Tiroteos en Nueva Zelanda: "Un énfasis excesivo en la posibilidad de ataques yihadistas hizo perder de vista la amenaza de la extrema derecha"
El ataque contra las mezquitas en Christchurch tomó a las autoridades por sorpresa.
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La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, empezó así su comparecencia sobre los tiroteos que dejaron al menos 50 muertos en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch este viernes.
"Esta es gente que yo describiría como gente con posiciones extremistas", dijo luego sobre los tres sospechosos que fueron capturados poco después de los hechos (un cuarto fue liberado).
En su intervención, Ardern informó que el Grupo Conjunto de Inteligencia había sido desplegado y que la policía dedicaba "todos sus recursos a la situación".
Pero la pregunta que muchos se hacen es cómo es posible que un ataque tan "bien planeado" haya sorprendido tanto a los servicios de inteligencia neozelandeses.
La BBC se lo preguntó a Paul Buchanan, director de Paralelo 36, una consultora especializada en estrategias y análisis de riesgos geoestratégicos basada en la ciudad neozelandesa de Auckland, quien en el pasado también se ha desempeñado como consultor para varios servicios de inteligencia estadounidenses.
Para Paul Buchanan, el énfasis excesivo en posibles amenazas yihadistas llevó a menospreciar los peligros de los grupos violentos de extrema derecha.
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Alguien falló, y puede que haya ocurrido por razones políticas. El problema es que a partir del 11-S los servicios de inteligencia aquí en Nueva Zelanda se enfocaron casi exclusivamente en tratar de identificar y prevenir la amenaza de extremistas islámicos locales, de yihadistas, y lo hicieron en detrimento de otras posibles amenazas, las que abundan, a pesar de la reputación de Nueva Zelanda como un país pacífico.
Específicamente, parece que se minimizaron las amenazas planteadas por los grupos de supremacistas blancos violentos, los que son bastante bien conocidos en la zona de Christchurch y tienen un historial de actos de violencia contra las comunidades inmigrantes.
Por lo general, se trata de violencia callejera, puñetazos, patadas, tal vez el uso de instrumentos contundentes, pero hay un historial de neonazis y cabezas rapadas que descargan sus frustraciones contra la gente de color de Christchurch y parecen concentrarse ahí.
La primera ministra dijo que la seguridad no puede diferenciar entre amenazas, extremismos e ideologías. ¿Siente que en realidad no se estaban fijando en todas las posibles amenazas?
No. Dado lo limitado de los recursos, incluso para los servicios de inteligencia de Nueva Zelanda, han tenido que priorizar en la evaluación de las potenciales amenazas. Y no solo hay que evaluar la amenaza de quienes utilizan un lenguaje de odio o que incita a la violencia, sino sobre todo a la gente más propensa a actuar.
Pero yo diría que se puso el énfasis -y, en retrospectiva, un énfasis excesivo- en la posibilidad de ataques yihadistas y no en la posibilidad de que el extremismo de extrema derecha pudiera desembocar en violencia como esta.
La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, calificó los ataques de terrorismo.
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Y por eso es todavía más incomprensible que sabiendo que esos grupos existen, especialmente en Christchurch, nunca hayan entrado en el radar de las autoridades. O tal vez sí entraron y se subestimó el peligro que representaban para la comunidad, y en particular para la comunidad musulmana.
¿Piensa que no habría sido especialmente difícil darle seguimiento a la gente capaz de hacer eso?
Bueno, algunas dificultades seguramente habría habido, pero déjenme ponerlo así: tan solo minutos después de iniciado el ataque yo recibí el manifiesto de uno de los pistoleros y enlaces a su transmisión en vivo. Así que puede ver el horroroso espectáculo prácticamente en vivo.
Y lo que me horrorizó es que había estado profiriendo amenazas extremistas -no voy a decir en qué plataformas para no darles mayor visibilidad- y hablando públicamente de sus planes, subiendo fotos de cosas como cargadores de alta capacidad, y cientos de personas lo habían estado alentando. Y cuando transmitió la atrocidad en vivo, cientos de personas también lo estuvieron alentando.
Pero sí, algo falló en materia de vigilancia electrónica y en materia de vigilancia humana. Yo estoy más familiarizado con el lado humano que con el de las señales, pero digamos que en este caso ambas fallaron.
Los ataques generaron protestas en varias partes del mundo islámico.
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Y lo otro es un mensaje de esperanza: tal vez vamos a poder superar la islamofobia que también existe en abundancia en Nueva Zelanda y empezar a ver a los comités de refugiados con más empatía y compasión que lo que hemos hecho hasta la fecha.
Fuente: BBC Mundo
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