miércoles, 4 de diciembre de 2024

Aviones de hasta 19 plazas para conectar la extensa Argentina. Polémica en AgendAR
por Andy Ferreyra




Se pretende fomentar conexiones áéreas entre las distintas provincias argentinas mediante la simplificación de los procedimientos de autorización para aeronaves con capacidad de hasta 19 pasajeros. La medida desregulatoria, que busca diversificar el mercado aerocomercial y mejorar la conectividad, es celebrada en el sector, pero un exdirector de Aerolíneas Argentinas advirtió que se trata de “un invento”.

La nueva normativa permitirá a las empresas gestionar con mayor rapidez la autorización para operar vuelos no regulares, tanto nacionales como internacionales, destinados al transporte de pasajeros y carga. Según un comunicado de la Secretaría de Transporte, la medida también apunta a fortalecer las economías regionales al ofrecer nuevas alternativas de conectividad aérea.



En diálogo con Punto y aparte (90.7 Punto a Punto Radio), Jorge Molina, especialista en aeronáutica y exdirector de la compañía de bandera nacional, reconoció que desregular y agilizar trámites es un paso necesario para eliminar trabas burocráticas, pero advirtió que el mercado argentino carece actualmente de la infraestructura y demanda necesarias para sustentar vuelos con aeronaves pequeñas.

“En Argentina no existe todavía el mercado para este tipo de vuelos para abastecer rutas aéreas no frecuentes en el interior. Las empresas que existen hoy en Argentina son de taxis aéreos, de vuelos no regulares. Pasar a la regularidad de vuelos se dará con la eficiencia económica con la que cuenten las empresas al final del día”, explicó.

El experto indicó que la infraestructura aeroportuaria del país presenta limitaciones, con muchos aeropuertos que no operan las 24 horas ni cuentan con la tecnología necesaria para este tipo de operaciones.

La medida gubernamental llega en un contexto en el que el transporte aéreo en Argentina tiene alto potencial de expansión, estimado en un crecimiento de hasta tres veces el número actual de pasajeros, según Molina. No obstante, el experto advirtió: “Volar es caro y necesitamos de inversiones y, con cepo, ninguna empresa extranjera vendrá a invertir sin poder llevarse las ganancias”.

Aviones de pequeño porte

Molina indicó que las aeronaves de hasta 19 pasajeros “no hay muchas en el mundo” y, además, “son caras operativamente”. “En los países de la región no hay empresas aéreas con aviones de esta capacidad. Estamos tratando de inventar algo que no existe en esta parte del planeta”, sostuvo.

Y agregó: “En Alaska, por ejemplo, que es un lugar donde sí hay estos aviones, el gobierno de Estados Unidos apoya fuertemente con subsidios porque de lo contrario no llegaría ninguna aeronave a ese punto”.

Además, el asesor de empresas aéreas señaló que “la parte operativa, el mantenimiento, el personal, todo eso lo hace inoperativo a un avión de estas características” en los términos que pretende el gobierno nacional.

“Estas aeronaves tienen muy poca capacidad de carga. Por lo tanto, si alguien viniera de Villa Dolores a Córdoba, no podría volver con las compras, valijas, cajas o bolsas a su localidad”, finalizó.

Comentario de AgendAR: por Daniel E. Arias

La historia se puede contar al revés de cómo la narra Molina. Cuando EMBRAER era una firma insignificante de Sao Paulo, en 1965, diseñó un transporte biturbohélice de cabotaje liviano para 21 pasajeros, el EMB 110 Bandeirante. Era casi idéntico al Guaraní 2, de nuestra Fábrica Militar de Aviones.

Pero es difícil imaginar dos destinos tan diferentes para dos aeronaves tan parecidas. Citando del historiador Carlos Ay, de Gaceta Aeronáutica, «…los méritos del modelo incluyen haber sido el primer diseño sudamericano en cruzar en vuelo el Océano Atlántico rumbo a Europa (1965) y atravesar el Estrecho de Drake para sobrevolar la Antártida (1968), ser el único modelo nacional en realizar vuelos regulares de transporte aéreo comercial (1973-1994), haber prestado servicio en operaciones de transporte, aerofotografía y calibración de radioayudas para las fuerzas armadas argentinas (1966-2007) y atender necesidades de transporte aéreo en organismos públicos federales y provinciales (1971-1994)». Nada menos, pero nada más.

EMBRAER, en aquel momento propiedad de la Fuerza Aérea Brasileña, más que dedicar el Bandeirante como avión militar de enlace entre sus bases aéreas, o como patrullero, o a vegetar en el poco cabotaje civil que permitía el escaso desarrollo de los aeródromos municipales brasucas, apostó a fabricarlo en series grandes y salió a venderlo al mundo. Ojo, el Guaraní era algo mejor que el Bandeirante en asuntos como velocidad crucero, pero a fecha de 1990 EMBRAER había ubicado más de 500 en aeronáuticas militares europeas de todos los continentes, y fundamentalmente, los muchos operadores privados de corta distancia.

En 2020 todavía volaban 39 Bandeirantes en propiedad de 15 aerolíneas chicas. Y la que no era chica era EMBRAER. Hoy es la tercera constructora mundial de jets comerciales de alcance medio, y le saca mercado a Boeing en EEUU y a Airbus en Europa.

En contraste, la FMA (Fábrica Militar de Aviones) obedeció al mandato secreto que asumió la Fuerza Aérea Argentina desde 1956: fabricar artesanalmente y no competir afuera. Se fabricaron 35 sólo Guaraní 2.

En 1990 se repitió la misma «hazaña»: el CBA Vector, desarrollado en conjunto por FMA con EMBRAER, fue dado de baja por Carlos Menem y Fernando Collor de Melo, el Menem brasileño, con tres prototipos volando, y más de 200 memorandos de intención de compra. En aquel año, fue la máquina biturbohélice más avanzada y rápida del mundo para cabotaje liviano.

EMBRAER, sin embargo, no perdió los U$ 600 millones que había invertido en el proyecto. Aprovechó el fuselaje y la aviónica del CBA Vector para su primer jet de cabotaje, y apoyándose en ese peldaño, se volvió lo que es hoy. Pero antes de eso, y por agachadas y furcios parecidos, Collor fue expulsado de la presidencia de Brasil. Menem no, y tanto sobrevivió como presidente que tuvo tiempo de regalarle la FMA a Lockheed.

Con estos antecedentes aeronáuticos, es inevitable que un CEO como Molina crea que el biturbo de cabotaje argentino deba a) ser importado, b) esperar a que los aeródromos de pista de pasto o de tierra sean pavimentados y dotados de torre de control, radar y balizas electrónicas para operar con niebla, lluvia, de noche, o todo junto.

Obviamente, es el momento en que Molina cuela el mantra libertario de que esto sólo se hará con plata venida de afuera, que acudirá a la lid no bien se levante el cepo cambiario.

La mala memoria de Molina, quizás por exceso de juventud o de vejez, lo ignoro, le hacen olvidar que el día mismo que el presidente argentino Raúl Alfonsín retiró el cepo cambiario, la alegre muchachada de mesadineristas, cueveros y banqueros de la City porteña secó la plaza de dólares y desató la primera hiperinflación argentina del siglo XX. No llegaron dólares, más bien se fugaron a lo bestia, y más afuera que a los colchones.

Obviamente, esto se llevó puesto al gobierno de Alfonsín.

A veces el mundo funciona exactamente al revés de lo que opinan, al menos públicamente, los CEOs. Y si se trata de colgar mi mantra, ahí les va: la infraestructura aeronáutica de la Argentina la construyó el estado nacional, creador, propulsor y propietario también de sus dos líneas principales: Aerolíneas y LADE.

La última conectó siempre las ciudades patagónicas no sólo con la Capital, sino entre sí. En su apogeo, LADE llegó a operar hasta 30 destinos en Argentina, incluyendo las islas Malvinas entre 1972 y 1982.

Llegó a tener aviones intercontinentales (éste es un país grande) como el Boeing 707, pero su trabajo principal de aerolínea «de fomento» lo ejercía con una flota de jets pequeños, los Fokker 28, y biturbohélice Fokker 28. Pero para donde las pistas muy cortas o muy malas, (Río Senguer, Río Mayo, El Maitén, Río Turbio) LADE llegaba con sus Twin Otter, biturbos lentos pero excepcionalmente robustos, y si además las cargas eran pesadas, con Hércules, y cuando directamente no había pista alguna, LADE usó hidroaviones (en Malvinas, en 1971).

«Fomento» significa que el estado asume pérdida operativa para que las ciudades de zonas despobladas prosperen, y en el caso de los 750.000 km2 de provincias patagónicas, para no perderlas por despoblamiento. Si este trabajo no lo hace el estado nacional, no lo hace nadie. La iniciativa privada argentina siempre estuvo bastante privada de iniciativa.

LADE la cerró Menem, sorpresa. Reabrió en tiempos de NK y fue recuperándose y reequipándose lentamente de flota, y retomando destinos. Estaba por iniciar vuelos turísticos a la Antártida. Pero la hizo desaparecer Macri, sorpresa.

Que no me venga Molina a decir que el cabotaje no existe en esta parte del mundo. Justo en este país, además.



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