lunes, 3 de julio de 2023

Habla el responsable del reactor RA-10, que pondra a Argentina entre los grandes exportadores de radioisotopos




En 1958, la Argentina inauguró el primer reactor de investigación de América Latina. En una carrera épica que ubicó al país entre los estados nucleares más avanzados de la época, el RA-1 fue construido con tecnología propia por especialistas locales, y unas 80 empresas argentinas proveedoras de componentes metalúrgicos y electromecánicos.

A 65 años de aquel hito, la Comisión Nacional de Energía Atómica avanza en la construcción de su sexto reactor: el RA-10, que previsiblemente nos pondrá bastantes años como el mayor proveedor mundial de radioisótopos médicos, y volverá al Centro Atómico Ezeiza un foro regional de la investigación en ciencias básicas, de la salud y en el avance tecnológico de la industria nuclear.

Habrá muchos tesistas e investigadores de países hispanoparlantes y/o regionales, que es el modo de promover la futura venta de equipos nucleares argentinos cuando estos visitantes llegan a posiciones de responsabilidad en sus países de origen. Y como sus antecesores desde el RA-1 en más, el RA-10 será una planta muy segura.

“Muy pocos países tienen la capacidad de diseñar y construir un reactor como el RA-10 y el nuestro es uno de ellos”, sostiene el gerente del proyecto Ing. Nuclear Herman Blaumann, impulsor del proyecto desde sus orígenes.

Blaumann dice que la obra civil del edificio estará terminada en tres meses, mientras la construcción del reactor en sí finalizará en 2024. A partir de ese momento se realizarán pruebas preliminares y la puesta en marcha. Se espera que el RA-10 esté operativo en 2025.


Herman Blauman es docente en el Instituto Balseiro y lidera la gerencia del Proyecto RA-10 de la CNEA.


La obra civil del RA-10 es realizada por la contratista GCDI, mientras que INVAP se ocupa de la provisión de suministros, componentes y el montaje del reactor. “La CNEA provee lo que es esencialmente nuclear, es decir el combustible, la instrumentación y el sistema de protección del reactor. Pero además participan más de 80 empresas nacionales, muchas de ellas PyMEs, que le dan trabajo directo a más de 1500 personas”, precisa Blaumann. También destaca que, desde el comienzo del proyecto, en 2010, la CNEA trabaja en la formación del personal que operará el futuro reactor.

– ¿Por qué se decidió construir un nuevo reactor de producción de radioisótopos y con una capacidad tan grande?

– En el año 1985 surgió la iniciativa de construir en Córdoba el Reactor RA-9 para la producción de radioisótopos, pero todo quedó en la piedra fundamental. En 2006, la idea tomó impulso con el resurgimiento del plan nuclear; y en el año 2010, se tomó la decisión política de avanzar en la construcción de un nuevo reactor experimental multipropósito. Una instalación de clase mundial, estratégica en lo local por su capacidad de impulsar la producción, la industria y la investigación, pero también porque permitiría aprovechar una oportunidad a nivel mundial.

– ¿Cómo se logró sostener el proyecto a pesar de los cambios de gobierno?

– La firma de los contratos para su construcción fue en 2016. Efectivamente, el proyecto tuvo continuidad a lo largo de los años, más allá de algunos problemas presupuestarios que nos obligaron a parar la obra durante dos meses en 2019 y de la pandemia, que causó otra pausa obligada de cuatro meses. Hoy el avance del proyecto global es del 80%, con una inversión del Estado Nacional de 300 millones de dólares.

– El RA-10 se basa en el reactor OPAL, que la Argentina le vendió a Australia y tiene 30 MW de potencia. Pero este nuevo reactor va a tener un 50% más de potencia. ¿Qué posibilidades aportará esta mejora?

– El RA-10 toma como referencia al OPAL, pero cada diseño de un reactor es diferente. En particular, la potencia se calcula en función de las aplicaciones que va a ofrecer. Se prevé que el RA-10 sea utilizado para objetivos que el OPAL no tiene, como la irradiación de materiales y de barras y elementos combustibles. Estas aplicaciones demandan una mayor potencia y por lo tanto un diseño de núcleo diferente, con su sistema de refrigeración asociado, y también con otros parámetros. Además, requiere innovaciones en el sistema de protección del reactor, que en este caso es de diseño propio.

– ¿Qué usos se le darán al reactor RA-10?

– Para empezar, va a asegurar nuestra demanda de radioisótopos a futuro, pero también la inserción de la Argentina en el mercado mundial, en particular con un radioisótopo muy utilizado, que es el molibdeno, del cual se obtiene el tecnecio. Este último se usa muchísimo en medicina nuclear, por ejemplo, en estudios muy corrientes, como los centellogramas utilizando una cámara gamma. Actualmente, el molibdeno se produce en el RA-3, pero en el RA-10 vamos a tener la capacidad de cubrir el 20% de la demanda del mercado mundial de ese radioisótopo. También se podrán producir otros radioisótopos que hoy no se hacen en el país y que están siendo muy utilizados en el mundo, como el lutecio, que se aplica para tratar el cáncer de próstata y otras patologías.

– ¿De qué manera puede contribuir a posicionar a la Argentina como exportadora de radioisótopos la salida de servicio de varios reactores de producción en el mundo?

– Para la Argentina, eso representa una oportunidad. Ya ha salido de servicio un reactor de Canadá (el NRU) que consolidaba a ese país como el principal productor mundial de radioisótopos. Para suplirlo, intentaron poner en marcha otros dos (los MAPLE), pero no pudieron. En la próxima década está agendado que salgan de servicio reactores en Bélgica, Holanda y la República Checa, que actualmente cubren un alto porcentaje de la demanda mundial. Si bien hay proyectos en marcha, los que estamos más cerca de estar listos para producir somos nosotros con el RA-10. Obviamente, exportar es un desafío enorme que no depende solamente de la capacidad de producir, sino del desarrollo de una logística y de un plan, con un modelo de negocios asociado.

– ¿Qué otro insumo se podrá producir en el RA-10?

– Se van a poder producir aproximadamente 80 toneladas anuales de silicio dopado a través de la exposición a los neutrones. Este semiconductor tiene características muy aptas para el uso en electrónica de alta potencia. La demanda actual es de 300 toneladas año, pero se espera que rápidamente crezca a 3.000 toneladas. La exportación de este insumo significa una oportunidad de negocios para la Argentina, con un ingreso aproximado de 10 millones de dólares por año.

– ¿Qué usos tendrá el RA-10 para la ciencia y la industria?

– Como parte de sus usos industriales, el RA-10 va a tener instalaciones para calificar los combustibles que la Argentina fabrica para reactores tanto de potencia como experimentales. Actualmente, hay que ensayarlos y calificarlos en en el exterior, y algunas de esas instalaciones han ido cerrando. Por eso, es una ventaja comparativa importante poder hacer esto en nuestro país. Por otra parte, el RA-10 va a ofrecer nuevas herramientas para la investigación básica en materia condensada, bioquímica y estructura molecular y para el desarrollo tecnológico.

– ¿Con qué instalaciones va a contar el reactor?

– Alrededor del RA-10 se va a desarrollar un conjunto de instalaciones. Una es la planta de procesamiento de radioisótopos de fisión. También va a estar el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN), orientado a la explotación de los haces de neutrones que se originan en el núcleo del reactor para la ciencia y la tecnología. El plan es que cuente con 14 instrumentos, incluyendo dos de diseño propio, un neutrógrafo y un difractómetro. Además, va a haber un laboratorio de ensayo de materiales para estudiar su comportamiento bajo irradiación. Esto incluye las barras y placas de elementos combustibles, pero también materiales estructurales pensados para reactores nucleares de cuarta generación.

– El RA-10 recoge más de 60 años de evolución de la tecnología nuclear argentina. ¿Cuáles son los hitos fundamentales de esa evolución?

– Hay una continuidad que ha dado lugar a una evolución de nuestro país en el manejo de la tecnología nuclear a lo largo de más de seis décadas. Sin ser exhaustivo, hace poco celebrábamos los 65 años del RA-1, el primer reactor experimental de América Latina. En 1967 fue inaugurado el RA-3 y después comenzó la construcción de las centrales nucleares de Atucha y de Embalse. En 1982 se terminó de construir el RA-6, ubicado en el Centro Atómico Bariloche, en aquel momento para consolidar la recién iniciada carrera de Ingeniería Nuclear (del Instituto Balseiro, de la CNEA). A partir de allí comenzaron las exportaciones a Perú, Argelia, Egipto, Australia y Arabia Saudita. Todo este camino nos convierte en referentes a nivel mundial, por lo menos en lo que hace a reactores experimentales. Y, de alguna manera, nos conduce hasta la posibilidad de construir un reactor como el RA-10 en nuestro país.



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