Finalmente, Israel atacó Irán y se desató una tormenta de consecuencias poco predecibles
por Gonzalo Fiore Viani
El conflicto entre Israel e Irán ha dejado de ser una cuestión de sombras, amenazas veladas y ciberataques quirúrgicos. Lo que alguna vez fue una guerra fría regional con epicentro en Medio Oriente, se ha transformado en un enfrentamiento directo de consecuencias imprevisibles.
Lo que comenzó como una ofensiva aérea israelí sobre instalaciones nucleares iraníes terminó de confirmar lo que muchos analistas temían: la región se desliza peligrosamente hacia una guerra de mayor escala.
Donald Trump, con la desfachatez que lo caracteriza, declaró que el ataque israelí contra Irán es “excelente para el mercado”. Según su lógica, la destrucción de capacidades nucleares iraníes estabiliza la economía global. Es decir, para el expresidente norteamericano, un ataque aéreo que ha dejado decenas de muertos y activado sirenas en Galilea es una especie de festival bursátil.
La afirmación no solo trivializa una situación bélica de extrema gravedad, sino que también confirma la visión instrumental que Trump tiene del mundo: si los números verdes en Wall Street justifican la guerra, entonces la guerra es bienvenida.
Trump confirmó, además, que su equipo estaba al tanto de los planes israelíes y que mantuvo conversaciones con Benjamin Netanyahu. Si bien el secretario de Estado Marco Rubio negó cualquier participación directa de Estados Unidos en la operación, resulta difícil creer que un ataque de esta envergadura haya sido ejecutado sin, al menos, una venia tácita de Washington.
Irán, por su parte, respondió, por ahora, con dureza verbal. El canciller Abbas Araghchi calificó el bombardeo como una “agresión temeraria” y exigió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. En su carta, acusó a Israel de ser el “régimen más terrorista del mundo” y prometió represalias “decisivas y proporcionales”.
Si las amenazas se traducen en acción, el escenario es de máxima tensión: un conflicto directo que ya involucra no solo drones y misiles, sino también a actores internacionales que podrían ser arrastrados hacia un nuevo abismo regional.
Vali Nasr, exasesor del Departamento de Estado, advirtió que Irán “no tiene opción” más que responder para evitar perder credibilidad. Según su análisis, el ataque no solo aleja las posibilidades de una negociación diplomática, sino que sienta las bases para una guerra de desgaste, larga, imprevisible y con efectos colaterales incalculables. En este sentido, la estrategia de Trump podría terminar fracasando del mismo modo que fracasó su “máxima presión” en 2019: provocando más confrontación y menos diplomacia.
En las horas posteriores al ataque, los mercados energéticos reaccionaron con nerviosismo. El precio del petróleo se disparó casi un 9%, la suba más importante desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. No se trata de una simple reacción especulativa: el temor real es que la respuesta iraní afecte el tránsito por el estrecho de Ormuz, por donde circula más del 20% del petróleo mundial.
Un cierre parcial o total de esa ruta equivaldría a una sacudida global que podría llevar el precio del crudo por encima de los 100 dólares. Para Trump, que intenta vender una narrativa de recuperación económica, este escenario es una pesadilla política. Para Irán, sin embargo, podría ser una herramienta de presión en su arsenal asimétrico.
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