC. Fue la primera de las cientos de caras que fueron apareciendo en el pavimento de la casa durante años.

La noticia corrió como la pólvora y multitud de curiosos se acercaron hasta la humilde vivienda de María para verlas. «El misterio actualmente rodea a las caras aparecidas junto al fogón de una casa, llamada ya encantada, en Bélmez de la Moraleda (Jaén). Al parecer, en determinados sitios, aparecen unos rostros incapaces de borrarse», publicó ABC en febrero de 1972 bajo una fotografía del lugar.


La imagen de la cara aparecida en Bélmez publicada por ABC en febrero de 1972.

Ante el nuevo cariz que adquiría el asunto de las caras, el alcalde de Bélmez de entonces, Manuel Rodríguez, ordenó abrir un hoyo de 2,80 metros para ver qué había debajo de los rostros. «Dieron en hueso -relataba López- pues descubrieron un esqueleto cuyo titular, según certificó un análisis forense, era un varón de pequeño tamaño que fue enterrado en tal lugar allá por el siglo XII».

La Casa del Obispo, como se conocía a la vivienda de los Pereira, había sido construida sobre un cementerio. De ahí, se explicaban algunos, que también se oyeran voces en el lugar. Según los lugareños, la vivienda había sido además escenario de episodios muy poco corrientes a lo largo de la historia. Se contaba que hacia el siglo XV, había vivido en ella un inquisidor que realizó crueles sacrificios de mujeres y niños pequeños.

El pueblo jienense de Bélmez de Moraleda se llenó de gente llegada de todas partes para comprobar con sus propios ojos el fenómeno. En su época de más auge, hubo fines de semana en los que se acercaron hasta 10.000 personas. En un principio, María no cobraba por la visita, aunque sí aceptaba propinas que con el tiempo se instituyeron. «Pide una propina —200 a 1.000 pesetas— a los turistas y forasteros por un "visionado"», contaba a ABC un comerciante de su calle. «Cada mañana -añadía- llega con una taleguilla de monedas para cambiar en billetes de mil. Debe ganar al día unas cinco o seis mil pesetas con las propinas».

Sospechas de engaño

Con el interés que despertó el fenómeno se dispararon también las sospechas de que las caras de Bélmez eran un fraude. En una carta al director, un lector criticaba en marzo de 1972 la serie de «folletones» novelados que se estaban publicando sobre la aparición de esas «caras duras como el mismo cemento en que están incrustadas».


Cara de un hombre aparecida en la casa propiedad del matrimonio Pereira


«No es extraño, pues, que los fieles del sensacionalismo acudan en peregrinación masiva a contemplar este fenómeno de juerga o folklore psicófónico. Como una cara parlante no es cosa que pueda verse todos los días, o fines de semana, los dueños de la casa de las «apariciones» las captaron en fotografía de 18 x 24 v las vendían, en preciosas ampliaciones, mejor que si de las rebajas de enero se tratasen. Los negativos, como es natural, se los reservaron, como derechos de autor, por aquello de los plagios...», denunciaba en su escrito José Luis Montelongo.

Se llegó a decir que habían sido pintadas por algún miembro de la familia Pereira o por un pintor del pueblo con una adicción de cloruro de nitrato de plata, sensible a la radiación ultravioleta. El ministro de la Gobernación de entonces, Camilo Alonso Vega, envió en 1971 al parapsicólogo José Luis Jordán con un equipo para investigar el asunto. «Nosotros volvimos convencidos de que todo era un pequeño fraude, aunque no creo que la dueña de la cisa. María Gómez Cámara, fuera responsable. Para nosotros no había evidencia de que fuera un fenómeno paranormal. Las caras estaban hechas con silicato cálcico diluido, unas, y con una mezcla de hollín y vinagre las otras. Así consta en el informe que debe obrar en poder del actual Ministerio del Interior», explicaba a ABC en una entrevista en 1986.

Este informe le granjeó a Jordán numerosas críticas por parte de otros parapsicólogos que se mostraban más convencidos de la autenticidad de las caras. «El fenómeno es auténtico y, como tal, su causa paranormal, es decir, sin explicación alguna dentro de la física natural», defendía el parapsicólogo Germán de Argumosa. En su opinión, «coincidente con la públicamente expresada reiteradas veces por el profesor Hans Bender, de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, así como otros científicos», la causa de esas «teleplastias» era «extradimensional». «Se encuentra fuera de nuestro espacio y tiempo», añadió en una entrevista en ABC en 1973.

Por indicación de Argumosa, se precintó la cocina de la casa aunque, según él mismo subrayaba, no se pretendía verificar el fenómeno «que ya no ofrece la menor duda a los científicos», sino «tratar de hallar por este procedimiento cuál es la función del elemento humano, si es que en este caso la tiene, dentro del fenómeno que nos ocupa». A María se le construyó otra cocina, y al poco surgieron en ella nuevas caras. Y cuando se volvió a entrar en la primera, un año después, habían aparecido 17 nuevos rostros.

A lo largo de los años continuaron surgiendo figuras en la Casa del Obispo. Algunas, como la del rostro de Franco, llamaron mucho la atención de los medios. Para los vecinos, María Gómez era quien provocaba estas imágenes, que se transformaban con el tiempo. Según describió Manuel López, «sufren metamorfosis para luego derivar en rostros más complejos, más vitalistas, impulsivos y pasionales». La dueña de la casa creía que guardaban alguna relación con su estado anímico y personal y no descartaba entonces que los rostros desaparecieran cuando ella muriera.

Algunas ancianas aseguraban que la ausencia de la mujer en la casa producía un decrecimiento y opacidad de las caras. «Una temporada, cuando María estuvo en Jaén aquejada de unas fiebres, las caras fueron perdiendo relieve y casi desaparecieron», manifestaban antes de destacar que «consciente o inconscientemente, provoca una fuerza que puede hacer cambiar o crear caras con mensajes distintos. Además, sabe del fenómeno mucho más de lo que cuenta a los curiosos».

María falleció en febrero de 2004 a los 85 años, pero las caras no murieron con ella. «No sólo no han desaparecido esas caras que permanecen en el suelo de la casa donde vivió María, sino que se han multiplicado e incluso han aparecido más en una segunda vivienda, precisamente la casa en la que nació, situada a pocos metros de la vivienda donde residía», informaba ABC meses después de su muerte. Y aún después se ha informado en otras ocasiones de nuevas «teleplastias» que, a juicio de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas, no eran «fruto de la acción humana».

Hoy existe en Bélmez un centro de interpretación de estas fantasmagóricas caras que siguen suscitando opiniones dispares. Hay quienes defienden su autenticidad y aseguran que se trata del mayor fenómeno paranormal de todos los tiempos, otros que son simples pareidolias y los hay que creen que no es más que un monumental engaño. « Realismo mágico en Bélmez», como decía Fernando Isawaki.



Fuente: abc.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario