martes, 19 de enero de 2021

Así vivirán los primeros humanos en Marte
El astrofísico Anglada-Escudé coordina un equipo más de 30 especialistas que ha planificado la posibilidad real de edificar una ciudad (Nüwa) que sea habitable, sostenible, se autogestione y crezca por sí sola.
por Blai Felip Palau


Anglada-Escudé, fotografiado en el observatorio astronómico de la Universitat Autònoma de Barcelona, cree que en tres o cuatro años sabremos ya cuándo despegará la primera expedición a Marte. (Xavier Cervera)


“Sí, sí, lo veo clarísimo. No es que sea posible, es que son habas contadas. Y ya las hemos contado”. Con esta seguridad –y pasión– se expresa el astrofísico de prestigio internacional Guillem Anglada-Escudé, que ha liderado un proyecto de construcción y mantenimiento de una ciudad (Nüwa) en Marte. No es ciencia ficción. El plan es el fruto de un exhaustivo trabajo científico, realizado por más de 30 especialistas en distintas disciplinas, y fue uno de los nueve elegidos (se presentaron 175) en una convocatoria de The Mars Society realizado por la red SONet, un equipo internacional de científicos y académicos. ¿El objetivo? Que Nüwa sea una ciudad factible, habitable y autosuficiente en pocas décadas. Estos son los principales argumentos científicos con los que Anglada-Escudé defiende la viabilidad de este hito.




¿Cuándo veremos la primer expedición a Marte? “

Aún no le podemos poner fecha. Se la pondremos dentro de unos tres o cuatro años, cuando veamos cómo funcionan los cohetes de gran tonelaje que se están construyendo en Estados Unidos (los Space X de Elon Musk; los de Blue Origin de Jeff Bezos...) y también en China”. Deberían ser capaces de transportar a la órbita de la Tierra 100 toneladas de carga útil (la que serviría para trasladar el material necesario para vivir en el planeta rojo), que es la que queda después de restar el combustible (lo que más pesa) para el cohete y el tonelaje de la propia astronave. “Si esto va como creemos, quizá en una o dos décadas podría llegar la primera expedición”.

¿Una base en la Luna? 

“Es una de las opciones para desarrollar una economía espacial, porque despegar desde allí requeriría menos combustible. La gravedad lunar es más baja, y con el mismo cohete puedes lanzar cargas mucho mayores. Si puedes manufacturar desde allí, podrías enviar cargas útiles de 100 o 200 toneladas hacia Marte, pero esto requeriría una infraestructura en suelo lunar”. Surgiría el problema del combustible, un poco más difícil de conseguir en la Luna que en Marte, debido a la ausencia de agua abundante y carbono, y habría que desarrollar alternativas. “En la Tierra, por ejemplo, de la arena de la playa puedes separar el silicio del oxígeno usando procesos fisicoquímicos. El primero puede usarse como metal de trabajo, y el oxígeno te sirve para respirar, y la combinación de este oxígeno con silicio u otros metales como el aluminio podría usarse como combustible de cohete. El oxígeno es muy abundante, lo hay en todas partes; lo que sucede es que está pegado a otros materiales oxidándolos”. 


Los espacios comunes de la ciudad de Nüwa están pensados para evitar la sensación de vivir cerrado en esta futura (y futurista) ciudad marciana (Abiboo)


¿Cómo se obtiene el combustible? 

Obtener combustible en Marte para regresar a la Tierra sería más fácil, porque en el planeta hay mucha más agua y dióxido de carbono. “En el subsuelo de Marte, a unas decenas de metros de profundidad, existen muchos acuíferos congelados, el permafrost. Esa sería la fuente de hidrógeno, y como tienes dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera marciana, puedes separar el oxígeno del hidrógeno y el carbono a partir de las plantas o químicamente, para hacer lo que necesites. En Marte es más fácil tener los tres elementos clave para la vida y nuestra tecnología: oxígeno, hidrógeno y carbono”.

¿Cómo sería la primera expedición? 

“La primera misión es probable que no llegue allí para quedarse, sino que sea de ida y vuelta. Se enviaría una misión con una pequeña infraestructura para que, con los elementos locales que encuentre allí, fabrique, por ejemplo, el oxígeno, entre otras muchas cosas, y que cuando esté todo un poco desplegado y se compruebe que todo funciona, se puedan enviar tripulaciones con pasajeros”. Una misión de superexpertos.

¿Y las siguientes? 

“Ya no sería necesario el mejor superespecialista del mundo en un ámbito, sino gente normal y corriente que desease ir allí porque les sale de dentro. Ir a Marte sería una opción de vida. Ya no irían a explorar, sino que es una elección personal porque ofrece un tipo de vida distinto, un Estado del bienestar distinto, una organización social distinta... y esto hay que diseñarlo al mismo tiempo que diseñas las tuberías. Tienes que diseñar un sistema legal, social y político que favorezca que la gente encuentre atractivo y motivador vivir en Marte”.


Matt Damon interpreta en ‘The martian’ a un científico que se las tiene que ingeniar para sobrevivir en un planeta que no pone las cosas fáciles


‘The Martian’, una película realista

Cuando le preguntan a Guillem Anglada-Escudé que recomiende alguna película que ayude a entender cómo sería una primera misión a Marte, siempre cita ‘The martian’, la cinta dirigida por Ridley Scott, interpretada por Matt Damon en el papel de Mark Watney, un ingeniero mecánico y botánico que se las tiene que ingeniar para sobrevivir solo en el planeta y producir su propio alimento: “A pesar de que en el filme se dramatiza todo, es buena la idea de que Marte no es tan distinto. El ambiente es hostil, pero no mata inmediatamente, no es la superficie del Sol, donde te vaporizas, o la de Venus, que es terrible. Marte es un lugar en el que, con un poco de la ciencia que ya conocemos y la experiencia sobre el terreno, nos podríamos desarrollar”. Al científico le encantaría ir a Marte, “no en la primer misión, sino cuando ya esté desarrollado, para integrarme en una comunidad nueva, con gente que quiere vivir de forma distinta y tiene el pensamiento positivo de trabajar todos juntos para crear algo nuevo”

¿Un mundo utópico? 

Algo de utopía hay en este viaje, que duraría unos 250 días. El proyecto coordinado por Anglada-Escudé también ha planificado la organización de la sociedad marciana. Se trataría, para compararlo con lo conocido en la Tierra, de “establecer un sistema fuerte de Estado de bienestar, pero que tenga incentivos para la iniciativa privada. Y no pienso en la empresa que quiera depredar, sino que puedas abrir un restaurante, o una escuela de música...”. Permitir la existencia de pequeñas y medianas empresas. “Cuando incorporas a una persona a la ciudad, tiene que tener garantizado el oxígeno, el agua, el alimento, la energía, la vivienda y la educación y la sanidad pública. Lo único que tendría que hacer es trabajar unas horas a la semana para la ciudad Estado o la comunidad, y el resto del tiempo... para hacer lo que quisiera”.

¿Habría dinero? 

“Cuando te incorporas a la ciudad, recibes acciones de esa ciudad. Cuando la ciudad crea excedente, se crea una moneda porque se ha generado valor, y esta moneda se reparte según las acciones que tenga cada uno. Siempre habrá unas acciones mínimas, pero también te puedes vender las sobrantes o, con las monedas obtenidas por el excedente, comprarle al Estado un terreno para crear un huerto o construir entre unos cuantos un campo de baloncesto”. El plan es crear un equilibrio entre lo comunitario y lo privado. “Es este mecanismo híbrido, que garantiza el Estado de bienestar, el que permitiría la existencia de un sentido de comunidad. Porque tú perteneces a la ciudad, pero la ciudad también te pertenece, porque tienes acciones de ella y te permite desarrollarte de forma privada”. Todo ello con el objetivo de romper la centralización: “Esta simbiosis facilitaría, sin tener que imponerlo, que, localmente, la economía o la cultura se desarrollen de forma autóc­to­na, sin necesidad de planificación”.


La trilogía marciana creada por el prestigioso Kim Stanley Robinson y editada por Minotauro 


Una trilogía muy influyente

Guillem Anglada-Escudé admite que la trilogía sobre Marte (Red Mars, Green Mars y Blue Mars), creada por Kim Stanley Robinson, le ha influido poderosamente. Los tres libros están considerados una de las obras cumbres de la ciencia ficción, escritas por un autor de culto en este campo. La colonización se inicia en 2026 (no estamos tan lejos) y lo fundamental de esta trilogía es que aborda el proceso de “terraformación” del planeta en los aspectos sociales, políticos, económicos, con sus derivaciones por la lucha por el poder, sin olvidar los efectos psicológicos y la importancia de las cuestiones científicas y tecnológicas, tan necesarias y, a la vez, tan influyentes en la vida marciana. “Stanley Robinson aborda cómo, a lo largo de tres o cuatro siglos, se construye y reconstruye la vida en Marte para que acabe teniendo un ambiente parecido al de la Tierra y no tengas que vivir encerrado. Pero es muy geopolítico. Aquí no hay aventuras al estilo Star Wars. Habla de modelos sociales, políticos, y geopolíticos, de países participantes... Da mucha importancia a la parte más humana, pero no es una visión romántica extraña, sino que hace un ejercicio de ciencia-extrapolación muy interesante.”

¿Y de dónde surgirían los materiales para construir la ciudad? 

Para los legos, es uno de los principales misterios. No tanto para Anglada-Escudé ni para el equipo que planificó este asalto al planeta rojo. “En Marte, la economía de materiales tendría que basarse en una variedad limitada para que todo sea altamente reutilizable. El metal de trabajo, por ejemplo, podría ser el hierro y el acero. El hierro se extrae de minerales ricos en óxido de hierro, a través de un método que necesita hidrógeno, en un proceso llamado reducción térmica por hidrógeno, que no necesita carbón como acostumbramos a hacer en la Tierra. Sería como sigue: el hidrógeno se obtiene a partir de la electrolisis del agua, usando electricidad obtenida con energía solar, la electrolisis crea H2 y O2. El H2 se pone en contacto con el mineral rico en óxido de hierro a alta temperatura, se combina con el oxígeno del mineral y queda el metal hierro, que se puede separar magnéticamente. Todo muy limpio y simple”, remata. Y con procesos parecidos se obtendrán otros materiales: fuel, metanol, plásticos de alta calidad y dureza, materia orgánica, fibras...

Autosuficiencia. 

“En el estudio evaluamos si es factible que con los elementos locales que hay en Marte se pueda desarrollar una ciudad, una infraestructura, pero no solo para ir tirando, para subsistir, sino con unos mínimos estándares vitales. Y, lo que es más importante, que esa infraestructura sea capaz de automanufacturar todas sus partes”. 

¿Y puede ser? 

“En principio, sí”, asegura el astrofísico. “Si tienes energía puedes hacer prácticamente lo que quieras”, precisa.


No está aún claro cuánta gente podría habitar Nüwa en un primer paso colonizador, aunque se calcula que podría estar entre un mínimo de 100 y un máximo de 10.000 habitantes. (Abiboo)


¿De dónde se obtiene la energía? 

“De la energía solar, la más obvia, y de la nuclear, aunque en este caso es un tema no resuelto por cuestiones medioambientales”, explica Anglada-Escudé. “Sería suficiente con unos pequeños reactores nucleares, como los que ya tienen algunos barcos, para asegurar una fuente de energía constante, que no te deje en la estacada, pero la infraestructura y la potencia energética deberían venir mayoritariamente de la energía solar, que es la más abundante”.

La Tierra y Marte se ayudan entre sí. 

Anglada-Escudé afirma haber aprendido mucho en este estudio sobre las muchas cosas que se hacen mal en la Tierra. Algunas ya las conocía y otras no eran tan evidentes. “Aquí en la Tierra se abusa mucho del carbono, del petróleo y del carbón, y se hace servir demasiado, no solo para producir energía, sino en los procesos químicos. Allí se tendrán que utilizar otros procesos, que ya se están desarrollando aquí, en el intento de transformar la economía en economía verde. Hay cantidad de cosas que en Marte haremos de otra forma, pero que se podrían emplear ya aquí, en la Tierra, de forma más generalizada, y no se hace por una cuestión económica”. El planeta sufre, y los efectos del cambio climático son contundentes. Desde este punto de vista, planificar un viaje a Marte ayuda a hacer más próximos, en la Tierra, procesos mucho más limpios, que en el planeta rojo serán ineludibles. “Al final, llegas a la conclusión de que lo que necesitas para la ciudad marciana es, idealmente, lo que tendrías que estar haciendo aquí en la Tierra para no abusar del planeta, para que la huella de carbono sea neutra... En Marte o en la Luna o donde sea, fuera de la Tierra, estás forzado a aplicar estos principios de sostenibilidad y de economía circular, desde cero”.


Las viviendas de Nüwa están ubicadas en las paredes de un acantilado, para protegerlas de la dureza del clima (Abiboo)


Un grupo de prueba en la Tierra. 

Para el astrofísico, el viaje a Marte “ya no es ciencia ficción, sino una cuestión de querer hacerlo o no. Hemos hecho los cálculos y hemos visto que la parte matemática sale, que la parte científica sale, que los recursos salen y que, en principio, puede funcionar”. 

¿Qué falta? 

Probarlo aquí, en la Tierra. “En ciencia y tecnología, hasta que no lo haces, no vale”. El paso siguiente es crear una base terrestre, donde un grupo de unas diez personas “pueda experimentar y ver si es sostenible su base y no solo eso, sino si es capaz de construirse todas sus partes en un ciclo cerrado. Y que al cabo de cuatro o cinco años, donde había una base, haya dos, y en lugar de diez personas vivan 20... Si funciona, ese será otro punto de inflexión”.

Marte no es el plan(eta) 

B. Anglada-Escudé lo tiene claro. Los problemas que hay en la Tierra deben solucionarse aquí, antes de que se haga imposible o irrespirable la existencia. “Estamos hablando de Nüwa, una ciudad que puede desarrollarse por sí misma, pero que, como mucho, al cabo de cien años podría tener un millón de habitantes. Un millón de personas no soluciona ningún problema, respecto a la población, en la Tierra”. Para el científico, “se trata más de integrar Marte, el espacio, a la Tierra, que de marchar de la Tierra al espacio. La economía del espacio puede contribuir con muchos recursos, como producir energía desde el espacio, para que revierta en la Tierra”.


Una recreación de cómo pueden ser los módulos de producción agrícola en Nüwa (Abiboo)


Hacia una agricultura distinta

Uno de los aspectos que más sorprendieron a Anglada-Escudé fue la cantidad de espacio que necesitamos en la Tierra para producir el alimento agrícola necesario para una persona: entre 0,5 y 1 hectárea, es decir, entre 5.000 y 10.000 metros cuadrados. “Cuando haces el proyecto de ingeniería en Marte, te sale que para producir los alimentos de una persona, con 100 metros cuadrados tienes suficiente. Eso significa que estamos sobreexplotando, abusando de la superficie de nuestro planeta, porque la agricultura, tal y como está organizada es una forma muy poco eficiente de transformar la energía en alimento. Que en Marte sea posible con menos espacio es un mensaje de esperanza porque quiere decir que, con tecnología y diseñando las cosas bien, podríamos recuperar casi toda la superficie de nuestro planeta para devolverlo a su estado original y seguir viviendo todos sin problemas. Ahora mismo, en la Tierra, ya estamos utilizando la mitad de la superficie útil para cultivar”.

Grupos reducidos. 

Otra duda es saber cuánta gente hay que enviar, una vez la primera misión ha dejado una base con garantías. Los estudios sobre las sociedades tribales dan una pista, pero... “Sabemos que en estas comunidades con unos centenares de individuos es suficiente, porque en la Tierra muchas cosas te vienen dadas: el aire, el agua, la tierra, los frutos... pero fuera de la Tierra no está tan claro. Más grande que cien personas y más pequeño, quizás, que 10.000”. En todo caso, habitarán viviendas que en Nüwa estarán en el interior de las rocas de un acantilado. No podrán salir jamás de este espacio, que será amplio, para evitar la sensación claustrofóbica. “Los humanos tendrán que habitar dentro de receptáculos o ambientes presurizados, pero no serán pequeños, como pasa en la Antártida, porque si quieres desplegar una civilización todo se construirá mucho más grande”.



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