Casi 40 años después de que fueran subrepticiamente grabadas, las cintas de Nixon siguen siendo un regalo a la espera de ser entregado a historiadores y a estudiantes de historia. El sistema de grabación se hizo conocido por la infame conversación sobre el escándalo de Watergate, cuando fueron descubiertas y llevaron a la renuncia de Richard Nixon, ante un inevitable impeachment (juicio político).
Pero las grabaciones de Nixon, 3.700 horas de conversaciones que mayoritariamente tuvieron lugar en el Salón Oval durante un periodo de 883 días, entre febrero de 1971 y mediados de julio de 1973, también corresponden a la mayor parte del tiempo en que Salvador Allende fue el Presidente de Chile constitucionalmente electo. Y capturaron las voces sin maquillaje, a veces histriónicas, de un presidente imperialista y sus más altos asesores refiriéndose a Allende como “hijo de puta”, discutiendo cómo “patear su trasero” y “remover” a Allende.
Esta semana, en Estados Unidos un grupo de historiadores y ex funcionarios del Departamento de Estado, conocido como nixontapes.org, publicó casi 100 páginas de transcripciones y enlaces a audios reales de Nixon, Kissinger, el secretario del Tesoro John Connally y otros altos funcionarios discutiendo sobre Chile. Las grabaciones y transcripciones nos permiten convertirnos en una mosca en el muro que escucha a los más poderosos funcionarios del país más poderosos del mundo discutir qué hacer con un pequeño país de América Latina que desafiaba la hegemonía política y económica de Estados Unidos. A pesar de que todas las referencias a las intervenciones encubiertas que llevaba a cabo la CIA para desestabilizar a Allende permanecen clasificadas (y borradas de las grabaciones) las discusiones que ahora pueden escucharse son un ejemplo de la mentalidad imperialista del Presidente y sus hombres.
El problema de la expropiación
De acuerdo a las transcripciones de las cintas, nada parece haber molestado tanto a Richard Nixon como la decisión del gobierno de Allende de iniciar la nacionalización de las empresas estadounidenses que habían dominado la economía chilena por décadas. Nixon creía que la respuesta de Estados Unidos debía ser cortar a Chile todos los créditos bilaterales, incluyendo los préstamos bancarios para exportaciones e importaciones, bloquear los créditos multilaterales y evitar que Chile renegociara su deuda externa. “Quiero que sepas”, le dijo Nixon a Kissinger, “que no quiero hacer nada por Chile. Nada”.
El Departamento de Estado, que era más sensible a las leyes internacionales y a las obligaciones de Estados Unidos con los organismos multilaterales, no estuvo de acuerdo. Pero Nixon encontró un fuerte aliado en su conservador secretario del Tesoro John Connally, quien le dijo que si Washington no se paraba frente a Allende, otros países de América Latina empezarían a nacionalizar negocios estadounidenses. La posición de Connally, le dijo Nixon a Kissinger en una reunión del 11 de junio de 1971, era que “el efecto en el resto de Latinoamérica, sin importar lo que escuchemos desde el Departamento de Estado y el resto, va a ser malo para nosotros, dejar de molestar a los chilenos y ser tan delicado con ellos”. Adicionalmente, continuó Nixon, “en lo que a la opinión pública americana concierne, los americanos mueren de ganas de que golpeemos a alguien en el trasero”.
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Fuente: MDZ Online
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