VENG revela nuevos detalles técnicos del motor MT-B y renueva el sueño espacial argentino

Argentina dio un paso estratégico hacia su independencia tecnológica en materia espacial. El desarrollo del motor MT-B, liderado por la empresa VENG en el marco del Programa ISCUL (Inyector Satelital para Cargas Útiles Livianas) de la CONAE, posiciona al país en el selecto grupo de naciones capaces de diseñar y fabricar sus propios sistemas de propulsión para cohetes orbitales.
El MT-B: un propulsor de vanguardia a la altura de los desarrollos internacionales
El motor argentino MT-B, capaz de generar 4,1 toneladas de empuje, está concebido bajo los principios del enfoque New Space: soluciones eficientes, económicamente viables y listas para integrarse tanto en misiones institucionales como comerciales.
“Diseñamos y fabricamos todas las partes del motor, incluidas las válvulas. Eso nos permite patentar componentes clave y dominar tecnologías críticas que destraban el desarrollo de un lanzador completo”, explicó Pablo Reimonte, responsable del área de Propulsores de VENG.
Uno de los pilares tecnológicos del MT-B es su alto grado de integración con fabricación aditiva. Muchas de sus piezas fueron impresas en 3D mediante técnicas de deposición metálica, lo que permite una producción más rápida, con menor desperdicio de material y acceso a aleaciones que tradicionalmente no estaban disponibles para países sin industria espacial consolidada.
VENG opera la impresora 3D de tecnología metálica más grande del país y una de las pocas en la región capaces de trabajar con materiales avanzados. “Aleaciones como la GR-Cop 42, que se usa en cámaras de combustión refrigeradas, antes no estaban disponibles comercialmente. Gracias a la impresión 3D ahora podemos utilizarlas y mejorar nuestras prestaciones”, detalló Reimonte.
Además, el MT-B incorpora válvulas electrónicas de accionamiento mecánico, lo que mejora la precisión del control de empuje y la respuesta del motor durante las distintas fases del vuelo.
Ensayos modulares y arquitectura a ciclo abierto
El MT-B utiliza una arquitectura de ciclo abierto, un esquema probado en la industria espacial global por su fiabilidad y simplicidad.
Durante los ensayos recientes del motor, se evaluó el encendido y el funcionamiento de sus válvulas, aunque la turbobomba aún no fue integrada. Esta metodología de pruebas progresivas permite validar cada subsistema de manera aislada, reduciendo complejidad y facilitando el análisis técnico.
El motor tiene una turbobomba muy compacta y aleaciones de última generación. El objetivo inmediato es completar las pruebas de calificación del conjunto completo para alcanzar el TRL 6 (Nivel de Madurez Tecnológica), que habilita su uso en vuelo. El máximo es TRL 9.
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Sala de control de ensayos de propulsión. |
Un diseño pensado para eficiencia y escalabilidad
El MT-B está diseñado para lanzadores livianos con capacidades de hasta 500 kg de carga útil en órbita baja. En esa configuración, varios motores pueden ser utilizados en la primera etapa y uno adicional en la segunda, lo que reduce costos de ingeniería, simplifica la fabricación y optimiza el mantenimiento.
Paralelamente, VENG también desarrolla un motor mayor, de 30 toneladas de empuje, orientado a lanzadores de más de una tonelada de carga útil. Aunque su consumo es mucho más elevado —44 kg/s de queroseno y 80 kg/s de oxígeno líquido—, responde a otro segmento de misiones más exigentes.
En comparación, el MT-B consume apenas 3,8 kg/s de queroseno y 8 kg/s de LOX, lo que facilita su fabricación, integración y reutilización.
La tendencia actual en el diseño de cohetes privilegia arquitecturas multimotor. “Antes, los rusos usaban muchos motores pequeños; los estadounidenses, uno o dos muy potentes. Hoy se impone el enfoque multimotor, que permite escalar potencia, mejorar la redundancia y reducir costos”, afirmó Reimonte.
En el mundo, apenas una decena de países cuenta con capacidad de lanzar vehículos al espacio, pero solo la mitad produce sus propios motores. “Desarrollar un motor como este, con tecnologías de fabricación avanzadas, turbobombas integradas y una arquitectura compleja, requiere años de experiencia y un equipo altamente capacitado”, explicó el experto. “Hoy existen muchas startups que fabrican motores pequeños, de unos 200 kilos de empuje, pero motores más grandes como el MT-B no abundan. En nuestro caso, llevamos más de 16 años trabajando en propulsión; hemos construido múltiples motores y su desempeño está documentado”.
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